El conciliábulo seguía reuniéndose en el sexto piso de la biblioteca, pero ahora se había convertido en un lugar muy diferente. Robert subió en ascensor, evitando a los hacekeanos y sus Bibliotecarios Militantes. Aun así, ceñirse a la realidad resultaba difícil Theodor Geisel seguía controlando el vestíbulo, pero la administración iba cediendo espacio táctil y mental por todas partes. Los personajes Scooch-a-mout habían infestado el sótano. Se decía que los de H. P. Lovecraft acechaban más abajo, en almacenamiento permanente.
Y el sexto piso… estaba vacío, con los estantes totalmente desnudos. Desde la puerta del ascensor, en el centro del piso, Roben veía entre los estantes esqueléticos las ventanas. Las troceadoras de libros habían estado allí y se habían ido. En la esquina sureste, los conspiradores estaban agazapados como el bloque socialista del siglo XX, maquinando en medio de su evidente decadencia.
—Pues bien, ¿qué impide la invasión de Bibliotecarios Militantes? —dijo Robert mientras señalaba la realidad desolada de los estantes vacíos.
Carlos le respondió:
—La explicación oficial es un retraso en la instalación de los nuevos sistemas hápticos. En realidad, es pura política. Los defensores de Scoochi quieren este piso para su universo. Los Bibliotecarios Militantes se resisten. Puede que la administración los decepcione a todos y haga que este piso sea una simulación del aspecto que tenían antaño las bibliotecas.
—Pero con imágenes falsas de los libros, ¿no?
—Sí. —Tommie sonreía—. ¿Qué esperabas? Mientras tanto, tenemos el piso para nosotros solos.
—No nos han derrotado, caballero. —El rostro de Winnie era todo seriedad—. Hace semanas que sabemos que esto era inevitable. Hemos perdido una batalla importante. Pero no es más que la primera batalla de la guerra. —Miró a Tommie.
Parker señaló un LED del ordenador.
—La zona muerta está en marcha. Es hora de continuar en serio nuestra conspiración criminal. —Sonreía, pero fue mirándolos a los ojos uno a uno—. Vale. Yo he terminado mi investigación. Conseguiré que entremos en los túneles de mantenimiento. Incluso he preparado celebraciones que sacarán de nuestro camino al personal de laboratorio. Sé llegar hasta los contenedores de troceado y tengo la cola en aerosol. Podemos causar mucho daño al Proyecto Bibliotoma y a Huertas en concreto. Claro está, no evitará que estas situaciones sigan dándose en otras bibliotecas, pero…
Winnie gruñó.
—Ya hemos acordado que una parada permanente es imposible.
Pero si podemos conseguir parar los pies a los imbéciles que usan los métodos más destructivos… bien, tendremos que conformarnos con eso.
—Vale, decano. Eso es exactamente lo que haremos. Todo está listo, a falta de un elemento muy importante. —Miró a Robert.
Tal es el poder del sentido común que Robert vaciló casi un tercio de segundo antes de meterse la mano en el bolsillo y sacar la caja de plástico que el Extraño le había entregado.
—Compruébala, Tommie.
Parker arqueó las cejas.
—Eh, estoy impresionado. Esperaba una servilleta de papel o algo similar. —Miró la pantalla del portátil y luego tomó la caja—. Parece un kit de biomuestras. —De hecho, en aquel momento la caja tenía etiquetas de colores que anunciaban precisamente esa función—. ¿Cómo lo has hecho?
Sí, ¿cómo? A Robert no se le ocurrió ninguna verdad ni mentira que tuviese sentido.
Tommie tomó el silencio por lo que no era.
—No, no me lo digas. Debería ser capaz de deducirlo por mi cuenta. —Tommie sonrió mirando la caja y, a continuación, se la guardó en el bolsillo.
—Vale. Estamos listos. Ahora tenemos que decidir el momento de actuar.
Rivera se inclinó.
—Pronto. Entre cuatrimestres hay mucha construcción en el laboratorio.
—Sí. Y hay otros inconvenientes. No creeríais los preparativos que he tenido que hacer. Estoy hundido en consultores hasta arriba. No te preocupes, decano, ninguno de ellos ve más que una minúscula parte de lo que hago. Empiezo a ser un verdadero experto en la afiliación. —Tommie se lo estaba pasando de fábula—. ¡Conseguiré que salga bien, chicos! Eh, será como en los grandes días de antaño… bien, quizá para ti no, Carlos; tú ni siquiera habías nacido. —Sonrió a Winnie y a Robert. Robert había participado a menudo en aquellos paseos por el subsuelo. Era impresionante recorrer cientos de metros de túnel para desembocar en edificios oscuros, vacíos y sin terminar. A veces había escalones en los pozos, y a veces no.
Winnie Blount también sonreía un poquito.
—Sí, la Sociedad Espeleológica Miasténica. —Frunció el ceño, recordando más—. Tuvimos suerte de no partirnos el cuello. —Ese comentario provenía del lado de la mesa donde Winnie había pasado gran parte de su vida: del administrador que sufría pesadillas sobre responsabilidades y demandas.
—Sí. Era mucho más divertido que jugar y mucho más peligroso.
En cualquier caso, eso fue antes de los ordenadores… al menos tal y como los entendemos hoy en día. Hoy las cosas son muy diferentes, pero con mi investigación y este bioperfil obtenido por Robert, puedo saltarme a los perros guardines automáticos. Al menos, si lo hacemos en el momento preciso. —Tecleó algo en el portátil—. Vale, aquí tenemos lo último. A lo largo de las próximas seis semanas habrá tres breves periodos de tiempo en los que todos los agujeros de seguridad estarán alineados.
—¿Cuándo será el primero? —dijo Winnie.
—Muy pronto. En una semana a partir del próximo lunes. —Giró el portátil para que los demás pudiesen mirar— Iremos por Pilchner Hall. —Se lanzó a una extensa exposición sobre cómo lograrían llevar a cabo la aventura—. Y aquí es donde el túnel se divide para salir del campus. Una vez pasado ese punto, caminaremos unos ochocientos metros por debajo de la vieja instalación de General Genomics.
—El laboratorio de Huertas está justo al norte —dijo Rivera.
—Sí, y diez a uno a que podremos entrar y hacer lo que queramos… ¡e incluso a lo mejor salir!
Ni Rivera ni Blount parecían incómodos por esa predicción. Al cabo de un momento, Winnie dijo:
—La verdad es que no podemos retrasarlo. Voto por hacerlo en una semana a partir del lunes.
—Sí, yo también —dijo Robert.
— W tóngyì. Sí.
—¡Muy bien! —Tommie volvió a girar el portátil e hizo una anotación—. Venid vistiendo, pero yo os suministraré ropa nueva y toda la electrónica necesaria. Yo…
Winston Blount le interrumpió. —Hay una cosa más, Tommie.
—Eh, oh.
—No es gran cosa, pero podría darnos mucha publicidad.
—Mmm.
—Propongo que traigamos una presencia remota, a ese tipo, Sharif.
—¡Eso es una locura! —Tommie se puso de pie de un salto y volvió a sentarse con la misma rapidez—. ¿Quieres una presencia remota? ¿No lo comprendes? Allá abajo ni siquiera vestiréis.
Winnie sonrió, engatusándole.
—Pero tú llevarás electrónica encima, Tommie. ¿No podríamos sostener la presencia por ese medio?
Parker se tragó la indignación.
—¿Cómo crees que se ejecuta una presencia remota, decano?
—Eh, es una especie de superposición.
—En lo que se refiere a la representación, eso es cierto. Pero no es local. Tras las imágenes bonitas, tenemos comunicaciones de alta velocidad y reenvío a través de microláseres del entorno. En esos túneles no hay redes aleatorias. Todo lo que he planeado depende de que pasemos en silencio y, sobre todo, de que no usemos nodos de laboratorio. Lo que quieres es… —Cabeceó, incrédulo.
Robert miró a Blount.
—Yo tampoco lo comprendo. Hace dos semanas cerraste las puertas a Sharif porque lo considerabas una amenaza para la seguridad.
La cara de Winnie enrojeció, como en el pasado, cuando Roben le ponía en evidencia durante una reunión de la facultad.
Robert alzó una mano.
—Es sólo una duda, Winston. En serio.
Un segundo después, Winnie asintió.
—Vale. Mirad, nunca me ha caído mal. Le hemos conocido en persona, aquí mismo, en la biblioteca. Parece un estudiante sincero. Te está entrevistando en serio, ¿no?
Sí, cuando no es el Extraño o el señor Ciencia Ficción. Robert comprendió que bastaba que dijera una palabra para que abandonasen el plan. Nunca había imaginado que la traición fuese un trabajo a tiempo completo.
—Sí. Sus preguntas suelen ser estúpidas, pero son muy académicas.
—¡Ahí lo tienes! Lo que digo es que, si logramos nuestros objetivos al ciento por ciento, nos convendría tener a alguien de fuera que pudiese dar a conocer nuestro punto de vista, preferentemente alguien que sepa exactamente qué estamos haciendo. Podría significar la diferencia entre acabar en la cárcel con la boca cerrada… y exponer un alegato moral convincente.
—Sí —dijo Rivera—. Usted es el genio de la seguridad, profesor Parker. Pero incluso los mejores planes pueden salir mal. Si incluye a Sharif, sería… una especie de red de seguridad.
Tommie se golpeó delicadamente la cabeza contra la mesa.
—No sabéis lo que me estáis pidiendo.
Pero no eran más que gestos histriónicos. Tommie no había dicho que no. Al cabo de un momento, el hombrecito se sentó erguido y los miró.
—Me estáis pidiendo un milagro. Quizá pueda lograrlo, quizá no. Dadme un día para pensar.
—Claro, profesor.
—Desde luego. —Blount sonreía de alivio.
Tommie cabeceó y se inclinó sobre el portátil. Parecía más que contento cuando los otros miembros de la banda dieron por concluida la reunión y se fueron a los ascensores.
Habitualmente cuando llegaban allí ya había un ascensor esperando. Por lo visto, la zona muerta de Tommie había cegado incluso el software de los ascensores. Tras un momento mirando las puertas cerradas, Carlos pulsó el botón de la planta baja.
—La ventaja de conservar controles anticuados —dijo con una sonrisa poco convincente.
Winnie sonreía de oreja a oreja, pero no por nada relacionado con el ascensor.
—No te preocupes. A Tommie se le ocurrirá algo.
Robert asintió.
—Siempre lo consigue, ¿no?
—SÍ —dijo Winnie, y todos rieron, y de pronto Robert comprendió por qué Winnie y Carlos querían a Sharif con ellos.
Mientras las puertas se abrían y Rivera y Blount entraban, Robert dijo:
—Ya nos veremos. Quizá debería volver a ver a los Bibliotecarios Militantes.
Winnie hizo un gesto de exasperación.
—Como quieras. —Y se fueron.
Robert se quedó allí un momento, escuchando el sonido del ascensor que se iba. Por la puerta que daba a la escalera situada a su izquierda se bajaba a la biblioteca virtual. No se habían producido más terremotos falsos, pero los Bibliotecarios Militantes todavía jugaban con amplificadores potentes. Oía el sonido de piedra en movimiento, más fuerte que el del ascensor. El suelo bajo sus pies se agitaba siguiendo el ritmo de las fantasías de Jerzy Hacek.
Esperó un poco más, y luego, en lugar de bajar las escaleras, volvió sobre sus pasos para encontrarse con Tommie Parker.
Tommie estaba inclinado hacia delante, con la cara hundida en el ordenador. El LED de zona muerta seguía encendido. Tenía el aspecto de un mago inclinado sobre un grimorio. Allí no hacía falta la realidad virtual. Robert se sentó en una silla y le miró. Era más que posible que ni siquiera se hubiese percatado de su llegada. Tenía una enorme capacidad para concentrarse en juegos, rompecabezas y planes.
«Estoy en todas partes y aparezco donde me da la gana para obtener el resultado que deseo.» De eso se había jactado el Extraño Misterioso. Después de la pasada noche, después del milagro en el baño, Robert estaba dispuesto a creer que, fuese quien fuese el Extraño, bien podía ser tan poderoso como afirmaba. ¿Qué tendrá para controlar a Winnie y a Carlos?
Al fin, Robert rompió el silencio.
—Bien, Tommie, ¿en qué medida la hemos jodido?
Unos ojos azules se asomaron por encima de la pantalla del portátil La expresión de Tommie era de ¿qué haces aquí? Volvió a mirar el ordenador.
—No sé. Me gustaría que tomaseis una decisión definitiva. —Una mirada rápida a Robert—. Pero tú no has insistido en este cambio, ¿verdad?
—Tengo… tengo ideas contrapuestas. —El Extraño estaría con ellos al lunes siguiente, lo que demostraría su ubicuidad—. Siempre he creído que los genios de la tecnología deberíais trabajar como os pareciese más conveniente.
Tommie asintió.
—Sí.
En realidad, al antiguo Robert la tecnología no le había importado en absoluto. En el presente las cosas eran muy diferentes.
—Pero recuerdo que siempre se te dio bien sacarte milagros del sombrero. ¿Esta vez estamos pidiendo demasiado, Tommie?
Parker se sentó bien y le dedicó a Robert toda su atención.
—Yo… no lo sé, Robert. Antaño, no había forma de lograr algo así. Podía diseñar supercircuitos integrados de aplicaciones específicas. Podía hackear protocolos. Podía hacer docenas de cosas que escapaban a las estrecheces de mi especialidad académica. Pero ahora eso no vale de mucho. Es que…
—Es que estás trabajando en un problema más amplio que cualquier conjunto de especialidades.
—¡Sí! ¿Cómo sabes eso?
La señora Chumlig me lo dijo. En voz alta, Robert dijo:
—Hoy en día, te enfrentas a especialidades sin ninguna relación entre sí.
—Exacto. Algunas de mis capacidades fundamentales siguen siendo importantes. En ellas soy tan efectivo como siempre. Pero… cuando me jubilé ya casi era una vergüenza para mi departamento. Se me daban bien ciertas clases, pero cuando intenté enseñar las nuevas técnicas integrativas… bien, toda mi vida he estado muy por delante de los alumnos, incluso en las nuevas clases. Pero hacia el final ya vacilaba. Superé mi último semestre asignando proyectos semanales y luego haciendo que los chicos se criticasen unos a otros. —Parecía tremendamente avergonzado. Nada parecido le había pasado al antiguo Robert… Pero yo siempre pude definir qué eran la calidad y el rendimiento.
»En cualquier caso, tras jubilarme volví a la universidad… al menos mentalmente. Hay una forma completamente diferente de encarar la resolución de problemas si lo que quieres es resolver rápidamente problemas grandes. Es como aprender a usar herramientas potentes, sólo que hoy en día tus herramientas no se limitan a Google y a los paquetes matemáticos, también están los foros de ideas y las especulaciones sobre el futuro y…
—¿Y tratar con gente?
—Sí. La gente nunca formó parte de mis ecuaciones… pero eso ya no importa. Hay oficinas de diseño especializadas en tratar con las personas normales. —Tommie se inclinó hacia delante, hablando en confianza—. Desde que empecé a trabajar en este proyecto, ¡todo ha ido encajando! Entrar en los túneles no serviría de nada si el personal estuviese en los laboratorios. Así que he convertido la lucha política entre los hacekeanos y los scoochis en la distracción mediática más espectacular… el choque de los círculos de opinión. ¡Será genial! He encontrado un coordinador de diseño que comprende lo que busco. Yo establezco la idea general y él la va distribuyendo por todo el planeta para su resolución. ¡Los planes detallados simplemente van creciendo! —Tommie volvió a sentarse, su frustración sustituida por esa visión de sus nuevos poderes—. ¡Y mira mi ordenador! —Pasó amorosamente la mano sobre el aparato. La carcasa estaba mellada y rayada. Daba la impresión de que había servido a generaciones. Los LED de la parte superior estaban encajados en pequeñas hendiduras del metal. El viejo Tommie no creía en eso de que «el usuario no debe manipular el interior»—. A lo largo de los años he reemplazado todos los componentes internos. Demasiado a menudo los cambios han sido para cumplir estándares nuevos del maldito EHS. Pero en los últimos dos meses he metido una revolución ahí dentro. Subvierte aspectos nada triviales del Entorno de Hardware Seguro. Te lo juro, Roben, tengo más potencia de cálculo de la que nunca tuvieron la DARPA y la CIA en el siglo XX.
Roben guardó silencio un momento. Luego dijo:
—Apuesto a que encontrarás una forma de llevar a Sharif.
—Ja. Eso sería la guinda del pastel. El truco más obvio es del siglo XX: tender nuestro propio cable. Eso nos permitiría obtener una tasa de datos decente, al menos la suficiente para Sharif, y seguir pasando desapercibidos. —Miró a Robert y aparentemente tomó su silencio por incredulidad—. Lo sé, el paseo es largo y la seguridad del túnel estará casi toda activa. Pero hay un tipo de fibra óptica aislada… o la habrá en cuanto acabe con mi coordinador de diseño.
—Sí. Tu coordinador de diseño.
«Estoy en todas partes y aparezco donde me da la gana, para obtener el resultado que deseo.» El nuevo mundo era un lugar mágico, pero los milagros tenían su jerarquía. Estaban las cosas que Juan y Robert podían hacer. Luego estaba lo que Louise Chumlig intentaba enseñar. Estaba lo que Tommie había aprendido por su cuenta. Y en algún lugar por encima de todo eso, se encontraba lo que el Extraño Misterioso era capaz de obrar.