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Una espacionave — una hiperespacionave — es un lugar terriblemente interesante. Por supuesto, se necesita un conocimiento muy, muy avanzado de mecánica ondulatoria y de geometría multidimensional para comprender lo que empuja a la nave, educación que yo no tengo y que probablemente nunca tendré (aunque me gustaría estudiar el tema, incluso ahora). Los cohetes… ningún problema; Newton nos dijo cómo. Antigrav… un misterio, hasta que el doctor Adelantado vino y la explicó; ahora está por todas partes.

¿Pero cómo una nave pesando aproximadamente unas cien mil toneladas (eso al menos me dijo el capitán) consigue acelerar al menos a mil ochocientas veces la velocidad de la luz… sin derramar la sopa y despertar a todo el mundo?

No lo sé. Esta nave posee la mayor Shipstone que jamás haya visto… pero Tim Flaherty (el segundo ingeniero ayudante) me dijo que emplean tan sólo la mitad de su carga en cada salto, luego terminan el viaje utilizando únicamente energía «parásita» (el calor de la nave, la cocina, los servicios auxiliares de la nave, etc.).

Eso me suena como una violación de la Ley de la Conservación de la Energía. Fui educada en la creencia de que hay que bañarse con regularidad y de que No Hay Cosas Como La Comida Gratis; así se lo dije. Él simplemente se mostró un poco impaciente y me aseguró que era precisamente la Ley de la Conservación de la Energía la que hacía que las cosas funcionaran así… trabajaban exactamente igual que un funicular; uno sube y el otro baja.

No lo sé. No hay cables ahí fuera; eso no puede ser un funicular. Pero funciona.

La forma de navegar de esta nave es aún más confusa. Sólo que ellos no le llaman navegación; ni siquiera le llaman astrogación; le llaman «cosmonáutica». Creo que alguien le está tomando el pelo a Viernes porque los oficiales de ingeniería me dijeron que los oficiales del puente (que no es un puente) que practican la cosmonáutica son oficiales cosméticos porque trabajan únicamente para las apariencias; la computadora es la que hace todo el trabajo… y el señor López, el segundo oficial, dice que la nave tiene que tener oficiales de ingeniería porque la unión lo requiere, pero que la computadora lo hace todo.

Sin saber matemáticas, todo esto es como acudir a una conferencia sin saber el idioma en que se pronuncia.

Aprendí una cosa: allá en Las Vegas creía que cada Grand Tour era La Tierra, Próxima, Frontera, Fiddler’s Green, Bosque, Botany Bay, Halcyon, Intermedio, El Reino, y de vuelta a la Tierra, porque eso es lo que decían los carteles de reclutamiento. Falso.

Cada viaje es confeccionado. Normalmente se tocan todos los nueve planetas, pero el único rasgo común en la secuencia es que la Tierra está en un extremo y El Reino, a casi un centenar de años luz de distancia (98’7 +) está en el otro. Las siete estaciones intermedias pueden ser alcanzadas a la ida o a la vuelta. De todos modos, hay una regla que controla cómo se efectúa la elección: a la ida, la distancia de la Tierra tiene que ser mayor a cada parada; a la vuelta, la distancia debe ser menor. No es tan complejo como suena; significa simplemente que la nave no tiene que ir hacia adelante y hacia atrás… del mismo modo que una planifica su trayecto cuando va de compras y tiene que pararse en varias tiendas.

Pero esto deja mucho margen a la flexibilidad. Las nueve estrellas, los soles de estos planetas, están alineados en algo muy parecido a una línea recta. Vean el dibujo con el Centauro y el Lobo. Vistas desde la Tierra, todas esas estrellas, tal como pueden ver, están en la parte frontal del Centauro o en la parte media del Lobo. (Ya sé que el Lobo no está muy bien representado pero el Centauro ha estado zurrándole durante miles de años. Además, yo nunca he visto un lobo un lobo de cuatro patas, quiero decir), y esto es lo mejor que sé hacer. Y si piensan en ello, tampoco he visto nunca a un Centauro).

Esta es la forma en que esas estrellas se arraciman en el cielo nocturno de la Tierra.

Tienen que estar ustedes tan al sur como Florida o Hong Kong para verlas por completo, e incluso entonces, con los ojos desnudos solamente verán a Alfa del Centauro.

Pero Alfa del Centauro (Rigil Kentaurus) brilla realmente, es la tercera estrella más brillante en el cielo de la Tierra. En realidad es precisamente tres estrellas, una brillante que es la hermana gemela del Sol, una no tan brillante que está emparejada con ella, y una distante, opaca, pequeña compañera que gira en torno a los dos aproximadamente a un quinceavo de un año de luz de distancia. Hace años Alfa del Centauro era conocida como Próxima. Luego alguien se molestó en medir la distancia de su inconsecuente tercer primo y descubrió que estaba un pelo más próxima, así que la pequeña de Próxima o «la Más Próxima» pasó a adquirir su verdadera categoría de cuerpo más cercano. Luego, cuando instalamos una colonia en el tercer planeta de Alfa del Centauro A (el gemelo del Sol), los colonos llamaron a su planeta Próxima.

Finalmente los astrónomos que intentaron restituirle el titulo que le correspondía a la opaca compañera de los dos soles murieron todos, y los colonos siguieron con su nombre. Con toda la razón, puesto que esa débil estrella, aunque en la actualidad esté un pelo más próxima, pronto se alejará de nosotros… simplemente contengan la respiración unos cuantos milenios. El hecho de estar «balísticamente ligadas» entre sí hace que su distancia de la Tierra sea por término medio la misma que los otros dos componentes del tripleto.

Observen el segundo esquema, el que tiene la «ascensión recta» arriba y los «años luz» a un lado.

Puede que yo sea la única persona de los centenares que ocupan esta nave que no supiera que nuestra primera parada en este viaje no iba a ser Próxima. El señor López (que estaba enseñándome el puente) me miró como si fuera un niño retrasado mental que acababa de cometer otro desafortunado desliz. (Pero eso no importa porque él no está interesado en mi cerebro). No me atreví a explicarle que había sido metida a bordo en el último momento; eso destruiría mi coartada. Además, no se supone que la Señorita Mucho Dinero tenga que ser además lista.

Normalmente la nave se detiene en Próxima tanto a la ida como a la vuelta. El señor López me explicó que esta vez llevaban poca carga y tan sólo unos cuantos pasajeros para Próxima, no los suficientes como para merecer una parada. Así, tanto carga como pasajeros habían sido dejados de lado hasta que partiera la Maxwell el mes próximo; en este viaje la Adelantado se detendrá en Próxima a su regreso a casa, con carga y, probablemente, pasajeros de los otros siete puertos. El señor López me explicó (y yo no lo comprendí) que viajar muchos años luz en el espacio no cuesta prácticamente nada — únicamente las raciones de los pasajeros —, pero que detenerse en un planeta es terriblemente caro, de modo que cada parada debe mostrar su valor en la hoja del balance.

Así que este es el recorrido de este viaje (vean de nuevo el cuadro de arriba): primero a Frontera, luego a Botany Bay, luego a El Reino, y al regreso a Intermedio, Halcyon, Bosque, Fiddler’s Green, Próxima (¡por fin!), y de vuelta a casa, a la Tierra.

No me sentí disgustada por eso… ¡antes al contrario! Me libraría de ese «cargamento más valioso de toda la galaxia» menos de un mes después de abandonar la Estación Estacionaria… y luego todo el viaje de regreso a casa sería un auténtico viaje turístico.

¡Divertido! Sin responsabilidad. Montones de tiempo para observar esas colonias acompañadas por ansiosos oficiales jóvenes que olían bien y eran siempre educados. Si Viernes (o la señorita Mucho Dinero) no se divertía con esas perspectivas, entonces es mejor que la incineren: está muerta.

Ahora veamos el tercer dibujo, la declinación arriba, los años luz al lado. Este hace que la ruta parezca completamente razonable… pero si miran el cuadro que hay en la página siguiente, verán que la línea que va de Botany Bay a Frontera, que parece en el tercer cuadro rozar la fotosfera de sol de Bosque, de hecho pasa a varios años luz de distancia.

Representar este viaje necesita realmente un esquema en tres dimensiones. Pueden tomar los datos de los dibujos y de la tabla de abajo y teclearlos en su terminal y extraer un holograma tridimensional; visto de ese modo las cosas tienen más sentido. Hay uno de esos hologramas en el puente, congelado para que una pueda examinarlo con todo detalle. El señor López, que me hizo esos dibujos (todos excepto Joe Centauro y el lobo triste) me advirtió que una representación plana simplemente no puede reflejar la cosmonáutica tridimensional. Pero ayuda el pensar en esos tres dibujos como otros tantos planos, vista frontal, vista lateral y vista superior, del mismo modo que uno puede visualizar una casa por sus planos; es exactamente análogo.

Cuando el señor López me entregó esa tabla, me advirtió que los datos tenían una exactitud aproximada de escuela elemental. Si apuntan ustedes un telescopio a esas coordenadas, descubrirán la estrella correcta, pero científica y cosmonáuticamente se necesitan muchos más decimales, y luego hacer las correcciones oportunas de «época»… una forma de decir que hay que actualizar todos los datos porque las estrellas se mueven constantemente. El sol de Frontera es el que menos se mueve; casi se mantiene en el mismo sitio en nuestra parte de la galaxia. Pero la estrella de Fiddler’s Green (Nu(2)Lupi) tiene un vector de 138 kilómetros por segundo… lo cual quiere decir que Fiddler’s Green se habrá movido más de mil quinientos millones de kilómetros entre las dos visitas que en cinco meses le habrá hecho la Adelantado. Esto puede ser preocupante… según el señor López lo es al menos para el capitán, ya que el beneficio o no de un viaje depende en buena parte de cuán cerca de un planeta puede surgir la nave del hiperespacio sin golpear contra algo (¡por ejemplo una estrella!). ¡Como conducir un VMA con los ojos vendados!

Pero yo nunca pilotaré una nave hiperespacial, y el capitán van Kooten tiene un sólido historial que inspira confianza. Le pregunté acerca de ello en la cena de aquella noche.

Asintió.

— Lo encontraremos. Sólo en una ocasión tuvimos que enviar a uno de los chicos abajo en una nave de desembarco a comprar algo a la pastelería del lugar y de paso tomar desde allí las indicaciones.

No supe si él esperaba que me echara a reír o pretendiera creerle, de modo que le pregunté qué era lo que había comprado en la pastelería. Se volvió hacia la dama que tenía a su izquierda y pretendió no haberme oído. (La pastelería de la nave hace los mejores pasteles que jamás he probado; deberían mantenerla cerrada con siete llaves).

El capitán van Kooten es un hombre gentil y paternal… aunque no tengo ninguna dificultad en visualizarlo con una pistola en una mano y un machete en la otra, conteniendo a una multitud de cortacabezas amotinados. Hace que la nave parezca un lugar seguro.

Shizuko no es la única guardia que tengo situada sobre mí. Creo que he identificado a cuatro más, y estoy preguntándome si los he localizado a todos. Casi lo más seguro es que no, puesto que a veces he mirado a mi alrededor y no he descubierto a ninguno de ellos… cuando cabe suponer que el procedimiento es que siempre haya alguien a mi alrededor, en cualquier momento.

¿Paranoia? Puede que lo parezca, pero no me siento paranoide en absoluto. Soy una profesional que ha permanecido con vida a través de todo, por inusitado que haya sido.

Esta nave transporta a seiscientos treinta y dos pasajeros de primera clase, unos sesenta y tantos oficiales uniformados, una tripulación también uniformada, y el equipo habitual de camareros y camareras y parejas profesionales de baile y entretenedores y cosas así.

Estos últimos visten como los pasajeros pero son jóvenes y siempre están sonriendo y hacen constantemente su trabajo para que los pasajeros no dejen de ser felices.

Los pasajeros: en esta nave un pasajero de primera clase por debajo de los setenta años de edad es una rareza… yo, por ejemplo. Tenemos a dos chicas quinceañeras, un muchacho adolescente, dos mujeres jóvenes, y una pareja rica en plena luna de miel.

Todos los demás que viajan en primera clase son candidatos a un asilo geriátrico. Son muy viejos, muy ricos, y extremadamente egoístas… salvo un escaso puñado que han conseguido envejecer sin avinagrarse.

Por supuesto ninguno de esos viejos tambaleantes son mis guardianes, y tampoco lo son los más jóvenes. Tuve clasificado a todo el personal de la nave a las cuarenta y ocho horas, fueran músicos o cualquier otra cosa. Hubiera podido sospechar que algunos de los oficiales jóvenes habían sido asignados a vigilarme si no fuera porque todos ellos tenían turnos de guardia, normalmente de ocho horas cada veinticuatro, y por ello no podían tomar ningún otro trabajo a tiempo completo. Pero mi nariz no me engaña; sé por qué mariposean a mi alrededor. No les presto mucha atención en este aspecto pero hay una absoluta carencia de mujeres jóvenes que llevar a la cama en esta nave… treinta oficiales jóvenes masculinos contra cuatro únicas mujeres jóvenes en primera clase, además de Viernes. Con esas perspectivas una mujer núbil tiene que tener muy mal aliento para no conseguir arrastrar tras ella a toda una procesión.

Pero, en todas esas categorías explicadas, descubrí algunos hombres que no podía explicar. ¿Primera clase? Sí, todos ellos comen en el Salón Ambrosía. ¿Viajantes de negocios? Quizá… pero según el primer ayudante del sobrecargo, los viajantes de negocios van en segunda clase, no tan ostentosa pero igual de confortable, y a mitad de coste.

Veamos: cuando Jerry Madsen me llevó al Agujero Negro con sus amigos, ahí estaba ese tipo solitario haciéndole la corte a su bebida en un rincón. A la mañana siguiente Jimmy López me llevó a nadar; el mismo tipo estaba en la piscina. En la sala de juegos estoy jugando una partida de cartas con Tom… mi sombra está haciendo un solitario en el rincón mas alejado.

Una o dos veces puede ser coincidencia… pero al cabo de tres días puedo estar segura de que, apenas salgo de la suite BB, alguien de entre cuatro hombres está en algún lugar a la vista. Normalmente permanece tan alejado de mí como lo permite la geometría del espacio… pero ahí está.

El señor Sikmaa me había hecho ver que llevaba «el más valioso cargamento jamás transportado». Pero no esperaba que considerara necesario mantener guardias a mi alrededor dentro de aquella nave. ¿Pensaba que alguien podía deslizarse junto a mí y robarme lo que llevaba detrás del ombligo?

¿O las sombras no procedían del señor Sikmaa? ¿Se había difundido el secreto antes de que yo abandonara la Tierra? El señor Sikmaa parecía profesionalmente cuidadoso… ¿pero qué decir de Mosby y su celosa secretaria? Simplemente no lo sabía… y no sabía lo suficiente de la política en El Reino como para hacer ninguna suposición.

Más tarde: las dos mujeres jóvenes formaban parte del ojo vigilante que estaba clavado sobre mí, pero sólo se me acercaban allá y cuando los hombres no podían hacerlo… los lavabos, los vestidores, la sauna para mujeres, etc. Nunca me molestaban, pero empezaban a hacerse pesadas. Pensé en que me alegraría entregar el paquete y poder disfrutar al fin completamente de ese maravilloso viaje. Afortunadamente, la mayor parte de él se produciría después de que abandonáramos El Reino. Frontera es un lugar tan helado (¡literalmente!) que no hay prevista ninguna excursión al planeta. Botany Bay se dice que es muy agradable, y debía verlo porque es un lugar al que más tarde puedo emigrar.

El Reino es descrito como rico y hermoso y deseo verlo como turista… pero nunca me trasladaré a él. Aunque es considerado como un lugar absolutamente bien gobernado, es una completa dictadura como el Imperio de Chicago… y ya tenía bastante de ello. Pero había otra razón más poderosa que me desanimaba de pedir un visado de inmigrante: sé demasiado acerca de él. Oficialmente no sé nada, pues el señor Sikmaa nunca lo ha admitido y yo no he preguntado… pero no voy a tentar mi suerte pidiendo vivir allí.

Intermedio es otro lugar que deseo ver pero donde no deseo vivir. Dos soles en su cielo son suficientes para convertirlo en algo especial… pero es el Papa-en-el-exilio lo que lo hace tan especial… para visitar, no para quedarse. ¡Es realmente cierto que allí celebran la misa en público! El capitán van Kooten lo afirma, y Jerry me dijo que él lo había visto con sus propios ojos y que yo podía verlo también… sin pagar entrada, sólo dando una amable y generosa contribución para las obras de caridad.

Estoy tentada de hacerlo. Realmente no es peligroso, y probablemente nunca tenga otra oportunidad como esa en toda mi vida.

Por supuesto, estudiaré tanto Halcyon como Fiddler’s Green. Cada uno de ellos debe ser algo extra-especial o de otro modo no exigirían tan altos precios para inmigrar… pero he de estudiar todos los aspectos, como en el caso de Edén; odiaría pedirle a Gloria que pagara una alta contribución para enviarme allí… y luego descubrir que odiaba el lugar.

Bosque se supone que no tiene nada atractivo para un turista — no hay diversiones —, pero quiero echarle una buena mirada. Es la colonia más reciente, por supuesto, aún en el estadio de las cabañas de troncos y totalmente dependiente de la Tierra y/o de El Reino para herramientas e instrumentos.

¿Pero no es este precisamente el estadio en que unirse a una colonia a fin de conseguir que todos los minutos sean alegremente emocionantes?

Jerry se limita a exhibir una expresión ácida al respecto. Me dice que le eche una buena mirada… y que aprenda por mí misma que la vida en los bosques primigenios ha sido muy sobreestimada.

No lo sé. Quizá pueda hacer uso del privilegio de la parada provisional; dejar esta nave y tomar una de sus hermanas cuando llegue al planeta dentro de unos meses. Debo preguntárselo al capitán.

Ayer pasaron un holo en el teatro Polvo de Estrellas que realmente deseaba ver, una comedia musical, El yanki en la corte del Rey Arturo y la reina Ginebra. Se suponía que era muy divertida, con romántica música de revival y llena de hermosos caballos y grandes decorados. Les di esquinazo a mis galantes caballeros y fui sola. O casi sola; no pude evitar a mis guardias.

El hombre — el «número tres» en mi calificación mental, aunque la lista de pasajeros decía que era «Howard J. Bullfinch, San Diego» — me siguió y se sentó directamente detrás de mí… cosa desacostumbrada, pues normalmente permanecía tan alejado de mí como le permitía el tamaño de la habitación. Quizá pensó que podía perder mi rastro cuando bajaran las luces; no lo sé. Su presencia a mis espaldas me distrajo. Cuando la reina clavó sus garras en el yanki y lo arrastró a su boudoir, en vez de estar atenta a la diversión que brotaba del holotanque, estaba intentando captar y analizar todos los olores que llegaban hasta mí… cosa no demasiado fácil en un teatro lleno.

Cuando acabó la obra y se encendieron las luces, alcancé el pasillo lateral al mismo tiempo que lo hacía mi sombra; me dejó pasar. Le sonreí y le di las gracias, luego me dirigí hacia la puerta delantera; él me siguió. Esa puerta conduce a una corta escalera, cuatro peldaños. Tropecé, caí hacia adelante, y él me sostuvo.

— ¡Gracias! — dije —. En agradecimiento, le invito al Bar Centauro a tomar una copa.

— ¡Oh, en absoluto!

— Oh, no puede negarse. Va a explicarme por qué me ha estado siguiendo todo el tiempo y por cuenta de quién lo ha hecho y algunas otras cosas.

Vaciló.

— Creo que se equivoca.

— En absoluto, Mac. Vayamos hacia allá tranquilamente… o va a tener que darle explicaciones al capitán.

Exhibió una curiosa sonrisa (¿o era cínica?).

— Sus palabras son aún más persuasivas por el simple hecho de que son erróneas.

Pero insisto en invitarla yo a usted.

— De acuerdo. Me lo debe. Y algo más aún.

Elegimos una mesa en un rincón donde no podíamos ser oídos por otros clientes…

aunque sabía que podíamos ser escuchados por un Oído. Pero, a bordo de una nave, ¿quién puede evitar un Oído? Yo no.

Nos sirvieron, luego dije casi silenciosamente:

— ¿Puede usted leer en los labios?

— No muy bien — admitió, en el mismo tono bajo.

— De acuerdo, entonces hable tan bajo como le sea posible, y esperemos que el ruido ambiental confunda a los Oídos. Mac, dígame una cosa: ¿Ha violado ya a algunas otras indefensas mujeres últimamente?

Se echó hacia atrás. No sé de nadie que sea golpeado tan bruscamente y no se eche hacia atrás. Pero pagó mi cortesía respetando mi cerebro y demostrándome que él tenía cerebro también. Respondió:

— Señorita Viernes, ¿cómo me ha reconocido?

— Por el olor — respondí —. Al principio por el olor; se sentó demasiado cerca de mí.

Luego, cuando abandonamos el teatro, lo forcé a una comprobación de voz. Y tropecé en las escaleras y lo obligué a tocarme. Eso fue todo. ¿Hay algún Oído enfocado en nosotros aquí?

— Probablemente. Pero puede que no esté grabando, y es posible que no haya ninguno enfocado en nosotros en este momento.

— Demasiado riesgo. — No me gustaba. ¿Qué podíamos hacer? ¿Pasear uno al lado del otro? Un Oído tendría problemas en mantener constantemente el rastreo, pero este rastreo podía convertirse en automático si el hombre llevaba un señalizador en él. O podía ser yo misma quien llevara el señalizador. ¿La piscina Acuario? La acústica en una piscina es siempre mala, lo cual era bueno para mí. Pero maldita sea, necesitaba más intimidad —. Deje su vaso y venga conmigo.

Lo llevé a la cabina BB. Shizuko nos dejó pasar. Por lo que yo podía decir permanecía de guardia las veinticuatro horas, excepto que dormía cuando dormía yo. O yo creía que lo hacía.

— ¿Qué es lo que tenemos luego, Shizuko? — pregunté.

— La fiesta del sobrecargo, señorita. A las diecinueve.

— Está bien. Ve a dar un paseo o algo así. Vuelve dentro de una hora.

— Demasiado tarde. Treinta minutos.

— ¡Una hora!

— Sí, señorita — respondió humildemente… pero no antes de que captara la mirada que le dirigía al hombre y el leve asentimiento de cinco milímetros de su cabeza en respuesta.

Cuando Shizuko se hubo ido y la puerta estuvo cerrada, dije suavemente:

— ¿Es usted su jefe, o ella lo es suyo?

— Difícil de decir — admitió —. Quizá «agentes cooperando independientemente» lo describa mejor.

— Entiendo. Ella es muy profesional. Mac, ¿sabe dónde están los Oídos aquí dentro, o tendremos que buscar alguna otra forma de inutilizarlos? ¿O está dispuesto a que su sórdido pasado sea discutido y registrado en cinta en algún lugar? No puedo pensar en nada que pueda azararme a mí… después de todo, yo soy la víctima inocente… pero deseo que usted hable con libertad.

En vez de responder, señaló: sobre el sofá al lado del salón, sobre la cabecera de mi cama, en el cuarto de baño… luego se tocó un ojo y apuntó a un lugar donde la pared se unía al techo en la parte opuesta al sofá.

Asentí. Luego arrastré dos sillas a la esquina más alejada del sofá y fuera de la línea de visión de la localización del Ojo que él había indicado. Conecté la terminal, tecleé música, seleccioné una cinta de los coros de Salt Lake City. Quizá un Oído pudiera captarnos por encima de la cascada de voces, pero no lo creía.

Nos sentamos, y proseguí:

— Mac, ¿puede pensar en alguna buena razón por la cual no deba matarle ahora mismo?

— ¿Así simplemente? ¿Sin escucharme siquiera?

— ¿Por qué debería escucharle? Usted me violó. Usted lo sabe, yo lo sé. Pero estoy dándole una oportunidad. ¿Puede pensar en alguna razón por la cual no deba ser usted ejecutado sumariamente por su crimen?

— Bueno, puesto que lo plantea de este modo… No, no puedo.

Los hombres serán mi muerte.

— Mac, es usted de lo más exasperante. ¿No se da cuenta de que no deseo matarle y estoy buscando una excusa razonable para no hacerlo? Pero no puedo conseguirlo sin su ayuda. ¿Cómo se vio mezclado en un asunto tan sucio como una violación en grupo de una mujer indefensa y con los ojos vendados?

Permanecí sentada y dejé que sudara, y eso fue lo que hizo. Finalmente dijo:

— Puedo afirmar que estaba tan metido en aquello entonces, que si hubiera dudado en violarla, me hubieran matado inmediatamente.

— ¿Es eso cierto? — pregunté, sintiendo desprecio hacia él.

— Completamente cierto, aunque no relevante. Señorita Viernes, lo hice porque deseaba hacerlo. Porque era usted tan sexy que podría corromper a un estilita. O hacer que Venus se convirtiera en Lesbos. Intenté decirme a mí mismo que no podía evitarlo. Pero lo sabía muy bien. De acuerdo, ¿quiere que la ayude en hacer que todo parezca un suicidio?

— No es necesario. — (Tan sexy que podría corromper a un estilita. ¿Qué demonios es un estilita?… tendría que buscarlo. Parecía algo así como un superlativo).

Persistió.

— A bordo de una nave las cosas son más difíciles. Un cadáver puede convertirse en algo embarazoso.

— Oh, no lo creo así. Usted fue contratado para vigilarme; ¿cree que me podrían hacer algo a mí? Pero ya sabe que voy a dejarle salirse de esta, lo sabe. De todos modos, deseo explicaciones antes de dejarle ir. ¿Cómo escapó del fuego? Cuando lo olí, me quedé asombrada; había supuesto que estaba usted muerto.

— No estaba en el fuego; escapé antes de que se iniciara.

— ¿Realmente? ¿Por qué?

— Por dos razones. Planeaba marcharme tan pronto como supiera lo que había ido a averiguar. Pero principalmente por causa suya.

— Mac, no espere que me crea demasiadas cosas inverosímiles. ¿Qué era lo que fue a averiguar?

— Nunca llegué a averiguarlo. Iba detrás de lo mismo que ellos: por qué había abandonado usted Ele-Cinco. Les oí interrogarla y pude ver que usted no lo sabía. De modo que me fui. Aprisa.

— Eso es cierto. Yo era una paloma mensajera… ¿y cuándo sabe una paloma mensajera lo que está llevando? Malgastaron su tiempo torturándome.

Que me aspen, pareció sorprendido.

— ¿La torturaron?

— ¿Está intentando hacerse el inocente? — dije con sequedad.

— ¿Eh? No, no. Soy culpable como el pecado, y lo sé. De violación. Pero no tenía ni la menor idea de que la hubieran torturado. Es estúpido, varios siglos anticuado. Lo que oí fue un interrogatorio normal, luego le administraron el suero de la verdad… y usted les contó la misma historia. Así que supe que estaba diciendo la verdad, y me fui de allí. Lo más rápido que pude.

— Cuanto más me lo cuenta, más preguntas suscita. ¿Para quién estaba trabajando, por qué lo estaba haciendo, por qué se fue, por qué ellos le dejaron marcharse, quién era esa voz que les daba órdenes, ese llamado el Mayor, por que estaba todo el mundo tan ansioso por saber lo que yo llevaba… tan ansioso como para montar un ataque militar y perder un montón de vidas y torturarme y amputarme el pezón derecho? ¿Por qué?

— ¿Le hicieron eso? — (Que me aspen, el rostro de Mac estaba completamente impasible hasta que mencioné la mutilación hecha a mi glándula mamaria de estribor. ¿Alguien me explicará alguna vez a los hombres? ¿Con diagramas y pocas palabras?).

— Oh. Regeneración completa, tanto funcional como cosmética. Se lo mostraré… luego.

Si responde completamente a mis preguntas. Podrá comprobarlo comparándolo a como lucía antes. Ahora volvamos al asunto. Hable.

El hombre afirmó haber sido un agente doble. Dijo que, en aquella época, era un oficial de inteligencia en una organización cuasimilitar dependiente de los Laboratorios Muriel Shipstone. Como tal, y trabajando solo, había penetrado en la organización del Mayor…

— ¡Espere un minuto! — exclamé —. ¿Murió él en el fuego? ¿El tipo llamado el Mayor?

— Estoy casi completamente seguro de que sí. Aunque puede que Mosby sea el único que lo sepa.

— ¿Mosby? ¿Franklin Mosby? ¿Descubridores, Incorporada?

— Espero que no tenga hermanos; uno es demasiado. Sí. Pero Descubridores, Inc., es solamente una pantalla; él sirve a la Shipstone Ilimitada.

— Pero usted dijo que estaba usted trabajando también para la Shipstone… los laboratorios.

Mac pareció sorprendido.

— Pero todo el alboroto del Jueves Rojo fue una lucha intramuros entre los chicos de las altas esferas; todo el mundo sabe eso.

Suspiré.

— Me parece que he llevado una vida muy protegida. De acuerdo, trabajaba usted para la Shipstone, por una parte, y como agente doble trabajaba también para la Shipstone, por otra parte. ¿Pero por qué yo estaba en medio?

— Señorita Viernes, no lo sé; eso es lo que se supone que debía descubrir yo. Pero usted era considerada como un agente de Tripagorda Bal…

— Alto ahí. Si va a hablar usted del difunto doctor Baldwin, por favor no utilice ese horrible apodo.

— Lo siento. Había la creencia de que era usted un agente de las Empresas System, es decir, del doctor Baldwin, y usted lo confirmó acudiendo a su cuartel general…

— Alto de nuevo. ¿Formaba usted parte del grupo que me saltó encima al llegar allí?

— Me alegra decir que no. Usted mató a dos de ellos, y otro murió más tarde, y ninguno de ellos se salió sin alguna herida. Es usted una fiera.

— Adelante, siga.

— Trip… el doctor Baldwin era un rebelde, un disidente, no formaba parte del sistema.

Con el Jueves Rojo en pleno montaje…

— ¿Qué tiene que ver el Jueves Rojo con esto?

— Oh, bueno, todo. Fuera lo que fuese lo que usted llevaba, al menos iba a afectar el desarrollo de los hechos. Creo que el Consejo para la Supervivencia (ese es el lado para el que trabajaban los terroristas a sueldo de Mosby) se olió algo y actuó antes de estar preparados. Quizá por eso no consiguieron mucha cosa. Llegaron a un arreglo de sus diferencias en las salas del consejo. Pero nunca he visto un análisis de ello.

(Ni yo tampoco, y ahora probablemente ya nunca lo vería. Anhelé unas cuantas horas ante la terminal de servicio ilimitado que tenía en Pájaro Sands. ¿Cuáles directores habían resultado muertos en el Jueves Rojo y sus sequelae? ¿Cómo había quedado el mercado después de eso? Sospecho que las respuestas realmente importantes nunca aparecerán en los libros de historia. El jefe me había estado insistiendo en que aprendiera el tipo de cosas que finalmente me conducirían a las respuestas… pero había muerto y mi educación se había interrumpido bruscamente. Por ahora. ¡Pero aún podía seguir alimentando mi mente elefantina! Algún día).

— Mac, ¿le contrató Mosby para este trabajo? Vigilarme en esta nave.

— ¿Eh? No. Sólo he tenido un contacto con Mosby, y aún a través de un intermediario.

Fui contratado para esto a través de un reclutador que trabaja para un agregado cultural del Embajador de El Reino en Génova. Este trabajo no es para avergonzarse, sin embargo. Estamos cuidando de usted. Por todos los medios.

— Debe ser aburrido, sin ninguna violación.

— Uf.

— ¿Cuáles son sus instrucciones respecto a mí? ¿Y cuantos de ustedes hay aquí?

¿Está usted al cargo, o no?

Dudó.

— Señorita Viernes, está pidiéndome que revele los secretos de mi empleador. En la profesión no hacemos eso… y creo que usted lo sabe.

— Tonterías. Usted sabía cuando cruzó esta puerta que su vida dependía de responder a mis preguntas. Piense de nuevo en ese grupo que saltó sobre mí en la granja del doctor Baldwin… piense en lo que les ocurrió. Luego hable.

— He pensado en ello, muchas veces. Sí. Estoy al cargo… excepto, posiblemente, en lo que respecta a Tilly…

— ¿Quién es Tilly?

— Perdón. Shizuko. Ese es su nombre profesional. En la UCLA era Matilda Jackson.

Todos nosotros hemos estado aguardando en el Hotel Cielo Alto casi durante dos meses…

— «Nosotros», plural. Nómbrelos. Los nombres que figuran en la lista de pasajeros. Y no intente salirse por la tangente con tonterías acerca del código de los mercenarios; Shizuko va a estar de vuelta dentro de unos minutos.

Los nombró… ninguna sorpresa; los había descubierto a todos. Torpes. El Jefe nunca lo hubiera tolerado.

— Prosiga.

— Aguardamos, y la Dirac partió sin nosotros, y solamente veinticuatro horas antes de la hora de partida de la Adelantado fuimos precipitadamente alertados de que debíamos abordar la Adelantado. Luego nos facilitaron holos a color de usted para que la estudiáramos… y, señorita Viernes, cuando vi su foto casi me desmayé.

— ¿Tan malas eran las fotos? Oh, vamos.

— ¿Eh? No, eran muy buenas. Pero tenga en cuenta dónde nos vimos la última vez.

Pensé que usted había muerto en aquel fuego. Yo, esto, bueno, debo confesar que lo sentí por usted. Un poco, al menos.

— Gracias. Le creo. De acuerdo, siete, con usted al mando. Este viaje no resulta barato.

Mac, ¿para qué necesito yo siete ángeles custodios?

— Pensé que usted podría decírmelo a mí. No es asunto mío el porqué está haciendo usted este viaje. Todo lo que puedo decirle son mis instrucciones. Tiene que ser entregada usted en El Reino en perfectas condiciones. Ni una uña rota, ni un arañazo, ni un resuello. Cuando lleguemos, un oficial de la guardia de palacio subirá a bordo, y a partir de entonces usted será su problema. Pero no nos será pagada nuestra bonificación de entrega hasta que usted haya pasado un examen físico. Entonces seremos pagados, y volveremos a casa.

Pensé en todo aquello. Era consistente con la preocupación del señor Sikmaa acerca del «más valioso paquete que un correo haya llevado nunca»… pero había algo falso en todo aquello. La vieja redundancia de principio del cinturón-y-tirantes era comprensible…

pero ¿siete personas, durante todo el tiempo, sólo para asegurarse de que no me cayera por las escaleras y me rompiera el cuello? No tenía sentido.

— Mac, no se me ocurre ninguna otra cosa que preguntarle ahora, y Shizuko, quiero decir «Tilly», está a punto de volver. Hablaremos más tarde.

— Muy bien. Señorita Viernes, ¿por qué me llama usted Mac?

— Es el único nombre por el que le he oído llamarle. Socialmente, quiero decir. En la sesión de violación a la que los dos asistimos. Estoy razonablemente segura de que no es usted «Howard J. Bullfinch» ¿Cómo prefiere que lo llame?

— Oh. Sí, yo era Mac en esa misión. Pero normalmente me llaman Pete.

— ¿Su nombre es Peter?

— Oh, bueno, no exactamente. Es… Percival. Pero nadie me llama así.

Contuve la risa.

— No veo por qué no, Pete. Hombres valientes y honorables se han llamado Percival.

Creo que Tilly está en la puerta, ansiosa por bañarme y vestirme. Una última cosa: ¿Sabe usted por qué aún sigue respirando? ¿Por qué no está muerto?

— No.

— Porque me dejó ir a orinar. Gracias por dejarme ir a orinar antes de esposarme a aquella cama.

De pronto su expresión se volvió irónica.

— Tuve una trifulca por culpa de ello.

— ¿De veras? ¿Por qué?

— El Mayor pretendía obligarla a que lo hiciera en la cama. Imaginaba que ayudaría a desmoronar su voluntad.

— ¿De veras? El estúpido aficionado. Pete, aquel fue el momento en que decidí que no estaba usted totalmente perdido.

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