24 La biblioteca escoge

El turno de noche de Sheila Hanson salió del bosquecillo siguiendo el camino de la gran serpiente del conocimiento, al este de la biblioteca. Las arañas Hacek ya estaban allí y ocupaban el terreno elevado. Tim Huynh se movió e hizo avanzar su ejército robótico directamente hasta las fuerzas enemigas.

Huynh —› Turno de noche: ‹ms› Vaya. ¡Son de verdad!‹/ms›

Es decir, las arañas. La mayoría de los humanos también eran de verdad. Los Caballeros y Bibliotecarios hacekeanos ocupaban mucho espacio detrás de sus robots.

Del lado norte de la biblioteca llegaban más refuerzos scoochis, desde la biblioteca oceanográfica y el instituto Scripps. Pero los hacekeanos disponían también de refuerzos. Por las cámaras que volaban sobre la biblioteca, Huynh veía a unos recién llegados persiguiendo a los de Scripps. De momento no se habían producido demasiados daños a la propiedad. Los mecas tenían un aspecto muy siniestro, y los humanos, sobre todo, se dedicaban a juntarse ya gritar. A Sheila le iba muy bien con su «¡Queremos libros de verdad!».

Algo enorme y virtual surgió en tromba del bando hacckeano y llegó a la tierra de nadie robótica. Medía casi cuatro metros de altura y era el mejor Conocimiento Peligroso que Timothy Huynh hubiese visto nunca. Medio Bibliotecario, medio Caballero Guardián, la criatura representaba la paradoja central de Hacek. Se aproximó casi hasta el límite de las líneas scoochis y adoptó una expresión grotesca, con una lengua larga y en punta como la de un demonio maorí. Y cuando gritó, todos los scoochis le oyeron, pero el mensaje iba adaptado al receptor.

—Eh, Timothy Huynh, te crees Pequeño Scooch-a-mout. ¡Pues pequeño sí que eres! ¡Vuestras marionetas scoochis sólo son basura infantil, superficiales e indignas en comparación con nuestra profundidad! —Conocimiento Peligroso saludó a las criaturas Hacek.

Ése era el insulto habitual contra la mitología Scooch-a-mout, y siempre enfurecía a los scoochis porque la afirmación podía engañar al público ingenuo. Los scoochis lanzaron su desafío en respuesta.

—¡Hacek no es más que un Pratchett de imitación! —Eso puso furiosos a los Hacek, ya que evidentemente era la pura verdad.

Huynh dejó atrás a Sheila, a Smale y al resto del turno de noche para situarse al frente de todos. De cerca, aquel Conocimiento Peligroso era todavía más espectacularmente detallado. Sus botas con talones se hundían artísticamente en el lodo junto al sendero de la serpiente. Los robots araña zumbaban y saltaban alrededor de su patrón.

Los robots araña eran reales. ¿De dónde habían sacado los hacekeanos objetos tan ingeniosos y en tan poco tiempo? Les hizo un ping; no se sorprendió al no tener respuesta. Poseían casi una agilidad vital en su forma de moverse, lanzándose y retrocediendo. Los dispositivos parecían fusiones personalizadas de los últimos modelos de lntel y Legend. La regulómica de GenGen se actualizaba a algo parecido. Volvió a hacer un ping, en esta ocasión con la autoridad de técnico de GenGen.

¡Por lo más sagrado!

—¡Eh! —gritó Huynh—. ¡Los cabrones de Hacek han robado equipo de GenGen! —Ahora que prestaba atención al otro bando, ¡reconoció a compañeros de trabajo! Allí estaba Katie Rosenbaum. La mujer blandió el hacha de batalla y le miró burlona.

Rosenbaum —› Huynh: ‹ms›¡Sólo lo he tomado prestado, cariño!‹/ms›

El día anterior había almorzado con Katie y sus amigos. Sabía que en regulómica había simpatizantes Hacek, así que él se había callado sus planes. Y claro, ¡los traidores hacekeanos habían hecho lo mismo!

Conocimiento Peligroso seguía bailando alegremente entre el enjambre de arañas, burlándose de la sorpresa que se habían llevado los scoochis. Gritó:

—¿Indignados os sentís, Huynh? ¿Posible será que hicieseis trampa sin usar demasiada imaginación? ¡Lo que habéis traído es antiguo y lento, perfecto para la mezquindad de vuestras imágenes!

El arte empleado en Conocimiento Peligroso era asombrosamente bueno, sin precursores. Pero quien fuese que estaba manejando los hilos era todavía más impresionante, un actor de los mejores del mundo, sin duda. Por un momento los scoochis vacilaron y su multitud de apoyo virtual comenzó a evaporarse. En la vista desde arriba, Huynh vio todavía a más hacekeanos congregándose en los otros lados de la biblioteca. Si el equilibro se desplazaba demasiado, los scoochis acabarían humillados y derrotados.

Entonces la voz de Sheila Hanson sonó clara y potente en el espacio público, audible en todo el mundo participativo.

—¡Contemplad! ¡Grandioso Scooch-a-mout!

Detrás de Huynh, uno de los elevadores cobró vida. Tendría que habérsele ocurrido a él. ¡Ah! Gracias al cielo, Sheila estaba al quite.

El elevador avanzó con toda la delicadeza que se le podía atribuir a una máquina de tres metros y medio de altura con el centro de gravedad a casi dos. Desde luego no se movía autónomamente, pero no se le había ocurrido que Sheila pudiese conducirla tan bien.

Sus grandes patas descendieron despacio, dando a humanos, chirps y salsipueds tiempo de sobra para ahuecar el ala. Impresionante, pero no era más que un elevador. Entonces Huynh se dio cuenta de que seguía viéndolo con su vista de conductor. Al mezclarse con la vista del círculo de opinión, era…

Sheila había transformado el ioniped azul en algo todavía más espectacular que Conocimiento Peligroso. Ahora era Grandioso Scooch-a-mout, el más popular de los scoochis. En su corta carrera, Grandioso Scooch había sido objeto de renovaciones, derivaciones, amplificaciones, fusiones e intentos gubernamentales de tomar el control. Para millones de escolares era el héroe máximo, en las tierras más pobres de África y Suramérica, el campeón de los desamparados que intentan mejorar su posición en el mundo. y su aparición esa noche lo superaba todo.

Más todavía, su aparición esa noche disponía de cuatro toneladas de verdad háptica entrechocando en su interior.

Grandioso Scooch-a-mout llegó al final de las líneas scoochis y se adentró en territorio de las arañas. Se movía rápido, tan rápido como podían sus motores y estabilizadores. Guau, ¿quién lo está conduciendo? Bailó entre los robots Hacek y aulló insultos a Conocimiento Peligroso.

Caballeros y Bibliotecarios, pofu-longs, dewlbs y baba llagas… en ambos bandos todos se volvieron locos. En el aire, sobre sus cabezas, fueron estallando los efectos especiales. Y luego los gritos ganaron en intensidad. Los robots se lanzaron al combate. Huynh contempló el tumulto de efectos especiales robóticos. De los arbustos surgían megamunches y xoroshows; Sheila lanzaba las reservas al corazón de la batalla.

¡Esa batalla mecánica era real! Cuando Grandioso Scooch-a-mout pisoteaba los lomos de los robots araña, fragmentos de caparazón y patas volaban por el aire. En la vista técnica podía consultar los informes de daños. En la lista en tiempo real del laboratorio, veinte arañas de regulómica aparecían como «no responde». Habían destrozado decenas de robots prensiles. Tres de los transportes de muestras habían perdido la movilidad.

Huynh —› Hanson: ‹ms› Tomar robots prestados es una cosa, Sheila. Pero muchos van a volver en forma de chatarra.‹/ms›

Sheila estaba al otro lado del frente. Daba la impresión de que intentaba lograr que los robots avanzasen contra los Caballeros y Bibliotecarios. Al lado de Tim, Grandioso Scooch-a-mout ya había salvado parte de la distancia bailando hacia la línea de humanos reales.

Hanson —› Huynh: ‹ms› ¡No te preocupes! ¡Los de administración están encantados! Echa un vistazo a la publicidad lograda, Tim.‹/ms›

Sus compañeros de trabajo y miles de virtuales avanzaron. En la vista de red… vaya, GenGen estaba recibiendo una atención que no se podía comprar con dinero, más que la posible en el siglo XX cuando millones de personas estaban obligadas a ver lo que unos pocos habían considerado importante. ¡Había enrutadores enormes en la zona de la UCSD que habían agotado la capacidad! La situación no duraría demasiado, ya que había interminables enrutadores y fibra oscura ad hoc por todas partes. Pero esta noche el mundo entero estaba allí.

Paso a paso, los scoochis avanzaron.

—¡Queremos nuestro espacio!

—¡Queremos nuestra biblioteca!

—Y sobre todo, ¡queremos libros de verdad!

Normalmente los círculos de opinión competían internamente por su propia popularidad. Aquella noche, era una excepción: los círculos de opinión luchaban entre sí por la atención y el respeto. En unos minutos serían capaces de quemar meses de creatividad y tener un público más nutrido de lo que jamás hubiesen podido soñar.

Y quien fuese que guiaba a Grandioso Scooch-a-mout habló con Huynh directamente.

Grandioso Scooch-a-mout —› Pequeño Scooch-a-mout: ‹ms› ¡Tus mecas son decisivos, amigo mío! ¡Que avancen!‹/ms›

¡Vale! Huynh activó el otro elevador. A menudo soñaba con patear culos con uno de esos monstruos. Cruzó con precaución las líneas amigas, llevando consigo los robots pequeños. Desde algún lugar del mundo, los artistas scoochis vistieron el elevador tan espectacularmente como Grandioso Scooch-a-mout. Pero la visión resultaba tan mercurial como el humo: el elevador de Huynh era Mind Sum, el espíritu ambiguo que en ocasiones ayudaba a Scooch-a-mout cuando los enemigos se mostraban más astutos. Sus vapores quedaban atrás y se adelantaban al dispositivo real. Decenas de ayudantes y programas de asistencia se aseguraron de que los efectos siempre estuviesen donde debían. La carrocería del elevador era de un plástico oscuro. A menos que uno mirase con mucha atención la vista real, no sabía con certeza dónde estaba el robot.

Tim Huynh se aprovechó de eso, pisoteando como una neblina de acero la zona de batalla robótica, alabando a Grandioso Scooch-a-mout… y avanzando ambiguo contra los Caballeros y Bibliotecarios. El cántico de los scoochis era ensordecedor en los altavoces del elevador.

—¡Queremos nuestro espacio!

—¡Queremos nuestra biblioteca!

—Y sobre todo, ¡queremos libros de verdad!

El avance fue una combinación de belleza, sorpresa e intimidación física. Las fuerzas Hacek se retiraron y los chirps y salsipueds de Huynh avanzaron para reclamar nuevos territorios. Pero los bichos de Katie Rosenbaum todavía los superaban en número y eran mucho más ágiles. Los robots araña retrocedieron, manteniendo una zona de batalla entre las fuerzas humanas enfrentadas.

Smale —› Turno de noche: ‹ms›¡Vamos por ellos!‹/ms›

Mientras Huynh avanzaba tras su elevador Mind Sum, también miraba desde arriba y seguía los comentarios externos. Había más de cien millones de personas mirando lo que los dos círculos de opinión habían creado. No era exactamente un juego, ni exactamente una obra de arte, era un enfrentamiento en el que se ganaba a fuerza de imaginación, cálculo e insolencia. De momento, el mundo creía que los dos bandos estaban igualados en imaginación, pero los scoochis iban muy por delante en cálculo e insolencia. Habían creado destrucción física real… ¡a todo su alrededor y entre humanos reales!

Metro a metro, la batalla se desplazó alrededor de la biblioteca. Los scoochis ocupaban ya parte de la explanada sur, el eje principal del campus. Los coches traían por carretera al campus gente de toda la ciudad, la contrapartida física al número mucho mayor de virtuales. Un cuarenta por ciento de los enrutadores principales estaban saturados. Se habían superado los doscientos millones de espectadores. Cientos de miles eran participantes transformados con imágenes sacadas de las profundidades del diseño de Hacek y Scoochi. Los participantes, reales y virtuales, se desparramaban a partir del centro, que era la biblioteca universitaria. Visto desde el punto de vista de un periodista, a cientos de metros de altura, el conflicto tenía el aspecto de una extraña galaxia en espiral, con brazos que relucían con más intensidad allí donde la batalla era más cruenta.

Había otros participantes, invisibles excepto para los periodistas dedicados a la industria del entretenimiento: la gente del cine y los juegos, quizás unos cien mil profesionales. Algunos miraban a los mirones, muestreando y encuestando. Otros la batalla robótica, recopilando diseños. Vio el rastro de Spielberg-Rowling, Game-Happening, Rio Magic y los grandes estudios de Bollywood.

Tim Huynh veía más que eso. Después de todo, llevaba equipo de GenGen. Veía redes fundidas con el trasfondo, recopilando y recopilando… para luego actuar con sutileza. Debían de pertenecer al Gremio de Fantasistas, la más rica de las cooperativas artísticas del mundo. Su lema: «¡No nos hace falta ningún maldito intermediario!»

Y por supuesto, también estaba presente la policía, una media docena de cuerpos que iban desde la policía del campus hasta el FBI.

Grandioso Scooch-a-mout —› Pequeño Scooch-a-mout: ‹ms›¡Eh, amigo mío! Nos quedan diez minutos para ganar opinión y resolución. Luego empezarán a bloquearnos.‹/ms›

Alfred lo veía todo desde el sótano de Pilchner Hall. El disturbio de Conejo había vaciado los laboratorios biológicos. El equipo de inspección indoeuropeo estaba colocado y ya enviaba resultados (resultados falsos, pero eso era obra de Alfred). Los tontos que habían instalado el equipo ya estaban muy lejos de la zona GenGen y habían llegado allí donde su arresto provocaría sospechas que desviarían la atención. Pero…

—Nos hacen falta al menos quince minutos más —dijo Alfred. El flujo de datos falsos de la investigación se completaría mucho antes, pero limpiar y salir llevaría su tiempo.

Conejo se encogió de hombros.

—No te preocupes, viejo amigo. Le dije diez minutos a Huynh para mantenerle en tensión. Incluso después de que la policía del campus ataque, todavía pasará media hora antes de que el personal de GenGen vuelva a los sótanos.

Mitsuri —› Braun, Vaz: ‹ms› Creo que Conejo tiene razón con el tiempo que nos queda. Su operación en la biblioteca es una obra maestra. Nosotros habríamos sido incapaces de montar una distracción semejante sin pulsar simultáneamente todos los botones del aparato de seguridad americano.‹/ms›

Braun —› Mitsuri, Vaz: ‹ms› El disturbio ha crecido en exceso.‹/ms›

El tráfico seguía bloqueando sus robots móviles. Como no tenían disponibles los mecanismos suficientes, no habían logrado tomar por completo el control de Pilchner Hall… y dos niños indeseados habían creado el primer verdadero problema de la velada. En aquellos momentos uno de esos niños estaba tendido, inconsciente, junto al pozo, justo donde Alfred le había derribado.

Vaz echó un vistazo a Conejo, sentado en el borde del pozo con los pies peludos colgando en la oscuridad.

—¿Qué hay de la chica, Conejo? Está dando vueltas por los túneles, sin control.

Conejo sonrió de oreja a oreja.

—Así que llámame gran dios de las consecuencias inesperadas. Cuando las cosas se complican, siempre hay consecuencias y Miri Gu es simplemente una de ellas. Tú eres el Cabecilla Local. ¿Por qué no vas tras ella?

Braun —› Mitsuri, Vaz: ‹ms› No. Eso te situaría fuera de cualquiera de nuestros planes de contingencia.‹/ms›

En realidad, Alfred se sentía tentado, pero mandó un móvil a buscar a la chica. Tal vez fuese suficiente para mantenerla ocupada. Y si la niña daba con los tontos… bien, entonces tendría otra opción a su alcance que pillaría a Conejo por sorpresa. En voz alta, Vaz dijo:

—No creo. ¿Tienes alguna otra propuesta?

—Lo evidente, viejo amigo: debes ser flexible, como yo. ¿Quién sabe qué posibilidades irán presentándose? No puedes localizar a Miri Gu, pero qué más da. Eso significa que la chica no está en ningún punto de los que te interesan, ¿no? —Agitó las orejas inquisitivamente.

Braun —› Mitsuri, Van: ‹ms› Quiero al señor Conejo fuera de esto. Está intentando controlarnos, mientras nos distrae con su insolencia.‹/ms›

Insolencia que podía ser muy molesta. Conejo se había puesto a comer otra zanahoria. La criatura sonreía enseñando sus grandes incisivos mientras mordisqueaba, como diciendo: «¡No os preocupéis por mí; dedicaos a los mensajes silenciosos todo lo que queráis!»

Mucho más allá de las paredes, Alfred podía oír los ruidos de la maniobra de distracción de Conejo. Los analistas de control nuclear informaban de que Seguridad Interior estaba siguiendo con mucho interés lo que pasaba en la UCSD, pero que por lo demás todo estaba tranquilo. Günberk y Keiko se lo tomaron como una buena noticia. Pero ¿significa eso que Alice Gong sigue trabajando? Para Alfred, ésa era la pregunta más importante, mucho más que el encuentro con los dos niños.

En cualquier caso, era hora de echar de allí al conejo inquisitivo. Había que hacerlo sin que Günberk y Keiko sospechasen. Por suerte, Günberk ya estaba trabajando en la dirección conveniente. Braun hizo flotar en la vista una matriz de necesidades y metas en colores distintos dependiendo de su grado de probabilidad, pero era asombrosamente clara: en el caso del disturbio de la biblioteca, los términos relacionados con Conejo relucían de un rojo vivo, había un centenar de tareas que sólo él podía ejecutar si se mantenía la distracción. En el caso de los laboratorios subterráneos, había una docena de elementos dependientes de Conejo, en general relacionados con hacer que los tontos bajasen, guiarlos y sacarlos de la zona de operaciones, todos ellos en verde.

Vaz —› Braun, Mitsuri: ‹ms› Buen apunte, Günberk.‹/ms›

Mitsuri —› Braun, Vaz: ‹ms› Vale. Suelta a Conejo, pero con cortesía. Propongo que eches la culpa a tus molestos colegas remotos ‹grin/›. ‹/ms›

Alfred sonrió a Conejo.

—Tienes razón, señor Conejo. Algunos somos muy inflexibles.

—Eh, no pasa nada. —Conejo hizo un gesto magnánimo.

—De hecho, has logrado que aquí abajo las cosas sean tan seguras que mis jefes quieren que te concentres en la operación de la superficie.

—¿Qué haces…? ¡Eh!

Vaz alargó la mano y soltó la línea de fibra óptica del puente.

Por un momento la imagen de Conejo quedó congelada, como un gráfico que hubiese perdido la fuente remota. Claro está, Conejo todavía tenía conexión de Internet hasta allí; la pausa no fue más que un momento de asombro. Cuando pasó, la criatura se puso en pie de un salto.

—¿Por qué lo has hecho? —Su voz y su expresión facial carecían casi por completo de vida. Aparentemente, Conejo jamás había tenido en cuenta la posibilidad de tener que enfrentarse a sorpresas y vergüenzas reales.

El conector de fibra óptica colgaba de la mano de Alfred. Tuvo que hacer un esfuerzo enorme de voluntad para no sonreírle jactándose. Enchufó la línea a un transceptor que llevaba en el cinturón. Lo que entraba y salía por la fibra pasaría desde aquel momento por su milnet privada.

Braun —› Mitsuri, Vaz: ‹ms› ¡Bravo, Alfred!‹/ms›

Mitsuri —› Braun, Vaz: ‹ms› ¡Sé amable! Todavía le necesitamos para el disturbio.‹/ms›

Conejo caminó por el borde del agujero agitando las patas como puños.

—Estás faltando a nuestro acuerdo. —La voz seguía sin inflexión.

Alfred sonrió amablemente y le habló sin el más mínimo rastro de triunfalismo.

—Por favor, señor Conejo, repasa nuestro acuerdo. Los dos nos necesitamos mutuamente para beneficiarnos… y cada uno es experto en su propio campo. El equipo ya está insertado en el laboratorio. Si mantienes el disturbio unos minutos más, tendrás todo lo que te prometimos.

Conejo le miró sin expresión.

—Me necesitas en los laboratorios. Seguro que…

¡No es omnisciente!

—Es posible. Te mantendré informado de la situación. ¿Qué me dices?

Por el rostro de Conejo cruzó una súbita oleada de expresiones: furia, luego una mirada de suficiencia tapada de inmediato como si el operador no hubiese querido que fuese visible y, por último, un suspiro muy exagerado de paciencia extrema. Sí, cómo sufría el pobre Conejo.

—Ah, triunfa la paranoia. Muy bien, me doblegaré a tus deseos… —Lo que hizo con aparatosidad, bailando alrededor del pozo—. Me iré a protegerte de las amenazas de la superficie. —Enseñó brevemente unos dientes muy poco de herbívoros—. Pero espero todos los pagos acordados. Ya conoces mis capacidades.

—Las conozco. Y comprendo que es posible que todavía haya complicaciones. —E intentos por tu parte de crear complicaciones—. Alguien de mi personal se pondrá en contacto contigo en la superficie.

Vaz —› Braun, Mitsuri: ‹ms› ¿Keiko?‹/ms›

Mitsuri —› Braun, Vaz: ‹ms› En marcha.‹/ms›

Conejo le dedicó un último saludo frívolo, y de pronto en la pequeña habitación, con sus paredes de plástico y el suelo de cemento, no hubo rastro de Conejo. Alfred desactivó las restantes conexiones a Internet. Ya sólo quedaban el montón de ropa vieja, el carrito, el agujero en el suelo… y la baja humana.

Los ruidos reconfortantes del jaleo siguieron filtrándose desde la biblioteca.

Vaz —› Braun: ‹ms›¿Qué tal los datos del laboratorio?‹/ms› El equipo de inspección llevaba varios minutos transmitiendo. ¿Se creían las mentiras? ¿Podría Günberk renunciar a su preciosa teoría?

Braun —› Vaz: ‹ms› Están completos al setenta por ciento. Tendremos que realizar muchos análisis posteriores, pero a primera vista parece que los laboratorios son inocentes.‹/ms›

¡Sí! Grandioso Scooch-a-mout —› Pequeño Scooch-a-mout: ‹ms› ¡Avanza ahora, amigo mío! ¡Los cabrones Hacek están cediendo! ‹/ms›

Y efectivamente los hacekeanos se retiraban, al menos en la zona situada directamente por delante de Timothy Huynh. Llevó el elevador hasta ese hueco, aplastando a todos los robots araña que se le cruzaron por delante. El frente de batalla se había desplazado hasta casi el sur de la entrada principal de la biblioteca. Allí el enemigo se retiraba.

Los scoochis tenían más personas reales sobre el terreno yeso implicaba más apoyo para los efectos visuales. Pero los hacekeanos tenían a unos doscientos mil individuos remotos, que en el caso de los scoochis virtuales eran la mitad. Al otro lado de la biblioteca, en la colina, junto a la zona de carga, no había espacio para una multitud de humanos reales. Allí, Hacek, la opinión mundial, crecía. Conocimiento Peligroso estaba allí, más espectacular que nunca, orquestando un espectáculo celeste que resonaba sobre el valle. Sus refuerzos descendían cabalgando sobre lanzas de luz.

Tim hacía lo posible por seguir la acción global, aunque en aquellos momentos estaba muy ocupado aplastando todos los robots araña que podía pillar. Esa noche había presenciado maravillas de ambos bandos, cosas con las que su círculo de opinión se podría deleitar durante al menos un año. Y, sin embargo, seguía habiendo margen para una victoria clara. Esa noche, Scooch-a-mout podría trascender lo que había sido un mercado marginal y alcanzar la misma extensión mundial que Hacek, Pratchett y los imperios de Bollywood. Les hacía falta algo asombroso, algo que abriese los cielos entre ellos y los hacekeanos. Hizo avanzar su Mind Sum, su ser de niebla y acero, de un lado a otro del frente, aplastando los robots araña que quedaban. No se le ocurría nada más espectacular. Maldición.

Pero ahí fuera había un mundo de scoochis e inteligencia a raudales. Grandioso Scooch-a-mout —› Pequeño Scooch-a-mout: ‹ms› Libera los controles automáticos de mi elevador.‹/ms›

Huynh lo hizo.

La figura de Grandioso Scooch-a-mout permaneció inmóvil un momento, pero, en la vista de técnico, Huynh veía que células de energía cargaban los condensadores hasta la zona crítica.

Y luego Grandioso Scooch-a-mout corrió como un atleta humano y… por Dios, saltó nueve metros hasta el césped que había junto al camino de la serpiente. Miró hacia el valle y le gritó a Conocimiento Peligroso con una voz simultáneamente virtual y real. Y la real era una mezcla de ruido y dolor.

—¡Oye, pequeño conocimiento molesto! Estamos igualados, ¿no te parece?

Desde el valle, junto a la zona de carga, Conocimiento Peligroso agitó el puño hacia el elevador tambaleante.

—¡Demasiado igualados!

—Pero uno de nosotros debería ganar claramente, ¿no?

—¡Claro! Y seré yo, como sabe todo el mundo. —Conocimiento Peligroso saludó a sus seguidores… ¡millones! Pero Tim veía claramente que en buena parte eran imágenes falsas.

—Quizá. —Grandioso Scooch-a-mollt volvió a dar un salto, en esta ocasión hasta el borde del desnivel situado sobre la zona de carga. La maniobra resultaba impresionante, sobre todo sabiendo que detrás había una máquina real—. Pero ¿de qué va todo este conflicto? —Agitó los brazos, un dios animándolos, y los scoochis gritaron con toda la amplificación disponible.

—¡Queremos nuestro espacio!

—¡Queremos nuestra biblioteca!

—Y sobre todo, ¡queremos libros de verdad!

—¡Sí! —dijo Grandioso Scooch-a-mout—. Todos luchamos por la biblioteca. ¡La biblioteca debería decidir!

Tras esa declaración, todos los efectos de sonido de los scoochis se apagaron. Un silencio de duda recorrió a los scoochis. Huynh miró de un lado a otro, valorando la reacción provocada por Grandioso Scooch-a-mout. Sonaba bien aquello de recurrir a la biblioteca en sí, pero ¿qué implicaba?

En el valle se oyeron risas. El enemigo había llegado a la misma conclusión. Estamos jodidos, pensó Huynh. Pero luego se dio cuenta de que Conocimiento Peligroso no se reía. La criatura subió la mitad de la cuesta mirando a Grandioso Scooch-a-mout a los ojos. Y el silencio se volvió irreal —en ambos bandos.

De alguna forma, Conocimiento Peligroso sabía a qué se refería Scooch-a-mout.

—Bien —dijo al fin el diosecillo Hacek, y su voz tenía una tonalidad sedosa a pesar de reflejarse en la biblioteca y penetrar profundamente en la mente de todos los que miraban—. ¿Queréis que la biblioteca misma decida quién se ocupará de ella y morará en sus espacios?

—Y hasta qué punto deben ser reales los libros —dijo Grandioso Scooch-a-mout, con una sonrisa casi amistosa—. Propongo que consultemos a la biblioteca… y que ella elija quién será el ungido.

—¡Ah! —Conocimiento Peligroso también sonreía, pero la sonrisa era una ranura feroz en su cara. La criatura retrocedió, pero crecía a cada paso que daba para seguir manteniendo los ojos al mismo nivel que los de Scooch-a-mout. Habitualmente, un truco visual tan tonto no le hubiese valido ningún respeto, pero el movimiento parecía ajustarse bien a la situación. Además, quien fuese responsable del diseño de la criatura se había reservado una maravillosa armadura fractal precisamente para esa extensión de altura.

Conocimiento Peligroso se volvió para enfrentarse a los millones virtuales que tenía detrás.

—El desafío es justo. Os digo a todos, Seguidores del Conocimiento: uníos a mí en un combate final contra el enemigo. Demostremos a la biblioteca que somos su futuro y sus mejores defensores. ¡Y dejemos que la biblioteca comunique su elección al mundo!

El silencio concluyó tan pronto como los millones encontraron nuevos amplificadores en el campus… o alguien recuperó y reutilizó aquellos de los que el Scooch-a-mout se había apropiado.

La galaxia de participantes —robots y humanos, reales y virtuales— cobró vida en un conflicto renovado. Caballeros y Bibliotecarios arrojaron fuego sobre el bando scoochi. El Mind Sum de Huynh volvía a aplastar y patalear. Volvió a ponerse en movimiento la espiral alrededor de la biblioteca universitaria, y los brazos del frente de batalla se iluminaron todavía más que antes. Pero los gritos iban dirigidos a la propia biblioteca. Y la biblioteca relucía con una luz que parecía provenir de una altura infinita. La luz era puramente virtual, pero se observaba en todas las vistas.

Mientras Huynh aplastaba con la multitud aullante, quedó casi totalmente inmerso en el momento. Casi. Había llegado más lejos y más alto de lo que podía imaginar. Parte del éxito era debido al público, una parte importante del mundo despierto. En parte se debía a la aquiescencia inesperada de GenGen y los administradores de la UCSD y a la asombrosa posibilidad de futuros ingresos que podrían llegar en torrente desde los distintos productores de entretenimiento que acechaban en los alrededores. y nada de eso habría pasado de no ser por el contenido que había aparecido súbitamente al entrar en batalla. Contenido de ambos bandos, contenido simultáneamente artístico y de novedoso diseño y tan físico como podía lograrse con sus legiones robóticas.

Pero ahora las esperanzas de todos, de hacekeanos y scoochis, eran prisioneras de una quimera. Si la biblioteca no «respondía», o si la respuesta se limitaba a más imágenes, entonces en unos treinta segundos el impulso comenzaría a decaer y gran cantidad de gente, Timothy Huynh incluido, empezaría a sentirse muy tonta. Ése era el destino de muchas multitudes espontáneas, sobre todo de las que al principio parecen tener éxito. Las grandes promesas se ganan grandes apegos, hasta el momento de cumplirlas.

¿Qué tendría en mente Grandioso Scooch-a-mout? Huynh empleó sus vistas de técnico y artista. Miró desde cámaras scoochis, desde los aerobots, incluso desde el mantenimiento de GenGen. Lo mejor que él podía concebir era una sorpresa desvaída, algo para distraerlos de las promesas que no se podían cumplir.

A medida que el frente de batalla se cerraba alrededor de la biblioteca, los ejércitos enfrentados tejían un contrapunto. Los gritos se mezclaron con música. Al cabo de unos momentos, todas las voces locales estaban sincronizadas con el sonido y todos se agitaban siguiendo el ritmo. Era cada vez más alto y Huynh se dio cuenta de que entre los amplificadores había equipo de la policía y los bomberos. Alguien había cometido vandalismo en serio para lograr que fuese más real.

No serviría de nada a menos que obtuviesen resultados definitivos. De hecho, el cántico se sostuvo sólo unos segundos. Luego se apagó y no sucedió nada más, y nadie imaginaba que pudiese pasar nada más. Pero… había otro sonido, una vibración estremecedora que provenía del suelo. Diez años antes, Timothy Huynh había sentido algo similar. El terremoto de Rose Canyon.

Huynh se asustó y dejó caer todas las superposiciones fantásticas. Miró aterrorizado con sus propios ojos desnudos. Luces reales se movían de un lado a otro, parpadeando sobre los rostros de miles de manifestantes reales, haciendo resaltar los cuerpos angulosos de los grandes robots. Había una columna de luz del cielo. La biblioteca quedaba iluminada de vez en cuando, pero era sobre todo una silueta recortada contra la luz que había al otro lado.

El temblor de la tierra aumentó de intensidad. Las paredes y los pisos salientes de la biblioteca se estremecían. La espléndida pirámide doble que había sobrevivido durante décadas, que había sobrevivido al terremoto de Rose Canyon… agitaba sus miles de toneladas de cemento real.

Al ritmo de la música.

Hubo gritos. Mucha gente recordaba Rose Canyon. Pero muchos otros estaban hipnotizados por el espectáculo… y el cántico se reinició, lo repitió la visión de la noche y se extendió por el mundo.

La biblioteca se balanceaba. Unas partes bajaron; otras se alejaron. Más que temblar, bailaba. No era un baile a saltos. El edificio bailaba como un hombre que tuviese los pies firmemente plantados en el suelo. y Huynh se dio cuenta de que no era debido a un terremoto; alguien había tomado el control del sistema de estabilización del edificio. En una ocasión había leído que un edificio con energía podía sobrevivir casi a cualquier terremoto, a menos que se abriese una grieta justo debajo. Pero en aquel caso la energía eléctrica se volvía contra el propio edificio.

El balanceo rítmico se hizo más pronunciado, cuatro metros a la izquierda ya la derecha, y arriba y abajo, con algunas partes del edificio alejándose y otras acercándose. El baile lento y rítmico de los pisos salientes se trasladó a los pilares exteriores. Se oía un sonido que podía ser real o una ingeniosa invención. Podía ser ambas cosas. Era el sonido de montañas arrancadas de raíz.

Los pilares se movieron y la biblioteca… caminó. No era tan espectacular como podían serlo las imágenes falsas, pero Huynh lo veía a simple vista. Con una cadencia entrecortada, primero uno de los cincuenta y dos pilares y luego otros se alzaron claramente del suelo, se desplazaron varios metros hacia Grandioso Scooch-a-mout y descendieron con el estruendo de la piedra penetrando en la piedra. El resto del edificio se movió con ellos, girando sobre la zona de mantenimiento que constituía el eje central de la biblioteca.

Grandioso Scooch-a-mout avanzó y abrazó una esquina del pilar más cercano. La música se volvió triunfal. Todos estallaron en vítores, sorprendidos y todavía un poco asustados.

Hanson —› Turno de noche: ‹ms› ¿Esto es todo un acontecimiento o es todo un acontecimiento?‹/ms›

La biblioteca había escogido.

Загрузка...