36

Más tarde dije:

—¿Obtuviste de la droga lo que buscabas, Schweiz?

—En parte.

—¿Cómo en parte?

—Buscaba a Dios, Kinnall, y no lo encontré del todo, pero ahora sé mejor dónde buscar. Lo que sí encontré fue cómo no volver a estar solo. Cómo abrir toda mi mente a otro. Es el primer paso en el camino que quiero recorrer.

—Uno se alegra por ti, Schweiz.

—¿Todavía tienes que hablarme en esa jerga?

—No puedo evitarlo — respondí.

Estaba terriblemente cansado. De nuevo comenzaba a temer a Schweiz. El amor que sentía por él aún estaba allí, pero ahora la sospecha regresaba furtivamente. ¿Me estaba explotando? ¿Estaba sacando un placer mezquino y sucio de nuestros mutuos desenmascaramientos? Me había obligado a convertirme en un exhibicionista. Su insistencia en que le hablara en «yo» y «mí», ¿era un símbolo de mi liberación, era algo bello y puro, como él afirmaba, o no era más que un deleitarse en la suciedad? Yo era demasiado nuevo en esto. No podía quedarme plácidamente sentado mientras un hombre decía «yo te amo».

—Practícalo — decía Schweiz —. Yo. Yo. Yo. Yo.

—Basta, por favor.

—¿Tan penoso es?

—Es nuevo y extraño para mí. Necesito…, ¿ves?, necesito deslizarme en esto más gradualmente.

—Tómate tiempo entonces. No permitas que te apremie. Pero nunca dejes de avanzar.

—Uno tratará. Trataré — dije.

—Muy bien. — Al cabo de un momento agregó —: ¿Volverías a probar alguna vez la droga?

—¿Contigo?

—No creo que eso haga ninguna falta. Quiero decir, con alguien como tu hermana vincular. Si te ofreciera un poco, ¿la usarías con ella?

—No sé.

—¿Temes ahora a la droga?

Sacudí la cabeza.

—No me es fácil contestar a eso. Necesito tiempo para ajustar cuentas con toda esta experiencia. Tiempo para pensar antes de verme involucrado de nuevo, Schweiz.

—Has probado la experiencia. Has visto que sólo puede hacer bien.

—Tal vez. Tal vez.

—¡Sin duda alguna!

Su fervor era evangélico. Su celo volvió a tentarme.

Cautelosamente, dije:

—Si se pudiera conseguir más, pensaría seriamente en probarla de nuevo. Quizá con Halum.

—¡Muy bien!

—No inmediatamente. Pero sí a su tiempo. Dentro de dos, tres, cuatro lunas.

—Tendría que pasar más tiempo.

—¿Por qué?

—Lo que hemos usado esta noche era toda mi provisión de droga. No tengo más — contestó Schweiz.

—Pero ¿podrías conseguir algo si lo intentaras?

—Oh, sí. Con toda seguridad.

—¿Dónde?

—En Sumara Borthan — contestó.

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