Anotación número 20.

SÍNTESIS: Descarga. Material de ideas. El escollo O.

Descarga… Ésta es la expresión más adecuada. Ahora veo que esto era nada menos que una descarga eléctrica. Durante los últimos días mi pulso había adquirido cada vez mayor fuerza, siendo cada vez más rápido y más doloroso… Los polos se iban acercando uno al otro más y más, luego se produjo un crujido seco…, ya sólo faltaba un milímetro y por fin la ¡explosión! Luego, un profundo silencio.

En todo mi interior todo ha quedado quieto, reposado y vacío, como una casa de la que han salido todos los habitantes excepto uno, que sigue asustado, enfermo en la cama, y escucha el martilleo metálico de sus ideas.

Puede ser que esta «descarga» haya curado por fin mi alma martirizada y que ahora vuelva a ser como todos los demás. Por lo menos, veo ahora con la imaginación a O encima de los escalones del cubo y a mí mismo debajo de la campana de gas. Ni siquiera experimento el menor dolor ante este espectáculo. También me resulta indiferente el hecho de que en la sala de operaciones acaso revele mi nombre, pues en mi última hora, con gratitud y conformidad, besaré la mano castigadora del Protector.

Frente al Estado único tengo el derecho de someterme al castigo, y este derecho no me lo dejaré arrebatar. Ninguno de nosotros, los números, puede ni debe atreverse a pensar en la renuncia a este derecho único y por esta razón tan apreciado.

Las ideas siguen martilleando mi cerebro quedamente, claras y metálicas; como si algún vehículo aéreo me elevara a las alturas azules de mis abstracciones favoritas. En el aire transparente y ozónico de las alturas, mis consideraciones estallan como burbujas, y me parece risible este «derecho», pero reconozco que esta especie de rebeldía sólo se reduce a una de las reminiscencias de los prejuicios ridículos de nuestros antepasados, que eran víctimas de lo que solían llamarse ideas «legales».

Existen ideas que parecen un recipiente de barro y otras que se diría que están hechas para la eternidad, de oro o de un cristal extraordinariamente precioso. Para determinar el material de una idea, solamente hace falta rociarla con un determinado ácido de efecto fulminante. Uno de estos ácidos ya era conocido por nuestros antepasados, el reductio ad finem. Creo que así lo llamaban entonces; pero temían este veneno, pues preferían ver algo palpable, fuese lo que fuese; preferían un cielo de juguete a la nada azul. Nosotros, en cambio, gracias al Protector, somos unos seres adultos y maduros que no necesitamos juguetes.

Supongamos que expusiéramos a la acción del ácido la idea verdad. Ya en épocas remotas, los espíritus más grandes sabían de la fuente de la verdad cuya base era el poder y, por lo tanto, creían que la verdad era una función del poder. Imaginémonos dos balanzas, una de las cuales contiene un gramo y la otra una tonelada; es como si en una estuviera el «yo» y en la otra el «nosotros» del Estado único.

Consentir al «yo» cualquier derecho frente al Estado único sería lo mismo que mantener el criterio de que un gramo pueda equivaler a una tonelada. De ello se llega a la siguiente conclusión: la tonelada tiene derechos, y el gramo deberes, y el único camino natural de la nada a la magnitud es: olvidar que sólo eres un gramo y sentirte como una millonésima parte de la tonelada.

Parece que les oigo a ustedes, habitantes de Venus, de rojas y rebosantes mejillas, y a ustedes, hombres de Marte, cubiertos de hollín como herreros, les oigo; y oigo también sus protestas en medio de mi azulado silencio. Pero tienen que saber una cosa: todo lo solemne es sencillo, tengan esto bien presente: solamente son inalterables e inviolables las cuatro reglas fundamentales de la aritmética. Y solamente se convierte en solemne, la moral, y se toma inalterable y eterna cuando puede basarse en estas cuatro reglas.

Ésta es la mayor de las verdades, es el vértice superior de la pirámide que intentaron escalar durante siglos y siglos los humanos, haciendo el mayor acopio posible de fuerzas, enrojecidos, suspirantes y jadeantes. Y cuando se echa un vistazo desde la cumbre de la pirámide hacia el abismo, donde todavía pululan, como gusanos insignificantes, lo que subsiste todavía en nosotros como herencia de nuestros antepasados incivilizados, cuando se mira y se contempla desde esta cumbre lo que queda debajo, entonces todos son iguales entre sí, la madre ilegal, el asesino o aquel demente que osó vilipendiar e insultar al Estado único con sus versos.

A todos les espera el mismo juicio: una muerte prematura. Esto no es más que la justicia sublime, en la que soñaban fantásticamente los humanos de la Edad de Piedra, iluminados por la aurora ingenua y rosada de la Historia: su «Dios», que para vergüenza e ignominia de su santa iglesia, castigaba asesinando.

Bien, y ustedes, habitantes de Urano, sombríos y negros como antiguos hispanos, que tan bien entendieron su cometido de quemar vivos en la hoguera a seres humanos, ¿por qué guardan silencio? Creo que están de mi parte. Pero presumo oír cómo los sonrosados habitantes de Venus murmuran algo de martirios, ajusticiamientos y de una resurrección de los estados de barbarismo… Me dan lástima, queridos míos, pues no son capaces de pensar en forma filosófico-matemática.

La historia de la humanidad se mueve en un círculo concéntrico hacia arriba, lo mismo que un avión. Existen diversas clases de círculos de esta índole, dorados y sangrientos, pero todos ellos están divididos en 360º, y ahora partimos del punto 0 en adelante: 10, 20, 200, 360…, y luego: vuelta a empezar. Sí, hemos vuelto al punto 0. Pero para mi inteligencia matemática, disciplinada, es absolutamente claro que este punto 0 es algo totalmente distintivo, nuevo. Desde el punto 0 hemos ido hacia la derecha y volveremos desde la izquierda hacia 0, y por esta razón tenemos ahora, en lugar de +0, un -0. ¿Me entienden?

Veo este 0 como si fuese un escollo monstruoso, mudo y afilado como la hoja de un cuchillo. En una oscuridad impenetrable y violenta chocamos, con la respiración contenida, con nuestra barquichuela contra algo oscuro, el lado de noche de este escollo 0. Durante siglos enteros fuimos a la deriva como Colón hacia aquel lugar, rodeamos toda la tierra y por fin… ¡Hurra! ¡Salud! Ante nosotros aparece de pronto, al otro lado del escollo 0, la luz nórdica y fría del Estado único, un cuerpo azul, el chisporroteo del arco iris, el sol…, centenares de soles y millones de arco iris…

¿Qué significación podrá tener el que un escollito fino y delgado como el filo de una navaja nos separe del otro lado negro e impenetrable del escollo 0. El cuchillo es lo más útil, lo más inmortal y genial creado por el hombre. El cuchillo era una guillotina, el cuchillo es el medio y remedio universal para la solución de todos los nudos gordianos y el camino de las parejas sigue el filo de un cuchillo que es el único camino digno de un espíritu que no conoce el temor.

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