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UN HORRIBLE estruendo llenó el aire. Un estruendo de refriega. De muerte.

Los ojos de Thomas se abrieron de repente. Se sentó y se estremeció ante el dolor que le bombardeaba la cabeza.

– ¿Lo averiguaste? -inquirió Mikil, inclinándose en una rodilla al lado de él.

– ¿Averiguar qué?

– ¡Yo lo sabía! -exclamó ella alejándose.

Por supuesto, ¡él había ido por los explosivos! La mente le daba vueltas.

– ¿Cuánto tiempo he estado inconsciente?

– Cinco minutos -respondió ella encogiendo los hombros.

– ¡Cinco minutos! ¡Te dije diez!

– Yo no te desperté. Despertaste solo. Quizás fue Elyon quien te despertó para que fueras a dirigir a tus hombres.

– No, ¡tengo que volver!

– ¿Volver adonde? -preguntó ella mirándolo.

– No tuve suficiente tiempo. Debo regresar y saber cómo hacer explosivos.

– Eso es una tontería. ¿Qué me pondrás a hacer? ¿Golpearte otra vez en la cabeza con una piedra?

– ¡Sí! -gritó él a los pies de ella-. Funciona. Volví a soñar. ¡Estuve allí, Mikil!

– ¿Y qué hiciste allá?

Peleé con un hombre que intentaba dispararme con una pistola. Es otra clase de artefacto explosivo. Él pelea… y es muy bueno. Creo que me dejó inconsciente -informó Thomas, luego le dio la espalda, recordando-. Kara…


Lo detuvo un dolor en el hombro.

Tenía un corte profundo como de ocho centímetros exactamente sobre el bíceps derecho. Se pasó un dedo por él, tratando de recordar si se lo hizo en la batalla abajo o en sus sueños.

– ¿Tenía yo está cortada? -le preguntó.

– Debiste de tenerla. No recuerdo cuándo…

– ¡No! No la tenía al venir acá. ¿Me cortó alguien mientras dormía?

– Desde luego que no.

– ¡Entonces es de mis sueños! -gritó, y le agarró el brazo a Mikil-. ¡Noquéame! ¡Ahora! ¡Rápido! ¡Debo regresar para salvar a mi hermana!

– No tienes hermana.

– ¡Golpéame! -volvió a gritar-. Simplemente golpéame.

– No es propio de mí golpear a mi comandante dos veces en el lapso de diez minutos, incluso si…

– Te lo ordeno -dictaminó él, mientras un temblor le recorría las manos-. Haz de cuenta que no soy tu comandante. Soy un encostrado que huelo a carne podrida y que te decapitaré si no te defiendes…

Mikil voló hacia él, que no intentó evitar el golpe. La suela de cuero de la bota femenina lo golpeó por encima de la oreja derecha, por lo que se desplomó.

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