A mediodía, desde la finca de Noim, en Salla suroeste, llamé por teléfono al duque de Sumar para confirmarle mi llegada sin tropiezos — era él, por supuesto, quien había tomado medidas para que mi hermano vincular me esperara en la frontera — y después hice una llamada a Halum. Segvord le había explicado pocas horas antes las razones de mi desaparición.
—Qué extraña es esa noticia — dijo ella —. Nunca me has hablado de la droga. Sin embargo, era muy importante para ti, ya que lo arriesgaste todo para usarla. ¿Cómo has podido ocultársela a tu hermana vincular si cumplía un papel tan grande en tu vida?
Contesté que no me había atrevido a revelarle mi obsesión con la droga por temor de verme tentado a ofrecérsela.
—Entonces — dijo Halum —, ¿abrirte a tu hermana vincular es un pecado tan terrible?