Pienso que las notas a posteriori pueden ser consideradas como el arreglo a una premeditada traición. Pero considero que una serie de notas podría resultar explicativa, y en muchos casos aclaratoria, para quien quiera tener una mayor comprensión de la obra.
Sobre Larry Niven no pienso decir nada, pues los entendidos son los que deben realizar las apreciaciones, sólo mencionar de pasada que, con esta novela, vuelve a demostrar que sigue siendo todavía tan buen novelista —o mejor— que cuando en el año 1970 escribió y publicó aquel «Anillo Mundo» que, todavía, puede ser considerado como una obra maestra. Que hagan crítica los críticos. O quienes creen serlo.
Mis notas son parte de mi trabajo, y ahí van.
El Anillo de Humo es un mundo lógico, enorme, abierto y horrible, un ambiente que no deja de recordarnos otros entornos que han aparecido en la obra de Niven.
Pero ese mundo ha sufrido una transformación que va más allá del simple accidente físico. El lenguaje se ha deteriorado y las palabras han cambiado y perdido parte de su significado para adquirir otros nuevos.
Las ideas originales han resultado o demasiado pequeñas o demasiado grandes para plasmar lo que rodea a los personajes de Niven. Ninguno de los héroes de la novela, a excepción de Sharls Davis Kendy, tiene clara conciencia de lo que es el mundo en que viven. Hay mitologías y sueños que sólo son imágenes en el cerebro de los personajes. Larry Niven ha sabido plasmar con un idioma medio nuevo lo que ven sus héroes; y con partes de ese lenguaje se ha tomado algunas libertades. Palabras como «tuft» (copa de árbol, entre otras acepciones) resultaba difícil convertirla al castellano para que sonara de una sola vez (como en inglés); por eso, esta palabra concreta (y a sabiendas) ha sido traducida como «mata». La Mata de Quinn resulta más clara y con menos dobles sentidos que la Copa de Quinn o, lo que es peor, la Copa Oscura. Además, la utilización de mata es un rendido homenaje —mínimo— a la totalidad de la obra. Muchas de las palabras utilizadas en esta novela tienen un sentido literal (que es el que se ha utilizado porque es el que debe anotarse) y un significado en tercer o cuarto puesto en la lista de acepciones que siempre —siempre— tiene un significado botánico. Este ha sido un sacrificio obligado. La novela traducida no podía conservar esos matices. Y ha sido una pena. Como ejemplo, imagínese una novela de alcohólicos en la que la protagonista principal femenina atendiera al nombre de Veva (como diminutivo de Genoveva); que yo sepa, ningún juego de palabras podría llegar a traducir eso con corrección. Y así van las cosas.
Otras palabras han sido alteradas para poder darlas en español un sentido parecido —sólo parecido al del inglés—. Tal es el caso de «Sharman», un título que hace pensar inmediatamente en «Shaman» y también en «Chairman», hechicero y presidente respectivamente. Si se ha utilizado Cresidenta ha sido porque mejor conservar un solo título que perderlos todos. La palabra copsik —o corpsik— tiene más resonancias en inglés que las que pudiera tener en castellano. Después de todo corpse, es cadáver. Y el significado de copsik ha quedado claro a lo largo de la novela.
Otro problema importante ha sido la conservación del primitivismo lingüístico para cualquier hecho o relación tecnológica. Klomters, cémetros, son medidas que resultan reconocibles a corto plazo. ¿Y lo demás? El mundo del interior de los MACs está lleno de sillas, ventanas y utensilios (un inmenso grupo de cosas), que se podría haber traducido por butacas o sillones, pantallas o escotillas y válvulas, controles y anaqueles. Niven no utiliza esas palabras, y considero que tampoco deben usarse en nuestra traducción. Pedazos de aire (por moléculas), sabores del agua (por oxígeno e hidrógeno, productos de la electrólisis, que en la novela se llama desmantelar o deshacer el agua). Cosas científicas (todo lo que usaba en la nave «Disciplina»). Materia estelar (que en un primer momento fue madera estelar —otro homenaje—, y que es todo lo venido de la Tierra o utilizado con fines científicos). Y así sucesivamente.
El empleo de los ordenadores a bordo del MAC es algo caótico pero puede uno imaginarse como es todo si se está un poco Acostumbrado a su uso o si algún amigo tiene una MacIntosh, con ratón y todo lo demás, lápiz óptico incluido. Desaparecen muchas dudas y empieza a entenderse lo que hacen los «científicos», el Grad, Lawri y todos los demás. Igual de enigmático y tenebroso es el uso de las lectoras y las cassettes.
Únicamente pedir excusas por alguna traducción que hubiera sido más correcta en algunos de sus términos, o en otros términos. Creo que pocas veces como esta (y debido al sacrificio literario del trabajo de Niven) cabria aplicar con tanta justeza el viejo —y temido— refrán. Traduttore, tradittore. Traductor, traidor.
Francisco Arellano
Madrid, 1986 enero