Cuando menos desde la época de Noé, el tiempo ha sido siempre una cosa del máximo interés para él hombre. Aunque los científicos comienzan ahora a trabajar hacia las modificaciones y el control del tiempo meteorológico, este libro no pretende ser una predicción acerca de cómo o cuando se producirá el control del tiempo. Este libro es simplemente un relato, una historia de personas y de ideas, y del modo en que algunas veces estas dos cosas se entrelazan e interactuan.
La mayor parte de la ciencia que aparece en este libro todavía no ha sido inventa da y quizá nunca lo sea. La Ciencia Ficción presume el uso de una licencia poética que incluye el derecho a usar cualquier idea — real o imaginada — siempre y cuando no se haya demostrado que es errónea. He tratado de obtener la información meteorológica más exacta y puesta al día para emplearla en esta novela, y me siento profundamente endeudado con el meteorólogo Robert C. Copeland, por su ayuda. El trasfondo actual de mi relato proviene principalmente de él. Sin embargo, no es responsable d. ninguna deformación de los hechos ni de la ciencia aun sin inventar que aparece en la historia. He tratado de hacer la ciencia imaginaria plausible cuando menos y no del todo más allá del reino de la actual posibilidad.
Muchas otras personas han añadido a este libro información técnica y útiles ideas. Si tratase de hacer una relación de todas ellas, seguro que se me olvidarían unos cuantos nombres. Por tanto, les doy las gracias por igual y espero que me perdonen por no citarlos individualmente.
Los asesores literarios de Holt, Rinehart Winston — especialmente Ann Durelí — han sido de una tremenda ayuda durante la génesis de este libro. Fomentaron la idea de una Ciencia Ficción "actual e inmediata", localizaron las fallas e inconsistencias que siempre crecen en una historia larga y se mostraron gentiles pero firmes en mantener el libro dentro de una extensión razonable.
Por último, debo rendir mi homenaje más sincero a mi esposa Rosa. Ella no sólo robó tiempo a sus propios escritos para mecanografiar el manuscrito borrador, sino que me ofreció consejos y ayuda invalorables en la resolución de muchos puntos de la historia. Y todo esto mientras cuidaba de nuestros hilos y atendía la casa. Aún más, incluso comenzó a quejarse, cuando el tiempo se ponía malo, de que no hubiese en alguna parte un Ted Marrett trabajando con ahínco en ese problema.
Arlington, Massachusetts
Diciembre de 1966