Las armas sensoras habían estado rastreando el coche durante un buen rato. Cuando éste llegó a su campo visual, Louis Nenda colocó el arsenal oculto de la nave espacial en alerta máxima.
El coche que se acercaba redujo la velocidad, como consciente del poder destructor apostado a unos pocos kilómetros de él. Avanzó de forma lateral y luego descendió en un aterrizaje vertical para posarse sobre una roca agrietada, a buena distancia de la nave.
Nenda mantuvo las armas preparadas para la acción, mientras observaba cómo se abría la compuerta del coche.
—¿Quién será? —preguntó suavemente en dialecto de la Comunión, más para sí mismo que para Kallik—. Hagan sus apuestas, damas y caballeros. Adivinen quiénes son los visitantes.
Un par de figuras familiares bajaron a la roca humeante y cubierta de grava. Ambas llevaban máscaras para respirar, pero eran fácilmente reconocibles. Louis Nenda emitió un gruñido de satisfacción y volvió a colocar las armas en posición de espera.
—Está bien. Abre la puerta, Kallik. Muestra un poco de hospitalidad hacia nuestros invitados.
Atvar H’sial y J’merlia se acercaban, avanzando con cautela entre las piedras azuladas y cruzando una franja de guijarros sueltos. Louis Nenda había elegido su lugar de aterrizaje con cuidado, sobre la roca más sólida y menos agrietada que pudo encontrar; de todos modos había amontonamientos de polvo y signos de recientes movimientos terrestres. Atvar H’sial seguía la línea de una gran fisura y de cuando en cuando se asomaba por el borde para olfatear el aire y estimar su profundidad. Esa fosa era su único refugio posible. No había nada viviente en aquella región de Sismo, ni tampoco ningún lugar donde ocultarse en un radio de diez kilómetros. Las armas de la nave, elevadas a treinta metros de altura, gozaban de un panorama de trescientos sesenta grados.
Atvar H’sial se inclinó para entrar por la compuerta inferior, no como muestra de respeto hacia Louis Nenda sino porque aquella abertura había sido diseñada para alguien que medía la mitad que ella. Una vez dentro, se quitó la máscara. J’merlia entró después, con un extraño silbido de saludo a Kallik, y corrió a agazaparse frente a su ama.
La cecropiana se enderezó y se acercó a Nenda.
—Has decidido no utilizar tus armas contra nosotros —tradujo J’merlia—. Una sabia decisión.
—¿Desde tu punto de vista? Estoy seguro de que sí. ¿Pero por qué hablamos de armas? —La voz de Nenda era burlona—. No encontrarás ningún arma aquí.
—Es posible que tengas razón —dijo Atvar H’sial a través de J’merlia—. Si la inspección en Ópalo no pudo encontrarlas, puede ser que nosotros tampoco podamos. —La gran cabeza de Atvar H’sial se alzó para mirar hacia arriba—. Sin embargo, si me permites media hora de inspección en la cubierta superior de tu nave…
—Oh, no lo creo. —Louis Nenda sonrió—. Podría ser divertido, pero no disponemos de media hora para jugar. No mientras la Marea Estival nos respira en la nuca. Supongamos que abandonamos la esgrima por un rato. Yo no preguntaré qué herramientas y armas traes contigo, si tú dejas de preocuparte por lo que hay en esta nave. Tenemos cosas más importantes sobre las que hablar.
—Ah, sugieres una tregua. —Las palabras salieron de J’merlia, pero fue Atvar H’sial quien extendió una larga pata delantera—. De acuerdo. ¿Por dónde comenzamos? ¿Cómo discutimos la cooperación sin revelar demasiado de lo que cada uno sabe?
—Para empezar, los enviamos a ellos afuera. —Nenda señaló a J’merlia y a Kallik.
Los tentáculos amarillos de Atvar H’sial giraron para escrutar a la hymenopt, y luego descendieron hasta el lo’tfiano agazapado frente a su concha.
—¿Es seguro allá afuera? —tradujo J’merlia.
—No mucho. —Nenda alzó sus espesas cejas—. Eh, ¿qué es lo que esperas? ¿Temporada de carnaval en primavera? No hay ningún sitio seguro sobre Sismo en este momento, y tú lo sabes. ¿Tu insecto es demasiado sensible al calor y a la luz? No quiero freído.
—No es especial —tradujo J’merlia sin demostrar ningún sentimiento—. Provisto de agua, J’merlia puede sobrevivir al calor y al aire contaminado durante un largo período, incluso sin careta antigás. Pero la comunicación entre tú y yo…
—Confía en mí —Nenda señaló a J’merlia y a Kallik y apuntó el pulgar hacia la compuerta—. Fuera. Los dos. —Volvió a hablar en el idioma de la Comunión—. Kallik, lleva bastante agua para J’merlia. Ya os diremos cuándo podéis regresar.
Aguardó hasta que los dos alienígenas se encontraron afuera y la compuerta estuvo cerrada. Entonces avanzó para sentarse a la sombra de la concha de Atvar H’sial. Inspiró profundamente y se abrió la camisa, mostrando un pecho completamente cubierto de nódulos grises y profundas picaduras. Cerró los ojos y aguardó.
—Ten paciencia. —Las feromonas codificadas se esparcieron lentamente por el aire—. No es sencillo…, y hace mucho… que no practico.
—Ah. —Atvar H’sial asentía con su cabeza ciega y apuntaba sus receptores hacia el pecho de Nenda—. ¿Una técnica zardalu? Había oído hablar de ella, pero nunca la había experimentado. ¿Puedo preguntar a qué coste físico?
—El acostumbrado. —El rostro de Louis Nenda mostraba un duro éxtasis—. Dolor… El precio de cada técnica zardalu. Está bien; ya lo estoy logrando. Voy a hablar al estilo humano, si no te importa. Me ayuda a dar marco a mis pensamientos.
—¡Pero no hay ninguna necesidad de esto! —Junto con el significado literal, los receptores de feromonas de Louis Nenda detectaron el desprecio de Atvar H’sial—. J’merlia me es completamente fiel, tal como supongo que es Kallik para ti. Morirían antes de revelar cualquier cosa de nuestra conversación.
—Ya lo creo que sí. —Louis Nenda emitió una risita—. Yo me aseguraría de ello. Pero no sé cuan listo es J’merlia. Las cosas pueden escaparse por accidente, en especial si alguien tramposo formula las preguntas. La única forma para estar seguros es no permitirles escuchar. —La risa se convirtió en un gruñido de molestia—. Muy bien, vayamos a lo nuestro y acabemos lo antes posible. Me resulta difícil.
—Necesitamos un protocolo para el intercambio de información.
—Lo sé. Esto es lo que sugiero. Yo haré una afirmación. Tú podrás manifestarte de acuerdo, en contra o hacer una afirmación propia, pero nadie estará obligado a responder ninguna pregunta. Algo así. Afirmación: tú no tienes ningún interés en estudiar las formas de vida bajo condiciones ambientales extremas en Sismo. Eso es una mentira. Has venido aquí porque eres una especialista en los Constructores.
—A ti no te lo negaré. —Atvar H’sial se estiró a su altura máxima. Bajo su cabeza, los pliegues rojos y blancos se expandieron—. Soy más que una especialista. Soy la especialista en Constructores de la Federación Cecropia.
—Las feromonas trasladaron un mensaje de orgullo, mucho más fuerte de lo que hubiesen podido hacerlo las palabras—. Fui la primera en desentrañar el mensaje de Tántalo; la primera… y única cecropiana que sobrevivió a un viaje por Antorcha. Yo comprendí el significado de la Marea Estival antes de que Darya Lang fuera tan tonta como para publicar sus descubrimientos. Yo…
—Muy bien. Eres lista, ya lo he comprendido. —La respiración de Nenda se estaba calmando—. Dime algo de lo que necesito saber, o estaremos aquí hasta la Marea Estival y nos freiremos todos.
—De acuerdo. Estás aquí porque quieres saber lo que ocurrirá durante la Marea Estival. Pero yo digo que no has sido el iniciador de esa idea. Conoces demasiado poco de ciencia o de historia. Alguien más se basó en la idea de Darya Lang y te comunicó la importancia de este momento y este lugar. Me resultaría de gran interés saber quién es ese alguien.
—Eso me suena como una pregunta, aunque no haya sido planteada como tal. Pero te lo diré. —Nenda apuntó el pulgar hacia la compuerta de la nave—. Kallik.
—¿Tu hymenopt? ¡Una esclava! —Atvar H’sial estaba más que sorprendida. Estaba indignada—. No es correcto que una especie esclavizada desempeñe un trabajo de tan alto nivel.
—Ah, tonterías. —Nenda estaba sonriendo—. Ella tiene un cerebro… Bien puedo permitirle utilizarlo en mi beneficio. De todos modos, se siente feliz cuando puede leer y efectuar cálculos en su tiempo libre. Kallik vio el trabajo de Lang y luego hizo los cómputos ella misma. Decidió que éstos eran el lugar y el momento especiales. Entonces se entusiasmó mucho y quiso decírselo a alguien. Yo le dije: «De ninguna manera. No se lo diremos a nadie… e iremos a Sismo por nuestra cuenta.» Y aquí estamos. Pero quiero intercambiar ideas contigo sobre algo más específico. Hablemos sobre lo que ocurrirá aquí durante la Marea Estival.
—Eso me suena como una pregunta. Prefiero no responder.
—Entonces haré una afirmación. Déjame contarte lo que dice Kallik, basándose en su análisis, y tú podrás comentarlo si lo deseas. Ella dice que los Constructores van a regresar… aquí, durante la Marea Estival. El secreto de su tecnología y el motivo de su desaparición serán revelados a aquellos que se encuentren presentes. ¿Qué te parece eso?
—También es una pregunta, no una afirmación, pero la responderé. La sugerencia de Kallik es posible. Sin embargo, no es algo seguro. No existe ninguna evidencia de que los Constructores vayan a aparecer.
—Entonces es una apuesta que debes hacer. Y lo que Kallik no dijo, pero yo lo pienso y no me sorprendería que tú sepas mucho más al respecto, es que el que logre la clave de la tecnología de los Constructores será muy poderoso dentro del brazo espiral.
—Estoy de acuerdo. La tecnología será el premio.
—Para algunos. Pero no es el único motivo de tu presencia aquí. —Nenda se acercó y llegó a dar un golpecito con el índice en el abdomen brillante de Atvar H’sial—. Afirmación: tú eres otra fanática de los Constructores, al igual que Lang y Kallik. Crees que dentro de setenta y dos horas los conocerás. ¿Sabes cómo llama Kallik a esta Marea Estival? La Epifanía…, el momento en que aparecerán los dioses.
—Mi propio término es el Despertar. ¿Aceptas que aquí ocurrirá un suceso trascendental?
—Diablos, no lo sé. ¿A qué te refieres con algo trascendental? Yo estoy muy seguro de que los dioses no aparecerán. Todo esto es una apuesta arriesgada, pero yo soy un jugador y me agrada esa clase de apuestas.
—Te equivocas. No es una apuesta arriesgada. Ocurrirá. —La convicción de Atvar H’sial era inconfundible en el mensaje feromónico. Nenda comprendió que no estaba en condiciones de manejar la sutileza de la técnica comunicativa y se preguntó si la cecropiana habría aprendido a mentir con sus mensajes químicos—. Ya existen evidencias de ello —continuó Atvar H’sial—. A lo largo de todo el brazo espiral, los artefactos están inquietos y señalan hacia aquí.
—Oye, no tienes que persuadirme. Volé ochocientos años luz para aterrizar en este montón de mierda…, y me importan un comino los artefactos. Puedes quedarte con todos ellos… Eres igual que Kallik. Pero tengo otra pregunta para ti. ¿Por qué viniste a verme, sabiendo que podía destruirte? Estoy seguro de que no ha sido sólo para intercambiar ideas.
—Ah, eso es cierto. Vine porque me necesitas. Y porque yo te necesito a ti. —Atvar H’sial señaló la portilla y la extensa superficie de Sismo al otro lado de ella—. Si tú y yo fuésemos las únicas personas en este mundo, disfrutaríamos de la exclusividad sobre cualquier nueva técnica de los Constructores. Aunque más tarde podríamos luchar por el privilegio de utilizar ese poder, yo aceptaría una contienda semejante.
—Ése sería tu error. Pero sigo sin saber por qué has venido a mí.
—Porque hoy no somos los únicos en Sismo. Hay otros aquí, quienes divulgarían los nuevos conocimientos por el bien de la ciencia. Pero tú no eres un científico, eres un aventurero. Estás aquí por tu provecho personal.
—Tienes mucha razón. Y tú también.
—Tal vez. —Ahora que Louis Nenda sabía leer los mensajes, notó que la cecropiana estaba divertida—. Y no queremos compartir aún más los poderes de los Constructores. Rebka, Graves y Perry están en Sismo. Recorrieron el Umbilical justo después de nosotros. Ellos no guardarán en secreto los conocimientos. Nosotros podríamos hacer algo al respecto, pero no tenemos forma de saber dónde están.
—Supuse que nos seguirían. ¿Qué hay de Darya Lang? Ella vino contigo.
—No hay problema. Ya nos hemos… ocupado de ella.
Una fría certidumbre en las feromonas. Hubo una larga pausa.
—Bueno, está bien —dijo Louis Nenda finalmente. Su voz era suave—. Eres una hija de puta muy despiadada, ¿verdad?
Las trompas de la cecropiana temblaron.
—Tratamos de proporcionar satisfacción.
—Y corres un riesgo al decirme esto.
—Creo que no. —Atvar H’sial guardó silencio un momento—. No existe ningún riesgo. Al menos con alguien que ha leído y recordado los registros de Lascia Cuatro. ¿Puedo refrescarte la memoria? Una cápsula con suministros médicos fue lanzada hacia Lascia Cuatro. Nunca llegó al planeta. Sin los inhibidores virales que contenía, trescientas mil personas murieron. Un humano, acompañado por una esclava hymenopt, fue el culpable de tal atrocidad. La hymenopt murió, pero el humano escapó y nunca fue capturado. —Louis Menda no dijo nada—. Respecto a los otros humanos —continuó Atvar H’sial—, no podemos ubicarlos. Estoy especialmente preocupada por Graves.
—Es un loco.
—Cierto. Y es capaz de leer lo que pensamos tú y yo. Es demasiado peligroso. Lo quiero fuera del camino. Los quiero a los tres fuera del camino.
—De acuerdo. Pero no tengo más probabilidades de encontrarlos que tú. Por lo tanto, ¿qué es lo que propones?
—Antes de la Marea Estival abandonarán Sismo. Su ruta de escape es el Umbilical. También hubiera sido la mía, pero luego he visto llegar tu nave y he comprendido que estaba equipada para realizar viajes espaciales.
—Hasta el fin de la galaxia, si lo deseo. Comprendo que podría resultarte útil para abandonar Sismo sin encontrarte con Graves. ¿Pero qué tienes para ofrecerme a mí} No querría ser grosero, pero yo no soy tu hada madrina. ¿Por qué iba a proporcionarte un transporte gratis para salir de Sismo? Le dije a Kallik que podíamos echar un vistazo a la superficie, pero que, llegada la Marea Estival, la miraríamos desde el espacio. Sin embargo, eso es para nosotros. Mi nave no es un autobús. ¿Por qué iba a ayudarte?
—Porque yo conozco los códigos que controlan el Umbilical. Los códigos completos.
—¿Y por qué iba a importarme…? —Louis Nenda alzó la vista lentamente hacia la cecropiana, al mismo tiempo que la cabeza ciega se acercaba a él.
—¿Lo ves? —Las feromonas agregaron un mensaje más fuerte y a la vez más sutil que cualquier palabra: placer, triunfo y un toque de muerte.
—Sí. Está bien claro. ¿Pero que hacemos con ellos? —Nenda señaló la ventana. J’merlia y Kallik estaban acurrucados juntos sobre el suelo caliente, tratando de protegerse detrás de la nave de los rayos ardientes de Mandel. Ambos estaban temblando. J’merlia parecía tratar de consolar a la hymenopt—. Yo aceptaría tu propuesta, pero de ninguna manera pienso llevarlos con nosotros como testigos.
—De acuerdo. No los necesitamos. Si hay algo que requiera la sensibilidad de J’merlia a la radiación semimicrométrica, tú podrás detectarla en su lugar.
—Puedo ver, si eso es a lo que te refieres. —Nenda ya se encontraba en la compuerta, llamando a Kallik—. Mira, tampoco estoy dispuesto a dejarlos con mi nave. En realidad ni siquiera estoy dispuesto a dejar la nave aquí. Volaremos en ella hasta el Umbilical y haremos que J’merlia y Kallik nos aguarden aquí.
—Eso no me parece muy aconsejable. —Atvar H’sial había extendido las patas por completo y se alzaba sobre Louis Nenda—, Tampoco queremos que tengan acceso al coche aéreo.
—Kallik no lo tocará si yo le digo que no lo haga. —Nenda aguardó mientras la cecropiana lo miraba en completo silencio—. Oh, está bien. No los dejaremos aquí. Ningún riesgo es mejor que uno pequeño… Y no estoy demasiado seguro de tu lo’tfiano. ¿Cómo quieres resolverlo?
—Muy simple. Les daremos un emisor de señales junto con algunas provisiones y los dejaremos en algún punto entre este sitio y el pie del Umbilical. Cuando hayamos terminado con nuestro trabajo allí, averiguaremos su posición, los recogeremos, buscaremos el lugar del Despertar… y nos pondremos en órbita antes de que la superficie se torne demasiado violenta.
—Supongamos que las condiciones empeoran allí donde los dejamos. Perry juró que ocurriría, y no creo que estuviera mintiendo.
—Si las cosas empeoran demasiado pronto, será una pena. —Atvar H’sial se alzó con la cabeza vuelta, mientras J’merlia y Kallik aguardaban ante la compuerta abierta. Ambos esclavos temblaban de miedo y tensión—. Siempre podrás encontrar a otro hymenopt. Y, aunque J’merlia ha sido un sirviente idóneo…, más que idóneo, y lamentaría mucho perderlo, ése podría ser el precio de un triunfo mayor.