11

Cualquiera demasiado joven como para haber oído el anuncio aquella noche ha leído acerca de él más tarde en la escuela. Pero debo resumirlo a fin de mostrar cómo me afectó a mí y a mi modo de vida. Aquel autoproclamado «Consejo para la Supervivencia» afirmaba ser una sociedad secreta de «simplemente hombres» dedicada a corregir toda la miríada de equivocaciones de la Tierra y de todos los muchos planetas y lugares donde vive la humanidad. A ello habían dedicado sus vidas.

Pero primero planearon dedicar unas cuantas vidas de otras personas. Dijeron que habían confeccionado listas de todos los auténticos promotores e impulsores en todas partes, por todo el planeta y fuera de él… listas separadas para cada estado territorial, más una gran lista de líderes mundiales. Esos eran sus blancos.

El Consejo reivindicaba la autoría de los asesinatos iniciales y prometía más muertes…

y más… y más… hasta que sus demandas fueran aceptadas.

Tras listar los líderes mundiales, la voz que llegaba hasta nosotros empezó a recitar la lista de los britocanadienses. Por sus expresiones y pensativos movimientos de cabeza vi que mis anfitriones y anfitriona estaban de acuerdo con la mayoría de las elecciones. El delegado del Primer Ministro estaba en la lista pero no el Primer Ministro… para mi sorpresa y quizá más para la de ellos. ¿Cómo te sentirías si hubieras pasado toda tu vida en la política, abriéndote camino hasta la cúspide, para que luego viniera algún cotorra listo y dijera que ni siquiera eras lo bastante importante como para ser asesinado? ¡Un poco como ser dejado de lado por un gato!

La voz prometió que no habría más asesinatos durante diez días. Si al término de estos las condiciones no habían sido corregidas, uno de cada diez de los nombres que quedaban sería elegido por suerte y sería muerto. El condenado no sería nombrado; simplemente sería asesinado. Diez días más tarde sería elegido otro entre diez. Y así, hasta que fuera proclamada Utopía por los supervivientes.

La voz explicó que el Consejo no era un gobierno y que no pretendía reemplazar a ningún gobierno; era simplemente el guardián de la moralidad, la consciencia pública de los poderosos. Aquellos en el poder que sobrevivieran podrían seguir en el poder.. pero sobrevivirían únicamente haciendo justicia. Se les advertía que no intentaran renunciar.

— Esta es la Voz de la Supervivencia. ¡El Cielo en la Tierra está al alcance de la mano! — Desapareció.

Hubo una larga pausa después de que terminara la cinta antes de que apareciera un locutor en la pantalla de la terminal. Janet rompió el silencio con un:

— Sí, pero…

— ¿Sí pero qué? — preguntó Ian.

— No hay la menor duda de que esa lista enumera a la mayoría de la gente realmente poderosa en el país. Supón que tú estás en esa lista de blancos y estás tan asustado que te muestras dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de no correr el riesgo de ser asesinado. ¿Qué harás? ¿Es eso justicia?

(«¿Dónde está la verdad?», preguntó Poncio Pilatos, y se lavó las manos. Yo no tenía respuestas, así que guardé silencio).

— Querida, es sencillo — respondió Georges.

— ¡Oh, dilo ya! ¿Cómo?

— Lo han hecho del modo más simple posible. Se supone que cada propietario o jefe o tirano sabe lo que tiene que hacer; ese es su trabajo. Si hace lo que debe, todo está bien.

Si fracasa, le son pedidas cuentas de su error… por el doctor Guillotin.

— ¡Georges, sé serio!

— Querida, nunca he sido más serio. Si el caballo no puede saltar el obstáculo, pégale un tiro al caballo. Sigue haciendo esto y finalmente encontrarás un caballo que pueda efectuar el salto… si no se te acaban antes los caballos. Esta es la forma de pseudológica plausible que aplica la mayor parte de la gente a los asuntos políticos. Hace que uno se pregunte si la humanidad es capaz de ser bien gobernada por cualquier sistema de gobierno.

— El gobernar es un asunto sucio — gruñó Ian.

— Cierto. Pero el asesinato es aún más sucio.

Aquella discusión política hubiera proseguido si la terminal no se hubiera iluminado de nuevo… siempre he observado que las discusiones políticas no terminan nunca; simplemente son interrumpidas por algún elemento externo. Un locutor vivo, en directo, llenó la pantalla.

— La cinta que acaban ustedes de escuchar — anunció — fue entregada a mano a esta estación. El ministerio de la PM ha repudiado esta cinta y ha ordenado a todas las estaciones que no sea retransmitida amparándose en la Ley de Defensa Pública y amenazando con fuertes sanciones. Lo que pretenden los censores con esta orden es claramente anticonstitucional. La Voz de Winnipeg seguirá manteniéndoles al corriente de todo lo que ocurra. Les urgimos que conserven la calma y permanezcan en sus casas a menos que sean ustedes necesarios para mantener los servicios públicos esenciales.

Luego volvieron a pasar de nuevo las cintas que habían sido ofrecidas antes, y Janet cortó el sonido y puso nuevas franjas en la pantalla.

— Ian — dije —, suponiendo que tenga que quedarme aquí hasta que las cosas se apacigüen en el Imperio…

— Eso no es una suposición; eso es un hecho.

— Sí, señor. Entonces necesito llamar urgentemente a mi empleador. ¿Puedo utilizar tu terminal? Con mi tarjeta de crédito, por supuesto.

— No con tu tarjeta de crédito. Yo haré la llamada y la cargaremos aquí.

Me sentí en cierto modo vejada.

— Ian, aprecio la espléndida hospitalidad que tú… todos vosotros… me estáis mostrando.

Pero, si sigues insistiendo en pagar incluso esos gastos que un huésped debe pagar por sí mismo, entonces regístrame como tu concubina y haz pública tu responsabilidad sobre todas mis deudas.

— Razonable. ¿Qué salario esperas conseguir?

— ¡Aguarda! — exigió Georges —. Yo pago mejor. Él es un avariento escocés.

— No escuches a ninguno de los dos — me advirtió Janet —. Georges puede pagar mejor pero esperará que poses para él y te exigirá uno de tus huevos por un solo salario.

Siempre ha deseado un harén de esclavas. Chica, harías una perfecta odalisca con solamente una joya en tu ombligo. ¿Pero cómo das masajes en la espalda? ¿Cómo cantas? Y llegamos ahora a la pregunta clave: ¿cuál es tu actitud hacia las mujeres?

Puedes susurrarlo en mi oído.

— Quizá será mejor que salga y regrese y empecemos todo de nuevo — dije —. Sólo deseo hacer una llamada telefónica. Ian, ¿puedo utilizar mi tarjeta de crédito para efectuar una llamada a mi jefe? Es la MasterCard, crédito triple-A.

— ¿Extendida dónde?

— En el Banco Imperial de Saint Louis.

— Parece que no oíste uno de los anuncios que dieron antes. ¿O deseas que tu tarjeta de crédito sea cancelada?

— ¿Cancelada?

— ¿Es eso un eco? El BritCanBancCredNet anunció que las tarjetas de crédito libradas en el Imperio y en Quebec quedaban anuladas por toda la duración de la emergencia.

Simplemente métela en la ranura y aprende las maravillas de la era de las computadoras y el olor del plástico quemándose.

— Oh.

— Habla más alto. Creo que has dicho «Oh».

— Lo he dicho. Ian, ¿puedo pedir humildemente perdón? ¿Y luego puedo llamar a mi jefe con tu tarjeta de crédito?

— Por supuesto que puedes… si te pones de acuerdo con Janet al respecto. Ella es quien lleva la casa.

— ¿Janet?

— Aún no has respondido a mi pregunta, querida. Simplemente susúrralo en mi oído.

De modo que se lo susurré en su oído. Abrió mucho los ojos.

— Haz primero tu llamada. — Le di el código de llamada y ella la hizo por mí, utilizando la terminal de su habitación.

Las franjas en la pantalla se detuvieron y un aviso llameó: PROHIBICIÓN DE SEGURIDAD… NINGUNA CONEXIÓN CON EL IMPERIO DE CHICAGO.

Parpadeó durante diez segundos, luego se cortó; dejé escapar una muy sincera maldición, y oí la voz de Ian detrás mío:

— Malo, malo. Las hermosas niñitas y las damas bien educadas no hablan de esa forma.

— No soy ninguna de las dos cosas. ¡Y me siento frustrada!

— Sabía que te sentirías; oí el anuncio antes. Pero también sabía que tenías que intentarlo antes de creerlo.

— Sí, hubiera insistido en intentarlo. Ian, no sólo me siento frustrada; me siento también desamparada. Tengo un crédito ilimitado a través del Banco Imperial de Saint Louis y no puedo tocarlo. Tengo un par de dólares neozelandeses y algo de cambio. Tengo cincuenta coronas imperiales. Y una tarjeta de crédito invalidada. ¿Qué hay acerca de ese contrato de concubinato? Puedes alquilarme barata; es la ley de la oferta y la demanda.

— No sé, depende. Las circunstancias alteran los casos, y ahora puede que no desee ir más allá de cama y comida. ¿Qué es lo que le susurraste a Janet? Puede afectar las cosas.

Fue Janet quien respondió.

— Me susurró: «Honi soit qui mal y pense» — no lo había hecho —, un sentimiento que te recomiendo, mi buen hombre. Marjorie, no estás en absoluto peor de lo que estabas hace una hora. Sigues sin poder irte a casa hasta que las cosas se calmen… y cuando lo hagan, la frontera volverá a abrirse, y lo mismo ocurrirá con los circuitos de comunicación, y tu tarjeta de crédito tendrá validez de nuevo… si no aquí, entonces al otro lado de la frontera, apenas a un centenar de kilómetros de distancia. Así que cruza los brazos y espera…

— «…con mente y corazón tranquilos». Sí, hazlo — confirmó Ian —, y Georges podrá pasar su tiempo pintándote. Porque está en la misma situación. Vosotros dos sois peligrosos extranjeros y seréis internados si salís de esta casa.

— ¿No hemos perdido algún otro aviso? — preguntó Ian.

— Sí. Aunque parece ser una repetición de otro anterior. Se supone que Georges y Marjorie deben presentarse a la estación de policía más cercana. No lo recomiendo.

Georges puede permitirse ignorarlo, hacerse el tonto, y decir que no sabía que aquello incluyera también a los residentes permanentes. Por supuesto, pueden volver a dejarte en libertad. O puedes pasar todo el próximo invierno en algún ventoso barracón temporal. No hay nada en esta estúpida emergencia que garantice que habrá terminado la semana próxima.

Pensé acerca de ello. Todo era por mi estúpida culpa. En una misión nunca viajo con sólo una clase de crédito, y siempre llevo un buen montón de efectivo. Pero había supuesto ingenuamente que un viaje de vacaciones no necesitaba la cínica regla de una corona en efectivo en moneda fuerte por kilómetro a recorrer. Con el suficiente efectivo cualquiera puede abrirse camino a fuerza de sobornos hasta donde sea, y volver, sin chamuscarse las plumas de la cola. ¿Pero sin efectivo?

No había intentado vivir fuera del país desde el entrenamiento básico. Quizá era el momento de ver si ese entrenamiento había sido efectivo. ¡Gracias a Dios, el clima era cálido!

Georges estaba gritando:

— ¡Subid el sonido! ¡O venid aquí!

Nos apresuramos a su lado.

— !…del Señor! ¡No prestéis atención a los vanos alardes de los pecadores! Sólo nosotros somos responsables de los apocalípticos signos que veis a todo vuestro alrededor. Los esbirros de Satán han intentado usurpar el Sagrado trabajo de los instrumentos elegidos por Dios y distorsionarlos a sus propios viles fines. Por eso están siendo castigados ahora. Mientras tanto a los gobernantes terrenales de los asuntos mundanos aquí abajo se les ordena hacer los siguientes Sagrados trabajos:

«Terminar con todas las penetraciones al Reino de los Cielos. Si el Señor hubiera querido que el hombre viajara por el espacio, lo hubiera dotado de alas.

«No permitir que los engendros vivan. La llamada ingeniería genética se burla de las más queridas finalidades del Señor. Destruir los horribles cubiles en los cuales se fabrican tales cosas. Matar a los muertos andantes conjurados en esos negros pozos. Colgar a los brujos que practican esas viles artes.

(— Dioses — dijo Georges —. Creo que se refieren a mí. — Yo no dije nada… yo sabía que se referían a mí).

«Los hombres que yacen con hombres, las mujeres que yacen con mujeres, cualquiera que yazca con bestias… todos ellos deben morir por la piedra. Del mismo modo que las mujeres halladas en adulterio.

«Papistas y sarracenos e infieles y judíos y todos aquellos que se inclinan ante imágenes idólatras… los Angeles del Señor os dicen: ¡arrepentíos ahora que aún es tiempo! Arrepentíos o sentiréis las rápidas espadas de los instrumentos elegidos del Señor.

«Pornógrafos y prostitutas y mujeres de costumbres licenciosas, ¡arrepentíos!… ¡o sufriréis la terrible ira del Señor!

«Pecadores de toda clase, permaneced atentos a este canal para recibir instrucciones de cómo podéis alcanzar aún la luz.

«Por orden del Gran General de los Angeles del Señor.

La cinta terminó, y hubo otra interrupción. Ian dijo:

— Janet, ¿recuerdas la primera vez que vimos a los Angeles del Señor?

— No es fácil que lo olvide. Pero nunca esperé nada tan ridículo como esto.

— ¿Son realmente los Angeles del Señor? — dije yo —. ¿No otra pesadilla en la pantalla?

— Hum. Es difícil conectar a los Angeles que Ian y yo vimos con este asunto. A finales del pasado marzo, o quizá a primeros de abril, había ido al puerto a recoger a Ian. El vestíbulo estaba lleno con tipos del Hare Krishna, con sus ropas color azafrán y sus cabezas rapadas y saltando por todos lados y pidiendo dinero. Un grupo de cientólogos estaban saliendo por las puertas, dirigiéndose a algún sitio, una de sus convenciones norteamericanas creo. En el momento en que los dos grupos se fundieron, aparecieron los Angeles del Señor, con sus signos caseros y sus panderetas y sus porras.

— Marj, fue la camorra más estrepitosa que haya visto nunca. No había ningún problema en distinguir los tres grupos. Los Hare Krishna parecían payasos, eran inconfundibles. Los Angeles y los hubbarditas no llevaban ropas distintivas, pero no había problema en distinguirlos tampoco. Los cientólogos iban limpios y aseados y llevaban el cabello corto; los Angeles parecían camas sin hacer. También llevaban el «hedor de piedad»; yo estaba a favor del viento con respecto a ellos, y me cambié rápidamente.

«Los cientólogos, por supuesto, habían tenido que luchar por sus derechos muchas veces; lucharon con disciplina, se defendieron, y se retiraron rápidamente… se fueron, llevándose con ellos sus heridos. Los Hare Krishna lucharon como pollos chillones y dejaron a sus heridos detrás. Pero los Angeles del Señor lucharon como si estuvieran locos… y creo que lo estaban. Se lanzaban directamente a la lucha, agitando porras y puños, y no paraban hasta que estaban en el suelo e incapaces de volver a levantarse.

Se necesitaron casi tantos Montadas para dominarlos como Angeles eran… cuando la relación habitual es un Montada, una camorra.

«Parece ser que los Angeles sabían que los hubbarditas llegaban en aquel momento y habían acudido para saltar sobre ellos; los Hare Krishna estaban allí por accidente…

estaban en el puerto simplemente porque es un buen lugar para sacar algo de dinero.

Pero, habiendo encontrado a los Hare y siendo incapaces de dominar a los cientólogos, los Angeles decidieron darles una buena paliza a los Krishna.

— Yo lo vi desde el otro lado de la barrera — confirmó Ian —. Esos Angeles luchaban de una forma asesina. Creo que debían estar drogados. Pero nunca creí que una pandilla como aquella de harapos y suciedad pudiera ser una amenaza a todo el planeta…

infiernos, sigo sin creerlo ahora. Creo que están intentando conseguir algo de popularidad, como esos psicóticos que se confiesan culpables de cualquier crimen espectacular.

— Pero a mí no me gustaría tener que enfrentarme a ellos — dijo Janet.

— ¡Correcto! Preferiría de buen grado hacer frente a una manada de perros rabiosos.

Pero no puedo imaginar a una manada de perros rabiosos derribando un gobierno. Y mucho menos un mundo.

Ninguno de nosotros esperaba que surgieran más grupos proclamándose autores de lo ocurrido… pero dos horas más tarde los Estimuladores lanzaron su mensaje y sus exigencias:

— Aquí un portavoz autorizado de los Estimuladores. Nosotros iniciamos las primeras ejecuciones y seleccionamos cuidadosamente los objetivos. No hemos empezado ninguno de los disturbios ni cometido ninguna de las atrocidades ocurridas desde entonces. Hemos creído necesario interrumpir algunas comunicaciones, pero éstas serán restauradas tan pronto como las condiciones lo permitan. Los acontecimientos han hecho que modifiquemos nuestro esencialmente benigno y no violento plan. Los oportunistas que se llaman a sí mismos el Consejo para la Supervivencia en los países de habla inglesa, o los Herederos de Leon Trotsky u otros nombres sin sentido en otros lugares, han intentado apropiarse de nuestro programa. Pueden ser desenmascarados por el simple hecho de que no poseen ningún programa propio.

«Peor aún, hay algunos religiosos fanáticos que se llaman a sí mismos los Angeles del Señor. Su pretendido programa es una absurda colección de eslóganes antiintelectuales y viciosos prejuicios. No pueden tener éxito, pero sus doctrinas de odio pueden fácilmente arrojar a hermano contra hermano, vecino contra vecino. Deben ser detenidos.

«Decreto de Emergencia Número Uno: todas las personas que se identifiquen a sí mismas como Angeles del Señor son sentenciadas a muerte. Las autoridades de los distintos lugares ejecutarán esta sentencia sobre la marcha, donde y cuando encuentren a uno. Los ciudadanos particulares, súbditos, y residentes, deben entregar estos autoproclamados Angeles a la autoridad más próxima, arrestándolos, y quedan autorizados a utilizar para ello la fuerza si es necesario.

«Ayudar, apoyar, socorrer u ocultar a uno de los miembros de este grupo proscrito queda declarado como un crimen capital.

«Decreto de Emergencia Número Dos: la afirmación falsa del crédito o responsabilidad de cualquier acción de un Estimulador, o la afirmación falsa del crédito por cualquier acción llevada a cabo por orden de los Estimuladores, es declarada crimen capital. Todas las autoridades, en cualquier lugar, deberán actuar en consecuencia. Este decreto se aplica a, pero no queda limitado a, el grupo y los individuos que se hacen llamar a sí mismos el Consejo para la Supervivencia.

«El Programa de Reforma: Las siguientes medidas de reforma son efectivas de inmediato. Los líderes políticos, fiscales y comerciales son responsables individual y colectivamente de llevar a cabo cada una de esas medidas de reforma bajo pena de muerte.

«Reformas inmediatas: todos los salarios, precios y rentas quedan congelados. Todas las hipotecas sobre edificios ocupados por sus propietarios quedan canceladas. Todos los intereses son fijados al seis por ciento.

«En todos los países la industria sanitaria queda nacionalizada en la extensión en que no lo estuviera todavía. Los doctores médicos recibirán el mismo salario que los profesores de escuela superior; las enfermeras serán pagadas bajo el mismo baremo que los maestros de escuela primaria; todo el resto del personal auxiliar y terapista recibirán salarios comparables. Todos los honorarios de estancias en clínicas y hospitales quedan abolidos. Todos los ciudadanos, súbditos y residentes recibirán el más alto nivel de atención médica en cualquier momento.

«Todos los negocios y servicios funcionando en la actualidad seguirán funcionando.

Tras el período de transición serán permitidos cambios ocupacionales, los cuales serán requeridos cuando tales cambios mejoren el bienestar general.

«Las siguientes ejecuciones instructivas tendrán lugar dentro de diez días, más o menos dos días. La lista de oficiales y líderes publicada bajo su propia responsabilidad por el autoproclamado Consejo para la Supervivencia no es ni confirmada ni negada.

Cada uno de ustedes debe mirar dentro de su corazón y de su conciencia y preguntarse a sí mismo si está haciendo o no lo mejor por sus semejantes. Si la respuesta es sí, están ustedes a salvo. Si la respuesta es no, entonces ustedes pueden ser uno del próximo grupo seleccionado como lección objetiva a todos aquellos que han convertido nuestro maravilloso planeta en un agujero infernal de injusticia y privilegios especiales.

«Decreto especial: la fabricación de pseudogente será interrumpida inmediatamente.

Toda la llamada gente artificial y/o artefactos vivientes se prepararán para entregarse a la más próxima autoridad de la reforma en el momento en que se les notifique. Mientras tanto, mientras se preparan los planes para que esa cuasi-gente pueda vivir sus vidas sin causar más daños a la gente y bajo circunstancias que no sigan creando competiciones injustas, esas criaturas seguirán trabajando pero permanecerán encerradas en sus lugares el resto del tiempo.

«Excepto en las siguientes circunstancias, las autoridades locales tienen prohibido matar a esos…

El anuncio se interrumpió. Luego en la pantalla apareció un rostro… masculino, sudoroso, y turbado.

— Soy el sargento Malloy, hablando en nombre del Jefe Henderson. No va a permitirse la difusión de ningún otro de esos anuncios subversivos. Vamos a reanudar la programación regular. Pero estén atentos a su canal para cualquier aviso de emergencia.

— Suspiró —. Esos son malos tiempos, amigos. Sean pacientes.

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