1 Expansión 4135 (6219 d. C.)

¿Dónde estoy?

Un hombre que había visto cincuenta planetas y triunfado en cien trabajos difíciles debía de ser como un gato, que gira de forma instintiva para caer sobre sus pies en toda situación. Pero en los últimos tiempos parecía ser precisamente lo opuesto; se encontraba más desorientado con cada tarea.

Hans Rebka terminó de despertar y permaneció tendido con los ojos cerrados, esperando que su cerebro se ubicase en el tiempo y recordase cuál era su función. Cuando esto ocurrió, la confusión fue reemplazada por la ira.

Una semana antes se había encontrado en órbita alrededor de Paradoja, preparándose para una de las misiones más desafiantes de su vida. Él y tres compañeros debían entrar en la esfera de Paradoja, llevando consigo un nuevo blindaje y una clase completamente nueva de sensor magnetofónico. Si tenían éxito, traerían por primera vez información sobre el interior de Paradoja… y tal vez sobre los mismos Constructores.

Para Rebka, Paradoja era la estructura más enigmática y fascinante de todas las creadas por los Constructores. La burbuja esférica y oscura de cincuenta kilómetros de ancho permitía una entrada fácil, pero al salir borraba todos los recuerdos, tanto orgánicos como inorgánicos. Los ordenadores emergían sin ningún registro ni acumulación de datos. Los humanos que habían alcanzado el interior habían regresado con el cerebro de un bebé recién nacido.

Aunque se habían abandonado todos los esfuerzos por explorar Paradoja, últimamente los visitantes de la región habían estado informando sobre algunos cambios. La burbuja era diferente en su aspecto externo y tal vez en su condición interna. Un nuevo intento podía verse coronado por el éxito.

Era una misión peligrosa, pero Hans Rebka la había esperado con ansiedad. Se había propuesto como voluntario, y había sido aceptado como líder del equipo.

Y entonces había llegado la llamada; justo el día anterior al descenso en Paradoja.

«Una misión alternativa…» La voz era débil y susurrante, reducida en su espectro de frecuencia por su paso a través del sistema de comunicaciones Bose. «… al sistema planetario doble de Dobelle. Debe partir sin demora…»

La voz debilitada por el espacio no sonaba nada autoritaria, pero la orden provenía del más alto nivel gubernativo del Círculo Phemus. Y era una misión para Rebka solo; sus compañeros procederían a explorar Paradoja. Al principio, el hecho de ser escogido de ese modo le sonó como un honor, un privilegio. Pero, cuando la misión le fue explicada, comenzó su confusión.

El conocía su talento. Era muy bueno creando y resolviendo dificultades. Podía pensar e improvisar soluciones rápidas para problemas difíciles; era un producto típico de su mundo natal, Teufel.

«¿Qué pecados debe cometer un hombre, y en cuántas vidas pasadas, para nacer en Teufel?» Medio brazo espiral conocía ese dicho. Al igual que todos los planetas del Círculo Phemus, Teufel era pobre en recursos y pobre en metales. En la primitiva nave colonizadora, todos los sistemas de apoyo para la supervivencia habían fallado, y además se trataba de un planeta demasiado caluroso y pequeño, con una atmósfera apenas respirable. Para un humano que alcanzaba la madurez en Teufel —la mayoría no lo hacía—, la expectativa de vida no llegaba ni a la mitad del promedio que tenía el Círculo Phemus, y ésta era un tercio menor que la de los habitantes de cualquier mundo de la Cuarta Alianza. Todos aquellos que nacían en Teufel generaban un instinto de conservación antes de aprender a hablar… o no llegaban a vivir lo suficiente para hablar.

Rebka era un hombre delgado y cabezón, con manos y pies demasiado grandes para su cuerpo. Tenía el aspecto macilento y algo deforme de quien había sufrido una persistente desnutrición durante la infancia. Pero estas privaciones tempranas no habían afectado su cerebro en lo más mínimo. A los ocho años ya conoció las desigualdades, cuando vio varias imágenes de los opulentos mundos de la Alianza, en los límites del Círculo Phemus. Una intensa ira nació en su interior. Rebka aprendió a utilizarla, a canalizarla y controlarla, al mismo tiempo que aprendió a ocultar sus sentimientos con una sonrisa. Para cuando cumplió los doce años, ya había logrado salir de Teufel y se encontraba en un programa de entrenamiento del gobierno en el Círculo Phemus.

Rebka estaba orgulloso de su hoja de servicios. Partiendo de la nada, había progresado sin pausa durante veinticinco años. Había participado en grandes proyectos para transformar a los mundos más inhóspitos en paraísos humanos (algún día haría lo mismo por Teufel); había conducido peligrosas expediciones al corazón de la región cometaria, lejos de cualquier posibilidad de obtener ayuda si algo salía mal; había volado tan cerca de las superficies estelares que las comunicaciones habían resultado imposibles bajo el rugido de la radiación ambiente, y, al regresar, su nave estaba erosionada e irremediablemente fundida. Incluso había conducido a una dotación en un viaje casi legendario a través del Zirkelloch, la rareza toroidal del espacio-tiempo que se encontraba en la disputada tierra de nadie entre los mundos de la Cuarta Alianza y los de la Federación Cecropia.

Todo eso había hecho. Y de pronto —en su mente la confusión dio paso a la ira, que seguía siendo su amiga— era degradado. Sin una palabra de explicación, era despojado de todas sus verdaderas responsabilidades y enviado a un mundo lejano e insignificante, donde debería actuar como niñera o padre confesor de alguien diez años menor que él.

—¿Pero quién es Max Perry? ¿Por qué es importante?

Había formulado esa pregunta durante su primera entrevista, en cuanto el doblete planetario de Dobelle se convirtió en algo más que un nombre para él. Ya que Dobelle era un lugar insignificante. Sus componentes planetarios gemelos, Ópalo y Sismo, que orbitaban a una estrella de segunda clase lejos de los centros principales del brazo espiral, eran casi tan pobres como Teufel.

Mundohirviente, Desolación, Teufel, Styx, Calderón… Algunas veces a Rebka le parecía que la pobreza era su único vínculo, el lazo que mantenía unidos a los mundos del Círculo Phemus, separándolos de sus vecinos más adinerados. Y, a juzgar por los registros, Dobelle era un miembro meritorio del club.

También le fue entregada la hoja de servicios de Perry, para que la estudiase a su conveniencia. Como era típico en él, Hans Rebka lo hizo de inmediato. No parecía tener mucho sentido. Max Perry provenía de unos orígenes tan humildes como los suyos. Era un refugiado de Mundohirviente y, al igual que Rebka, había progresado rápidamente, al parecer ligado a un trabajo en el mismísimo gobierno del Círculo. Como parte del proceso general que preparaba a los futuros líderes, había sido enviado a efectuar un año de servicio en Dobelle.

Siete años después todavía no había regresado. Cuando se le ofrecían promociones, él las rechazaba. Cuando se ejercían presiones para alentarlo a que abandonase Dobelle, él las ignoraba.

—Una gran inversión —susurró la voz distante, más allá de las estrellas—. Lo hemos entrenado durante muchos años. Queremos un rédito por esa inversión…, así como usted nos lo ha producido. Determine la causa de sus dificultades. Convénzalo para que regrese o, al menos, díganos por qué se niega a hacerlo. Él ignora las órdenes directas. Ópalo y Sismo necesitan gente desesperadamente, y las leyes de Dobelle prohíben la extradición.

—Él no me dirá nada. ¿Por qué habría de hacerlo?

—Irá a Dobelle como su supervisor. Hemos tomado medidas para que se cree una posición superior dentro de la oligarquía imperante. Usted la ocupará. Estamos de acuerdo en que Perry no revelará sus motivos con un simple interrogatorio. Eso ya se ha intentado. Utilice su propia fuerza. Utilice su sutileza y su iniciativa. —La voz se detuvo—. Utilice su ira.

—No estoy enfadado con Perry.

Rebka formuló más preguntas, pero no encontró ningún esclarecimiento en las respuestas. La misión todavía no tenía ningún sentido. El comité central del Círculo Phemus podía malgastar sus fondos si lo deseaba, pero era un error estúpido desperdiciar el talento de Rebka —él carecía de falsa modestia—, cuando un psiquiatra parecía más apropiado para alcanzar el objetivo. ¿O ya habrían intentado eso también?

Hans Rebka bajó las piernas de la litera y se acercó a la ventana. Miró hacia arriba. Después de un viaje de tres días a través de cinco nodos del Sistema Bose y de una última fase subluminal, finalmente había aterrizado en el hemisferio Estrellado de Ópalo. Pero Estrellado era una broma sin gracia. A pesar de que aún no había amanecido, no se veía ni una sola estrella. En esa época del año, cerca de la Marea Estival, era raro que se abriesen las nubes en Ópalo. Al acercarse al planeta no había visto nada a excepción de un globo uniforme y brillante. El mundo entero era agua, y cuando Dobelle alcanzaba su punto más próximo a Mandel, su estrella primaria, las mareas estivales alcanzaban su punto culminante y los océanos de Ópalo jamás veían el sol. Los únicos sitios seguros eran las Eslingas, masas flotantes naturales de tierra y vegetación enmarañada que se movían por la superficie de Ópalo impulsadas por los vientos y las mareas.

Las Eslingas más grandes tenían cientos de kilómetros de ancho. La estación de lanzamiento de Estrellado se encontraba situada sobre una de las mayores. Incluso así, Rebka se preguntó cómo le iría durante la Marea Estival. ¿Adonde iría? ¿Lograría sobrevivir cuando llegasen las grandes marejadas?

Si Teufel, su mundo natal, había sido Fuego, no cabía la menor duda de que Ópalo era Agua.

¿Y Sismo, la otra mitad del doblete planetario de Dobelle?

Un infierno, a juzgar por lo que había escuchado y leído. Se decía que durante la Marea Estival los eventos en Ópalo eran espectaculares y espeluznantes, aunque se podía sobrevivir a ellos. En Sismo eran mortales.

Rebka volvió a mirar el cielo y se sorprendió al descubrir que estaba claro. Ópalo y Sismo estaban unidos por la marea y giraban furiosamente alrededor de su centro de masa común. Un día en el sistema Dobelle no tenía más que ocho horas oficiales. Sus reflexiones matinales se habían extendido hasta bien entrado el amanecer. Apenas si tendría tiempo para un desayuno rápido; entonces un coche aéreo lo trasladaría alrededor del planeta hacia el otro hemisferio, hacia Sismoco… Hacia el trabajo más estúpido y menos productivo de su vida.

Rebka maldijo el nombre de Max Perry y se dirigió a la puerta. Aún no había conocido al hombre y ya estaba predispuesto para que le resultase antipático.


ARTEFACTO: PARADOJA

UAC#: 35

Coordenadas galácticas: 27.312,443 / 15.917,902 / +135,66

Nombre: Paradoja

Asociación estrella/planeta: Darien/Kleindienst

Nodo de Acceso Bose: 139

Antigüedad estimada: 9,112 ±0,11 Megaaños


Historia de su exploración: No se sabe cuántas veces ha sido descubierto Paradoja para luego perderse toda información al respecto. Lo que sí se sabe es que en E. 1379 Ruttledge, Kaminski, Parzen y Lu-lan organizaron una expedición de dos naves para investigar la anomalía de la refracción lumínica que aún no era conocida como Paradoja.

Ruttledge y Kaminski arribaron primero y registraron en el ordenador principal de la nave su intención de entrar en la esfera de Paradoja, utilizando la pinaza de exploración, mientras la nave permanecía a una buena distancia. Cinco días después, al llegar Parzen y Lu-lan, se encontraron con la otra nave y su pinaza, ambas en perfectas condiciones operativas. Ruttledge y Kaminski estaban en la pinaza, vivos pero afectados de deshidratación y desnutrición. Eran incapaces de hablar o de realizar los más simples movimientos motrices. Los exámenes posteriores demostraron que sus memorias no guardaban más información que la contenida en la mente de un recién nacido. Los bancos de datos y la memoria del ordenador de la pinaza se hallaban completamente en blanco.

Siguiendo un análisis de los registros de la otra nave, Parzen y Lu-lan echaron suertes para decidir quién realizaría una segunda incursión al interior de Paradoja. Lu-lan ganó y efectuó el descenso. Parzen no recibió ninguna señal de él, a pesar de que habían acordado enviar un mensaje cada cuatro horas. Lu-lan regresó, físicamente ileso, después de tres días. Su memoria estaba vacía de toda información aprendida, aunque los conocimientos somáticos (instintivos) estaban inalterados.

En E. 1557, Paradoja fue declarada zona prohibida para todo aquel que no fuese un investigador especialmente entrenado.


Descripción física: Paradoja es una región esférica de cincuenta kilómetros de diámetro. Sus límites externos revelan movimientos coloreados de «burbujas jabonosas» sobre la superficie, reflejando o transmitiendo radiaciones de diversas longitudes de onda, en forma aparentemente fortuita.

La esfera es opaca en ciertas regiones espectrales (1,2223 metros), y del todo transparente en otras (5,6366 micrómetros). No se sabe nada sobre el aspecto interior de Paradoja.

El tamaño de Paradoja y su aspecto no son invariables. Nueve veces durante su historia se han detectado cambios en su tamaño y su color.


Naturaleza física: Basándose en transmisiones que lo atraviesan, se cree que Paradoja posee una compleja estructura interna. Sin embargo, jamás se ha obtenido Una información directa a causa de su naturaleza destructora de información. La mayor parte de los analistas creen que Paradoja es la extrusión cuatridimensional en el espacio y el tiempo de un cuerpo de dimensiones mucho mayores, tal vez la multiplicidad veinte/tres/siete de Ikro y H’miran.


Objetivo propuesto: Desconocido. Sin embargo, Scorpesi ha conjeturado que Paradoja es una «cuba purificadera» para grandes artefactos inteligentes de los Constructores, tales como Elefante (véase Registro 859), antes de volver a utilizarlos. No obstante, nótese que esta sugerencia es incongruente con las dimensiones físicas de Elefante (4.000x900 kilómetros), a menos que tales objetos fuesen sometidos a múltiples pasadas a través de la esfera Paradoja.


Del Catálogo Universal de Artefactos Lang, cuarta edición.

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