9 Marea estival menos veinte

—Ni está muerta ni se está muriendo. Se está curando. La respuesta de los cecropianos al trauma y a la agresión física es la inconsciencia.

En medio de la breve noche de Ópalo, Julius Graves y Hans Rebka se hallaban junto a la mesa donde descansaba el cuerpo inmóvil de Atvar H’sial. Un lado de la concha de color rojo oscuro había sido cubierta con una gruesa capa de yeso y aglutinado, formando un caparazón duro y blanco. La trompa estaba fruncida y guardada dentro de la bolsa del mentón, mientras que las antenas yacían enrolladas sobre la gran cabeza. El silbido que hacía el aire al bombear por los espiráculos era apenas audible.

—Y resulta sorprendentemente efectiva según los patrones humanos —continuó Graves—. Un cecropiano que no muere en un accidente se recupera muy rápido de sus heridas… Dos o tres días, como máximo. Darya Lang y J’merlia consideran que Atvar H’sial se encuentra lo bastante bien para renovar su solicitud de acceso a Sismo. —Esbozó una sonrisa cadavérica—. No son buenas noticias para el comandante Perry, ¿verdad? ¿No le ha pedido él que postergue todo hasta después de la Marea Estival?

Hans Rebka ocultó su sorpresa… o trató de hacerlo. Comenzaba a acostumbrarse a la sensación de que Julius Graves poseía conocimientos ilimitados sobre cada especie del brazo espiral. Después de todo, el gemelo mnemotécnico había sido creado con ese propósito; por lo que, desde el momento en que llegó a la escena del accidente, Steven Graves había indicado el tratamiento para las lesiones de Atvar H’sial: la concha debía ser sellada, las patas vendadas y la cubierta del ala eliminada por completo, ya que volvería a crecer. Tanto la antena aplastada como los tentáculos amarillos se curarían por sí solos.

Resultaba más difícil aceptar lo mucho que Graves conocía y comprendía a los humanos.

A Rebka se le ocurrió pensar que él y Julius Graves podían intercambiar sus trabajos. Si alguien era capaz de desentrañar el impenetrable misterio mental de Max Perry, ése era Graves. Mientras tanto, Rebka era el hombre que podía explorar la superficie de Sismo y encontrar a las gemelas Carmel, no importaba dónde tratasen de ocultarse.

—¿Y según su propia opinión, capitán? —continuó Graves—. Usted ha estado en Sismo. En cuanto Atvar H’sial y Darya Lang estén recuperadas, ¿se les puede conceder el permiso para ir a Sismo?

Eso era exactamente lo que Rebka se había estado preguntando. Lo que no se decía era que Graves mismo tenía la intención de ir a Sismo, sin importar quién se opusiese a ello. Perry le acompañaría como guía. Y, aunque Rebka no decía nada, él también estaba dispuesto a viajar. Su trabajo lo requería, ya que Max Perry era receloso e inestable en todo lo que tenía relación con Sismo. ¿Pero qué ocurriría con los demás?

Viaja más rápido quien viaja solo.

—Yo me opongo a la idea. Cuanta más gente, más peligroso será. No importa los conocimientos especializados que posean. Y eso se aplica tanto a los cecropianos como a los humanos.

Aún más para los cecropianos. Rebka observó al ser inconsciente, se estremeció y se volvió hacia la puerta del edificio.

J’merlia no le causaba problemas con su aspecto esclavizado y sus implorantes ojos amarillos. Pero se sentía incómodo con sólo mirar a Atvar H’sial. Y él se consideraba un hombre educado y razonable. Había algo impreciso en aquellos seres que le resultaba difícil de tolerar.

—Los cecropianos siguen inquietándolo, capitán. —Era Graves, quien lo había seguido hasta la puerta y volvía a leer su mente, formulando una afirmación, no una pregunta.

—Supongo que sí. No se preocupe. Con el tiempo me acostumbraré a ellos.

Y lo haría… lentamente. Pero no le resultaría fácil. Lo milagroso era que cecropianos y humanos no hubiesen entrado en guerra al encontrarse por primera vez.

Así hubiera sido, le aseguró a Rebka una voz interior, si hubiesen logrado encontrar algo por lo que valiera la pena luchar. Los cecropianos se veían como demonios. De no haber estado buscando planetas en torno a estrellas enanas rojas mientras los humanos buscaban análogos del sol, las dos especies se hubiesen encontrado en el espacio. Pero las exploraciones sin tripulantes y las lentas naves utilizadas por ambas habían tenido destinos estelares muy diferentes, y habían pasado mil años sin que llegaran a encontrarse. Pero cuando los humanos descubrieron el Sistema Bose y se encontraron con que los cecropianos ya utilizaban la misma cadena a través del brazo espiral, ambas especies habían tenido experiencias con otros organismos extraños; las suficientes para coexistir con otras especies de necesidades muy diferentes, aunque visceralmente no pudiesen sentirse cómodos.

—El chauvinismo vertebrado es algo muy común. —Graves lo alcanzó y siguió caminando a su lado. Guardó silencio unos momentos más y luego emitió una risita—. Sin embargo, según Steven, quien dice hablar como alguien que carece de ambas cosas, columna vertebral y dermatoesqueleto, somos nosotros quienes deberíamos considerarnos extraños. De los cuatro mil doscientos nueve mundos en los cuales se sabe que hay vida, Steven dice que sólo se han desarrollado esqueletos internos en novecientos ochenta y seis. En tanto que los artrópodos invertebrados prosperan en tres mil trescientos once. En un certamen de popularidad galáctica, Atvar H’sial, J’merlia o cualquier otro artrópodo nos vencerían fácilmente a usted, a mí o al comandante Perry. Incluso, me atrevo a decir, a su profesora Lang.

Rebka comenzó a caminar más rápido. No serviría de nada señalarle a Julius Graves que Steven se estaba convirtiendo en un pesado. Estaba bien saberlo todo respecto al universo… ¿pero era necesario que lo dijera?

Rebka no estaba dispuesto a admitir la verdadera causa de su irritación. Aunque odiaba estar con alguien que sabía mucho más que él, lo peor era estar con un hombre que adivinaba sus pensamientos sin ningún esfuerzo. Nadie tenía por qué saber que sentía cierta debilidad por Lang. Maldición. Si él mismo justo lo había notado cuando la sacó del coche accidentado. Ella era algo más que un estorbo, más que un imprevisto agregado a sus problemas con Sismo y Max Perry.

¿Para qué había venido a complicarle más la vida? Ella estaba fuera de su ambiente en Ópalo. Era una científica que debería haber permanecido tranquilamente en su laboratorio, realizando sus investigaciones. Ahora tendrían que cuidarla. Él tendría que cuidarla. Y la mejor forma de hacerlo sería mantenerla en Ópalo cuando él fuese a Sismo.

La tormenta nivel cinco había pasado. Una rara brecha aparecía en las nubes nocturnas de Ópalo. Era cerca de medianoche, pero no estaba oscuro. Amaranto se encontraba en las etapas finales de su lenta aproximación a Mandel. Estaba bien alto en el cielo, lo suficientemente grande para mostrar un disco luminoso anaranjado brillante. Pasados dos días, la compañera enana comenzaría a proyectar sombras.

A medio cielo de distancia, el acecho sobre el horizonte, Gargantúa comenzaba su propia zambullida hacia el horno de Mandel. Todavía no era más que un punto rosado, pero se le veía más brillante que todas las estrellas. Al cabo de una semana, el gigante gaseoso mostraría su propio disco circular, veteado con franjas de ocre y amarillo pálido.

Rebka atravesó el espaciopuerto en dirección a uno de los cuatro edificios principales. Graves todavía caminaba a su lado.

—¿Va a encontrarse con Louis Nenda? —le preguntó el consejero.

—Eso espero. ¿Qué sabe de él? —Si no podía quitárselo de encima, al menos trataría de utilizar sus conocimientos.

—Sólo lo que decía su solicitud —respondió Graves—. Más de lo que sabemos sobre los miembros de la Comunidad Zardalu…, que es menos de lo que querríamos saber. Los mundos de la Comunión no son famosos por su cooperación.

Lo cual podía considerarse como la mayor de todas las subestimaciones, pensó Rebka.

Doce mil años atrás, mucho antes de que los humanos iniciaran la Expansión, los cefalópodos terrestres de Zardalu habían tratado de crear algo que ni humanos ni cecropianos habían sido tan tontos como para intentar: la Comunión Zardalu, un verdadero imperio, mil planetas regidos despiadadamente desde Genizee, el planeta donde se originara la especie Zardalu. Había sido un desastroso fracaso, que bien podía haber sido la lección que salvara a humanos y cecropianos de cometer el mismo error.

—Básicamente, Louis Nenda es un humano —continuó Graves—. Aunque con ciertos agregados Zardalu.

—¿Mentales o físicos?

—No lo sé. Pero lo que se haya hecho no debe de ser demasiado importante. No hay mención de cráneo posterior, ojos en las yemas de los dedos ni hermafroditismo. Tampoco es cuadrúmano ni cuadrúpedo. No existe gigantismo ni compresión… Es varón y, según la declaración, tiene una estatura y un peso normal. Por supuesto que hay cientos de modificaciones que no aparecen en las listas corrientes. En cuanto a la mascota que trae consigo, puedo decirle todavía menos. Es un hymenopt —huelga decir que se trata de otro artrópodo—, similar al himenóptero de la Tierra sólo por analogía. Pero tendremos que aguardar para saber si se trata de un juguete, una compañía sexual o incluso un alimento para Nenda.

Y no aguardarían mucho, pensó Rebka. La nave recién llegada descansaba en medio del espaciopuerto de Estrellado. Sus ocupantes ya estaban pasando por el detector de organismos en el interior del edificio. Como las pruebas para endo y ectoparásitos sólo tardaban unos cuantos minutos, los recién llegados debían de estar en las últimas etapas de su admisión.

Rebka y Graves se acercaron a donde ya estaban aguardando Max Perry y tres funcionarios de Entradas.

—¿Cuánto falta? —preguntó Rebka.

En lugar de responder, Perry señaló las puertas selladas de Descontaminación. Comenzaban a abrirse.

Después de lo que había imaginado con las sugerencias de Graves, a Rebka le sorprendió lo normal que parecía Louis Nenda. Bajo, moreno y musculoso, podía haber pasado por habitante de uno de los mundos más poblados del Círculo Phemus. Estaba un poco inestable sobre sus pies, probablemente como resultado de media docena de cambios en la gravedad durante las últimas horas, pero tenía mucho brío y la confianza en sí mismo era evidente en su forma de caminar. Abandonaba la unidad de pruebas astro-biológicas mirando a su alrededor de forma arrogante y con los ojos inyectados, mientras a su lado, imitando los movimientos de su cabeza, trotaba un pequeño ser regordete. Éste se detuvo al ver al grupo de humanos que los aguardaban.

—¡Kallik! —Louis Nenda tiró del arnés que rodeaba el tórax del hymenopt y se ajustaba en su abdomen—. ¡Sentado! —Luego, sin mirar a nadie salvo a Perry, dijo—: Buenos días, comandante. Creo que la prueba ha resultado negativa. También la de Kallik. Aquí está mi solicitud de entrada.

Los otros hombres seguían mirando al hymenopt. Aunque Julius Graves había visto uno en sus viajes por territorios Zardalu, el resto sólo los conocía por fotografías y especímenes embalsamados.

Resultaba difícil creer que fuese cierta la feroz reputación del hymenopt. Medía la mitad que Louis Nenda, con una cabeza pequeña y lisa dominada por poderosas mandíbulas y por múltiples pares de brillantes ojos negros, ubicados en círculo alrededor del perímetro y que estaban en constante movimiento, siguiendo distintos objetos en forma independiente.

Su cuerpo era regordete y estaba cubierto de una piel corta y negra, de un centímetro o dos de espesor. Ése era el preciado hymanto, un abrigo resistente, impermeable y aislante.

Lo que no se veía era el brillante aguijón amarillo, retraído en el interior del abdomen. La aguja hueca arrojaba chorros de neurotoxinas cuya fuerza y composición el hymenopt podía variar a voluntad. Ningún suero corriente resultaba efectivo como antídoto. También era invisible el sistema nervioso, que creaba un hymenopt cuya velocidad de reacción era diez veces mayor que la de cualquier humano. Ocho patas delgadas podían hacerles recorrer cien metros en un par de segundos o saltar quince metros por el aire bajo una gravedad normal. El hymanto había sido una prenda raras veces vista en los humanos, incluso antes de que los hymenopt fueran declarados una especie protegida.

—Bienvenidos al sistema Dobelle. —La voz de Perry indicaba lo opuesto a sus palabras. Cogió las solicitudes de entrada de Louis Nenda y las hojeó—. Su solicitud original decía poco respecto al motivo por el cual desea visitar Sismo. ¿Hay más detalles aquí?

—Claro. —La actitud de Nenda era tan arrogante como su forma de caminar—. Quiero presenciar grandes terremotos, y eso significa Sismo. Durante la Marea Estival. No hay ningún problema con eso, ¿verdad?

—Sismo es peligroso durante la Marea Estival. Más peligroso que nunca, con Amaranto tan cerca.

—Diablos, a mí no me importa el peligro. —Nenda sacó pecho—. Yo y Kallik estamos acostumbrados a él. Nos encontrábamos en Jellyroll cuando tuvieron la hiperfogarada. Pasamos nueve días en un coche aéreo, dando vueltas a la sombra de Jellyroll para no resultar asados… y logramos salir sin ni siquiera broncearnos. Antes de eso estuvimos en la penúltima nave que abandonó Castelmaine. —Echó a reír—. Fue una suerte. La última nave no tenía provisiones y debió avanzar lentamente durante cuarenta días hasta alcanzar un Nodo Bose. Se comían unos a otros. Pero, si hablamos de una verdadera experiencia, permítame contarle lo que ocurrió en Ratonera…

—En cuanto hayamos tenido ocasión de examinar su solicitud. —Perry le dirigió una mirada furiosa. En no más de un minuto, había quedado claro que el recién llegado no lo tomaría a bien si su solicitud era denegada—. Lo acompañaremos hasta su alojamiento provisional. Luego, algunos de nosotros debemos mantener una reunión. ¿Necesita él comer algo especial? —preguntó señalando al hymenopt.

—Ella. Kallik es hembra. No, es omnívora, como yo. —Nenda rió sin rastros de humor—. Eh, espero no estar escuchando lo que creo que estoy escuchando. ¿Qué es toda esta tontería de que «debemos mantener una reunión»? He venido desde muy lejos para esto. Demasiado lejos para que me envíen de vuelta.

—Veremos lo que podemos hacer. —Perry miró a Kallik. Ante la furia en la voz de Nenda, su aguijón había asomado un par de centímetros—. Estoy seguro de que estamos de acuerdo en una cosa: usted no desea ir a Sismo y morir allí.

—No se preocupe por nosotros. No morimos con facilidad. Sólo apruebe esa solicitud y permítame llegar hasta allí. Se necesita más que Sismo para acabar conmigo.

Tal vez sí. Rebka observó cómo Perry se llevaba al recién llegado. Sismo era peligroso, no cabían dudas de ello; pero, si la confianza en uno mismo servía como protección, Louis Nenda estaría a salvo en cualquier parte. Tal vez fuese Sismo el que necesitaría la protección.


—Me gustaría escuchar su consejo, comandante.

Perry no me mira, pensó Rebka. Cree que conoce mi decisión. Sin embargo, se equivoca…, porque yo mismo no la conozco.

—Tal como sabe, yo me opongo al acceso durante la Marea Estival. —La voz de Perry era apenas audible, y su rostro estaba pálido.

—¿Su oposición incluye a todos?

—Así es.

—¿Sabe usted que Graves simplemente invalidará cualquier cosa que decidamos? Tiene autoridad para buscar a las gemelas Carmel en Sismo cuando lo desee.

—Tiene la autoridad, y ambos estamos seguros de que irá. Pero la autoridad no le protegerá. Durante la Marea Estival, Sismo es un asesino. —La voz de Perry se elevó en la última palabra.

—Muy bien. ¿Qué hay de los otros? Están dispuestos a pagar cifras considerables a Dobelle por el privilegio de visitar Sismo.

—Yo aprobaría sus visitas… cuando haya pasado la Marea Estival. Darya Lang podrá estudiar al Umbilical sin estar en la superficie; Atvar H’sial tiene el resto del año para estudiar las especies bajo condiciones ambientales extremas.

—Nunca lo aceptarán. Si les niega el acceso durante la Marea Estival, los perderá a ellos y el dinero que pagarían a Dobelle. ¿Qué hay de Louis Nenda?

Finalmente Perry le miró a los ojos. Un tono diferente apareció en su voz. Incluso logró esbozar una sonrisa.

—Está mintiendo, ¿verdad?

—Estoy seguro.

—Y no es muy bueno en ello.

—Le importa un comino. Debió haber elegido una historia más creíble. Me parece que dentro del brazo espiral no debe de haber nadie menos interesado en los terremotos. Me siento tentado de pedirle a Steven Graves que le formule algunas preguntas técnicas sobre ellos. Pero eso no solucionaría nada. Recorrió un largo camino para llegar hasta aquí, casi novecientos años luz…, a menos que también esté mintiendo sobre lo demás. Sin duda, viene de la Comunión Zardalu, que queda al menos a cuatro Nodos Bose. ¿Alguna sugerencia sobre lo que está buscando en realidad?

—No tengo ni idea. —Perry volvió a guardar silencio y su vista se perdió en un punto lejano e invisible—. Pero no creo que sea el único que está mintiendo. Su pedido de investigación a inteligencia del Círculo confirmó que Darya Lang es una experta en artefactos de los Constructores, pero no existe un motivo para que deba descender sobre la superficie de Sismo. Podría realizar todo su trabajo aquí o en el mismo Umbilical. Sin embargo, según mi parecer, no tiene ninguna importancia si miente o si dice la verdad. Usted me pidió una opinión, y yo se la doy: no habrá permiso para Lang, para Atvar H’sial ni para nadie hasta que haya pasado la Marea Estival. Si Graves decide no hacernos caso, es asunto suyo.

—¿Lo dejaría ir a Sismo solo?

—Por Dios, no. —Perry estaba verdaderamente sorprendido—. Eso sería lo mismo que matarlo. Yo iría con él.

—Eso pensaba. —Rebka había tomado una decisión—. Y yo, también.

Lo haré por varios motivos, se dijo. Si permito el acceso a Sismo, es posible que averigüe por qué todos están tan interesados en ir. Pero, si les niego el acceso, es posible que llegue a averiguar cuan interesados están. Probablemente fuerce a algunos a tomar medidas. Eso es algo que sabré cómo manejar.

—Comandante Perry —continuó—. He tomado mi decisión. Estoy de acuerdo con su opinión. —En su interior esbozó una sonrisa al ver la sorpresa en el rostro de Perry—. No permitiremos que nadie viaje a Sismo hasta que haya pasado la Marea Estival.

—Estoy seguro de que es la decisión correcta. —Aunque Perry tenía un excelente dominio de sí mismo, no pudo ocultar su expresión de alivio.

—Lo cual nos deja una decisión más que tomar —dijo Rebka—. Tal vez deberíamos arrojar una moneda. ¿Quién le dará la mala noticia a Darya Lang y a Atvar H’sial? Y lo peor de todo, ¿quién se lo dirá a Louis Nenda?


ARTEFACTO: LUPA

UAC#: 1023

Coordenadas galácticas: 29.334,229 / 18.339,895 / –831,22

Nombre: Lupa

Asociación estrella/planeta: Ninguna. Entidad de espacio abierto

Nodo de Acceso Bose: 108

Antigüedad estimada: 9,138 ± 0,56 Megaaños


Historia de su exploración: Es posible que la historia completa de la Lupa nunca sea conocida. Al encontrarse en medio de la Comunión Zardalu, los documentos más antiguos se perdieron con la caída del Imperio Zardalu. Sin embargo, considerando la preocupación de los Zardalu por las ciencias biológicas y su relativa indiferencia por la física, es bastante improbable que alguna vez hayan intentado una exploración sistemática de la Lupa.

Los registros históricos de Lupa se inician con su observación en E. 122, aunque durante mucho tiempo se la consideró extragaláctica. Su naturaleza local, como parte del brazo espiral, fue descubierta en E.388 por efectos de paralaje. En E.2101 Kusra se aproximó directamente a la Lupa (en un viaje de ida), pero no se logró obtener ninguna evidencia de existencia material. Paperl y Día H’sagta (E.2377) calcularon un cambio en la polarización de rayos láser que atravesaban la región de la Lupa, confirmaron su ubicación y delinearon su curso.


Descripción física: La Lupa es una región focal de! espacio, de 0,23 años luz de diámetro y aparentemente de espesor cero (cálculos de roce incidental le han adjudicado hasta un micrómetro). La concentración sólo se lleva a cabo para la luz cuya gama de longitudes de onda varía entre 0,110 y 2,335 micrómetros, con una aproximación de 0,077 radianes de incidencia normal sobre la superficie plana de la Lupa. Sin embargo, existen pocas evidencias de interacción con radiación cuya longitud de onda exceda los 0,1 años luz (la escasa energía de semejante radiación hace que su separación de la escena cósmica sea de una validez discutible). El resto de la luz, todas las partículas u objetos sólidos y todas las ondas de gravedad pasan a través de la Lupa sin sufrir ningún efecto aparente. La concentración de radiación parece ser perfectamente acromática para todas las longitudes de onda en la gama establecida. En esa gama, la Lupa se comporta como un dispositivo focal de difracción limitada, con una apertura efectiva de 0,22 años luz y 427 años luz de longitud focal. Con su ayuda, han sido observados detalles planetarios en galaxias a más de un millón de parsecs de distancia.


Naturaleza física: Desgraciadamente, esto debe contener una lista por eliminación de lo que no es la Lupa. La ciencia y la tecnología de hoy no pueden proporcionar ninguna sugerencia sostenible sobre lo que es.

La Lupa no está construida por partículas que resulten conocidas para los actuales habitantes del brazo espiral. No es una forma de una singularidad del espacio-tiempo, ya que semejante singularidad no podría afectar a ciertas longitudes de onda dejando intactas a todas las otras formas materiales y radiactivas. No puede poseer una estructura de supercuerda o de superbucle, ya que no ha sido observada ninguna emisión espontánea o inducida.


Objetivo propuesto: Desconocido. La Lupa representa la macrotécnica de los Constructores en su más amplia y misteriosa expresión. Sin embargo, la gama específica de longitudes de onda ha inducido a ciertos estudiosos del artefacto a especular que esta gama correspondería a la sensibilidad espectral de los ojos de los Constructores. Como no existe evidencia de que éstos poseyeran nada equivalente a ojos en términos humanos o de hymenopt, la conjetura sólo presenta un interés transitorio.

También se ha conjeturado que la Lupa ejecuta una modulación de la luz que pasa por ella, de una forma incomprensible. De ser así, su función como lente no sería más que un subproducto accidental de su verdadero objetivo.


Del Catálogo Universal de Artefactos Lang, cuarta edición.

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