TRATADO DE HÖLDER

No hay duda de que los siete dioses en fila de los que nos habla la profecía de Oma se refieren a una conjunción astral.


Los siete dioses en fila saludarán su entronización.


El Sol y la luna, indiscutibles dioses del día y la noche, pareja eterna y amantes imposibles, son los primeros. Los cinco restantes serán pues los planetas más visibles, caprichosos y cambiantes de la esfera celeste. Júpiter el principal, dios de dioses; Marte el de color sangre en honor al dios de la guerra; Venus el más luminoso como el amor; Mercurio el más cercano al Sol, mensajero de dioses; y Saturno el más lento, el dios del tiempo.


Y así será la conjunción que anuncia O cuando Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno acompañados del Sol y la Luna se alineen en una gran conjunción planetaria precedida poco tiempo antes por la danza de padre e hijo en el agua. Recordemos el otro verso de la profecía sobre el que se han vertido ríos de tinta.


Padre e hijo danzarán ¡untos en la morada del agua.


Y a pesar de las críticas que suscitó la arriesgada suposición de Otero, me he propuesto desarrollar en las páginas siguientes la confirmación de su hipótesis, de que efectivamente se trata de la conjunción de Júpiter y Saturno en Piscis. Me remitiré igualmente a los cálculos de Kepler al respecto y a su acertada suposición de que ambos fenómenos se producirán en un intervalo temporal relativamente corto que reduce el campo de las probabilidades a muchas menos de las que se habían barajado.


El tiempo de la elegida está muy, muy próximo.


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