También me inquieta, por lo menos en estas primeras páginas, la identidad de mi público. Supongo, porque debo hacerlo, que tendré lectores. Pero ¿quiénes son esos lectores? ¿Quiénes son ustedes? Acaso hombres y mujeres de mi planeta natal que vuelven furtivamente mis páginas a la luz de una antorcha, temerosos de la llamada a la puerta. O quizá habitantes de otros mundos que leen por diversión, escudriñando mi libro en busca de la percepción que pueda darles de una sociedad extraña y repelente. No lo sé. No puedo establecer ninguna relación fácil contigo, mi lector desconocido. Cuando concebí por vez primera mi plan de poner mi alma sobre papel, creí que sería sencillo, una mera confesión, nada más que una prolongada sesión con un drenador imaginario que escucharía interminablemente y al final me absolvería. Pero ahora advierto que debo adoptar otro enfoque. Si no eres de mi mundo, o si eres de mi mundo pero no de mi época, es posible que encuentres aquí muchas cosas incomprensibles.
Por lo tanto debo explicar. Quizá explique demasiado, y te ahuyente machacándote lo obvio. Perdóname si te instruyo sobre lo que ya sabes. Perdóname si mi tono y modo de ataque presentan incoherencias, y parezco estar hablándole a otro. Es que no serás para mí una figura inmóvil, lector desconocido. Para mí tendrás muchas caras. Ahora veo la nariz ganchuda de Judd el drenador, y ahora la afable sonrisa de mi hermano vincular Noim Condorit, y ahora la suavidad de mi hermana vincular Halum, y ahora eres el tentador Schweiz, de la pobre Tierra, y ahora el hijo del hijo del hijo del hijo de mi hijo, que nacerás dentro de muchos años y ansiarás saber qué clase de hombre era tu antepasado, y ahora eres algún forastero de otro planeta, para quien nosotros, los de Borthan, somos grotescos, misteriosos y desconcertantes. No te conozco, por eso seré torpe al tratar de hablar contigo.
¡Pero, por la Puerta de Salla, antes de que termine este relato me conocerás como nunca ha conocido nadie a un hombre de Borthan!