21

A excepción de los geólogos, todos se reunieron en la sala de conferencias de la mina Creighton: Mary Vaughan, la genetista que había venido desde Toronto; Reuben Montego, el doctor de Inco; Louise Benoit, la posdoctorada del ONS que estaba presente cuando el detector resultó destruido; Bonnie Jean Mah, la directora del proyecto ONS; y, el más importante de todos, Ponter Boddit, físico de un mundo paralelo, el único Neanderthal vivo que se veía en esta Tierra desde hacía al menos veintisiete mil años.

Mary había elegido sentarse junto a Bonnie Jean Mah, la única mujer de la sala que tenía una silla vacía a su lado. Frente a ella, en la parte delantera de la sala, estaba Reuben Montego.

—Pregunta —dijo con aquel acento jamaiquino que Mary encontraba delicioso—. ¿Por qué hay una mina en este sitio?

La propia Mary no tenía ni idea, y ninguno de los que obviamente lo sabían parecían inclinados a irse por las ramas, pero por fin Bonnie Jean Mash replicó:

—Porque hace mil ochocientos millones de años un asteroide cayó aquí, dejando grandes depósitos de níquel —dijo.

—Exactamente —dijo Reuben—. Un hecho que sucedió mucho antes de que hubiera ninguna vida multicelular en la Tierra, un hecho que el mundo de Ponter y el nuestro comparten en sus pasados comunes.

Los miró uno a uno, hasta detenerse en Mary.

—Hay poca capacidad de decisión a la hora de elegir dónde se abre una mina —dijo Reuben—. Se hace donde están los yacimientos. Pero ¿y el ONS? ¿Por qué se construyó allí?

—Porque los dos kilómetros de roca sobre la mina proporcionan un escudo excelente contra los rayos cósmicos, haciendo que sea un lugar ideal para un detector de neutrinos —dijo Mah.

—Pero no sólo eso, ¿verdad, señora? —dijo Reuben, quien, según dedujo Mary, se había vuelto todo un experto gracias a la ayuda de Louise—. Hay minas profundas por todo el planeta. Pero esta mina tiene muy poca radiación de fondo, ¿verdad? De hecho, este lugar es único para albergar instrumentos que serían afectados negativamente por la radiación natural.

Eso le pareció razonable a Mary, y advirtió que la profesora Mah asentía. Pero entonces Mah añadió:

—¿Y…?

—Pues que en el universo de Ponter se construyó una mina en este mismo punto, para extraer los mismos depósitos de níquel —respondió Reuben—. Y con el tiempo él mismo reconoció el valor de este lugar y convenció a su gobierno para que emplazara unas instalaciones de física en ese subsuelo.

—¿Entonces nos quiere hacer creer que hay un detector de neutrinos en el mismo lugar en otro universo? —preguntó Mah.

Reuben negó con la cabeza.

—No —dijo—. No, no lo hay. Recuerde, la posibilidad de elegir esta instalación como observatorio de neutrinos tuvo que ver también con un accidente histórico: que los reactores nucleares de Canadá, al contrario de los americanos, los británicos, los japoneses o los rusos, tienen que usar agua pesada como moderador. Ese conjunto de circunstancias no se repite en el mundo de Ponter… de hecho, parece que no utilizan energía nuclear. Pero estas instalaciones subterráneas son igualmente buenas para otro tipo de instrumentos muy delicados.

Hizo una pausa y fue mirando de rostro en rostro, y luego dijo:

—Ponter, ¿dónde trabajas?

—Dusble korbul to kalbtadu —repuso Ponter.

Y el implante, utilizando su voz masculina, proporcionó la traducción:

—En unas instalaciones de cálculo cuántico.

—¿Cálculo cuántico? —repitió Mary, pero se sintió incómoda al hacerlo: no estaba acostumbrada a ser la más ignorante de la reunión.

—Eso es —dijo Reuben, sonriendo—. ¿Doctora Benoit? Louise se levantó y asintió.

—El cálculo cuántico es algo con lo que nosotros mismos acabamos de empezar a jugar —dijo, apartándose el pelo de los ojos—. Un ordenador normal puede determinar los factores de un número dado probando un posible factor para ver si funciona, y luego otro, y otro, y otro: cálculo a lo bruto. Pero si se usa un ordenador convencional para calcular el factor de un número grande (pongamos por caso uno con 512 dígitos, como los que se usan para codificar las transacciones de tarjetas de crédito en la Red), harían falta incontables siglos para probar todos los factores posibles uno a uno.

También ella los miró a todos de uno en uno, para asegurarse de que no había perdido a su público.

—Pero un ordenador cuántico utiliza la superposición de estados cuánticos para comprobar múltiples factores hipotéticos de manera simultánea —dijo Louise—. Es decir, en esencia, nuevos universos duplicados de corta vida se crean específicamente para hacer el cálculo cuántico, y, una vez que el cálculo del factor se ha completado (cosa que sería virtualmente instantánea) todos esos universos se colapsan y vuelven a ser uno solo, ya que, excepto por el número candidato que probaron para ver si era un factor, son por lo demás idénticos. Y así, en el tiempo que se tarda en probar un solo factor, se consigue que todos ellos se prueben simultáneamente, y se resuelve un problema anteriormente irresoluble. —Hizo una pausa—. Al menos, hasta ahora, así es como creíamos que funcionan los cálculos cuánticos: basándose en la superposición momentánea de estados cuánticos que crean de manera efectiva universos diferentes.

Mary asintió, tratando de seguir la explicación.

—Pero supongamos que no es así como sucede realmente —dijo Louise—. Supongamos que en vez de crear universos temporales durante una fracción de segundo, un ordenador cuántico accede a universos paralelos ya existentes… otras versiones de la realidad donde el ordenador cuántico también existe.

—No hay ninguna base teórica para creer eso —dijo Bonnie Jean, molesta—. Y, además, no hay ningún ordenador cuántico en estas instalaciones, en el único universo que sabemos que existe.

—¡Exactamente! —dijo Louise—. Lo que yo propongo es esto: el doctor Boddit y su colega estaban intentando hallar el factor de un número tan grande que para comprobar todos sus posibles factores hicieron falta más versiones del ordenador cuántico que había en universos separados y ya existentes. ¿No lo ve? Contactó con miles, millones, de universos existentes. Y en cada uno de esos universos paralelos, el ordenador cuántico encontró un duplicado de sí mismo, y ese duplicado probó un factor potencial diferente. ¿De acuerdo? Pero ¿y si se estuviera hallando el factor de un número enorme, un número gigantesco, un número con más factores posibles que universos paralelos donde las instalaciones de cálculo cuántico ya existen? ¿Entonces qué? Bueno, creo que eso es lo que sucedió: el doctor Boddit y su compañero estaban hallando el factor de un número gigantesco, el ordenador cuántico encontró a sus hermanos en todos y cada uno de los universos paralelos donde ya existía, pero siguió necesitando más copias de sí mismo, y por eso fue a buscar a otros universos paralelos, incluyendo aquellos en los que las instalaciones de cálculo cuántico nunca habían sido construidas… como nuestro universo. Y cuando alcanzó uno de ésos, fue como golpear una pared, que abortó el experimento. Y ese choque causó que una gran parte de las instalaciones de cálculo de Ponter fueran transferidas a este universo.

Mary advirtió que la doctora Mah asentía.

—El aire que acompañó a Ponter.

—Exactamente —dijo Louise—. Como suponíamos, fue principalmente aire lo que se transfirió a este universo… aire suficiente para reventar la esfera acrílica. Pero, además del aire, se transfirió también a una persona que estaba en las instalaciones de cálculo cuántico.

—Entonces, ¿él no sabía que iba a venir aquí? —preguntó Mah.

—No —respondió Reuben Montego—, no lo sabía. Si nosotros estábamos asombrados, imagine lo sorprendido que estaba él. El pobre hombre se encontró de pronto sumergido en agua, en medio de una oscuridad absoluta. Si no se hubiera transferido con él aquella enorme burbuja de aire, se habría ahogado con toda seguridad.

Todo tu mundo vuelto del revés, pensó Mary. Miró al Neanderthal. Estaba haciendo un buen trabajo al ocultar la desorientación y el miedo que debía de sentir, pero la conmoción sin duda había sido enorme.

Mary le dirigió una sonrisita de compasión.

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