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Aún me acosan persistentes vestigios de las costumbres contra las cuales me rebelo. Tal vez puedas empezar a comprender cuánto me cuesta encuadrar mis frases en este estilo, retorcer mis verbos para que correspondan a la construcción en primera persona. Hace diez minutos que escribo, y tengo el cuerpo cubierto de sudor, no el sudor caliente del aire abrasador que me rodea, sino el sudor húmedo y pegajoso del esfuerzo mental. Conozco el estilo que debo usar, pero los músculos de mi brazo se rebelan contra mí, y luchan por escribir las palabras al viejo estilo, diciendo: «Hace diez minutos que uno escribe y tiene el cuerpo cubierto de sudor»; diciendo: «Uno ha pasado por un tiempo de cambios, y ha quedado curado de la enfermedad que afecta a quienes habitan su mundo». Supongo que gran parte de lo que escribí podría haber sido expresado al modo antiguo sin problemas; pero estoy en guerra contra la gramática de mi mundo, negadora del yo, y si fuese necesario defenderé con mis propios músculos el derecho de ordenar mis palabras de acuerdo con mis actuales ideas filosóficas.

En todo caso, aunque mis anteriores hábitos me traicionen haciéndome construir erróneamente mis frases, lo que quiero decir traspasará el telón de palabras. Tal vez diga: «Soy Kinnall Darival, y voy a contártelo todo sobre mí», o tal vez diga: «Uno se llama Kinnall Darival y va a contártelo todo sobre él». pero no hay verdadera diferencia. De un modo u otro, el contenido de la declaración de Kinnall Darival es — según tus normas, según las normas que yo quiero destruir — repugnante, despreciable, obsceno.

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