—Día sano, Daklar —dijo Jasmel tras atravesar la puerta de la casa. Aunque Jasmel Ket y Daklar Bolbay todavía compartían un hogar, no se habían hablado mucho desde el dooslarm basadlarm.
—Día sano —repitió Bolbay, sin calor—. Si te… —Las aletas de su nariz se dilataron—. No estás sola.
Adikor atravesó también la puerta.
—Día sano —dijo.
Bolbay miró a Jasmel.
—¿Más traición, niña?
—No es traición —dijo Jasmel—. Es preocupación… por ti, y por mi padre.
—¿Qué quieres de mí? —dijo Bolbay, mirando a Adikor con los ojos entornados.
—La verdad —respondió él—. Sólo la verdad.
—¿Sobre qué?
—Sobre ti. Sobre por qué me estás persiguiendo.
—No soy yo quien está siendo investigada.
—No —reconoció Adikor—. Todavía no. Pero eso puede cambiar. —¿De qué estás hablando?
—Estoy dispuesto a presentarte documentos propios —dijo Adikor.
—¿Sobre qué base?
—Sobre la base de que te estás inmiscuyendo ilegítimamente en mi vida.
—Eso es ridículo.
—¿Lo es? —Adikor se encogió de hombros—. Dejaremos que un adjudicador lo decida.
—Es un intento evidente por retrasar el proceso que llevará a tu esterilización —dijo Bolbay—. Cualquiera puede verlo.
—Si es… si es tan evidente, tan débil, entonces un adjudicador descartará el asunto… pero no antes de que yo haya tenido oportunidad de interrogarte.
—¿Interrogarme? ¿Sobre qué?
—Sobre tus motivos. Sobre por qué me estás haciendo esto. Bolbay miró a Jasmel.
—Esto ha sido idea tuya, ¿verdad?
—También fue idea mía que viniéramos aquí primero antes de que Adikor continuara con la acusación —dijo Jasmel—. Esto es un asunto familiar: tú, Daklar, fuiste la mujer-compañera de mi madre, y Adikor aquí presente es el hombre-compañero de mi padre. Has sufrido mucho, Daklar (todos nosotros) con la pérdida de mi madre.
—¡Esto no tiene nada que ver con Klast! —replicó Bolbay—. ¡Nada! —Miró a Adikor—. Es por él.
—¿Por qué? —dijo Adikor—. ¿Por qué es por mí?
Bolbay negó de nuevo con la cabeza.
—No tenemos nada de qué hablar.
—Sí que tenemos. Y responderás a mis preguntas aquí, o las responderás delante de un adjudicador. Pero las responderás.
—Es un farol —dijo Bolbay.
Adikor alzó el brazo izquierdo, con la muñeca vuelta hacia ella.
—¿Es tu nombre Daklar Bolbay, y resides en el Centro de Saldak?
—No aceptaré documentos de tu parte.
—Sólo estás retrasando lo inevitable —dijo Adikor—. Conseguiré un servidor judicial que pueda descargar tu implante saques la clavija de control o no. —Una pausa—. Te lo repito, ¿eres Daklar Bolbay, y resides aquí en el Centro de Saldak?
—¿Harás esto de verdad? —dijo Bolbay—. ¿Me arrastrarás ante un adjudicador?
—Como tú me has arrastrado a mí.
—Por favor —dijo Jasmel—. Díselo. Es mejor así… mejor para ti. Adikor se cruzó de brazos.
—¿Bien?
—No tengo nada que decir —replicó Bolbay.
Jasmel dejó escapar un largo suspiro.
—Pregúntale —le dijo a Adikor—, pregúntale por su hombre-compañero.
—No sabes nada de eso —replicó Bolbay.
—¿No? —dijo Jasmel—. ¿Cómo supiste que Adikor era quien había golpeado a mi padre?
Bolbay no dijo nada.
—Obviamente, Klast te lo dijo —continuó Jasmel.
—Klast era mi mujer-compañera —dijo Bolbay, desafiante—. No me guardaba secretos.
—Y era mi madre. Y tampoco me los guardaba a mí.
—Pero… ella… yo… —Bolbay guardó silencio.
—Háblame de tu hombre-compañero —dijo Adikor—. Yo… creo que no lo conozco, ¿verdad?
Bolbay negó lentamente con la cabeza.
—No. Se marchó hace mucho tiempo: nos separamos hace mucho.
—¿Y por eso no tienes hijos propios? —preguntó Adikor, amablemente.
—Eres tan retorcido —replicó Bolbay—. ¿Crees que es tan simple? ¿No pude conservar un compañero y por eso nunca me reproduje? ¿Eso es lo que crees?
—Yo no creo nada.
—Habría sido una buena madre —dijo Bolbay, quizá tanto para sí como para Adikor—. Pregúntale a Jasmel. Pregúntale a Megameg. Desde que Klast murió, he cuidado de ellas maravillosamente. ¿No es así, Jasmel? ¿No es así?
Jasmel asintió.
—Pero eres una 145, igual que Ponter y Klast. Igual que Adikor. Todavía podrías tener un hijo propio. Las fechas para que Dos se conviertan en Uno se cambiarán de nuevo el año que viene: tú podrías…
Adikor alzó la ceja.
—Sería tu última oportunidad, ¿no? Tendrás 490 meses de edad… cuarenta años, el año que viene, igual que yo. Podrías concebir un hijo entonces, como parte de la generación 149, pero sin duda no dentro de diez años, cuando sea concebida la generación 150.
—¿Te han hecho falta tus bonitos ordenadores cuánticos para ese cálculo? —Había desdén en la voz de Bolbay.
—Y Ponter —dijo Adikor, asintiendo lentamente—. Ponter estaba sin mujer-compañera. Tú y él habíais amado a la misma mujer, después de todo, y eras ya tabant de sus dos hijas, así que pensaste…
—¿Tú y mi padre? —dijo Jasmel. No parecía escandalizada por la idea, sino sólo sorprendida.
—¿Y por qué no? —replicó Bolbay, desafiante—. Lo conocía desde hace casi tanto tiempo como tú, Adikor, y siempre nos habíamos llevado bien.
—Pero ahora él tampoco está —dijo Adikor—. Ésa fue mi primera idea, ¿sabes? Que te sentías desconsolada por su pérdida, y por eso me mostrabas los dientes. Pero tienes que ver, Daklar, que te equivocas al hacerlo. Yo amaba a Ponter, y desde luego no habría interferido en su opción de una nueva mujer-compañera, así que…
—Eso no tiene nada que ver —dijo Bolbay, sacudiendo la cabeza—. Nada.
—Entonces, ¿por qué me odias tanto?
—No te odio por lo que le sucedió a Ponter.
—Pero me odias.
Bolbay guardó silencio. Jasmel estaba mirando el suelo.
—¿Por qué? —insistió Adikor—. Nunca te he hecho nada.
—Pero golpeaste a Ponter —replicó Bolbay.
—Hace años. Y él me perdonó.
—Y por eso continuaste entero —dijo ella—. Tuviste un hijo propio. Te saliste con la tuya.
—¿Con la mía?
—¡Con tu crimen! ¡Con tu intento de matar a Ponter!
—Yo no intentaba matarlo.
—Eras violento, un monstruo. Deberías haber sido esterilizado. Pero mi Pelbon…
—¿Quién es Pelbon? —dijo Adikor.
Bolbay guardó de nuevo silencio.
—Su hombre-compañero —dijo Jasmel, en voz baja.
—¿Qué le pasó a Pelbon?
—No sabes cómo es —dijo Bolbay, apartando la mirada—. No tienes ni idea. Te despiertas una mañana y descubres a dos controladores esperándote, y se llevan a tu hombre-compañero y…
—¿Y qué?
—Y lo castran.
—¿Por qué? —preguntó Adikor—. ¿Qué hizo?
—No hizo nada. No hizo absolutamente nada.
—Entonces, ¿por qué…? —empezó a decir Adikor. Pero entonces comprendió—. Oh. Uno de sus parientes.
Bolbay asintió, pero no miró a Adikor a los ojos.
—Su hermano había atacado a alguien, y por eso su hermano fue esterilizado junto con…
—Junto con todo aquel que compartiera el cincuenta por ciento de su material genético —terminó Adikor.
—Mi Pelbon no hizo nada —dijo Bolbay—. No le hizo nada a nadie y fue castigado. Yo fui castigada. ¡Pero tú! ¡Tú casi mataste a un hombre y saliste limpio! ¡Deberían haberte castrado a ti, no a mi pobre Pelbon!
—Daklar —dijo Adikor—. Lo siento. Lo siento mucho…
—Marchaos —dijo Bolbay con firmeza—. Dejadme sola.
—Yo…
—¡Marchaos!