VIII INVESTIGACIONES EOLO

No discutí con mi padre; habría sido inútil. Y, a decir verdad, sentía curiosidad por ver si efectivamente podría dirigir nuestra pequeña empresa.

Acabamos la conferencia accediendo mis tíos y mi padre a financiar un año de trabajo de "Investigaciones Eolo". Al disolverse la reunión y marcharse los demás de la biblioteca, mi padre me contuvo.

— Quiero decirte algo, Jeremy.

Avanzó despacio hasta el viejo escritorio. Al quedar ahí, enmarcado por las grandes ventanas, me asombré viendo lo mucho que se parecía al abuelo. No me había dado cuenta antes de ese detalle.

— Jeremy, vas a dirigir tu propio equipo durante una temporada. Te deseo todos los éxitos del mundo, pero… con franqueza, creo que tu laboratorio se hundirá antes de que termine el año.

— ¿Qué quieres decir? Nosotros…

— Escúchame — continuó, levantando las manos para cortar mis palabras -. Tus tíos y yo financiaremos vuestro trabajo durante un año y emplearemos las predicciones a largo plazo. ¿Pero qué te imaginas que ocurrirá durante ese año?

Encogiéndome de hombros, contesté.

— Tendremos que aprender como proporcionar predicciones a largo plazo obteniendo un beneficio.

Me obsequió con la clase de mirada indulgente que guardan los padres para los niños traviesos.

— Escúchame, tu amigo Marrett va a verse tan empapado de dinero como un elefante que se bebiera toda una bañera. Ya sabes que este asunto de las predicciones a largo plazo es cosa vieja en él. No le interesa convertirlo en un negocio… sólo significa un fin en su vida. Quiere investigar… investigaciones caras para controlar el tiempo. Por cada dólar que Thornton te proporcione, él gastará seis. Cuando dejemos de pagar las facturas, os arruinaréis en menos de un mes.

— Sé lo que hay en la cabeza de Ted — dije. Y el control del tiempo, cuando lo consigamos, será un negocio mucho mayor que las predicciones a largo plazo.

— Si entretanto no vais a la ruina.

— Ted podría conseguir una subvención — pero no lo dije muy convencido.

— Quizá — asintió mi padre -. Pero la tentación del dinero "gratis" de Thornton podría arruinarle a él y a vuestro laboratorio. Si aceptas mi consejo, deberás pasarte todo este año buscando clientes que compren las predicciones a largo plazo. Es la única manera de sobrevivir después de que Thornton deje de poneros sus huevos de oro.

Afirmé con la cabeza.

— Y otra cosa — continuó mi padre -. Tarde o temprano, Marrett querrá hacer experimentos. No te sorprendas que os tropecéis con algunas dificultades legales con el Gobierno.

Bueno, esperarnos que el doctor Rossman trate de bloquearnos si tiene ocasión. Pero me parece…

— No consideres esto como un duelo personal entre Rossman y Marrett. Dije problemas legales. ¿Has oído alguna vez hablar de "Environmental Science Services Administration"?

Negué con la cabeza.

— Oirás. Poseen el aire de la nación.

— ¿Son dueños de la atmósfera?

— En cierto sentido — contestó mi padre, sonriendo ante mi confusión -. Hice unas cuantas investigaciones antes de salir de Honolulú. ESSA es la agencia que dirige todos los programas del Gobierno sobre el envenenamiento del aire, oceanografía, cartografía y toda clase de investigación geofísica. El Departamento Meteorológico has de saber que forma parte de ESSA.

— Lo ignoraba…

— Bueno, durante los pasados quince años ESSA ha tenido el poder de conceder o retirar licencias para experimentos de control del tiempo. Han tumbado peticiones de unos cuantos chiflados en todo ese plazo. Ahora, ¿qué diferencia hay entre los sembrados de nubes y el envenenamiento del aire? Depende la respuesta de a quien se lo preguntes.

— Pero no rechazarían una petición legítima… Entonces comprendí adónde quería ir a parar mi padre -.Si el doctor Rossman quiere detenernos… podría hacerlo a través de ESSA.

Mi padre se encogió de hombros.

— No lo Sé; quizás es eso lo que hará. Apostaría a que es más conocido en ESSA que tu amigo Marrett.

No contesté.

— Vas a vivir un año muy interesante, Jeremy — dijo mi padre, pasando un dedo a lo largo del borde del viejo escritorio -. Creo que un año muy educativo. Espero que vuelvas a casa, cuando finalice, más triste, pero también más sabio y dispuesto a ponerte a trabajar para un grupo establecido… Thornton Pacific Enterprises.

— ¿Dragando fondos marinos?

— Eso te parecerá distinto dentro de doce meses.


* * *

No perdí tiempo en poner en marcha a Investigaciones Eolo. No pude perderlo, y menos con el recuerdo de la paciente sonrisa divertida de mi padre.

Mientras Ted acababa sus últimas seis semanas en el MIT, en espera de su graduación, yo fui y volví a la oficinas Thornton de la Costa Este, reclutando personal en Boston, Hatford, Nueva York y Washington. Mis tíos se quejaron, riendo, durante los fines de semana en Thornton. La palabra piratería llenaba el aire mientras yo seguía a algunos de sus administrativos más jóvenes para que ingresasen en Eolo. Pero raras veces me negaron algo de lo que yo quería "robarles".

Incluso efectué un discreto viaje en cohete hasta Honolulú y borré Ja sonrisa de paciencia del rostro de mi padre convertiéndola en un ceño pensativo cuando me llevé a los cuatro mejores administrativos jóvenes de Thornton Pacific. Conocía muy bien al personal de mi padre y éste también me conocía a mí. La ocasión de ser hombres de categoría en una compañía nueva, en lugar de esperar años para el ascenso, fue demasiado buena para que la rechazaran.

A mediados de junio, Investigaciones Eolo tenía una oficina en funcionamiento: administración, finanzas, personal, compras, mantenimiento… y yo. También poseíamos personal técnico… Ted Marrett y Tuli Noyon.

Encontramos un sitio casi perfecto para instalar unas oficinas en aeropuerto Logan, de Boston, en donde alquilamos todo el piso superior de un edificio de cuatro plantas. La principal estación del Departamento Meteorológico de Boston se encontraba en el mismo edificio y puesto que su equipo de observación se había instalado principalmente en la terraza, su personal llegó a conocernos muy bien.

Barney y yo preparamos una fiesta sorpresa para Ted y Tuli cuando oficialmente recibieron su diploma. Alquilé la sala de banquetes del hotel en donde yo me alojaba; mientras, Barney discretamente invitó a quienes conocían a Ted… que resultaron ser la mayor parte de personal de Climatología y en apariencia todo el MIT.

La fiesta fue un éxito. Fue la única vez que vi jamás -a Tuli asombrado. Más tarde yo me incluí en el mismo aspecto. Fue cuando me enteré de que Ted prometió empleo en Eolo a prácticamente todos los asistentes a la fiesta.

— Se necesitó un entero fin de semana para recuperarnos. El lunes por la mañana Ted se reunió conmigo y con Paul Cook, jefe de personal de Eolo, en mi despacho del Laboratorio. Era un cuartito modesto: una ventana que daba al aeropuerto y a los muelles, un sencillo escritorio de madera, un diván, unas cuantas sillas y algunos cuadros.

— Debe ser duro vivir tan cerca de la naturaleza — observó Ted mientras se dejaba caer en el diván -. Muebles daneses. ¿Importados o nacionales?

— Vinieron de Suecia — contesté -. Y los cuadros son originales que me gustaban. Pero, si te molestan, los descolgamos y haremos que pinten las paredes con el gris aséptico de Climatología.

Pareció horrorizarse.

— ¡Hasta la pintura abstracta es mejor que eso!.

— Ahora que está resuelto lo de la decoración — dijo Paul, colocando un montón de papeles sobre mi escritorio, ¿qué les parece si nos ponemos a trabajar?

Al jefe de personal podía considerársele como el "viejo" de nuestro equipo… bien adentrado en la treintena. Era un tipo regordete, calvo, de mandíbula cuadrada y expresivo.

— Estas solicitudes de empleo — dijo, son de gente que pretende ser amiga de usted, Ted. ¿Recuerda haber prometido a todos puestos en la empresa?

Ted alzó precavido una ceja.

— Quizá me precipité un poco. Pero en ese montón de nombres hay personas condenadamente buenas.

— De acuerdo — dije -. Pero no queremos sólo buenas personas… sino las mejores. Y una en cada especialidad, por lo menos de momento.

— Sé exactamente lo que quiero — dijo Ted, ahora serio. Nada de esfuerzos. Tendré preparado el personal técnico dentro de una semana.

Paul parecía aliviado.

— Bien — dijo. En dos semanas me gustaría que empezáramos a proporcionar a los clientes las primeras predicciones.

— Se puede hacer — contestó Ted.

— Y hablando de clientes, seria bastante importante que consigamos tantos como podamos. No podemos fiarnos sólo de Thornton.

— Eso no es tarea técnica — repuso Ted -. Estoy aquí para poner en marcha las predicciones y luego investigar. Conseguir clientes es tu especialidad en el negocio.

Tuve que asentir.

— Está bien. Empezaré a introducirme entre los comerciantes.

Espero que le guste volar — me dijo Paul -. Va a pasar mucho tiempo en aviones a reacción.


* * *

Ver las nubes desde el suelo no es nada comparado con estar arriba en su propio dominio, volando entre ellas. Despegar en una puesta de sol y entrar en un denso banco de estratos que yacen espesos y grises en lo alto, ascender dentro de ellos y v cómo el mundo desaparece de la vista y luego salir a un cielo de un rojo flameante con una alfombra real profunda, de suave púrpura que se extiende hacia el sol poniente… no hay nada en la Tierra que pueda compararse a eso. Muy altos en un reactor, el cielo es siempre claro, no importa el clima de debajo, excepto por algún retazo ocasional de helados cirros que queden aún más arriba. El sol brilla allí todo el día, el cielo es siempre de un azul cristal. Muy abajo, gruesas masas de cúmulos pasan volando, arrojando sombras amistosas al suelo inferior, sus hinchadas cumbres atusadas por invisibles dedos de peluquero. Senderos y cinturones de nubes marchan cruzando la superficie de la Tierra y, algunas veces, gigantescas tormentas bloquean todo lo que hay debajo y convierten el panorama en una Antártica de relucientes picachos blancos y de valles brumosos. Volando a través de las nubes, el avión brinca y se estremece bajo las poderosas corrientes del viento, mientras que sus crestas azotan las ventanillas y una cortina de vapor se cierra y abre y luego vuelve a cerrarse para esconder incluso las alas de toda vista. Impresionantes tronadas se oyen con estrépito ominoso, salpicando la oscuridad con relámpagos. Luego aterriza el avión, de regreso al reino del hombre, hecho de lluvia y de gris, de vuelta hacia los cielos mutables, de regreso al mundo del tiempo.


* * *

El verano fue largo y brillante. El sol apareció día tras días. Hacia más fresco que de ordinario, pero todavía la playa y los lugares de recreo en la montaña hicieron gran negocio. En ningún fin de semana llovió. De hecho, excepto unos cuantos frentes tormentosos, apenas hubo precipitación digna de mencionarse en Nueva Inglaterra. Nadie se quejó, salvo los agricultores. Había demasiada sequía, las cosechas languidecían. Pero todos en las ciudades sabían que las lluvias de otoño resolverían el problema. Los propietarios de casas suburbanas regaban sus céspedes para mantenerlos verdes y hablaban de plantas de agua salada que harían disminuir las escaseces de agua hasta convertirlas en una cosa del pasado.

Pero, a pesar de las plantas desalinizadoras, el rincón noreste del país se vio abrumado por la sequía.

Y yo también.

En todo el verano, no importa donde viajase y lo duro que tuviera que trabajar, no pude encontrar ni un solo cliente nuevo para las predicciones del tiempo a largo plazo de Investigaciones Eolo.

Parece estupendo en el papel — dijo el gerente de una empresa conservera -, y con certeza nos interesarían las predicciones si pudieran ayudarnos a decir exactamente cuándo plantar cada cultivo y qué lluvia podría esperarse. Pero si este plan nos diese alguna información equivocada, podríamos estropear toda la cosecha anual. Además, ¿si es tan buena, por qué no utiliza la idea el Departamento de Meteorología?

Otro hombre de negocios fue más crudo.

— No trato con gente que no conozco. Tengo amistad con el personal Climatológico del Gobierno. Ni le conozco a usted, ni a sus ideas.

En Kansas City, el presidente de una cadena internacional de hoteles, me dijo:

— Parece estupendo, en verdad que sí, como un sueño hecho realidad. Pero esos buitres del consejo de administración no lo creerán. Jamás querrán ser los primeros en intentar algo nuevo.

Y el investigador en jefe de una compañía petrolera rezongó:

— ¡Paparruchas!. El plan nunca resultaría. ¡Y lo sé por que soy un experto geólogo!

— ¿Y qué tiene que ver la geología? — estalló Ted cuando le conté el caso.

Yo me había desplomado en el sillón de mi despacho, mirando con tristeza por la ventana hacia el cielo gris de Septiembre. Ted paseaba, cruzando infinitamente la alfombra.

— ¿No les enseñaste las predicciones que hemos estado proporcionando a Thornton?

Asintiendo, respondí:

— No les convencieron. Es un trabajo de predicciones de sólo doce semanas… y afirman que hemos tenido suerte o… que les estamos engañando, redactando las predicciones después de ver las del Departamento de Metereologia.

— ¿Qué? — se puso rígido, los — ojos llameantes -. ¿Quién dijo eso?

— Un par de individuos. No con tantas palabras, pero el significado quedó bastante claro.

Ted gruñó algo para si.

— No les culpes a ellos. La culpa es mía. No logré convencerles.

Ted siguió paseando y murmurando unos cuantos minutos más. Yo permanecí alicaído en mi silla. Acababa de regresar de un vuelo a través de la nación y no habla dormido más de seis horas en los anteriores dos días.

— Escucha — dijo, colocando una silla junto a mi escritorio -. Quizá no has hablado con el personal apropiado. En vez de apuntar a los presidentes de compañía y jefes de investigación, deberías hablar con los ingenieros operantes y con los jefes de grupo… los individuos que utilizarán nuestras predicciones si los altos jefes las adquieren. Esos camisas almidonadas de lo alto saben lo que es imposible; nadie puede convencerlos de una sentada. Pero llega hasta los gerentes de planta o científicos de investigación o ingenieros. Invítalos a venir aquí, al laboratorio; págales el viaje, si es preciso. Déjales que pasen u nos cuantos días aquí, aprendiendo lo que hacemos y cómo lo conseguimos. Entonces estarán a nuestro lado.

— ¿Y convencerán a sus jefes?

— Cierto.

— ¿Crees que resultaría. …? Quiero decir, a tiempo. Sólo tenemos hasta el próximo abril.

- Será mejor que resulte — sonrió.

El invierno vino y se fue, más frío, más severo que de ordinario, pero con poca nieve en comparación. Los esquiadores se quejaron con amargura y varios hoteles de montaña cerraron largas temporadas mientras sus propietarios tristemente contemplaban las limpias laderas y el fundirse de sus cuentas en el banco. En febrero, una buena parte del puerto de Boston se congeló y el servicio de Guardacostas tuvo que asignar un rompehielos para mantener abierto parcialmente el acceso al puerto. Lejos de la costa, en los valles frígidos y en las laderas heladas, los, granjeros aguardaron estólidamente una nieve que nunca llegó. Las montañas no producían suficientes manantiales y eso lo sabían. Los arroyos tendrían poca agua en primavera; los campos continuarían secos.

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