28 ¿El modelo animal?

Incluso en un día tranquilo se revocaban miles de certificados cada hora. Se trataba de un proceso desagradable, pero una consecuencia necesaria de la detección de fraudes, la ejecución de resoluciones judiciales y la denegación de créditos. Todas excepto un puñado de revocaciones eran cascadas cortas de transacciones denegadas relacionadas con un único individuo y su autoridad certificadora inmediata, o una pequeña empresa y su AC. Quizás una vez al año se producía una cascada importante, habitualmente cuando una gran empresa topaba con deudores inflexibles y una orden judicial se enviaba a una AC de nivel medio. Aún menos habitual era que una revocación formara parte de una intervención militar, como en el caso de la caída de Osetia del Sur. En teoría, los protocolos de revocación servían igual para autoridades certificadoras tremendamente grandes… pero hasta esa noche ninguna autoridad certificadora principal había emitido revocaciones globales. Y la Crédit Suisse era una de las diez autoridades certificadoras más grandes del mundo. Hacía negocios sobre todo en Europa, pero sus certificados tejían redes tremendamente complejas por todo el planeta y afectaban a interacciones de personas que no hablaban ninguna lengua europea.

Esa noche, todos aquellos clientes ignorantes descubrirían sus interconexiones.

La quiebra se extendió dando por caducados los certificados de autoridades certificadoras de nivel intermedio y, si el tiempo era un factor de confianza importante, mediante notificaciones directas. En Europa, los aviones y trenes se detuvieron lentamente, sin provocar ni un solo accidente. Se registraron mil millones de fallos y los servicios de emergencia entraron, con distinto éxito, en acción.

El Departamento de Seguridad Interior notó los fallos y los crecientes daños colaterales. Los equipos de analistas de Estados Unidos se comunicaron con las otras Grandes Potencias y conferenciaron siguiendo los protocolos para emergencias establecidos años antes. Seguridad Pública China, los servicios de inteligencia indoeuropeos, el DSI de Estados Unidos… todos estaban de acuerdo en que se estaba produciendo un desastre de primera categoría, que había un fallo de software realmente fatal o un ataque terrorista original.

En ciertos círculos de la inteligencia indoeuropea, la visión de la situación era más precisa. Considerablemente más precisa.

Braun —› Mitsuri, Vaz: ‹ms› Ya lo he hecho. ¿Ha causado efecto en Conejo?‹/ms›

Por el momento sólo se producían pequeños fallos en la UCSD con algunos certificados. Bastaba para realizar algunas proyecciones: la multitud no había notado conscientemente el cambio, pero el disturbio de la biblioteca estaba destinado a un final abrupto e ignominioso. Conejo había estado detrás de todo lo que habían visto esa noche, mucho más de lo que habían supuesto los analistas, y el apoyo se iba desmoronando.

Abajo, en los laboratorios, Conejo había sido un intruso casi invisible. No era fácil confirmar la ausencia de una intrusión, pero los analistas de Alfred habían llegado a un consenso:

Vaz —› Braun, Mitsuri: ‹ms› Han aumentado los fallos de comunicación, pero no en el núcleo de nuestra operación. Conejo sigue aquí, pero ha perdido flexibilidad.‹/ms›

Braun —› Mitsuri, Vaz: ‹ms› ¿Perdido flexibilidad? Maldita sea, necesitamos más que eso. ¿Qué hay de sus dos agentes? ¿Qué hacen?‹/ms›

Vaz —› Braun, Mitsuri: ‹ms› Han salido de nuestra zona.‹/ms›

No era del todo cierto, pero los Gu y lo que quedaba de Conejo habían sido adecuadamente distraídos. Ahora sólo necesito algunos minutos.

Conejo estaba bajo presión. Siempre se decía que actuaba mejor bajo presión… aunque habitualmente la presión no era tan inmediata, ni sus oponentes tan poderosos y con tan poco sentido del humor. Exceptuando a algunos analistas de bajo nivel, Conejo no conocía a nadie en todo el bando indoeuropeo capaz de apreciar una broma.

Conejo miró a través de decenas de cámaras todo lo que Alfred había sobornado en la zona MCog. Sus «manos» habían entrado en la zona unos momentos antes; quizá fuese eso lo que había provocado el pánico de sus enemigos y por eso habían iniciado el ataque de revocación. Prestó una parte pequeña y decreciente de su atención al espléndido disturbio que proseguía alrededor de la biblioteca. Lástima. Alfred y compañía no habían sospechado que tuviera algo que ver con Scoocha-mout, y, sin embargo… ¿Cómo se le iba a ocurrir que detectarían su relación con la AC Crédit Suisse o que la UE tenía tanto poder sobre la autoridad certificadora de un país soberano? O que su propia dependencia era tanta como estaba descubriendo.

Conejo disponía de otras autoridades certificadoras de alto nivel, pero ninguna tan útil como la Crédit Suisse. Le bastarían durante unos minutos más. Cuando no le sirviesen, tenía programas legales presentando apelaciones contra las revocaciones más destructivas.

Mientras tanto, concentrémonos en la diversión: ¿qué intentaba hacer Alfred? ¿Destrucción pura? ¿Robo intelectual? Conejo empezaba a sentir rencor. Había estado dispuesto a conformarse con una puerta secreta a las operaciones de Alfred. Bueno, pues, ahora tenía intención de quedársela entera. Empezando por las moscas de la fruta.

Conejo se puso en contacto con sus manos.

Robert recordaba esa zona. Volvían a estar en el corazón de GenGen, entre interminables filas de armarios grises, en el bosque de cristal que los conectaba, junto a los tubos neumáticos. Pero más adelante se oía un ruido como de aplastar cajas de cartón.

El pdf del Extraño contenía explicaciones de las abreviaturas de los laterales de los armarios.

Dros MCog.

Robert —› Miri: ‹ms›¿Moscas de la fruta?‹/ms›

Allí había instalado corno un tercio de las cajitas, subiéndose a los armarios y encajándose entre ellos.

Miri —› Robert: ‹ms› Sí. ¿Has leído lo que afirma Listillo? No me lo creo.‹/ms›

—¡Eh, eh, amigo mío! —Allí estaba el Extraño Misterioso, el señor Listillo de Miri. Su piel prácticamente relucía de tan verde, incluso en la oscuridad. Tenía la cara de Sharif, pero la sonrisa era inhumanamente ancha—. Hablad cuanto queráis. Alfred nos ha descubierto hace unos minutos. —El Extraño miró a su alrededor como si esperase un enemigo visible—. Así que ya no me importa si os oye. ¡Ni si me oye a mí! ¿Qué puedes hacer, Alfred? Me estás desconectando, pero apuesto a que duraré un par de minutos más. Oh, supongo que también podrías dar por cerrada tu propia operación. Entonces yo desaparecería al instante. —Observó a Miri y a Robert, y siguió hablando en voz baja—. Si lo hace, es que está realmente desesperado y ya no le servirá absolutamente de nada que todavía tengáis mi pdf. Todavía estaréis aquí para acabar con sus planes malvados.

El Extraño Misterioso les indicó que le siguiesen.

—¿Habéis comprendido esta parte de la explicación? —Señaló los armarios— Biología molecular de la cognición. MCog. y la gente de Alfred ha creado el modelo animal ideal para su investigación.

—¿Moscas de la fruta? —dijo Robert.

—No me lo creo —dijo Miri—. Las moscas de la fruta no piensan. ¿Qué podría hacer tu «Alfred», o que podrías hacer tú con ellas?

El Extraño soltó una risita burlona y Robert vio que el rostro de Miri se contraía. Tal vez a ella le fuese mejor con aquel manipulador que a Robert. Al fin y al cabo, Miri no deseaba desesperadamente su ayuda.

—Ah, Miri, lees pero no comprendes. Si ahora mismo tuvieses acceso a la red global, y dispusieses de algunos cientos de horas para investigar, quizá comprendieses que la biología molecular depende más de los datos y el análisis que del tipo concreto de organismo. En su Drosophila melanogaster alfredii, ¿la llamas así, Alfred?, tenemos los senderos metabólicos que constituyen la base de la cognición humana.

Aparte de los comentarios editoriales, eso mismo decía el pdf.

Doblaron una esquina y vieron la fuente del sonido.

Voil. Las trescientas mil moscas de la fruta de Alfred estaban siendo guardadas en cartuchos adecuados para su envío. —A cada momento el cuerpo y el rostro del Extraño se parecían menos al Sharif original—. Pero debo confesar una cosa: sé qué son esos bichos, pero la verdad es que no sé qué tiene planeado Alfred para ellos. Seguramente hay enfermedades maravillosas, ¿enfermedades cognitivas?, que pueden haber salido de esta investigación. O quizá quiera adelantarse a todos los productores de drogas mejoradoras. O quizá se dedique al TQC. Pero no lo sé…

Empaquetaban las moscas de la fruta en una gran mesa de transporte, mucho más grande que cualquiera de las que había en el taller de Ron Williams. Los cilindros de envío rodaban por la mesa, atravesando el cuerpo del Extraño. La criatura se dio cuenta medio segundo demasiado tarde, pero dio un convincente salto para alejarse.

—Lo que sé es que está intentando sacarlas de aquí —concluyó el Extraño.

—Eso afirmas.

—Eh, confía en mí, señorita Miri. Has conocido a Alfred. Es el tipo que intentó matar a Juan Orozco. Es un loco malvado. Si no me crees, haz ping en las etiquetas de estos paquetes.

. Etiquetas UP/Ex con destino cifrado. El primero de los cilindros caía de la mesa camino del tubo neumático más cercano.

El Extraño daba saltos cambiando de un pie al otro.

—¡Sólo vosotros podéis salvar a la humanidad! Simplemente, echad los cilindros en la bandeja inferior. ¡No dejéis que Alfred gane!

Por lo visto eso convenció a Miri. Corrió a la mesa, sacó el paquete de la entrada del tubo neumático y se lo lanzó a Robert, que lo atrapó. Lo mismo hizo con el siguiente, y el siguiente, y el siguiente, hasta tener los brazos llenos. Los cilindros blancos eran tan ligeros como la espuma.

La imagen del Extraño se quedó congelada un segundo. La animación regresó abruptamente.

—¡Je! Excelente. —Hizo un gesto más o menos hacia las paredes—. ¿Ves, Alfred? ¡No compensa traicionar a Conejo! —¿Conejo? La criatura volvió a mirar más o menos hacia ellos; por Dios, sí que se parecía un poco a un conejo—. Por los pelos, pero ¡he ganado! Quiero decir, hemos salvado a la humanidad. —Se envaró, pero todo su cuerpo estaba ladeado—. Maldito Alfred. Me está cerrando poco a poco. Debería irme haciendo mi mejor imitación de la Malvada Bruja del Oeste. Quiero decir, muriendo.

La criatura se dio la vuelta entre gemidos melodramáticos mientras su cuerpo se disolvía. Vaciló y le dijo despreocupadamente a Robert:

—Oh, no dejéis sin tratar los cilindros. Dejadlos en la bandeja de abajo.

Robert no se movió.

—¡Lo digo en serio! —dijo el Extraño, con la voz teñida de algo que parecía seriedad. Se sacudió… ¿más dramatismo o buscaba una explicación?—. Si los bichos son vectores de una enfermedad, ¡estáis en la zona cero! La bandeja de abajo los enviará al incinerador. Todo estará seguro y en orden.

Miri negó con la cabeza.

—No. Se trata de un camino alternativo al lanzador UP/Ex.

—Mira mi pdf, tonta. El plano.

—He mirado mi plano, el que he guardado esta tarde en el caché. —La sonrisa de Miri era triunfal.

Hubo un retraso de dos segundos. Luego la criatura se volvió y miró casi directamente a Miri.

—Te odio, Miri Gu. Bicho malvado. Todo iba perfectamente hasta que te entrometiste. Te pillaré por esto. —Luego gritó—: ¡De momento, vaya pillarte a ti, Alfred! ¡Si yo no puedo hacer nada, tú tampoco! Voy a chivarme de ti. Yo soy…

La figura dejó de moverse. Un silencio; luego Robert oyó una única palabra, débil y lejana:

—…ayuda.

Y la criatura se desvaneció. Miri y Robert se miraron. Sólo quedaban ellos dos, y las filas de armarios.

—¿Crees que se ha ido de verdad, Miri?

—No… no sé.

Miri —› Robert ‹ms› Pero, si Listillo no nos mentía totalmente, entonces ese Alfred sigue por aquí.‹/ms›

Las palabras que pronunció fueron tímidas.

—A lo mejor deberíamos quedarnos aquí y esperar a la policía.

—Vale.

Miri se dejó caer en el suelo. Permaneció en silencio un momento, tanto pública como privadamente. Robert dejó los paquetes y miró hacia la oscuridad. Aparentemente no había más robots enemigos. ¿Qué podría hacer «Alfred» con las moscas de la fruta? ¿Qué podría hacerles a Miri y a Robert?

Miri —› Robert: ‹ms› Algo suena diferente.‹/ms›

Robert la miró inquisitivo. Miri dibujó una flecha dorada en ángulo recto al pasillo por el que habían venido.

Miri —› Robert: ‹ms› He registrado todo cuanto oía mientras os seguía. Hay algo nuevo en funcionamiento, muy probablemente en las colecciones de ratones. ¿Hicisteis algo por esa zona?‹/ms›

Se puso silenciosamente en pie.

Robert tecleó:

Robert —› Miri: ‹ms› Ahí pusms la mayoría del eqpo.‹/ms›

Miri levantó la barbilla.

Miri —› Robert: ‹ms› Son sonidos como los que oíamos aquí. Alguien prepara otro envío.‹/ms›

Загрузка...