19 El fracaso es una opción

En Fairmont, los exámenes finales duraban varios días. Se parecía un poco a lo que recordaba de su infancia. Los niños estaban distraídos por las vacaciones que llegaban. Peor aún, la temporada de películas navideñas empezaba a invadir los distintos mundos compartidos en los que vivían.

Pero los exámenes finales eran profundamente diferentes de los que había hecho en el instituto. Para Robert Gu, los nuevos exámenes eran difíciles. No tenía la seguridad de que sacaría la máxima nota y superaría a todos los demás. En el pasado había pasado por una situación parecida siendo estudiante universitario, cuando le habían obligado a asistir a clases de ciencias una temporada. En dichas clases había conocido al fin a estudiantes que no eran por definición inferiores a él… y también se había encontrado con profesores a los que no impresionaba con su genio. Una vez superadas las clases obligatorias de ciencias, Robert había evitado humillaciones similares.

Hasta aquel momento.

Matemáticas y sentido común formal. Estadística y mecánica de datos. Búsqueda y análisis. Ni siquiera en el examen de B y A podía uno consultar la red y servirse de la inteligencia de otros. A pesar de que Chumlig enseñaba las virtudes de colaboración, siempre insistía en la importancia de las competencias personales. Ahora todas las obviedades que predicaba se habían unido para conformar una semana infernal de exámenes.

Justo después del examen de sentido común, el Extraño Misterioso se manifestó. No era más que una voz y un resplandor verdoso.

—¿Tienes problemas con los exámenes, amigo mío?

—Los superaré. —Lo cierto era que las matemáticas le habían resultado interesantes.

Miri —› Juan, Xiu: ‹ms› Vuelve a hablar con alguien.‹/sm›

Xiu —› Juan, Miri: ‹ms› ¿Qué dice?‹/ms›

Miri —› Juan, Xiu: ‹ms› No lo sé. El audio local ha pasado a privado. ¡Juan! Ve ahí.‹/ms›

Juan —› Miri, Xiu: ‹ms› Tú no me das órdenes. De todas formas, ahora iba a hablar con Robert.‹/ms›

El Extraño rio.

—En Fairmont no conceden matrícula de forma automática, ni tampoco se aprueba automáticamente. El fracaso es una opción, pero ni tú…

Refuerzos a la vista. Vio a Juan Orozco que salía del aulario y se le acercaba. El Extraño siguió hablando:

—… ni Juan Orozco tenéis el suspenso garantizado. Los dos cursáis asignaturas adaptadas. Deberías ver los exámenes que planean para tu nieta.

—¿Qué pasa con mi nieta? —Si aquel montón de mierda la metía en eso…

Pero la voz no respondió.

Juan miró a su alrededor, inquisitivo.

—¿Hablas con alguien, Robert?

—No sobre cosas del instituto.

—Porque no he visto a nadie. —Vaciló y las letras pasaron por delante de la vista de Robert. Juan —› Robert: ‹ms› Es muy importante no colaborar saltándose las reglas.‹/ms›

—Comprendo —respondió Robert en voz alta.

—Vale. —Estaba claro que Juan no creía que Robert pudiese aprobar todos los exámenes. A veces daba la impresión de que el pobre chico intentaba protegerle—. Verás –añadió Juan—, el instituto tiene un servicio de control bueno de verdad. Quizás haya chicos capaces de engañarlo, pero los superan en número los que sólo creen ser capaces de hacerlo.

Y luego tenemos al Extraño Misterioso, que no parece tener ninguna dificultad con la seguridad. El Extraño era muy poderoso, pero aun así se entretenía mofándose de Robert. ¿Podría tratarse de algún viejo enemigo… muchísimo más inteligente que Winnie Blount?

—En cualquier caso, creo que tenemos posibilidades de sacar buena nota con nuestra presentación del semestre, Robert. —El chico se puso a comentar sus últimos planes para combinar sus textos con música manual y el algoritmo de red de Robert. Era un caso de un ciego guiando a otro ciego, pero al cabo de un rato Robert ya estaba absorto en la explicación.

En casa las cosas estaban tensas, y no tenía nada que ver con los exámenes finales. Más todavía, el encontronazo de medianoche de Robert en el cuarto de baño constituía una agresión física. No importaba que su intención hubiese sido proteger a Alice… porque no era algo que pudiese contar. No hubo amenazas ni enfrentamientos. Pero Robert veía en los ojos de Bob una incomodidad que antes no percibía. Era la mirada de un hombre que empieza a preguntarse si la serpiente que tiene en casa no será una mamba negra. Si llegaba a esa conclusión Robert acabaría en Al Final del Arco Iris más rápido que si cometía cualquier estupidez.

Miri le dio una pista de por qué no había llegado a esa conclusión. Le encontró una tarde mientras él deambulaba por West Fallbrook con la esperanza de establecer contacto con alguna versión amistosa de Sharif.

Miri se colocó a su lado en bicicleta, procurando ir a la misma velocidad que él y tambaleándose. Al final se apeó y caminó con la bici. Como era habitual, la niña miraba al frente. Por un momento le miró de reojo.

—¿Cómo van los exámenes finales, Robert?

—Hola, Miri. ¿Cómo te van los exámenes finales?

—¡Yo he preguntado primero! Además, sabes que mis finales no empiezan hasta después de las vacaciones. —Su tendencia a mandar era incompatible con la diplomacia—. Por tanto, ¿cómo te van?

—Da la impresión de que voy a sacar un bien en matemáticas.

Ella abrió los ojos como platos.

—¡Oh! Lo siento.

Roben se echó a reír.

—No. Ésas son las buenas noticias. Antes del Alzheimer ni siquiera habría sido capaz de comprender los problemas.

Ella le dedicó una sonrisa forzada.

—Vale, entonces estupendo.

—Mmm. Un… amigo… me contó que a los chicos de vuestras asignaturas se les dan muy bien esas cosas.

—Conocemos las herramientas.

—Creo que se me podrían dar mucho mejor las matemáticas —dijo Robert, casi hablando consigo mismo—. Incluso podría ser divertido aprender. —Claro estaba que, si sus planes para los próximos días salían como esperaba, recuperaría la poesía y nada de aquello tendría importancia.

En esta ocasión Miri sonrió más contenta.

—¡Seguro que podrías! Ya sabes… yo podría ayudarte. La verdad es que me gustan las matemáticas y tengo todo tipo de heurísticas personalizadas. Entre semestres podría enseñarte a usarlas. —Su tono cambió a la modalidad líder cuando se puso a planificarle las vacaciones.

Es la Alice que lleva dentro, pensó Robert. Casi sonrió.

—Alto, todavía quedan exámenes finales que aprobar. —Pensó en los últimos planes de Juan para la presentación. Al chico le iba bien. Era Robert el que tenía problemas con lo suyo, con los gráficos y la interfaz—. En eso es en lo que verdaderamente necesito ayuda.

Miri apartó la vista de pronto.

—¡No te ayudaré a hacer trampas, Robert!

Los dos se detuvieron y se miraron.

—¡No me refiero a eso, Miri! —Luego pensó en lo que le había dicho a la niña. Dios, antaño insultaba a todo el mundo continuamente, pero sabía que lo estaba haciendo—. En serio. Simplemente quería decir que los exámenes finales son un problema, ¿vale?

Lena —› Miri, Xiu: ‹ms› Tranquilidad, niña. Ni siquiera yo creo que Robert esté tramando nada.‹/ms›

Xiu —› Lena, Miri: ‹ms› Entonces, es la primera vez.‹/ms›

Miri le miró un segundo más. Luego emitió un extraño sonido que debía de ser una risita.

—Vale. Debería haber sabido que un Gu no haría trampas. Es simplemente que me pongo furiosa con algunos chicos del grupo de estudio. Les digo lo que hay que hacer. Les digo que no hagan trampas. Y, sin embargo, siempre están forzando los protocolos de colaboración. —Echó a andar otra vez, y Robert la imitó—. En realidad —dijo—, simplemente estoy charlando. Vengo en una misión. Hay algo que debo decirte.

—¿Sí?

—Sí. Bob quiere mandarte fuera del estado. Cree que intentaste pegar a Alice. —Una pausa, como si esperase la defensa.

Pero Robert se limitó a asentir, recordando la mirada de Bob. Así que Al Final del Arco Iris estaba demasiado cerca.

—¿Cuánto tiempo me queda?

—Eso es lo que vengo a decirte, que no te preocupes. Verás… —Resultaba que había salido en su defensa la persona más improbable, a saber, la propia coronel Alice en persona. Aparentemente, no se había sentido amenazada en lo más mínimo—. Alice sabía que simplemente estabas desesperado, es decir… —Miri usó eufemismos para evitar el insulto y el lenguaje soez: en resumen, Alice creía que era un viejo loco. Los viejos locos tienen que ir continuamente al baño; se concentran excesivamente en ese problema. Más aún, cuando la había agarrado, Alice no había creído que la estuviese atacando. Robert recordó el golpe que se había dado contra la jamba después de tropezar con los pies de Alice. Cinturón negro de algo debía formar parte del abanico de ESR de Alice. Ella era la peligrosa. Pobre Alice, pobre Bob. Pobre Miri.

»En cualquier caso, le dijo a Bob que estaba reaccionando exageradamente y que te hace falta ir al instituto. Alice dice que te puedes quedar siempre que tu comportamiento… —Enmudeció y le miró. No sabía cómo transmitir diplomáticamente el resto: siempre que no vuelvas a machacar a mi hija.

—Te comprendo, Miri. Seré bueno.

—Bien. Vale. —La niña miró a su alrededor—. Yo, bueno… supongo que es todo lo que tenía que decirte. Te dejaré con… con lo que sea que estés haciendo. Buena suerte con los exámenes finales.

Volvió a subirse a la bicicleta e industriosamente se alejó pedaleando. La vieja bicicleta sólo tenía tres velocidades. Robert cabeceó, pero no pudo evitar sonreír.

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