2 TORMENTA DE NIEVE

El casco de los restos de la nave se inclinaba en todas direcciones, torciéndose hacia un lado, luego hacia el otro, y arqueándose hacia arriba. Había luces empotradas en el centro de lo que se había transformado en el techo, justo encima del peculiar suelo vidriado; los reflejos centelleaban desde la cristalina y arremolinada superficie distorsionada, y desde los muñones de equipamiento inidentificable que sobresalían por encima.

Quilan intentó encontrar un lugar donde mantenerse en pie, donde le pareciera que distinguiría sobre qué se mantenía en pie y, a continuación, desconectó el campo antigravitatorio de su traje y posó los pies sobre la superficie. Resultaba difícil de determinar por culpa de las botas, pero parecía que el tacto del suelo era lo que aparentaba ser: cristal. La rotación del armazón había producido lo que parecía un cuarto de gravedad. Quilan palpó las cintas de sujeción de su abultada mochila.

Miró a su alrededor y levantó la vista. La superficie interior del armazón parecía muy deteriorada. Había varias hendiduras y una serie de orificios dispersos, algunos circulares y otros elípticos, pero todos bastante simétricos y pulidos, como parte del diseño; ninguno atravesaba por completo el material y ninguno era desigual. La única abertura que conducía al exterior estaba justo en el morro de la nave, a setenta metros de su posición, aproximadamente en el centro de la masa de suelo en forma de cuchara. El armazón había sido perforado semanas antes para facilitar el acceso una vez que el casco se había situado y asegurado. De esa forma fue como consiguió entrar.

Quilan vio varias secciones desteñidas en la superficie del armazón que no tenían buen aspecto, así como varios tubos y cables colgando, cerca que las luces recién emplazadas. Una parte de él se preguntó para qué se habrían molestado con aquello. El interior de la nave había sido evacuado, abierto al espacio; nadie habría llegado hasta allí sin un traje completo, con su concomitante equipamiento sensorial que hacía que las lámparas resultasen totalmente innecesarias. Quilan miró al suelo. Tal vez los técnicos eran supersticiosos, o simplemente, sensibles. La iluminación convertía a aquel lugar en algo menos intimidatorio, menos hechizado.

Podía entender que deambular por allí con la única compañía de las radiaciones ambientales, que afectaban a los sentidos magnificados, podía provocar terror a cualquiera que tuviese una naturaleza sensible. Habían encontrado la mayor parte de lo que esperaban hallar, suficiente como para salvar a dos mil almas más. Pero, claramente, no era lo bastante como para satisfacer sus propias esperanzas. Echó otro vistazo. Parecía que habían retirado todo el equipamiento sensorial y de monitorización que habían empleado para inspeccionar los restos de la nave privada Tormenta de nieve.

A través de sus botas, Quilan sintió una sacudida. Miró hacia un lado, justo en el momento en que la proa de la nave se recolocaba en su lugar. Encerrado en aquel buque de la muerte. Por fin.

~ Aislamiento establecido, dice —dijo una voz en su cabeza. La máquina de su mochila produjo una leve vibración.

~ Dice que la proximidad de los sistemas del traje interfiere con sus instrumentos. Tendrás que desconectar tu comunicador. Ahora dice: por favor, retire la mochila de su espalda.

~ ¿Podremos seguir hablando?

~ Tú y yo podremos seguir hablando entre nosotros, y la nave podrá seguir hablando conmigo.

~ De acuerdo respondió Quilan, descolgándose la mochila. ¿Las luces están bien?

~ Son solo luces, nada más.

~ ¿Dónde puedo poner…? empezó a decir, pero la mochila empezó a tornarse ligera en sus manos y a apartarse de él.

~ Quiere saber si tiene su propia fuerza motriz —le informó la voz de su cabeza.

~ Por supuesto que sí. Dile que vaya rápido, ¿de acuerdo? Dile que tenemos presión temporal porque hay un buque de guerra de la Cultura que se dirige hacia nuestra posición, para…

~ ¿Crees que eso supondrá alguna diferencia, comandante?

~ No lo sé. Dile también que tenga precaución.

~ Quilan, creo que se limitará a hacerlo que deba hacer, pero si realmente quieres que…

~ No. No; lo siento. No lo hagas.

~ Sé que esto es muy duro para ti, Quil. Te dejaré a solas un rato, ¿de acuerdo?

~ Bien. Gracias.

La voz de Huyler se desconectó. Daba la impresión que un mínimo zumbido en la frontera del oído hubiera desaparecido de pronto.

Quilan miró al dron militar durante un momento. La máquina era de color gris argentado y de aspecto bastante anodino, como la mochila de un traje espacial antiguo. Flotaba en silencio, aproximadamente a un metro del suelo, en dirección al extremo más cercano de la nave para iniciar el patrón de búsqueda.

Quilan pensó que sería pedir demasiado. Las posibilidades eran demasiado remotas. Ya era un pequeño milagro el haber descubierto algo en aquel desalentador entorno y el poder rescatar a aquellas almas de semejante destrucción una segunda vez. Pedir más… probablemente no tenía sentido, pero era natural.

¿Qué criatura inteligente dotada de juicio y sentimiento iba a actuar de otro modo? Siempre se quiere más. Siempre se dan por sentado los éxitos pasados y se asume que marcan el camino hacia futuros triunfos. Pero el universo no tiene en cuenta los intereses de las distintas civilizaciones, y pretender que así sea sería cometer el más calamitoso y craso de todos los errores.

Tener la esperanza que albergaba Quilan, una esperanza contra toda probabilidad y estadística, y en aquel contexto, también contra el propio universo, era algo lógico, pero también vano. El animal que había en él ansiaba algo que su cerebro superior sabía que no ocurriría. Y aquel era el punto central en el que se encontraba, el frente en el que sufría: la lucha de las simplicidades químicas del cerebro inferior, con su deseo en contra de la fulminante realidad, refugiada en la conciencia. Ninguno de los dos bandos podía rendirse ni ganar terreno. El fragor de la batalla le ardía en la mente.

Se preguntó si, pese a lo que habían dicho, Huyler podía escuchar algún indicio de todo aquello.


< < <

~ Todas las pruebas confirman que la interfaz se ha recuperado completamente. Se han completado todas las comprobaciones de errores. Ahora está lista para la interacción y la descarga anunció la hermana técnica. Parecía que pretendía sonar más a máquina que las propias máquinas.

Quilan abrió los ojos y parpadeó. Miró hacia la luz durante un segundo. Los auriculares que llevaba solo eran visibles desde el rabillo de los ojos. La butaca reclinada sobre la que descansaba era firme, pero confortable. Se encontraba en las instalaciones médicas de la nave templo Piedad, de las Hermanas Mendicantes. A través de los relucientes e impecables estantes de productos y equipamientos médicos, cerca de un lado de algo sucio y abollado del tamaño de una cabina de refrigeración doméstica, la hermana técnica que le hablaba era una jovencita de expresión grave en el rostro, cubierta de pelo marrón oscuro y con la cabeza parcialmente afeitada.

~ Voy a descargarlo ahora mismo continuó. ¿Quiere interactuar inmediatamente?

~ Sí, quiero.

~ Un momento, por favor.

~ Espere. ¿Qué es lo que va a… experimentar?

~ Conciencia. Visión, alimentada a través de su cámara. La hermana palpó una minúscula vara que sobresalía de sus auriculares. Oído, en forma de la voz que usted emite. ¿Continúo?

~ Sí.

Se oyó la mínima expresión de un siseo, y luego una profunda voz masculina que dijo, en tono adormilado:

~ … siete, ocho… nueve… ¿Hola? ¿Qué? ¿Qué sitio es este? ¿Qué es esto? ¿Dónde…? ¿Qué ha pasado?

Era una voz que pasó de una farfullada somnolencia a una atemorizada confusión, y, a continuación, a un determinado grado de control, en tan solo unas cuantas palabras. Sonaba más joven de lo que Quilan esperaba. Imaginó que tampoco era necesario que sonase mayor.

~ Sholan Hadesh Huyler respondió pausadamente. Bienvenido de nuevo.

~ ¿Quién es? No puedo moverme. —Aún quedaba un rastro de incertidumbre y ansiedad en la voz. Esto no es… el más allá, ¿verdad?

~ Mi nombre es comandante Quilan IV de Itirewein Llamado-a-Armas-de-Entregados. Siento que no pueda moverse, pero no se preocupe. Su interfaz de personalidad todavía se encuentra en el sustrato original en el que fue almacenado, en el Instituto de Tecnología Militar de Cravynir, en Aorme. En estos momentos, está en un sustrato de a bordo de la nave templo Piedad, que órbita en torno a una luna del planeta Reshref Cuatro, en la constelación del Arco, junto con los restos del transbordador estelar Tormenta de nieve.

~ Aja. Bien. Y dice que es usted comandante. Yo era almirante general. Lo supero en jerarquía.

Ahora la voz se controlaba a la perfección. Mantenía el tono profundo, pero era tajante. La voz de alguien acostumbrado a dar órdenes.

~ Su rango era superior al mío al morir, sin duda, señor.

La hermana técnica ajustó algo en la consola que tenía delante.

~ ¿De quién son esas manos? Parecen femeninas.

~ Pertenecen a la hermana técnica que cuida de nosotros. La perspectiva de usted nace de unos auriculares que lleva puestos.

~ ¿Puede oírme?

~ No.

~ Pídale que se los quite y me muestre su aspecto.

~ ¿Está…?

~ Por favor, comandante.

Quilan se oyó suspirar. Pidió a la hermana técnica lo que Huyler le había solicitado. Ella lo hizo, pero con expresión de preocupación.

~ Tiene un aspecto agrio, francamente. Podía no haberme empeñado en verla, la verdad. Bien, entonces, ¿qué ha ocurrido, comandante? ¿Qué estoy haciendo aquí?

~ Han sucedido muchas cosas. Tendrá un informe histórico completo a su debido tiempo.

~ ¿Fecha?

~ Nueve de primavera de 3455.

~ ¿Sólo han pasado ochenta y seis años? Pues me esperaba más. Dígame, ¿por qué me han resucitado?

~ Francamente, no lo tengo muy claro.

~ Entonces, francamente, creo que debería ponerme en contacto rápidamente con alguien que realmente lo sepa.

~ Ha habido una guerra, señor.

~ ¿Una guerra? ¿Contra quién?

~ Contra nosotros mismos. Una guerra civil.

~ ¿Relacionada con las castas?

~ Sí, señor.

~ Supongo que era de esperar. Entonces, ¿he sido reclutado? ¿Los muertos se utilizan como reservas?

~ No, señor. La guerra ha terminado. Actualmente, estamos viviendo un periodo de paz, pero habrá cambios. Hubo una tentativa de rescatarlo a usted y a las otras personalidades almacenadas en el sustrato del Instituto Militar durante la guerra, en el que yo también participé, pero que solo tuvo éxito de forma parcial. De hecho, hasta hace unos días, pensábamos que había sido un fracaso absoluto.

~ Entonces, ¿me han devuelto a la vida para apreciarlas glorias manifiestas del nuevo orden? ¿Para reeducarme? ¿Para reparar incorrecciones pasadas? ¿O qué?

~ Nuestros superiores creen que puede ayudar en una misión a la que ambos nos enfrentamos.

~ ¿Ambos? Aja. Exactamente, ¿de qué misión se trata, comandante?

~ Por el momento, no puedo avanzar nada, señor.

~ Parece preocupantemente ignorante para ser el que maneja los hilos aquí.

~ Lo siento. Creo que mi actual falta de conocimiento podría deberse a un procedimiento de seguridad. Pero me parece que su experiencia y habilidad con respecto a la Cultura podrían resultar de gran ayuda.

~ Mis ideas sobre la Cultura eran políticamente impopulares incluso cuando estaba vivo. Precisamente, esa fue una de las razones por las queme ofrecieron almacenarme en Aorme en lugar de morir e ir al cielo, o darme cabezazos contra alguna pared de la sede de las Fuerzas Combinadas de Inteligencia. ¿Me está diciendo que los jefazos han cambiado de idea respecto a mí?

~ Es posible. Quizá sus conocimientos sobre la Cultura han demostrado ser de utilidad.

~ ¿Incluso pese a tener ocho décadas y media de antigüedad?

Quilan hizo una breve pausa, tras la que expresó algo que llevaba preparando varios días, desde que habían redescubierto el sustrato.

~ Ha costado mucho esfuerzo y dedicación recuperarlo a usted y prepararme a mí para mi misión. Espero que todo ese trabajo no haya sido en vano o vaya a desperdiciarse.

Huyler guardó silencio durante un momento.

~ En esa máquina del Instituto, había otros quinientos a mi lado. ¿Ellos también han vuelto?

~ La cifra final de almacenados rondaba el millar, pero sí, todos parecen haber cruzado, aunque usted es el único que ha sido revivido hasta el momento.

~ Bien, soldado. Entonces podría empezar contándome qué es lo que sabe sobre esta misión.

~ Solo conozco lo que podría definirse como la historia «tapadera», señor. Me han inducido a olvidar el auténtico objetivo de la misión por ahora.

~ ¿Cómo?

~ Es una medida de seguridad. Le contarán todos los detalles de la misión y usted no los olvidará. Y yo debería ir recordando gradualmente cuál es mi cometido, pero en caso de que algo fallase, usted sería la reserva, la copia de seguridad.

~ ¿Temen que alguien pueda leer su mente, comandante?

~ Supongo que sí.

~ Aunque, por supuesto, la Cultura no hace esas cosas.

~ Eso nos han dicho.

~ Precaución absoluta, ¿no? Debe de tratarse de una misión importante. Aunque, si puede recordar que tiene una misión secreta…

~ Me han informado formalmente de que también olvidaré eso en un día o dos.

~ Bueno, suena muy interesante. ¿Cuál será la historia tapadera, entonces?

~ Yo acudiré a una misión cultural diplomática en uno de los mundos de la Cultura.

~ ¿Una misión cultural Cultural?

~ En cierto sentido, sí.

~ Era broma, hijo. Relaje un poco ese congelado esfínter, ¿quiere?

~ Lo siento, señor. Necesito su aprobación para emprender la misión y para transferirlo a otro sustrato de mi interior. Es un proceso que puede llevar cierto tiempo.

~ ¿A otra máquina que está dentro de usted, dice?

~ Sí, señor. Hay un dispositivo dentro de mi cráneo, diseñado para aparentar ser un Guardián de Almas corriente, pero que puede almacenar su personalidad.

~ Pues no tiene usted la cabeza tan grande, comandante.

~ El dispositivo no mide más de un dedo, señor.

~ ¿Se puede hacer algo tan inteligente y tan pequeño?

~ Sí, señor, se puede. Pero, probablemente, no es el momento de entrar en detalles técnicos.

~ Le ruego me disculpe, comandante, pero, para un soldado de la vieja escuela, la guerra en general y las misiones en particular se basan casi en su totalidad en los detalles técnicos. Además, me está presionando, hijo. Usted tiene la sartén por el mango. Yo tengo ochenta y seis años que recuperar, y ni siquiera sé si me está diciendo la verdad. Todo lo que me cuenta suena muy, pero que muy sospechoso. Y eso de ser transferido dentro de usted… ¿me está diciendo que ni siquiera voy a tener mi propio cuerpo?

~ Siento que no haya habido más tiempo para informarle, señor. Pensábamos que lo habíamos perdido. Dos veces, en cierto modo. Cuando descubrimos que su sustrato había sobrevivido, ya me habían encomendado mi misión. Y sí, su consciencia será completamente transferida al sustrato del interior de mi cuerpo. Usted tendrá acceso a todos mis sentidos y podremos comunicarnos, aunque usted no podrá controlar mis movimientos a menos que yo quede profundamente inconsciente o sufra una muerte cerebral. El único detalle técnico que conozco es que el dispositivo es una matriz de nanoespuma cristalina que está enlazada con mi cerebro.

~ Entonces, ¿solo me necesitan para acompañarlo? ¿Qué mierda de perfil de misión es ese? ¿Para quién trabaja, comandante?

~ Será una experiencia nueva para ambos, señor. Para mí, todo un privilegio. Creen que su presencia y sus consejos aumentarán las posibilidades de éxito de la misión. En cuanto a su última pregunta, he sido entrenado e informado por un equipo dirigido por estodien Visquile.

~ ¿Visquile? ¿Ese viejo horror todavía vive? Lo llevo claro.

~ Le manda saludos, señor. Tengo una comunicación personal y privada suya dirigida a usted.

~ Usted dirá, comandante.

~ Señor, se nos ocurrió que desearía algo más de tiempo para…

~ Comandante Quilan, me da la impresión de que me están arrastrando a algo bastante sospechoso. Seré sincero con usted, joven; no es probable que acepte tomar parte en su misión desconocida, incluso tras escuchar el mensaje de Visquile, pero tenga claro que no lo haré ni por casualidad si no oigo cualquier gilipollez que ese tipejo quiera decirme. ¿Me he explicado con claridad?

~ Con una claridad extrema, señor. Hermana técnica, ¿podría hacer el favor de reproducir el mensaje de estodien Visquile a Hadesh Huyler?

~ En proceso respondió ella.

Quilan se quedó a solas con sus pensamientos. Se percató de lo tensa que había sido la comunicación con el fantasma de Hadesh Huyler, y relajó deliberadamente su cuerpo, destensó los músculos y estiró la espalda. De nuevo, su mirada se posó sobre las relucientes superficies de las instalaciones médicas, pero lo que estaba viendo era el interior del casco de la nave Tormenta de nieve.

Ya había estado a bordo una vez, mientras aún intentaban localizar y extraer el alma de Huyler de entre las otras mil almacenadas dentro del sustrato recuperado, que habían situado en los restos de la nave con un dron militar especialmente adaptado. Le habían prometido que, posteriormente, si había tiempo, le permitirían regresar allí junto con aquel dron para intentar rastrear otras almas que las búsquedas originales hubieran podido pasar por alto.

Pero el tiempo se estaba agotando. Le había llevado tiempo obtener el permiso para lo que quería hacer, y a los técnicos militares les estaba llevando tiempo la realización de los ajustes de la máquina. Mientras tanto, les habían comunicado que el buque de guerra de la Cultura estaba de camino, a tan solo unos días de allí. En aquellos momentos, los técnicos se mostraban pesimistas ante la perspectiva de poder terminar el dron a tiempo.

La imagen del malogrado casco de la nave parecía haber quedado incrustada en su cerebro.

~ ¿Comandante Quilan?

~ ¿Señor?

~ Solicitamos permiso para la introducción.

~ Concedido, señor. ¿Hermana técnica? Transfiera a Hadesh Huyler al sustrato del interior de mi cuerpo.

~ Ahora mismo contestó ella. En proceso.

Quilan se había preguntado varias veces si sentiría algo. Y así fue: un cosquilleo, y luego una sensación de calor en la nuca. La hermana técnica le mantuvo informado durante todo el proceso; la transferencia marchaba bien y tardaba unos dos minutos. La comprobación de que todo estaba en orden llevó el doble de tiempo.

Qué extraños destinos sueñan nuestras tecnologías para nosotros —pensó mientras estaba allí tumbado. Aquí estoy yo, un macho embarazado del fantasma de un viejo soldado muerto, para viajar juntos más allá de los límites de una luz más antigua que nuestra civilización, y desempeñar una tarea para la que llevo formándome durante casi un año y sobre la que, actualmente, apenas tengo conocimiento.

Su nuca se estaba enfriando. Pensó que la temperatura de su cabeza había aumentado ligeramente con respecto a hacía unos minutos. Tal vez fueran imaginaciones suyas.

Pierdes a tu amor, tu corazón, tu verdadera alma —pensó— y ganas… «un destructor terrestre» —la escuchó decir, con falsedad, con alegría, dentro de su mente, mientras el cielo empapado por la lluvia centelleaba sobre ella y el gran peso lo inmovilizaba del todo. Ciertos recuerdos de aquel dolor y desesperación le llenaron los ojos de lágrimas.

~ Proceso completado.

~ Probando, probando —dijo la voz seca y lacónica de Hadesh Huyler.

~ Hola, señor.

~ ¿Está bien, hijo?

~ Sí, señor.

~ ¿Le ha dolido, comandante? Parece algo… molesto.

~ No, señor. Es solo un antiguo recuerdo. ¿Cómo se siente?

~ Bastante raro, la verdad. Me atrevería a decir que me acostumbraré. Parece que todo se está poniendo en su sitio. Mierda, esa técnica no tiene mejor aspecto a través de unos ojos que el que tenía a través de una cámara.

Por supuesto, Huyler podía ver lo que veía Quilan. Antes de que este pudiera responder, Huyler añadió:

~ ¿Seguro que está bien?

~ Afirmativo, señor. De verdad.


> > >

Quilan permaneció de pie en el interior del casco de la nave Tormenta de nieve. El dron militar rastreaba de un lado al otro, casi tocando el suelo llano, siguiendo un patrón de rejilla. Pasó sobre el hoyo por donde habían arrancado el sustrato de Aorme.

A lo largo de los dos días que habían transcurrido desde el hallazgo del sustrato, Quilan había convencido a los técnicos de que merecía la pena recalibrar al dron para que buscase sustratos de menor tamaño del de Huyler, sustratos de la talla de un Guardián de Almas, en realidad. Ya habían llevado a término un rastreo estándar, pero era necesario intentar echar un vistazo más minucioso. Las Hermanas Mendicantes de la nave templo lo habían ayudado a convencerlos: cualquier oportunidad de rescatar un alma debía aprovecharse en todo su potencial.

No obstante, cuando el dron ya estuvo preparado, la nave de la Cultura que debía transportarlo en la primera etapa de su viaje ya estaba empezando a aminorar la marcha. El dron militar tendría tiempo para un solo rastreo. Nada más que uno.

Quilan lo observó detenidamente, siguiendo la cuadrícula invisible sobre el suelo llano. Miró a través del agujereado casco de la nave.

Intentó recrear en su mente el interior del buque, cómo era cuando estaba intacto, y se preguntó en qué zona había estado ella, por dónde se había movido y dónde había apoyado la cabeza para dormir en la falsa noche de la nave.

Las unidades principales de control podían haber estado allí arriba, ocupando la mitad del espacio del buque, el hangar para las naves pequeñas en popa, las cubiertas a un lado y al otro, las cabinas individuales aquí o allá…

Quilan pensó que tal vez todavía existía una posibilidad, quizá los técnicos se habían equivocado y todavía quedaba algo por encontrar. El casco de la nave solo se mantenía gracias a alguna forma de energía. Todavía no comprendían todo respecto a aquellos inmensos buques. Tal vez en algún lugar, entre todos aquellos restos…

La máquina flotó hacia él, con el reflejo de las parpadeantes luces del techo sobre su caparazón. Quilan la miró.

~ Siento interrumpir, Quil, pero quiere que te apartes de en medio.

~ Por supuesto. Lo siento. Quilan se retiró a un lado, con un nivel decente de agilidad, esperaba. Llevaba tiempo sin ponerse un traje.

~ Te dejaré solo de nuevo.

~ No, no hace falta. Hable, si quiere hablar.

~ De acuerdo. Me estaba preguntando…

~ ¿El qué?

~ Llevamos mucho tiempo haciendo trabajos técnicos y de calibración, pero no hemos tocado ninguna de las suposiciones básicas que se han creado aquí, como, por ejemplo, ¿es realmente cierto que podemos oírnos cuando hablamos así, pero no cuando pensamos? La distinción me parece demasiado sutil.

~ Bueno, eso es lo que nos han dicho. ¿Por qué lo pregunta? ¿Ha sentido alguna especie de…?

~ No. Es solo que, cuando miras algo a través de los ojos de otra persona y piensas algo, al rato empiezas a preguntarte si lo que has pensado es real o se trata de alguna especie de telepatía de lo que piensa el otro.

~ Creo que entiendo a lo que se refiere.

~ Entonces, ¿podemos comprobarlo?

~ Supongo que sí, señor.

~ De acuerdo. A ver si capta lo que estoy pensando.

~ Señor, no creo… Pensó, pero se hizo un silencio, como si sus propios pensamientos se hubieran cortado. Esperó unos segundos más. Y luego otros tantos. El dron continuaba con su patrón de búsqueda, cada vez alejándose más de él.

~ ¿Y bien? ¿Ha captado algo?

~ No, señor. Escuche, yo…

~ No sabe lo que se ha perdido, comandante. Bien, su turno. Adelante, piense en algo. Cualquier cosa.

Quilan suspiró. La nave enemiga… no, mejor no pensar en ellos de ese modo… El buque podía estar al caer. Sintió que lo que Huyler y él estaban haciendo en aquellos momentos era una completa pérdida de tiempo, pero, por otro lado, no podían hacer nada para que el dron desempeñase su tarea con mayor rapidez, de forma que tampoco estaban desperdiciando nada. En realidad, qué más daba.

Le pareció un intervalo extraño, el hecho de encontrarse en aquel mausoleo hermético, de pie en medio de aquella desolación, con otra mente dentro de la suya, intercambiando ausencias frente a una misión sobre la que apenas sabía nada.

Y también pensó en la larga avenida de la antigua Briri, en otoño, cuando ella caminaba sobre las alfombras ámbar de hojas secas, desatando explosiones doradas de hojas en el aire. Pensó en la ceremonia de su boda, en los jardines de la finca de su padre, en el reflejo del puente ovalado sobre el lago. Mientras pronunciaban los votos, una ráfaga de viento procedente de las colinas había enturbiado y borrado aquella imagen, mientras se llevaba algunos sombreros y hacía volar la sotana del sacerdote. Pero la misma brisa fuerte, con aroma a primavera, había acariciado las copas de los árboles y esparcido una nube de flores blancas que cayó en torno a ellos como si fuera nieve.

Varios de los pétalos seguían reposando sobre su pelo y sus pestañas al final del oficio, cuando él se volvió hacia ella, retiró su cinturón ceremonial y el de su esposa, y la besó. Sus amigos y familiares prorrumpieron en vítores; lanzaron sombreros al aire, algunos de los cuales fueron atrapados por una nueva racha de viento y terminaron posándose en el lago y navegando a través de las pequeñas olas, como una exquisita flotilla de navíos de vivos colores.

Pensó de nuevo en su rostro, en su voz, en aquellos últimos momentos. Vive por mí, le había pedido y hecho prometer. ¿Cómo iban a saber que sería una promesa que ella nunca podría mantener y que él viviría para seguir recordando?

La voz de Huyler lo interrumpió.

~¿Ha pensado en algo, comandante?

~ Sí, señor. ¿Ha captado algo?

~ No. Solo aspectos fisiológicos. Parece que seguimos teniendo cierto grado de privacidad. Ah; la máquina dice que ya ha terminado.

Quilan miró al dron, que había llegado al otro extremo del suelo de la nave.

~ ¿Qué es lo que…? Huyler, ¿puedo hablar directamente con esa cosa?

~ Creo que puedo arreglarlo, ahora que ha terminado. Pero yo podré oír de todas formas.

~ No me importa. Yo sólo…

~ Aquí. Prueba.

~ ¿Máquina? ¿Dron?

~ Sí, comandante Quilan.

~ ¿Hay otras personalidades aquí, en algún lugar del casco de la nave?

~ No. Solo la que me encargaron rescatar antes, que ahora comparte coordenadas con usted, la del almirante general Huyler.

~ ¿Seguro? preguntó Quilan, intentando disimular cualquier atisbo de esperanza y desesperación que pudiera teñir sus palabras.

Sí.

~ ¿Y en el material del propio casco?

~ Eso no es relevante.

~ ¿Lo has escaneado?

~ No puedo. No está abierto a mis sensores.

La máquina era meramente inteligente, pero no sensible. Con toda probabilidad, no habría podido reconocer las emociones latentes tras las palabras de Quilan, aunque estas se hubieran hecho notar.

~ ¿Estás absolutamente seguro? ¿Lo has escaneado todo?

~ Estoy seguro, sí. Las únicas tres personalidades presentes en el casco de la nave, en cualquier forma apreciable para mis sentidos, son usted, la personalidad a través de la cual me comunico con usted, y la mía propia.

Quilan miró hacia el suelo que yacía bajo sus pies. Estaba claro que no había esperanza.

~ De acuerdo dijo. Gracias.

~ No hay de qué.

Al final, se había marchado definitivamente y para siempre. Había desaparecido de una forma nueva, sin lo reconfortante de la ignorancia, y sin apelación. Antes, creíamos que el alma podía salvarse. Ahora, nuestra tecnología, nuestra comprensión ampliada del universo y nuestra vanguardia en el más allá nos han robado nuestras irreales esperanzas y las han remplazado con sus propias normas y leyes, con su propia álgebra de salvación y continuidad. Nos han proporcionado un ápice de cielo, y han intensificado la realidad de nuestra desesperación cuando sabemos que existe realmente y que no encontraremos allí a aquellos a quienes amamos.

Quilan encendió su comunicador. Había un mensaje. «Están aquí», rezaban las letras en la pequeña pantalla del traje. Era de hacía once minutos. Había transcurrido más tiempo del que había calculado.

~ Parece que ha llegado nuestro transporte.

~ Sí. Les haré saber que estamos listos.

~ De acuerdo, comandante.

Aquí el comandante Quilan transmitió. Comprendo que nuestros invitados han llegado.

Comandante. Era la voz del coronel Ustremi, dirigente principal de la misión. ¿Todo bien?

Todo bien, señor. Quilan miró a través del suelo vidriado y echó un rápido vistazo a su alrededor. Todo bien.

¿Encontraste lo que estabas buscando, Quil?

No, señor.

Lo siento, Quil.

Gracias, señor. Podemos abrir de nuevo la escotilla. La máquina ya ha terminado su trabajo. A ver si los técnicos pueden encontrar algo excavando.

De acuerdo. Procedemos a la apertura. Uno de nuestros invitados quiere entrar a saludar.

¿Aquí? preguntó Quilan, observando cómo se desplazaba el minúsculo cono en la proa de la nave.

Sí. ¿Hay algún problema?

No, supongo que no. Quil miró de nuevo al dron, que flotaba en el aire, en el punto en el que había concluido su búsqueda. Dígale a su máquina que se desconecte primero, ¿de acuerdo?

Dron.

El dron militar se posó sobre el suelo.

De acuerdo. Ya pueden entrar.


* * *

La silueta apareció entre la oscuridad de la escotilla abierta. Parecía humana, pero podía no serlo; un hombre no habría sobrevivido mejor que él en aquel desastre sin un traje adecuado.

Quilan subió el aumento del visor, enfocando a la criatura mientras esta empezaba a descender la rampa hacia el interior del casco de la nave. El bípedo parecía tener la piel negra como la tinta, y vestía de color gris plateado. Tenía aspecto de estar muy delgado, pero entonces, todos lo estaban. Sus pies tocaron la superficie plana que Quilan pisaba y empezaron a acercarse a él. Balanceaba los brazos al caminar.

~ Parecerían presas si tuvieran más carne.

Quilan no respondió. La ventana ampliada de su visor mantuvo a la criatura con el mismo aumento hasta que la diferencia entre dicha ventana y el resto de la vista desapareció. Su rostro era estrecho y afilado, con una nariz delgada y puntiaguda, y los ojos pequeños y de un color azul intenso, rodeados de blanco, que destacaban en aquella cara oscura como la noche.

~ Mierda. Así, de cerca, ya no parece tan apetitoso.

¿Comandante Quilan? dijo la criatura. La piel que rodeaba sus ojos se movió al pronunciar aquellas palabras, pero su boca permaneció estática.

respondió.

Encantado de verlo. Soy el avatar de la Unidad de Ofensiva Rápida Valor de incordio. Es un placer conocerlo. He venido para llevarlo en la primera etapa de su viaje al orbital de Masaq.

Muy bien.

~ Sugerencia rápida: pregúntele cómo debe dirigirse a él.

¿Tiene algún nombre, o algún rango? ¿Cómo debo llamarlo?

Yo soy la nave respondió la criatura, levantando y dejando caer sus escuálidos hombros. Llámeme Incordio, si quiere. O Avatar. O, simplemente, Nave. Su boca se torció levemente a los lados.

~ O abominación, ya puestos.

Muy bien, Nave.

De acuerdo. Levantó las manos. Solo quería saludarle personalmente. Estaremos esperando. Háganoslo saber cuando esté listo para marchar. Sus ojos recorrieron el lugar. Dijeron que no había problema con que viniese aquí. Espero no haber interrumpido nada.

Ya había terminado. Estaba buscando algo, pero no lo he encontrado.

Lo siento.

~ Más te vale, puto espárrago.

Gracias. ¿Nos vamos?

Quilan emprendió el camino hacia el círculo nocturno que se abría en la proa de la nave. El avatar caminó junto a él, y miró al suelo durante un segundo.

¿Qué es lo que le ha ocurrido a este buque?

No lo sabemos con exactitud repuso Quilan. Perdió una batalla. Algo lo atacó y lo destrozó. El casco perduró, pero todo lo que había en el interior quedó destruido.

Estado de fusión compactada asintió el avatar. ¿Y la tripulación?

Estamos caminando sobre ella.

Lo siento. Inmediatamente, la criatura se elevó a medio metro del suelo. Dejó de efectuar el movimiento de caminar y adoptó una posición sentada. Cruzó brazos y piernas. Esto sucedió en la guerra, imagino.

Llegaron a la rampa y empezaron a subir. Quilan siguió caminando y se volvió un momento hacia la criatura.

Efectivamente, Nave le dijo. Sucedió durante vuestra guerra.

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