El comité parecía impresionado por el discurso de Ted y varios de los miembros prometieron estudiar nuestra nuestra idea de alivio de la sequía. Pero en la mañana del lunes siguiente, de regreso a Eolo, Ted estaba triste.
— La misma vieja historia — gruñó. "No nos llamen, les llamaremos nosotros"
Cuando regresé a mi oficina, después de almorzar, sin embargo, me esperaba una llamada del congresista Dennis.
— Recibí su predicción esta mañana — dijo, alzando la fotocopia impresa para que la viese. Parece muy impresionante.
— Gracias. Nos gusta creer que lo es.
— Me tomé la libertad de llamar a unos cuantos amigos de aquí y de allá — continuó, con una sonrisa de picardía -. ¿Se dan cuenta de que llovió en realidad esta mañana en Eherman Milis, Maine? ¿Y que la niebla que predijeron a lo largo de Connecticut Turnpike se presentó y se disipó siguiendo el horario previsto, como ustedes indicaron?
Yo no había leído con detalle la predicción, así que me limité a sonreír y a asentir.
— Según la fecha de esta copia continuó Dennis esas predicciones fueron emitidas el pasado miércoles.
— Sí, enviamos la predicción cada miércoles. Es más, en ese caso particular estaba hecha ya desde hace una semana. -
— Este mediodía almorcé con el gobernador, en la Casa del Estado, y le enseñé sus predicciones. Se mostró interesado.
— ¿Eh? ¿Muy interesado?
Dennis me dejó en suspenso durante un momento.
— Bueno, yo le había telefoneado hablándole de lo que nos dijo Ted sobre la sequía y el control del tiempo. Me pidió que le acompañase a almorzar para discutirlo con más detalle. Creo que el próximo paso es que ustedes se entrevisten con él.
Aguarde un minuto — dije -. Quiero que Ted se entere de esto.
Llamé por el intercomunicador y conectaron a la línea el teléfono de Ted. Yo seguía viendo sólo el rostro de Dennis en la pantalla, pero pude oír la voz de Ted mientras Dennis le explicaba el interés del gobernador.
— Ahora realmente podemos ponernos a trabajar — Ted estaba radiante, su tono lo indicaba así -. Dígale al gobernador que es un estadista con mucha vista.
Dennis soltó una carcajada.
— No lo creería. Además, sólo quiere conversar un poco; todavía no ha firmado contrato con ustedes.
— Lo hará — contestó Ted -, si quiere vencer la sequía.
Ted cortó la comunicación y yo di las gracias al congresista por su ayuda.
se inclinó un poco más hasta la pantalla y dijo en un susurro confidencial:
No me dé las gracias a mí. Los políticos siempre algo bueno en lo que uncir sus vagones. El control del Tiempo me podría convertir en senador cualquier día.
— Y yo así lo espero — dije.
— ¡También mis cinco hijos!
Fueron precisas grandes conferencias en la Casa del y una visita de inspección a Eolo del gobernador y su séquito, pero a mediados de octubre teníamos un contrato con la comunidad de Massachusetts para estudiar los métodos de aliviar la sequía. A fin de mes los otros cinco estados de Nueva Inglaterra nos hablan entregado contratos similares. Nos lanzamos a un torbellino de trabajo. Ted contrató personal científico eventual y dividió a este grupo en dos masas diferentes: una para emitir las predicciones la otra para que se concentrase completamente en la sequía. Por primera vez desde que Investigaciones Eolo salió al comercio, pude dejar de buscar negocios; teníamos más de los que podíamos manejar. Incluso la Environmen Science Services Administration estableció un pequeño contacto. ESSA quería que coordinásemos nuestro trabajo con- otros estudios que realizaban diversas agencias del gobierno, principalmente en los campos de conservación del agua y su distribución.
Fue un otoño seco y quebradizo, sin las tormentas costeras de los años anormales. Las heladas vinieron pronto y luego una inundación de aire del sur barrió Nueva Inglaterra. Verano indio, pero no agradable. El aire fresco del norte quedó atrapado bajo el aire más ligero y cálido. Los meteorólogos lo llamaron inversión termal. Durante días sin fin el tiempo fue mortalmente tranquilo, sin que ni siquiera una brisa agitara las hojas de un color papel seco. El aire era pesado por el humo y la niebla de las hojas que se quemaban, de los bosques que se incendiaban, de los productos de los tubos de escape de los automóviles y de las chimeneas de las fábricas, de la niebla marina a lo largo de las costas… todo fundido en una bruma enfermiza, que se arrastraba por el panorama y se posaba, sin que ningún viento la disipara. En lo alto, el cielo era claro y de un azul que indicaba calor; pero el horizonte se perdía en sucias brumas. Las enfermedades respiratorias ascendieron con rapidez, los ojos escocían y lloraban, el respirar resultaba difícil para muchos. Verano indio,, la mejor época de todas en tiempos normales. Ahora cada cual buscaba el fresco y la nieve y, por encima de todo, el viento.
El verano indio terminó en un solo día cuando un viento de treinta nudos descendió aullando desde el noroeste e hizo bajar los termómetros por toda Nueva Inglaterra. Fue un invierno súbito, agudo y dolorosamente frío.
Los meses transcurrieron uno tras otro. Ted trabajó día y noche en el problema de la sequía. Agotó a equipos completos de ayudantes, computadores e investigadores. Tuli soportó el peso del trabajo, pero tomándose unas vacaciones de tres o cuatro días cada mes para descansar.
Ted jamás lo hacia. Yo tenía las manos llenas de asuntos comerciales, especialmente obteniendo informes del progreso para repartirlos entre nuestros clientes y dejarlos satisfechos. Resultados de la investigación, estados financiero, equipo de compra, papeles escritos, personal contratado, consejeros, viaje, material… Era preciso informar de todo.
Durante el invierno Ted continuó machacando en el aspecto teórico del problema. Intentaba descubrir las causas de la sequía, las razones del por qué un sistema de climas tan diferente al ordinario se establecía sobre la zona durante años. Parte en su investigación, claro, se dedicó a identificar las condiciones necesarias para romper con la sequía.
— Tarde o temprano se romperá por sí misma — murmuró en uno de los raros momentos en que charlábamos juntos -. Tiene que haber tres sistemas básicos: el sistema de sequía, el sistema normal y el cambio, en donde la sequía comienza a fraccionarse.
— ¿Y una vez hayas identificado los tres?
Agitó la mano.
— Entonces empezaremos a preocuparnos sobre cómo llevar la sequía a través de un sistema de ruptura que conduzca a la situación normal. Pero primero necesitamos los parámetros de cada uno, con todos sus detalles. Lo que no será fácil, amigo.
Era un terrible trabajo de computación. Millones y millones de datos se proporcionaban a los calculadores en un intento de conseguir algo comprensible de las condiciones conocidas del tiempo, pasadas y presentes. No sólo las condiciones de Nueva Inglaterra tenían que tenerse en cuenta; todo el hemisferio norte entraba en el cuadro general.
— La sequía es sólo una pequeña rebanada de la imagen global — destacó Ted -. No se puede hacer que un ciego comprenda lo que es un elefante. Hay que ver a toda la bestia… con ojos muy abiertos.
Era un trabajo demasiado grande para los computadores de Eolo. Traté de conseguir ayuda del Departamento de Meteorología local, pero ellos la negaron. ESSA, en Washington, hizo lo mismo; ni una sola agencia oficial quería cooperar con nosotros.
— Obra de Rossman — Gruñó Ted.
Así que recurrí a Thornton, mientras Ted trataba de convencer al MIT. Gastamos una respetable fortuna instalando un lazo de comunicaciones por microondas por toda la mitad de la costa de levante para que los computadores Thornton de Washington, Nueva York y Boston y los del MIT pudiesen "hablar" con nuestras propias máquinas en el aeropuerto Logan. El efecto fue producir un computador de tamaño y capacidad prodigiosos; unos cuantos centenares de kilómetros entre las diversas partes de nuestro supercomputador no significaban nada para la máquina. Funcionaba con la velocidad de la luz. Literalmente.
Para cuando llegó el siguiente Cuatro de Julio, la sequía era noticia importante. El año anterior sólo unos cuantos especialistas se interesaron. Ahora corrían historias en todos los medios periodísticos y casi cada día en la televisión. Los pantanos se habían secado, los arroyos desaparecieron, incluso los grandes ríos mostraban barras de arena y peñascos donde ninguna persona viva podía recordar nada excepto agua profunda y corriente. Delegaciones agrícolas exigían coléricas la acción y tuvimos que mantener a Ted cuidadosamente oculto de los periodistas por miedo de que diese la impresión de que podía vencer la sequía en unas pocas semanas. Nuestra línea oficial era la que llevaba a cabo la investigación, pero las respuestas quizá tardarían años en obtenerse.
Las ciudades del interior siguieron con racionamiento de agua aquel verano y las fábricas empezaron a cerrar, dejando a millares de personas sin empleo. Las ciudades costeras se desenvolvieron mejor con sus plantas desalinizadoras, pero no pudieron obtener bastante agua potable para satisfacer las demandas. Los jardines suburbanos comenzaron a amarillear y los pozos se secaron bajo la llamarada ininterrumpida del sol veraniego. Las fuentes públicas ornamentales fueron suprimidas, los acondicionadores de aire quedaron inútiles al no poder utilizar agua, los terrenos de pesca y acampamiento fueron cercados ante la amenaza de los fuegos forestales.
Pero en los ríos del Oeste Medio el agua desbordó las orillas para inundar ciudades y granjas por igual, bajo una serie implacable de lluvias torrenciales.
A mitad del verano Ted estaba preparado para los experimentos. La mayor parte de ellos se hicieron en el laboratorio, pero para otros alquilamos aviones y efectuamos pruebas muy en alta mar. Teníamos que conservar el máximo secreto con respecto a los experimentos, por miedo a que la prensa hiciera pensar al público que el problema quedaría resuelto con un ademán de Ted.
Casi la única vez que vi a Barney en todo aquel verano, excepto algún rápido saludo o una apresurada comida juntos, fue en agosto cuando la lluvia de meteoros Perseida efectuó su exhibición anual.
Esta lluvia luminosa alcanzó la cumbre en un fin de semana y yo la llevé a Thornton; en donde podíamos contemplar perfectamente cielo desde la playa.
Nos quedamos allá, en a playa, toda la noche, contemplando cómo los meteoros ardían al cruzar el cielo, tiras de luz contra las inmutables estrellas. Venían de todas direcciones, adquiriendo gran brillantez, algunos de ellos chisporroteando mientras cruzaban el firmamento y se apagaban, todo en el transcurso de un latido del corazón. Si se seguía su rumbo hacia atrás, todos apuntaban a la constelación de Perseo, el Héroe.
En cierto modo me recordaron a Ted; aquellos meteoros que se convertían a sí mismos en estrellas, parecían tener un lugar común mientras cruzaban el firmamento, brillantes, decididos, siguiendo un rumbo que jamás oscilaba. Se movían en absoluto silencio, en fantasmal contraste con su destellante luminosidad. Era como si supiesen exactamente dónde tenían que ir y se apresuraran a ocupar los lugares asignados antes de que terminase algún plazo celestial.
Durante horas nuestra conversación se limitó a breves referencias a los meteoros. Ocurrían muchísimas cosas por encima de nuestras cabezas para pensar en otros detalles. Pero, por último, el cielo empezó a palidecer y la lluvia de meteoros disminuyó. En alguna parte cerca de la casa oí cómo un pájaro empezaba a cantar. Las estrellas se desvanecían y el horizonte amarillo empezaba a colorearse.
Caminamos; de pronto tuvimos sueño y regresamos a la casa.
— ¿Cómo está Ted? — preguntó Barney.
— ¿No le has visto?
Negó con la cabeza.
— Hace más de una semana.
— Se encuentra bien — dije -. Trabajando como un demonio. Bueno, como dos demonios.
— Tío Jan dice que está como poseído… dominado por la idea de controlar el tiempo.
— Pero ¿por qué? ¿Por qué alguien se enfrasca tan en una idea?
Ella se detuvo y volvió para mirar al cielo iluminado levante.
— No lo sé. Quizá tenga miedo de que no haya otra cosa que pueda hacer tan importante. Sea lo que sea, eso podría destruirle. Si no resulta… o si no consigue hacerlo resultar… Se haría pedazos.
— Me lo imagino, pero todo parece ir muy bien comenté.
— Me da miedo por él, Jerry. Algo ocurre en Climatología. No estoy segura de lo que es, no dejan que meta las narices. El doctor Rossman tiene a un grupo especial trabajando solito. Incluso está al mando de una sección de nuestros computadores y nadie se les puede acercar.
— Eso puede significar disgustos.
Asintió con un gesto nada feliz.
— El doctor Rossman ha hecho varios viajes a Washington durante la semana pasada. Creo que para entrevistarse con el alto personal de Environmental Science Services Administration.
— ¿ESSA? ¿Y con quién habla allí?
— No estoy segura. Su secretaria dejó escapar algo sobre la sección de licencias, pero no comprendí a qué se refería.