30 Cuando las redes paran

La Biblioteca había escogido.

Timothy Huynh y todo el turno de noche guardaron un instante de silencio. La multitud de humanos reales callaba e incluso los millones de virtuales participaban en una quietud coordinada.

La Biblioteca había escogido… y había escogido a los scoochis.

En el bando Hacek se notaba que la derrota se iba extendiendo. Era un verdadero triunfo. ¿Cómo se lo tomarían los hacekeanos? En la segunda década del siglo se habían producido algunas debacles porque los círculos más importantes habían producido arte de muy mala calidad. Tan malo en algunos casos que los propios círculos habían desaparecido. ¿Quién se acordaba de los Tines o de las Zonas de Pensamiento? Pero esa noche los hacekeanos habían perdido a manos de los otros; debían hacer algo… incluso un gesto de cortesía.

La quietud silenciosa de la multitud continuó un poco más. Luego Conocimiento Peligroso se apartó de pronto de la biblioteca. Su mirada recorrió a los presentes. Después de todo, representar al perdedor no formaba parte de su papel. Pero quien estuviese detrás de su considerable creatividad era más que adaptable, pasado un momento, Peligroso sonrió cortés y se volvió hacia la biblioteca, diciendo condescendiente:

—Nos inclinamos ante los deseos de la Biblioteca. Has ganado, oh, Scooch-a-mout.

Los gemidos surgieron del bando Hacek, pero Peligroso alzó una mano y siguió hablando.

—Renunciamos a nuestros derechos en este lugar. Estaremos aquí sólo como invitados.

Sheila —› Turno de noche: ‹ms› Los Hacek mantienen conversaciones con la administración de la universidad. Están pidiendo cualquier migaja que puedan lograr.‹/ms›

Y el Grandioso Scooch-a-mout se mostró conciliador en la victoria, aunque no dejó de abrazar la biblioteca.

—Sois bienvenidos como invitados a una biblioteca con libros de verdad.

Hanson —› Turno de noche: ‹ms› La administración se resiste a ese acuerdo, pero la publicidad compensará el espacio extra. ¡Hemos ganado, pandilla!‹/ ms›

Durante unos minutos, todo fue genial. Que terminara un disturbio sin un enfrentamiento con la policía o una pelea física era un poco soso, pero los diseñadores del disturbio tenían todavía más efectos especiales para ponerle la guinda. Katie Rosenbaum reunió a todos los robots araña y luego los envió hacia los robots de Huynh para que ejecutaran una extraña «danza de la paz» que, además, sirvió para limpiar gran parte de la basura de la noche. Tim presenció las negociaciones entre los dos bandos, los intercambios, las promesas. Conocimiento Peligroso se retiró y ambos bandos jugaron con efectos especiales nuevos.

Pero, precisamente cuando las cosas debían ir con más fluidez, había problemas de red. Aquí y allá, el servicio resultaba lento y fluctuante hasta el punto de ser inutilizable. Hacía que todos tuviesen mal aspecto. Scooch-a-mout todavía seguía junto a la biblioteca, abrazado al pilar que había «caminado». Si mantienes una postura heroica tanto tiempo acabas pareciendo un idiota. Huynh comprobó la situación del robot. Hacía casi siete segundos que no se producía una actualización Scoochi. Ésa no era forma de conducir un robot.

Huynh —› Hanson: ‹ms› Eh, Sheila. ¿Quién conduce a Grandioso Scooch-a-mout?‹/ms›

Hanson —› Huynh: ‹ms› Ni idea. Lo ha hecho muy bien, pero ahora ha perdido el norte. Da igual, ya estamos acabando. Simplemente toma el control y llévatelo. No hace falta que tenga un aspecto estupendo.‹/ms›

Luego se puso a mandar mensajes a todo el turno de noche, intentando recoger y llevar a la gente y las cosas a su sitio.

Huynh llevó su elevador hasta el robot de Grandioso Scooch-a-mout. Se colocó detrás e intentó pensar en alguna buena forma de sacarlo de allí. Las neblinas de su robot Mind Sum ya no se ajustaban; quedaban fatal. Bueno. Tomaría el control de Grandioso Scooch-a-mout y haría que los dos robots se saludasen y luego se irían. Quedaría bien, aunque no fuese perfecto.

Quizá no importase. Los problemas de red estaban empeorando mucho. Se producían latencias extrañas, incluso quizá particiones reales. Partes de la audiencia virtual se ejecutaban en caché. Los saltos unitarios seguían funcionando en su mayoría, pero para la comunicación enrutada había problemas. Huynh se desplazó un metro a un lado y logró encontrar una buena fuente diagnóstica. Se producían fallos de certificado al más bajo nivel. Nunca había visto algo parecido.

Incluso la red de localizadores está fallando.

Como agujeros en una alfombra raída, a su alrededor crecieron los agujeros de realidad normal, comiéndose los efectos y la multitud, dejando al descubierto los ejércitos patéticos de robots de laboratorio. Donde había habido cientos de miles de jugadores había zonas de hierba oscura y humanos reales, de pie y conmocionados.

—¡Tim! ¡Tu elevador! —El grito era un sonido real de Sheila Hanson, que estaba a muy poca distancia de él.

Huynh volvió a mirar la biblioteca. ¡Había perdido el contacto con el Mind Sum! Corrió hacia el robot. El elevador había seguido avanzando autónomamente un par de pasos. Pero no estaba sobre el suelo plano del laboratorio y la red de localizadores fallaba. El robot había derribado una de las piedras ornamentales que rodeaban la terraza. Desequilibrado, enviaba peticiones de localización en todas direcciones. Pero la red había caído y el elevador tenía problemas. Sus sistemas de a bordo estaban diseñados para compensar las inestabilidades: el modo de fallo consistía en dejarse caer bajando el centro de gravedad y proyectar miembros estabilizadores. Eso habría sido efectivo en el entorno diáfano de los laboratorios. Pero, ahí fuera, su arremetida le llevó al borde norte… y no había red de localizadores para advertirle del desnivel. Los miembros estabilizadores quedaron al aire y el elevador se despeñó por el borde.

Hubo gritos.

Huynh corrió al campo de batalla robótica. Todas las imágenes épicas desaparecieron, pero los robots todavía tenían coordinación local. Se apartaron de su camino. Él apenas se dio cuenta. Sólo prestaba atención al elevador. En aquel momento disponía de contacto directo. Repasó las cámaras del elevador… y se mareó. Había alguien atrapado debajo. Descendió y se arrodilló al lado. La mujer estaba atrapada, gritando. El elevador le había aplastado la pierna hasta la rodilla.

Alguien se le situó al lado. Sheila. Se metió bajo las palas del elevador y agarró la mano de la mujer.

—Te sacaremos de aquí. No te preocupes. Te sacaremos.

—¡Sí! —dijo Tim. Ya tenía todo el control. Entre su propia visión y la de las cámaras veía cómo había caído y dónde estaba atrapada la mujer. Mantén la calma y todo saldrá bien. El elevador apoyó el peso sobre rodillas que no tocaban a la mujer. Eran soportes sólidos, ninguna sorpresa. Desde debajo de las palas oía a Sheila consolando a la mujer.

Vale, simplemente desplaza el peso, haz que se siente. Fácil…

Se oían otros gritos y el sonido de gente corriendo.

Smile —› Huynh: ‹ms› ¡Ayúdanos, Tim! ‹/ms›

Huynh miró por una cámara situada al otro lado del elevador: el robot que había sido Grandioso Scoochi-a-mout seguía de pie junto a la biblioteca, pero su centro de gravedad estaba absurdamente alto y alguien había deshabilitado todos los mecanismos de seguridad para hacerle empujar el pilar más cercano. Las patas del robot chirriaban contra el cemento de la terraza. Se oía el sonido de motores en modo de emergencia, pero siguiendo un ritmo de apagado y encendido que resultaba hasta musical. El robot parecía un niño intentando mantener derecha una estantería.

Huynh giró la cámara para mirar mucho más arriba… al saliente del sexto piso, casi directamente por encima de su cabeza. Había huecos en el cemento y puntos donde los pisos se ladeaban y vibraban. Era un edificio con capacidad para autoestabilizarse, incluso para moverse un poco. Pero esa capacidad no disponía de información de localización. Al igual que el elevador de Timothy Huynh, la biblioteca hacía lo posible por seguir en pie… y, en su enorme escala, estaba cayendo.

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