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Palabra(s) clave: Neanderthal
El grupo ecologista Amanecer Esmeralda ha reivindicado la responsabilidad de la bomba del Observatorio de Neutrinos de Sudbury. Bonnie Jean Mah, directora del ONS, dice que no hubo ninguna explosión y achaca la destrucción de las instalaciones a una rápida infusión de aire…
Las radiografías del cráneo de Ponter Boddit fueron puestas a la venta en eBay esta mañana. La puja alcanzó los 355 dólares antes de que la web de subastas online retirara la oferta, después de que un portavoz del Hospital Regional de Sudbury declarara en la CBC Radio que debían de ser falsas…
El dólar canadiense cayó más de dos tercios de centavo ayer, mientras las relaciones entre Canadá y Estados Unidos siguen mostrando signos de tensión por la cuestión de quién debería controlar el destino del cavernícola intruso…
Indicaciones del campamento Montego, en Ontario Norte, dicen que los Neanderthales no comparten todas nuestras creencias científicas. De hecho, en lo que seguro que es un guiño a los creacionistas, los Neanderthales al parecer rechazan el Big Bang, la explicación favorita de la ciencia para el origen del universo…
Rumores sin confirmar hoy señalan que Rusia apunta a Ontario con misiles balísticos intercontinentales de ojiva nuclear. «Si ha entrado una plaga en nuestro mundo, alguien tiene que estar dispuesto a esterilizar la zona infectada, por el bien de la humanidad», dijo una persona que se identificó como Yuri A. Petrov en un foro de noticias de Internet dedicado a asuntos sanitarios…
Ponter Boddit ha accedido a lanzar la primera pelota en el SkyDome el jueves próximo, cuando los Blue Jays se enfrenten a los New York Yankees…
«Según la encuesta online de la CNN, las tres principales preguntas que a la gente le gustaría formular al Neanderthal son: ¿Cómo son las mujeres en su mundo? ¿Qué le pasó a nuestra especie de humanos en su mundo? ¿Cree usted en Jesucristo?»
Lurt, la mujer-compañera de Adikor, tenía derecho a ver su propio archivo de coartadas cada vez que quisiera. De hecho, había tenido motivos para acceder a él hacía unos pocos meses, cuando una fórmula que había escrito en el muropizarra había sido borrada accidentalmente por una aprendiza. En vez de intentar recrearla, simplemente fue al edificio de archivos, accedió a su grabación de coartadas, encontró una imagen buena y clara de la pizarra y anotó la cadena de símbolos.
A causa de su reciente visita, Lurt sabía que su cubo de coartadas estaba alojado en el receptáculo 13.997; se lo dijo a la mantenedora de coartadas, en vez de esperar a que lo buscara en su ordenador. La mantenedora acompañó a Lurt hasta el nicho, y Lurt volvió su Acompañante hacia el ojo azul.
—Yo, Lurt Fradlo, deseo acceder a mi propio archivo de coartadas por razones de curiosidad personal. Sello temporal.
El ojo se volvió amarillo: el cubo reconocía que Lurt era realmente quien decía ser.
La archivera alzó su Acompañante.
—Yo, Mabla Dabdalb, mantenedora de coartadas, certifico por tanto que la identidad de Lurt Fradlo ha sido confirmada en mi presencia. Sello temporal.
El ojo se volvió rojo sangre y su altavoz sonó.
—Muy bien —dijo la mantenedora—. Puede usar el proyector de la sala cuatro.
Dabdalb se dio la vuelta para marcharse y Lurt la siguió. Entró en la sala cuatro, que era una cámara pequeña con una sola silla. En algún lugar, en una de las otras salas, Lurt imaginó a un controlador vigilando las transmisiones de Adikor en tiempo real, a medida que eran recibidas y grabadas.
Pero ver algo ya grabado era distinto de intentar grabar y reproducir al mismo tiempo. Lurt tiró de las clavijas de control, seleccionó un día al azar, y vio cómo la holoburbuja ante ella se llenaba de imágenes banales de su trabajo en el laboratorio. Mientras las imágenes iban pasando, Lurt salió de la cámara como para ir al cuarto de baño. Cuando llegó a un pasillo donde no había nadie, se puso un par de guantes para cenar, sacó el aparatito que había traído consigo, lo activó y lo dejó caer en un tubo de reciclaje. Luego se quitó los guantes.
Bolbay estaba equivocada, pensó Lurt, silbando mientras regresaba a la cámara de visión. Las profundidades de la Tierra no eran el lugar perfecto para cometer un crimen sin ser observado. No, el lugar perfecto era allí dentro del pabellón de archivos, cuando nadie más te estaba mirando y tu propio cubo de coartadas estaba reproduciendo en vez de grabando…
Su primera idea había sido usar sulfuro de hidrógeno, que seguramente habría surtido el efecto deseado. Pero las concentraciones superiores a quinientas partes por millón podían ser fatales incluso en un corto periodo de tiempo. Luego pensó en almizcle de mofeta pero, cuando la buscó, la fórmula era compleja: transdibutenotiol, trimetilbutanetiol, transdibutenil tioacetato, y más. Finalmente, se contentó con sulfuro de amonio, el favorito de los niños traviesos que no habían aceptado aún el hecho de que sus Acompañantes grababan sus acciones.
Poseer un agudo sentido del olfato tenía sin duda sus ventajas, aunque Lurt había oído decir que el motivo por el que la gente comía tan pocas plantas (cuando otros primates se nutrían de ellas) era que la extrema sensibilidad a los olores hacía difícil tolerar la flatulencia que provoca una dieta rica en vegetales. De todas formas, eso era justo lo que había ordenado el médico… aunque el médico fuera un físico que intentaba escapar de la cuchilla del Gobierno.
A Lurt le pareció que lo olía la primera, antes que nadie, aunque su sala de visión no era la más cercana al pasillo donde había dejado el artilugio. Pero claro, ella lo estaba esperando, y sin duda dilataba las aletas de la nariz, expectante. Pero se negó a ser la primera en reaccionar. Se sentó hasta que oyó a los otros correr, y entonces salió de su sala, intentando no atragantarse con el horrible hedor. Un tipo grande y fornido salió de una de las salas de visión, cubriéndose la nariz con una mano. Lurt pensó que tal vez fuera el controlador que vigilaba las transmisiones de Adikor, y lo confirmó cuando, al salir ella misma, vio la holoburbuja que el hombre había estado contemplando, donde aparecían Jasmel y Adikor saliendo de la casa de Adikor.
—¿Qué es ese horrible olor? —dijo una vacilante Dabdalb, la mantenedora de coartadas, mientras Lurt pasaba junto a ella.
—¡Es horrible! —dijo otro cliente, corriendo hacia el vestíbulo. —¡Abrid las ventanas! ¡Abrid las ventanas! —gritó un tercero. Lurt se unió a la pequeña multitud que salía al aire claro y limpio del exterior del edificio. Sabía que pasaría al menos un cuarto de día antes de que el olor se disipara y fuera posible volver al interior.
Esperaba que fuera tiempo suficiente para que Adikor consiguiera lo que pretendía.
Mary fue a la Universidad Laurentian a la mañana siguiente, tras haber conseguido librarse de los periodistas que esperaban en el vestíbulo del Ramada. Se sintieron decepcionados porque Ponter no estaba alojado allí también. Al parecer Reuben le había dado a entender a los periodistas que podría estarlo… presumiblemente para alejarlos de la pista de Ponter; Mary lo había devuelto a la casa de Reuben la noche anterior, y, por lo que sabía, allí seguía.
A las diez y media de la mañana se sorprendió al encontrar a Louise Benoit en el pasillo del laboratorio de genética de la universidad. Louise llevaba unos ceñidos vaqueros recortados y una camiseta blanca atada en un nudo por encima de su liso vientre. Bueno, pensó Mary, hacía calor, pero desde luego… parecía que estuviera pidiendo…
No.
Mary se maldijo. Sabía que no era así. No importaba cómo se vistiera una mujer, tenía derecho a la seguridad, a poder caminar sin ser molestada.
Mary decidió ser amistosa y pronunció las pocas palabras que sabía en francés.
—Bonjour —dijo mientras se acercaba a Louise—. Comment ca va?
—Estoy bien. ¿Y tú?
—Bien. ¿Qué te trae por aquí?
Louise señaló pasillo abajo.
—Iba a visitar a unos amigos que conozco del departamento de física. No tengo nada que hacer en el ONS ahora mismo. Han terminado de achicar el agua de la cámara de detección y un equipo de los fabricantes originales está empezando a montar de nuevo la esfera, aunque eso llevará semanas. Así que se me ha ocurrido charlar de una idea que tengo con un par de personas de aquí… a ver si podían llenar algunas lagunas.
Mary se acercó a las máquinas expendedoras de aperitivos, con idea de comprar una bolsa de patatas Miss Vickie's con sal marina y vinagre de malta, un capricho que sólo podía permitirse en el sentido económico, aunque hacía tiempo que tenía la costumbre de empezar la semana de trabajo con un paquete de 43 gramos.
—¿Y lo han hecho? —preguntó Mary—. ¿Han llenado alguna laguna?
Louise negó con la cabeza y siguió a Mary, mientras se encaminaba pasillo abajo.
—Bueno, ésas son las mejores ideas, ¿no?
—Supongo —dijo Louise. Cuando llegaron al vestíbulo, Mary buscó en su bolso, sacó unas monedas y las introdujo en la máquina expendedora. Louise, mientras tanto, compró una taza de café en otra máquina.
—¿Recuerdas esa reunión que tuvimos en la sala de Inco? —dijo Louise—. Bueno, como dije entonces, según la interpretación del multiuniverso de la mecánica cuántica, cada vez que un evento cuántico puede ir en dos direcciones, va en dos direcciones.
—Una división de la línea temporal —dijo Mary, apoyando el trasero en el brazo de un sillón tapizado en vinilo del vestíbulo.
—Oui —dijo Louise—. Bueno, me pasé algún tiempo hablando con Ponter sobre eso.
—Ponter lo mencionó. Debí de perdérmelo.
—Fue por la noche tarde y…
—¿Volviste a la habitación de Ponter después de que termináramos las lecciones de lengua? —Mary se sintió asombrada por el arrebato de (oh, Dios) celos que sentía.
—Claro. Me gusta estar despierta de noche, ya lo sabes. Quería saber más cosas sobre la visión que tienen los Neanderthales de la física.
—¿Y? —dijo Mary, intentando mantener un tono neutro.
—Bueno, es interesante —contestó Louise. Tomó un sorbo de café—. Aquí, en este mundo, tenemos básicamente dos interpretaciones de la mecánica cuántica: la de Copenhague y la del multiuniverso de Everett. La primera adjudica un papel especial al observador: la conciencia influye en la realidad. Bueno, esa idea causa incomodidad a muchos físicos: parece un regreso al vitalismo. La interpretación del multiuniverso de Everett fue un intento de sortear eso. Según ésta, los fenómenos cuánticos crean nuevos universos constantemente con cada posible resultado de una interacción cuántica en un universo distinto. No hacen falta observadores para dar forma a la realidad; en cambio, toda realidad susceptible de existir se crea automáticamente.
—Vale —dijo Mary, no porque realmente comprendiera, sino porque decir otra cosa le habría valido un sermón aún más largo.
—Bueno, la gente de Ponter tiene una sola teoría de la mecánica cuántica, que es una especie de síntesis de nuestras dos teorías. Permite muchos mundos (es decir, universos paralelos), pero la creación de esos universos no depende de eventos cuánticos aleatorios. Sólo se da como resultado de las acciones de observadores conscientes.
—¿Por qué no tenemos nosotros la misma teoría única, entonces? —preguntó Mary, mordiendo una patata particularmente grande.
—En parte porque hay muchas fórmulas matemáticas irreconciliables con ambas interpretaciones —dijo Louise—. Y, naturalmente, tenemos el viejo problema de la política científica: los físicos que están a favor de la interpretación de Copenhage han dedicado sus carreras a demostrar que es cierta; lo mismo pasa con la gente que está de parte de Everett. No van a sentarse todos y decir: «Tal vez los dos tengamos razón en parte y tal vez los dos estemos equivocados en parte.»
—Ah —dijo Mary—. Es como el debate entre la continuidad regional y la sustitución en antropología.
Louise asintió.
—Si tú lo dices… Pero supongamos que la síntesis Neanderthal de la física cuántica sea correcta. Eso implica que la conciencia (la voluntad humana) tiene el poder de crear nuevos universos. Bueno, eso plantea una cuestión importante. Presumiblemente al principio, en el momento del Big Bang, sólo había un universo. Más tarde empezó a dividirse.
—Tenía entendido que Ponter no cree en el Big Bang —dijo Mary.
—Sí, al parecer los científicos Neanderthales piensan que el universo ha existido siempre. Creen que a gran escala los virajes al rojo (que son nuestra principal prueba de un universo en expansión) son proporcionales a la edad, no a la distancia. Es decir, que la masa varía con el tiempo. Y creen que la estructura general de las galaxias y los cúmulos galácticos se debe a monopolos y filamentos de vórtice magnético que captan plasma. Ponter dice que el fondo cósmico de microondas (que nosotros interpretamos como el residuo de la bola de fuego del Big Bang) es en realidad el resultado de los electrones atrapados en esos fuertes campos magnéticos que absorben y emiten microondas. La absorción y la emisión, repetidas por miles de millones de galaxias, suavizó el efecto, dice, produciendo el fondo uniforme que nosotros detectamos ahora.
—¿Y eso te parece posible?
Louise se encogió de hombros.
—Voy a tener que investigarlo. —Dio otro sorbo de café—. Pero, ¿sabes?, después de contarme todo eso, Ponter dijo algo sorprendente.
—¿Qué?
—Supongo que le enseñaste lo que es una misa, ¿no?
—Sí. En la tele.
Louise se sentó en uno de los sillones forrados de vinilo.
—Bueno, al parecer esa noche estuvo viendo Vision TV, empapándose de más ideas religiosas. Dijo que nuestra historia de que el universo tiene un origen es sólo un mito creacionista, como el de la Biblia. «En el principio Dios creó los cielos y la tierra…», y todo eso. «Incluso vuestra ciencia está contaminada por este error de la religión», dijo Ponter. Mary se sentó también de manera correcta.
—Mira…, la física es tu campo, no el mío, pero tal vez Ponter tenga razón. Mencioné hace un momento la continuidad regional contra la sustitución; a veces eso se llama multi-regionalismo contra marcharse de África. Hay quien ha comentado que la sustitución, que es lo que yo y otros genetistas apoyamos, es también básicamente una postura bíblica: la humanidad surgió toda en África, expulsada de un jardín, y hay una clara línea que nos separa del reino animal, incluidos otros miembros contemporáneos del género Homo.
—Es un punto de vista interesante —dijo Louise.
—Y se puede argumentar que la otra parte también defiende una interpretación bíblica: los paralelismos entre el multi-regionalismo y las Diez Tribus Perdidas de Israel son bastante claros. Aparte de eso, está la hipótesis de la «Eva mitocondrial»: todos los humanos modernos se remontan en su origen a una sola mujer que vivió hace cientos de miles de años. Incluso el nombre de la teoría, ¡Eva!, demuestra a las claras que es una hipótesis que tiene apoyo más por sus resonancias bíblicas que por su calidad científica. —Mary hizo una pausa—. Bueno, lo siento, estabas hablando de la versión Neanderthal de la física cuántica…
—Sí, sí—dijo Louise—. Bueno, mi idea era: supongamos que ellos tienen razón en cómo se crean los universos paralelos, pero se equivocan en que este universo ha existido siempre. Si el universo tuvo un principio, entonces ¿cuándo se produjo esa primera división?
Mary frunció el entrecejo.
—Bueno, ummm, no lo sé. Supongo que la primera vez que alguien tomó una decisión.
—¡Exactamente! ¡Creo que es exactamente eso! ¿Y cuándo se tomó esa primera decisión? —Louise hizo una pausa—. ¿Sabes? Es interesante lo que dice Ponter sobre cómo nuestra visión científica del mundo es siempre, en el fondo, intentar decir las mismas cosas que dicen nuestros mitos de creación: el Big Bang y tu modelo de evolución homínida son los dos relatos modernos del Génesis. Bueno, tal vez yo sea víctima del mismo tipo de pensamiento. Después de todo, en la Biblia, la primera decisión que toma alguien que no sea Dios es la de Eva al aceptar la manzana (el pecado original) y, bueno, cabría pensar que eso dividió el universo. En una línea temporal, en la que supuestamente estamos, la humanidad fue expulsada del paraíso. En otra, no. De hecho, es un poco el caso de Ponter: un ser pasa de una versión de la realidad a otra.
Mary estaba completamente perdida.
—¿Qué quieres decir?
—Estoy hablando de María… ya sabes, profesora Vaughan. María, la madre de Jesús. Eres católica, ¿no? —Mary asintió—. Ya me había fijado en el crucifijo. —Mary bajó la mirada, sintiéndose vulnerable—. Yo también soy católica —continuó Louise—. Pues bueno, como católica, probablemente no cometerás el mismo error que mucha otra gente. La doctrina de la inmaculada concepción… mucha gente piensa que es un término que se refiere al nacimiento de Cristo a partir de una virgen, pero no es así, ¿verdad?
—No —dijo Mary—. No, se refiere a la concepción de la propia María. El motivo por el que pudo dar a luz al hijo de Dios fue que ella misma fue concebida libre del pecado original… Fue su concepción la que fue inmaculada.
—Exactamente. Bueno, ¿cómo encuentras a una persona sin pecado original en un mundo donde todo el mundo desciende de Adán y Eva?
—No tengo ni idea —dijo Mary, sinceramente.
—¿No lo ves? Es como si Ponter hubiera pasado a este universo desde otra línea temporal, la línea donde Eva nunca aceptó la manzana, la línea donde el hombre nunca cayó, la línea donde la gente vive sin la mancha del pecado original.
Mary asintió, vacilante.
—Eso podría discutirse.
Louise sonrió.
—Bueno, verás el paralelismo entre Ponter y la Virgen María dentro de un segundo. Déjame volver a mi pregunta anterior. He dicho que, si tenía razón, y el universo se divide cada vez que se toma una decisión, ¿cuándo se dividió por primera vez el universo? Y tú has respondido que la primera vez que alguien tomó una decisión. ¿Pero cuándo fue eso? No en la Biblia sino, bueno, en la realidad…
Mary tomó otra patata frita.
—Vaya, no lo sé. ¿La primera vez que un trilobite decidió ir a la izquierda en vez de a la derecha?
Louise depositó su vasito de cartón en una mesa.
—No, no lo creo. Los trilobites no tienen voluntad; ellos, y todas las otras formas primitivas de vida, son sólo máquinas químicas. Stephen Jay Gould no deja de hablar de rebobinar la cinta de la vida en sus libros y en conseguir un resultado distinto, y cuando lo dijo, creía que estaba haciendo una alusión a la teoría del caos. Pero se equivocaba. No importa cuántas veces pongas a un trilobite en la misma encrucijada, siempre tomará por el mismo camino. Un trilobite no piensa; no tiene conciencia. Sólo procesa los impulsos de sus sentidos y hace lo que éstos indican. No hace ninguna elección. Gould tenía razón, más o menos, al decir que si se cambiaran las condiciones iniciales, el resultado podría ser radicalmente diferente, pero rebobinar la cinta de la vida y repetirla de nuevo no produce un resultado más distinto que rebobinar una cinta de Lo que el viento se llevó y que acabe con Rhett y Escarlata juntos. Creo que las decisiones de verdad, decisiones reales, decisiones conscientes, emergieron mucho, mucho más tarde. Creo que nosotros, el Homo sapiens, fuimos los primeros seres conscientes de este planeta.
—Hay innumerables muestras de conducta sofisticada por parte de los primitivos —dijo Mary—. Del Homo ergaster, el Homo erectus, el Homo habilis, incluso los australopitecos y Kenyanthropus.
—Bueno, ya sé que éste es tu campo, profesora Vaughan… ¿De verdad se había pasado todo el tiempo que había durado la cuarentena sin llamarla Mary?—, pero he estado leyendo sobre el tema en la Red. Por lo que sé, esos primeros tipos humanos no tenían una conducta más sofisticada que la de un castor que construye una presa.
—Hicieron herramientas —dijo Mary.
—Oui. Pero ¿no eran herramientas copiadas, prácticamente idénticas, creadas a miles a lo largo de siglos? ¿Todas siguiendo el mismo molde mental, el mismo diseño?
Mary asintió.
—Así es.
—Sin duda tenía que haber alguna diferencia natural entre esas herramientas de piedra —dijo Louise—, ya fuese por los accidentes casuales o por las diferencias aleatorias al tallar la piedra. Si había conciencia en funcionamiento, incluso sin elaborar una idea propia mejor, los primeros humanos deberían haber visto que algunas herramientas eran mejores que otras. No se puede decir que se sacaran la rueda del sombrero; primero empezarían con un bloque de cinco lados, luego accidentalmente crearían otro de seis… y advirtieron que rodaba algo mejor. Con el tiempo, hallarían la que fuese perfectamente redonda. Mary asintió.
—Pero si no hay ninguna conciencia en funcionamiento —dijo Louise—, simplemente descartas la versión mejor porque no encaja con el molde mental de lo que se suponía que tenía que ser producido. ¿De acuerdo? Y eso es lo que sucede con las herramientas del arsenal arqueológico: en vez de mostrar un refinamiento gradual a lo largo del tiempo, permanecen iguales. Y la única explicación que se me ocurre es que no había ninguna selección consciente de las mejores variantes: el que hacía las herramientas simplemente no era consciente, no podía ver que una forma concreta de golpear la piedra producía algo mejor. El diseño estaba estancado.
—Interesante punto de vista —dijo Mary, sinceramente impresionada.
—Y cuando vemos la compleja conducta repetitiva de otros animales, por ejemplo al construir una presa, lo llamamos instinto, y eso es lo que era esa forma de crear herramientas. No, hasta el Homo sapiens no hubo ninguna conciencia, y ahí está la clave: durante los primeros sesenta mil años de existencia del Homo sapiens, no hubo conciencia ninguna.
—¿De qué estás hablando?
—¿Cuándo aparecieron los primeros humanos anatómicamente modernos? —preguntó Louise, haciéndose de nuevo con su café.
—Hace cien mil años.
—Es la misma cifra que vi en la Red. Veamos, ¿lo he entendido bien? Hace cien mil años aparecieron unas criaturas que se parecían exactamente a nosotros, y que caminaban exactamente igual que nosotros, ¿no? Criaturas con un cerebro de la misma forma y tamaño que el nuestro, a juzgar por sus cavidades craneanas.
—Así es —dijo Mary. Se había terminado las patatas y sacó unos pañuelos de papel de su bolso para limpiarse el aceite de los dedos.
—Pero —dijo Louise—, según lo que he leído, durante sesenta mil años no tuvieron ningún pensamiento. Durante sesenta mil años, no hicieron nada que no fuera instintivo. Pero luego, hace cuarenta mil años, todo cambió.
Mary abrió mucho los ojos.
—El Gran Salto Adelante.
—¡Exactamente!
Mary sintió que el corazón le latía con fuerza. El Gran Salto Adelante era el término que algunos antropólogos daban al despertar cultural que había tenido lugar hacía cuarenta mil años: otros lo llamaban la Revolución del Paleolítico Superior. Como había dicho Louise, los seres humanos de aspecto moderno llevaban vivos seiscientos siglos a esas alturas, pero no habían creado ningún arte, no adornaban sus cuerpos con joyas y no enterraban a sus muertos con sus pertenencias. Pero de manera simultánea, hacía cuarenta mil años, de repente los humanos empezaron a pintar hermosas imágenes en las paredes de las cuevas, llevaban collares y brazaletes y enterraban a sus seres queridos con comida y herramientas y otros objetos de valor que sólo podían ser útiles en una supuesta otra vida. El arte, la moda y la religión aparecieron simultáneamente; en efecto, un gran salto adelante.
—Entonces, ¿lo que estás diciendo es que algunos CroMagnons empezaron de pronto hace cuarenta mil años a tomar decisiones y el universo empezó a dividirse?
—No exactamente —contestó Louise. Había terminado su primer café; se levantó y compró un segundo—. Piensa en esto: ¿qué causó el Gran Salto Adelante?
—Eso no lo sabe nadie.
—Para todos los propósitos e intenciones, es un punto de inflexión, en los anales arqueológicos, que muestra el amanecer de la conciencia, ¿no te parece?
—Supongo que sí.
—Pero ese amanecer no va acompañado de ningún cambio físico notable. No es que una nueva forma de ser humano apareciera de pronto y empezara a hacer arte. Los cerebros capaces de conciencia habían existido durante sesenta mil años, pero no eran conscientes. Y entonces, sucedió algo.
—El Gran Salto Adelante, sí. Pero, como decía, nadie sabe qué lo causó.
—¿Has leído a Roger Penrose? ¿La nueva mente del emperador?
Mary negó con la cabeza.
—Penrose es un matemático de Oxford. Sostiene que la mente humana es de naturaleza mecánicocuántica.
—¿Y eso qué significa?
—Significa que lo que nosotros consideramos inteligencia, conciencia del yo, no surge de una red bioquímica de neuronas, ni de algo así de burdo. Más bien, surge de procesos cuánticos. Específicamente, él y un anestesista llamado Hameroff sostienen que la superposición cuántica de electrones aislados en los microtúbulos de las células del cerebro crean el fenómeno de la conciencia.
—Ah —dijo Mary, vacilante.
Louise tomó un sorbo de su nuevo café.
—Bueno, ¿no lo ves? Eso explica el Gran Salto Adelante. Cierto, nuestros cerebros eran tal como son hoy desde hace cien mil años, pero la conciencia no comenzó hasta que se produjo un evento mecánicocuántico, presumiblemente al azar: la creación sola y única de un nuevo universo que sucedió como piensa Everett.
Mary asintió; sí que era una idea interesante.
—Y los eventos cuánticos, por propia naturaleza, tienen múltiples resultados posibles —dijo Louise—. En vez de esa fluctuación cuántica, o lo que quiera que fuese, creando conciencia en el Homo sapiens, lo mismo podría haber sucedido en la otra especie humana que existió hace cuarenta mil años: ¡el hombre de Neanderthal! La primera división del universo fue un accidente, un azar cuántico. En una rama, pensamiento y cognición surgieron en nuestros antepasados; en otra, surgieron en los antepasados de Ponter. He leído que los Neanderthales existieron hace tal vez unos doscientos mil años, ¿no?
Mary asintió.
—Y tenían el cerebro más grande que el nuestro, ¿no es así? Mary volvió a asentir.
—Pero en este mundo —dijo Louise—, en esta línea temporal, esos cerebros nunca cobraron conciencia. Lo hicieron los nuestros, y la ventaja que nos dio esa conciencia (astucia y previsión) nos llevó a triunfar sobre los Neanderthales, y a convertirnos en dueños del mundo.
—¡Ah! —dijo Mary—. Pero en el mundo de Ponter…
Louise asintió.
—En el mundo de Ponter sucedió lo contrario. Fueron los Neanderthales los que se volvieron conscientes, desarrollando arte y cultura… y astucia. Ellos dieron el Gran Salto Adelante mientras nosotros continuábamos siendo los brutos bobos que habíamos sido durante los sesenta mil años anteriores.
—Supongo que eso es posible —dijo Mary—. Podrías hacer un buen ensayo con esas ideas.
—Más que eso —dijo Louise. Sorbió más café—. Si tengo razón, significa que Ponter podría volver a casa.
El corazón de Mary dio un vuelco.
—¿Qué?
—Me baso en parte en lo que me contó Ponter, y en parte en la comprensión de la física que tenemos en nuestro propio mundo. Supongamos que cada vez que un universo se divide, no lo hace como lo hacen las amebas…, con una ameba convirtiéndose en dos hijas, y la madre desapareciendo en el proceso. Supongamos que en cambio sucede más bien como los vertebrados dando a luz: el universo original continúa y se crea un nuevo universo hijo.
—¿Sí? —dijo Mary—. ¿Y…?
—Bueno, verás, los universos son de edades distintas. Podrían parecer absolutamente idénticos, a excepción de lo que tomaste para desayunar esta mañana, pero uno de ellos tiene doce mil millones de años de antigüedad y el otro es… —miró su reloj—, bueno, el otro tiene unas cuantas horas. Naturalmente, el universo hijo parecería tener miles de millones de años de antigüedad, pero en realidad no sería así.
Mary frunció el entrecejo.
—Umm, Louise, no serás por casualidad creacionista, ¿no?
—¿Quoi? —Entonces se echó a reír—. No, no, no… pero veo el paralelismo al que te refieres. No, estoy hablando de física de verdad. —Si tú lo dices. Pero ¿cómo devuelve todo esto a Ponter a casa?
—Bueno, supongamos que este universo, donde tú y yo estamos ahora mismo, es el original donde el Homo sapiens se volvió consciente… el que inicialmente se desgajó del universo donde los Neanderthales se volvieron conscientes en cambio. Todo el otro revoltijo de universos donde existen los Homo sapiens conscientes son hijos, o nietos, o tataratataranietos de éste.
—Eso es mucho suponer —dijo Mary.
—Lo sería, si no tuviéramos ninguna otra prueba. Pero tenemos la prueba de que este universo concreto es especial: la llegada de Ponter aquí, entre todos los otros sitios a los que podría haber llegado. Cuando el ordenador cuántico de Ponter se quedó sin versiones donde existían otras versiones de sí mismo, ¿qué hizo? Vaya, pues buscó otros universos en donde no existía. Y, al hacerlo, se lanzó primero al que se había desgajado inicialmente de todo el árbol de aquellos en donde sí existía, el que, cuarenta mil años antes, había iniciado otro camino, con otro tipo de humanidad al mando. Naturalmente, en cuanto alcanzó un universo donde no existía un ordenador cuántico en el mismo punto, el proceso de búsqueda de factores se quebró y el contacto entre los dos mundos quedó roto. Pero si la gente de Ponter repite el proceso exacto que lo llevó a quedar atrapado aquí, creo que hay una verdadera posibilidad de que el portal a este universo específico, el que primero se desgajó de su línea temporal, sea recreado.
—Son muchos «si» —dijo Mary—. Además, si pudieran repetir el experimento, ¿por qué no lo han hecho ya?
—No lo sé —respondió Louise—. Pero si tengo razón, la puerta al mundo de Ponter podría abrirse de nuevo.
Mary sintió el estómago revuelto, y no sólo por las patatas fritas, mientras trataba de aclarar sus sentimientos respecto a esa posibilidad.