Hace tiempo que vengo siguiendo con gran interés la actividad creativa de Robert J. Sawyer y, a la vista de lo que está logrando, me atrevo a afirmar que tenemos en él al que posiblemente sea el más digno heredero de la ciencia ficción tradicional, esa que escribieran, por ejemplo, Isaac Asimov o Arthur C. Clarke. Se trata de esa narrativa de ciencia ficción que es la que más aprecia el gran público lector, incluso al margen de las modas y de las habituales «deformaciones» en que solemos incurrir los especialistas. Pero, y nadie debería llevarse a engaño en eso, pese a su aparente sencillez, la obra de Sawyer resulta más moderna, más próxima a las preocupaciones y sensibilidades actuales. No en vano ha pasado ya más de medio siglo desde que Asimov y Clarke iniciaran su carrera; Sawyer lo sabe y, como hombre de su tiempo, actúa y escribe en consecuencia.
Creo que Sawyer dispone de una de las mejores fórmulas narrativas de la moderna ciencia ficción: novelas que deben mucho a unos personajes normales envueltos en una trama de misterio resuelta brillantemente con las técnicas habituales en los mejores thrillers. Pero, en el caso de Sawyer, esta vez la temática es la de la ciencia ficción rigurosa, muy bien documentada, atractiva en lo científico pero siempre complementada con una interesante reflexión sobre las cuestiones morales y sobre la inevitable subjetividad de los comportamientos éticos y culturales.
En unos tiempos en los que la tecnociencia y sus realizaciones modifican y alteran rápida y globalmente las condiciones de vida en todo el planeta, no es ocioso preguntarse sobre la moralidad y el componente ético de la actividad de científicos e ingenieros, sobre las consecuencias finales de sus obras y creaciones intelectuales. Y ésa parece ser la gran especialidad de Robert J. Sawyer, quien parece gozar, además, de una capacidad especulativa superior y de una facilidad explicativa y de divulgación de la ciencia que recuerda a la del mejor Asimov.
Estoy convencido de que Sawyer está llamado a ser una referencia importante de la ciencia ficción mundial. Sus obras son amenas y entretenidas; sin serlo realmente (hay mucho trabajo tras las bambalinas…) parecen lineales y sencillas; y resultan sumamente fáciles y agradables de leer; sus personajes son gente normal, poco atormentada tal vez, pero que sufren problemas y situaciones en las que pueden reconocerse la mayoría de los lectores. Y las especulaciones científico-tecnológicas de Sawyer son siempre interesantes.
Por diversas razones que ahora no vienen a cuento, tuve la oportunidad de realizar personalmente la traducción de HÉLICE, la novela corta con la que Sawyer ganó la mención honorífica en el Premio UPC de 1996. El trabajo de traductor, mucho más dilatado y profundo que el de lector, me permitió entonces comprobar, entre muchas otras cosas, la facilidad didáctica de Sawyer para hacer llegar al lector, incluso al no experto, los elementos centrales de las ideas científicas más complejas (ingeniería genética y paleontología en aquel caso).
Por experiencia sé que no es nada fácil el trabajo del divulgador científico y, en cierta forma, el autor de ciencia ficción que quiera ser riguroso está obligado a realizar esa actividad aunque sólo sea por moverse siempre en el borde mismo de la ciencia y la tecnología del futuro. Sawyer sabe hacerlo. Y muy bien.
Tras una carrera sorprendente, tras más de veinticinco premios nacionales e internacionales, tras haber sido finalista casi inevitable (cinco veces en los últimos seis años…) del premio HUGO (el más famoso y prestigioso en la ciencia ficción mundial), por fin Sawyer ha logrado precisamente ese codiciado premio con la novela que hoy presentarnos: HOMÍNIDOS, el primer volumen de una muy estimulante trilogía titulada genéricamente El paralaje Neanderthal. Eso sí, tras haber saboreado casi las mieles del triunfo en el año 2001, cuando EL CÁLCULO DE Dios no alcanzó el Hugo al ser vencida (es un decir…) por ese fenómeno mediático que son los libros de Harry Potter… Cosas veredes, amigo Sancho.
En HOMÍNIDOS, un experimento científico hace posible la inesperada interacción entre dos universos paralelos con la salvedad de que, en uno de ellos, la especie humana que ha predominado son los Neanderthales y no los CroMagnons como ha ocurrido en nuestro mundo.
Ponter Boddit, un físico Neanderthal, es quien cruza accidentalmente la barrera entre esos universos. En nuestro mundo, será reconocido inmediatamente como Neanderthal pero sólo mucho más tarde como científico. Dos culturas distintas se enfrentan (con todas las dificultades que ello representa), mientras el compañero de Boddit, Adikor Huld, se encuentra, en su universo de Neanderthales, con un laboratorio destrozado, un cuerpo desaparecido, mucha gente recelosa a su alrededor y enfrentado a un complejo juicio por asesinato.
HOMÍNIDOS, es el inicio de una prodigiosa exploración cultural, El paralaje Neanderthal, un nuevo tipo de «ficción antropológica» que centra sus mejores virtudes no sólo en la más actual ciencia moderna, sino, y sobre todo, en las complejas consecuencias culturales, humanas y antropológicas de un inesperado cruce de culturas. La civilización Neanderthal del universo de Boddit y Huld ha alcanzado cotas culturales y científicas comparables a las nuestras pero, lógicamente, con una historia, una sociedad e incluso una filosofía de la vida radicalmente diferentes.
Si la ciencia ficción, como definiera Isaac Asimov, es esa «narrativa que trata de la respuesta humana a los cambios en el nivel de la ciencia y de la tecnología», Sawyer se acoge exactamente a ese registro: divulgación científica bien realizada y sumamente correcta (véase, por ejemplo, EL CÁLCULO DE DIOS) pero puesta al servicio del análisis de los problemas éticos, morales y culturales que esos nuevos desarrollos tecno-científicos plantean. Parece engañosamente fácil, pero no lo es: se trata de un tipo de trabajo narrativo que exige estudio y conocimiento de la ciencia pero, y sobre todo, análisis detenido de todo eso que consideramos «humano» y que ofrece a la ciencia ficción rigurosamente basada en la ciencia (como escribe Sawyer) una compleja dimensión «humana» que acerca ese tipo de obras a todo tipo de lectores, incluso a los no interesados en la ciencia siempre que lo estén al menos por eso que llamamos «humanismo».
Por todo ello, hay quien ha considerado que El paralaje Neanderthal podría ser etiquetado, como ya se ha dicho, como «ficción antropológica» y ha comparado este aspecto de la obra de Sawyer con la de Ursula K. Le Guin. Aunque, me atrevo a decirlo, en Sawyer hay algo más: un estudio riguroso de la ciencia moderna y sus últimas realizaciones, y una mayor facilidad en el uso de sofisticados datos paleo-antropológicos, de la física teórica de primera fila, de la tecnología de la computación y, en definitiva, de la tecnociencia que no queda aislada y se rodea de todo lo que forma la parte «humanista» de la actividad de los seres inteligentes, ya sean los Neanderthales del universo de Boddit y Huld o los CroMagnons de nuestro propio mundo.
Les invito a un viaje por las sendas de la imaginación responsable, por los caminos de una ciencia ficción que resulta, valga la paradoja, «realista». Es un orgullo tener en NOVA obras como El paralaje Neanderthal, y HOMÍNIDOS es un espectacular botón de muestra. Que ustedes la disfruten.
MIQUEL BARCELÓ