Prólogo — Disciplina

Aquello estaba durando demasiado, incluso mucho más de lo que había esperado. Sharls Davis Kendy nunca había sido un hombre impaciente. Después del cambio, incluso había llegado a pensar que era inmune a la impaciencia. ¡Pero aquello duraba demasiado! ¿Por qué tenían que permanecer allí dentro?

Sus sentidos no estaban limitados. El alcance telescópico de Sharls era poderoso; podía percibir la totalidad del espectro electromagnético, desde las microondas hasta los rayos X. Pero el Anillo de Humo obstaculizaba su visión. Era una tormenta de viento, polvo, nubes de vapor de agua, enormes ondulaciones goteantes de agua sucia o de barro poco denso, masas flotantes de rocas libres; puntos y motas y agrupaciones de verde, verdes superficies sobre las gotas y las rocas, verdes matices de algas sobre las nubes; árboles con forma de signos de interrogación, orientados radialmente hacia la estrella de neutrones y encopetados de verde a ambos extremos; criaturas del tamaño de las ballenas, con bocas inmensas, rozando las nubes matizadas de verde…

El Anillo de Humo estaba lleno de vida por todas partes. Claire Dalton lo había llamado guirnalda de Navidad. Claire era una mujer ya muy vieja cuando el Estado la revivió como corpiscilo. Los demás nunca habían visto una guirnalda de Navidad, ni siquiera Kendy. Lo que habían visto, medio millar de años atrás, había sido un perfecto anillo de humo de varias decenas de miles de kilómetros de diámetro, con una diminuta punta de alfiler muy caliente en el centro.

Los informes que llegaron estaban cargados de entusiasmo. La vida se basaba en el ADN; el aire no era sólo respirable, sino de una calidad excelente…

La Disciplina ocupaba en aquellos momentos uno de los puntos de neutralidad gravitacional tras el Mundo de Goldblatt, el punto L2. Desde tan cerca, el cielo se agrietaba equitativamente sobre la diseminada estrella, un paisaje de nubes matizadas de negro y verde. Directamente por abajo, un enorme y distorsionado remolino tormentoso ocultaba los residuos de un gigantesco planeta gaseoso, una pepita rocosa de dos veces y media la masa de la Tierra.

Sharls no deseaba penetrar en aquella región interior. El torbellino de fuerzas podría dañar su nave. No podía predecir si la nave sembradora de exploración aguantaría hasta que hubiese cumplido su misión. Ya había esperado más de medio millar de años. El punto L2 estaba aún dentro del toro de gas del que el Anillo de Humo era sólo la parte más densa. La Disciplina estaba sometida a lentas fuerzas erosionadoras. No podía permanecer allí para siempre.

Al menos, la tripulación no se había extinguido. Aquello podría perjudicarle terriblemente.

Había cumplido con su deber. Sus ancestros habían sido amotinados, parte de una traición potencial hacia el propio estado. Reeducar a sus descendientes había sido un triunfo, pero, si el Anillo de Humo los hubiera matado… bueno, aquello tampoco le habría sorprendido. El aire era más que respirable para mantener vivos a los hombres. El Anillo de Humo verdeaba con una vida que había evolucionado en su curioso entorno. La vida nativa podía haber sido exterminada perfectamente por aquellos rivales advenedizos, antiguos tripulantes de la nave sembradora de exploración Disciplina.

Sharls se habría afligido; pero habría sido libre para regresar al hogar.

Me habrían llamado fracasado obsoleto, pensó melancólicamente al tiempo que sus instrumentos registraban una particular frecuencia en el radioguía. Un millar de años de atraso para regresar al hogar. Seguro que desguazarían el computador. ¿Y el programa? El programa Sharls Davis Kendy podría ser copiado y preservado para uso de los historiadores. ¿O no?

Pero no habían muerto. Los amotinados originales se habían llevado ocho Módulos de Arreglo y Carga. El tiempo y el corrosivo entorno deberían haber destruido los MACs; pero uno de ellos, por lo menos, todavía era operacional. Alguien lo había estado usando durante los seis últimos años. Y allí apareció la luz que había estado buscando. Por un momento, llegó a él con nitidez la frecuencia del hidrógeno en combustión con oxígeno.

Lanzó un máser en ultracortos, de impulsos muy poderosos.

—Kendy al Estado. Kendy al Estado. Kendy al Estado.

La respuesta llegó segundos después, vaga, débil, empañada. Kendy la localizó con precisión y enfocó los telescopios ajustadamente mientras enviaba su siguiente demanda.

—Status. Dímelo tres veces.

Kendy recortó la mutilada respuesta por medio de un programa de eliminación de ruidos de fondo. El MAC estaba en operación manual, funcional en su mayor parte, utilizando únicamente los cohetes de posición, actuando a la perfección dentro de los límites de seguridad. En principio, había sido una grabación simplificada de la propia personalidad de Kendy. Pero el programa estaba deteriorado, y se había desarrollado estúpida y erráticamente.

—Curso grabado de la pasada hora.

Llegó. El MAC había estado en caída libre a baja velocidad durante los últimos cuarenta minutos. Maniobras a baja aceleración, un derrotero que parecía un plato colmado de spaghetti, un loco derroche del combustible almacenado. ¿Funcionamiento defectuoso? O… daba la impresión de estar librando un combate aéreo.

¿Guerra?

—Desvíese siguiendo mis instrucciones.

Cuatro segundos; luego, una señal como un grito de desconcertante agonía. Funcionamiento defectuoso masivo.

Los tripulantes debían haber desconectado los sistemas de pilotaje automático de cada uno de los MAC medio millar de años atrás. Había valido la pena intentarlo, como el siguiente mensaje.

—Quiero una imagen de video de la tripulación.

—Denegado.

¡Oh! ¡El enlace de video no había sido desconectado! Los amotinados, medio millar de años antes, debían haber programado un sistema de bloqueo. Ciertamente, sus descendientes no sabían cómo hacerlo.

Eventualmente, un sistema de bloqueo podía ser evitado.

El MAC era demasiado pequeño para poder verlo, naturalmente, pero debía estar más próximo que la mancha verdosa del cercano Mundo de Goldblatt. Un bosque de algodón hilado. Las plantas dentro del Anillo de Humo tendían a ser esponjosas, frágiles. Se extendían y dividían para absorber toda la luz solar que pudieran, sin preocuparse de la gravedad.

Durante medio millar de años, Kendy había estado vigilando para encontrar los signos de una civilización desarrollada… patrones reguladores en las masas flotantes, o radiación de infrarrojos de los centros manufactureros, o polución industrial: vapores metálicos, monóxido de carbono, óxidos nitrogenados. No había encontrado nada. Si los hijos de los tripulantes de la Disciplina habían conseguido desarrollarse más allá del salvajismo, no lo habían hecho en gran número.

Pero estaban vivos. Alguien estaba usando un MAC.

¡Si sólo pudiera verles! O hablarles…

—Dame más volumen. Ciudadano, soy Kendy del Estado. Habla, y serás recompensado más allá del alcance de tu imaginación.

—Amplificar. Amplificar. Amplificar —retransmitió el MAC.

Kendy estaba transmitiendo con la mayor potencia.

—Cancela el volumen —envió.

No por primera vez, se preguntó si el Anillo de Humo no habría resultado demasiado benévolo como entorno.

Criaturas que evolucionasen en caída libre, no podrían tener tanta fuerza como los seres humanos. Los humanos podían ser las criaturas más poderosas del Anillo de Humo: felices como almejas, y casi igual de activos. La civilización siempre actuando como protección contra el entorno.

O contra otros hombres. La guerra podía ser un signo esperanzador…

¡Si pudiera saber qué era lo que habían hecho! Kendy podría perturbar el entorno de doce modos diferentes. Podía arrojarlos de su Edén y ver qué pasaba. Pero no se arriesgaría. No sabía lo suficiente.

Kendy esperó.

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