Orson Scott Card Observadores del pasado: La redención de Cristóbal Colón

PRESENTACIÓN

Tras casi una veintena de ocasiones, ésta es la primera vez que escribo la presentación de una novela de Orson Scott Card después de haberle conocido en persona. Scott, acompañado de su esposa Kristine, estuvo con nosotros como invitado de honor en la Convención Española de Ciencia Ficción, la HISPACON 97 celebrada en Matará a primeros de noviembre pasado.

Debo decir que me sorprendió la gentileza y disponibilidad sin límites en un autor ya consagrado, que se enfrentaba en esa ocasión a un mercado, el español, que no deja de ser francamente marginal en el gran éxito mundial que acoge prácticamente todas sus obras. Las colas que se formaban en las sesiones de firma de libros son ya un hito, quizás insuperable, en la historia de la ciencia ficción en España. Y Card, como el conejito del anuncio, firmaba, firmaba y firmaba, sin dar síntomas de cansancio y sin perder su amable disposición. No obstante, lo que más me sorprendió de Scott Card fue su lucidez e inteligencia. Me constaba desde hace varios años su gran capacidad narrativa, y daba por supuesta su brillante oratoria (no en vano Card domina el arte escénico y ha dedicado no pocos esfuerzos a la actividad teatral); pero debo decir que su rapidez y certeza de juicio me maravillaron. Estoy convencido de que se trata de una de las personas más inteligentes con quien he tenido la suerte de tratar. Aunque eso es algo que la mayoría de sus lectores ya imaginábamos.

Debo reconocer que tal vez esta valoración, que algunos pueden juzgar exagerada, se confunda con el resultado de algún que otro rasgo personal que parecemos tener en común. Scott, como yo, es una de esas personas que, en lenguaje políticamente correcto, tiene una clara tendencia al excesivo desarrollo en sentido horizontal. Coincidimos también en estar convencidos de que la gula es «comer demasiado de cualquier cosa», aunque ambos estamos de acuerdo en que, por ejemplo, cuando se trata de helado, el concepto de «demasiado» no es aplicable: nunca se puede comer demasiado helado…

En cualquier caso, además de a muchos de sus lectores, Scott y Kristine conocieron en España algún que otro buen restaurante (cuyas referencias resultaron incluidas casi de inmediato en su página Web: http://www.hatrack.com) y, aprendieron también a disfrutar de los fantásticos «panellets», esos dulces de almendra que se hacen en Cataluña para la «castanyada» del primero de noviembre. El que Scott apareciera con un kilo de «panellets» tras salir de un restaurante y, después de comer casi opíparamente, es algo que la gente de mi envergadura horizontal no dejamos de agradecer y que, debo confesarlo, ni a mi se me hubiera ocurrido…

Si además de amabilidad, inteligencia y afición por el buen yantar, uno es capaz de narrar historias como lo hace Scott, su éxito mundial es algo del todo lógico e inevitable.

Pasando ya a comentar la presente novela, diré de inmediato que coincido con su traductor, Rafael Marín, en considerar que es una de las mejores que Card ha escrito en los últimos años.

Por si a alguien le interesa, yo suelo preferir LA VOZ DE LOS MUERTOS a EL JUEGO DE ENDER, aunque esta última sea mucho más popular. También he dicho muchas veces que LA SAGA DE WORTHING o LOVELOCK es de lo mejor que Card ha escrito, sin olvidar esa macroantología (y, además, maravillosa exposición de lo que es el arte de narrar) que es MAPAS EN UN ESPEJO, o ese curioso libro que es LA GENTE DEL MARGEN, con otro de sus relatos para mí antológicos: «América». Son, evidentemente, valoraciones personales y, como suele ocurrir, a menudo intransferibles.

Sin embargo en el caso de OBSERVADORES DEL PASADO: LA REDENCIÓN DE CRISTÓBAL COLÓN, estoy seguro de que no seré el único en coincidir con Rafael Marín. El juego con las paradojas temporales, la reconstrucción de la historia y, en definitiva, el análisis del sentido del devenir y el enfrentamiento de las civilizaciones humanas es algo que, en manos de Card, casi se diría que «no puede fallar». Con su habitual maestría en la narración de historias sobre gente cuyas motivaciones «nos importan», Card la ha emprendido esta vez con la humanidad como personaje central, cuyas opciones morales y éticas analiza. Un buen tour de forcé.

La trama, tal y como contamos en la contraportada, parece sencilla. En un futuro no demasiado lejano, un pequeño grupo de científicos e historiadores dedican sus horas a estudiar el pasado con una nueva máquina de observación a través del tiempo, la TruSite II.

Por desgracia su mundo es un lugar trágico: la especie humana ha quedado reducida a una población de menos de mil millones de personas tras un siglo de guerras y plagas, de sequía, de inundaciones y de hambrunas. Ha habido demasiadas extinciones, demasiada tierra ha quedado envenenada y baldía. La gente que sobrevive lucha por renovar el planeta, mientras los especialistas observan el pasado en busca de las causas de su terrible presente.

Un día, sin embargo, al contemplar la terrible matanza de las tribus caribeñas a manos de los españoles, que conducidos por Cristóbal Colón se dirigen a La Hispaniola, la observadora Tagiri descubre que la mujer a quien está estudiando también la ve a ella y, a su vez, interpreta esa imagen como un mensaje de los dioses.

¿Podría alterarse el pasado? ¿Sería correcto que un pequeño grupo de observadores actuara de forma que, de tener éxito, hiciera desaparecer una línea temporal, aunque fuera la suya propia? ¿Se justificaría su acción si, gracias a ella, se evitara la muerte de todo el planeta?

Como puede verse, estamos ante una brillante y emotiva disquisición sobre el tiempo y sus paradojas y, muy en especial, sobre el sentido de la historia y la responsabilidad humana, sobre la colonización de América, la esclavitud y los sacrificios humanos. Una sorprendente e inolvidable revisión de la historia, narrada con la maestría habitual en el autor de EL JUEGO DE ENDER.

Parece ser que OBSERVADORES DEL PASADO está llamada a convertirse en una serie y, si he de creer lo que me dijo medio sonriendo y posiblemente bromeando, Card piensa llevar esa «observación del pasado» hasta las vidas de Noé y, ¿cómo no?, de los mismísimos Adán y Eva. Yo lo dudo, pero con Scott todo es posible. Veremos.

En cualquier caso, OBSERVADORES DEL PASADO: LA REDENCIÓN DE CRISTÓBAL COLÓN surge, evidentemente, al amparo del quinto centenario de la llegada de los europeos a América. Pero la novela se demoró y apareció a destiempo, en 1996. No es malo: para nosotros, a más de cinco años de los faustos del Quinto Centenario, queda tan sólo el poso y no todo el complejo (y a veces molesto) ajetreo de esos días. Tal vez esa tardanza haya sido, en definitiva, para bien.

El mismo Card achaca parte del retraso en terminar la novela al tiempo empleado en un maravilloso y sugerente juego de ordenador, Civilization de Sid Meier. Si es así, la dilación es comprensible. Ése es un juego al que vale la pena jugar. Y eso que el bueno de Scott no disponía de la versión Civilization II (con copyright de 1996, al menos en su versión española), mucho más completa y rica en opciones para quienes deseen jugar y manipular el destino de diversas civilizaciones humanas.

Es más: durante la escritura de la presente novela, Card no parece haber conocido otro de los juegos de Sid Meier, el menos famoso Colonization (1995), que trata de la construcción de un imperio colonial en el mundo que los europeos consideraron nuevo en 1492. En realidad, Colonization entronca más directamente con el tema central de OBSERVADORES DEL PASADO: LA REDENCIÓN DE CRISTÓBAL COLÓN, aunque no permita, ni mucho menos, especulaciones tan sugerentes como las que Card narra magistralmente en esta novela. Y es que OBSERVADORES DEL PASADO: LA REDENCIÓN DE CRISTÓBAL COLÓN es, como decía, una de las más interesantes entre las novelas recientes de Card: un análisis y un intento de revisión de las opciones morales que subyacen en un encuentro de culturas y civilizaciones.

Como ya sabemos a partir de la saga de Ender, Card es especialista en ese tipo de encuentros. Recordemos aquí esa clasificación entre especies en apariencia no humanas pero de capacidades esencialmente parecidas a las humanas (raman), y las especies con quienes es imposible cualquier tipo de colaboración, aquellas que constituyen lo verdaderamente alienígena (varelse). Ese tipo de consideraciones no deberían ser aplicables a este caso, aunque alguno de los llamados «conquistadores» insistieran salvajemente en hacerlas…

De todo eso trata esta interesante novela. Que ustedes la disfruten.


MIQUEL BARCELÓ

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