A trecientos kilómetros, la nave era percibida como un objeto en forma de estrella reflejando la débil luz de Lalanda 21.185. Benj había observado la nave alejándose a esa distancia y colocándose en lo que su piloto consideraba una órbita decente con respecto a la estación, pero ni él ni el piloto habían discutido los detalles técnicos. Era tan incómodo ser capaz de mantener una conversación sin esperar todo un minuto la contestación del otro individuo, que Benj y Beetchermarlf se habían puesto a charlar.
Estas conversaciones se iban haciendo menos frecuentes. Benj había vuelto a trabajar de verdad y, según sospechaba, a recuperar el tiempo perdido. Beetchermarlf estaba muy a menudo lejos en vuelos de prácticas para hablar, y con más frecuencia, demasiado ocupado para charlar con nadie que no fuese su instructor.
—Es el momento de terminar, Beetch —el muchacho acabó con el intercambio al oír silbar a Tebbetts desde la barra—. Va a llegar el instructor.
—Cuando esté listo lo estaré yo —llegó la respuesta—. ¿Quiere usar tu lenguaje o el mío esta vez?
—El te lo comunicará; no me lo ha dicho. Aquí está —contestó Benj.
El astrónomo barbudo, sin embargo, habló primero con Benj, después de echar un rápido vistazo a su alrededor. Los dos estaban a la deriva, sin peso en la sección de observación directa en el centro del eje conector de la estación, y Tebbetts había supuesto que la nave y su estudiante estarían derivando a su lado. Todo lo que su rápida ojeada captó fue el parduzco rescoldo de un sol en una dirección y el débilmente iluminado disco de Dhrawn en la otra, poco mayor que la Luna vista desde la Tierra.
—¿Dónde está, Benj? Creí oírte hablar con él; así que supuse que estabas cerca. Espero que no se retrase. Debería estar resolviendo órbitas de intersección, incluso con nomógrafos en lugar de computadores superrápidos, mejor de lo que lo hace.
—Aquí está, señor —señaló el muchacho—. Justo a más de trescientos kilómetros en una órbita de 17,8 minutos alrededor de la estación.
Tebbetts parpadeó.
—Es ridículo. No creo que ese montón de chatarra pueda rodear nada en tal tiempo a una distancia de sesenta metros, y menos a tantos kilómetros. Tendrá que utilizar energía, acelerando recto hacia nosotros…
—Lo está haciendo, señor. Unas doscientas gravedades de aceleración. El tiempo es el período de rotación de Mesklín, y la aceleración, el valor de la gravedad en su hogar. Dice que no se ha sentido tan cómodo desde que trabaja para Barlennan y desea que hubiese alguna forma de dar luz al sol.
El astrónomo sonrió lentamente.
—Sí, entiendo. Tiene sentido. Debería haber pensado en ello. Tengo aquí unos cuantos ejercicios prácticos más, pero esto es tan bueno como cualquiera de ellos. Yo debería preparar más cosas de ese tipo. Bien, comencemos. ¿Puedes quedarte para corregir mi lenguaje? Creo que tengo todas las palabras de stenno que necesito para el trabajo de hoy y el espacio está bastante vacío; de modo que sus errores o los míos serán relativamente inocuos, pero no hay necesidad de correr riesgos.
—Ha sido una mala suerte que el Kwembly, después de todo, no haya podido ser salvado —observó Aucoin—, pero la tripulación de Dondragmer está haciendo un estudio muy bueno y efectivo de la zona mientras esperan ayuda. Creo que fue una idea muy buena enviar al Kalliff con una tripulación reducida y dejarles allí trabajando mientras esperan, en lugar de transportarlos a la colonia en la nave. De todas formas, eso siempre hubiese sido bastante peligroso, en tanto no haya pilotos mesklinitas con práctica. La forma más segura de hacerlo probablemente fue un único aterrizaje cerca del Kwembly para recoger a los dos timoneles y volver directamente al espacio a fin de que se les entrene.
«Pero ahora tenemos problemas con el Smof. A esta velocidad, nos quedaremos sin vehículos antes de llegar a medio camino de Low Alfa. ¿Conoce alguien al comandante del Smof en la forma que Easy conoce a Dondragmer? Supongo que tú no, ¿no es cierto, Easy? ¿Puede darme alguien una opinión sobre su habilidad para salir de apuros, o vamos a tener que arriesgarnos antes de que estos dos mesklinitas estén completamente entrenados?
—Tebbetts piensa que Beetchermarlf podría operar ya un aterrizaje en la superficie, en tanto no se vea complicado con emergencias mecánicas —señaló un ingeniero—. Personalmente, yo no dudaría en dejarle ir.
—Quizá tengas razón. El problema, sin embargo, es que no podemos descender con la nave sobre un bloque de hielo, y ni siquiera ésta puede elevar uno de esos vehículos terrestres, aunque hubiese alguna forma de conectarlos sin tener que aterrizar. Beetchermarlf y Takoorch pueden continuar con su entrenamiento por el momento. Lo que quiero tan pronto como sea posible, Planetología, es la mejor dirección y distancia para trasladar la tripulación del Smof allí, si tuviesen que abandonar el vehículo, es decir, el punto más cercano donde la nave podría aterrizar para rescatarla. Por supuesto, si está cerca de su emplazamiento actual, no se lo digáis; quiero que hagan lo más que puedan para salvar el vehículo. No tiene sentido tentarlos con un escape fácil.
Ib Hoffman se estremeció ligeramente, pero se abstuvo de hacer comentarios. En cierto modo, Aucoin estaba probablemente justificado. El administrador continuó:
—Además, ¿hay alguna explicación definitiva sobre el fenómeno que atrapó al Kwembly? Ya hace semanas que tenéis las muestras del barro, o lo que sea que trajo Beetchermarlf.
—Sí —contestó un químico—, es un ejemplo fascinante de acción de superficie. Es sensible a la naturaleza y tamaño de las partículas de los minerales presentes, las proporciones del agua y el amoníaco en el fluido lubricante, la temperatura y la presión. Por supuesto, el peso del Kwembly fue la mayor causa de preocupación; los mesklinitas podrían caminar sobre esta materia; de hecho lo hicieron con bastante seguridad. Una vez disparada a causa de una cima en la presión, la fuerza salió del material en una onda…
—De acuerdo, el resto puede servir para un ensayo —asintió Aucoin—. ¿Hay alguna forma de identificar una superficie semejante sin poner un vehículo encima?
—¡Hum! Yo diría que sí. La temperatura de radiación debería proporcionar la suficiente información o, por lo menos, servir de aviso de que habría que hacer otras pruebas. Si vamos a eso, no me preocuparía por la nave; los reactores harán que el agua y el amoníaco se evaporen de una superficie semejante antes de rozarla.
Aucoin asintió y pasó a otros asuntos. Informes sobre los vehículos, informes para publicar, informes sobre suministros, proyectos en programación.
Todavía estaba un poco avergonzado. Había conocido su propio fallo, pero como la mayor parte de la gente, lo había perdonado y se sentía seguro de que no podía ser advertido. Mas los Hoffman sí habían reparado en él, y quizá otros también. Tendría que tener cuidado si quería conservar un puesto de responsabilidad y respetado. Después de todo, se repitió firmemente a sí mismo que los mesklinitas eran personas, aunque pareciesen chinches.
La atención de Ib Hoffman se distraía, aunque sabía que el trabajo era importante. Su mente continuaba regresando al Kwembly, al Smof y a una pieza de un equipo de inmersión bien diseñada y bien construida, que casi había matado a un muchacho de once años. Los informes de Aucoin, puntualizados por los comentarios, ácidos a veces, continuaban; lentamente Ib tomó una decisión.
—Estamos haciendo progresos —observó Barlennan—. Había una buena excusa para sacar los aparatos visuales del Kwembly, puesto que estaba siendo abandonado; así que hemos podido trabajar sin restricciones allí. También pudimos utilizar el helicóptero de Reffel, ya que los humanos lo creen perdido. Jemblakee y Deeslenver tienen la impresión de que el vehículo puede estar en perfectas condiciones en un día más.
Miró hacia el débil sol, casi exactamente por encima de su cabeza.
—Los químicos humanos fueron útiles en cuanto a ese barro donde estaba el Kwembly. Era divertido cómo el que habló con Deeslenver de esto insistía en que eran sólo suposiciones, mientras hacía una sugerencia tras otra. Mala suerte no poder decirle lo acertadas que fueron casi todas sus ideas.
—La inseguridad en sí mismos parece ser un rasgo de los humanos, si pueden hacerse observaciones tan generales —contestó Guzmeen—. ¿Cuándo llegaron estas noticias?
—El Deedee llegó hace una hora y ha vuelto a marcharse. Esa máquina tiene demasiado trabajo. Fue bastante desgraciado que hayamos perdido el Elsh, y con Kabremm y su Gwelf retrasados, las cosas se van amontonando. Espero que podamos encontrarlo. Quizá el Kalliff traiga algo. Se suponía que estaba buscando un camino para llevarle hasta el campamento de Don; así que quizá uno de los exploradores de Kenanken lo descubra. No lleva ni un día de retraso; todavía hay alguna probabilidad.
—Y con todo esto, ¿dices que hemos adelantado? —intervino Guzmeen.
—Seguro. Recuerda que toda la finalidad de la trama del Esket era persuadir a los seres humanos para que nos dejaran utilizar sus naves espaciales. El asunto de un soporte independiente era incidental, aunque útil. Esperábamos convertir el mito de una vida local en una amenaza importante para persuadir a Aucoin de que nos dejara volar y pasarnos meses con esto. Nos hemos adelantado bastante y no hemos perdido mucho: la base junto al Esket, por supuesto, el Elsh con su tripulación y posiblemente a Kabremm con la suya.
—Pero ni siquiera Kabremm y Karfrengin son exactamente reemplazables. No somos muchos. Si Dondragmer y su tripulación no viviesen cuando el Kalliff los alcance, habremos sufrido una pérdida realmente seria; por lo menos las tripulaciones de los dirigibles no estaban compuestas por nuestros científicos y nuestros ingenieros.
—Don no está en peligro serio. Siempre puede ser recogido por Beetchermarlf en la nave espacial humana, quiero decir, en nuestra nave espacial.
—Y si algo fuese mal en esa operación, habremos perdido no sólo nuestra única nave espacial, sino también nuestros únicos pilotos espaciales.
—Eso me sugiere —dijo pensativamente Barlennan— que deberíamos intentar ganar parte del terreno perdido—. Tan pronto como el Kwembly esté preparado, debería comenzar a buscar un lugar apropiado para reemplazar la colonia del Esket. Los científicos de Don no tendrán muchos problemas para encontrar un buen emplazamiento; Dhrawn parece rico en filones metálicos. Quizá debiéramos hacerle buscar más cerca de aquí, no obstante, para que la comunicación sea más rápida.
—Tendremos que construir más dirigibles; el que nos queda no es suficiente para el trabajo. Quizá debiéramos diseñar algunos mayores.
—Me he estado preguntando sobre esto.
Un técnico que había estado escuchando silenciosamente hasta este momento, habló:
—¿Crees que sería inteligente averiguar con mucho tacto algo sobre los dirigibles a través de los humanos? Nunca hemos discutido el tema con ellos; te enseñaron algo sobre los globos hace años, y algunos de los nuestros tuvieron la idea de utilizar en ellos los generadores de los humanos. No sabemos si los usaron alguna vez así. Quizá no sea sólo mala suerte que hayamos perdido a dos de los tres que teníamos en tan poco tiempo. Tal vez haya algo en la idea fundamentalmente incorrecto.
El comandante hizo un gesto de impaciencia.
—Eso es una tontería. No intenté adquirir una educación científica completa a través de los alienígenas, ya que obviamente iba a llevar mucho tiempo; pero algo que sí comprendí fue que las normas subyacentes son esencialmente sencillas. Una vez que los humanos comenzaron a concentrarse en las normas básicas, pasaron de los barcos de vela a las naves espaciales en un par de siglos. Los globos, con energía o sin ella, son artificios sencillos; yo mismo los entiendo perfectamente bien. Poner a bordo un motor no cambia eso; tienen que estar funcionando las mismas reglas.
El técnico observó pensativamente a su comandante y pensó brevemente en tubos de electrones y en circuitos de televisión antes de contestar.
—Supongo —dijo pensativamente— que un trozo de material destrozado por la tempestad y una nave arrastrada por el viento son también ejemplos de las mismas reglas en funcionamiento.
Barlennan no quería dar una respuesta afirmativa, pero no pudo encontrar nada mejor.
Estaba todavía intentando olvidarse de la observación del técnico, aunque consiguiendo únicamente dudar más y más de su situación, cuando un mensajero le llamó a la sala de Comunicaciones unas veinte horas más tarde. En cuanto entró, Guzmeen habló brevemente por un micrófono; un minuto más tarde, un rostro humano, que ninguno de ellos reconoció, apareció sobre la pantalla.
—Soy Ib Hoffman, esposo de Easy y padre de Benj —comenzó el extraño sin más preámbulos—. Estoy hablándoos sólo a vosotros dos, Barlennan y Dondragmer. El resto de los observadores están concentrados en una nueva emergencia en relación con uno de los vehículos. Empleo vuestro idioma lo mejor que puedo, mientras mi mujer me escucha; ella sabe lo que quiero decir y me corregirá si me equivoco demasiado. He decidido que es el momento de aclarar algunos errores, pero no pienso hablar a todo el mundo de ellos; veréis la razón antes de que termine, si no lo hacéis ya. Estoy molesto, principalmente porque odio llamar mentiroso a nadie en cualquier idioma.
»En primer lugar, mis sinceras felicitaciones, Barlennan. Estoy casi seguro de que cuando entregamos la nave a un piloto mesklinita cumplimos uno de tus principales planes, probablemente mucho antes de lo que pensabas o esperabas madurarlo. Eso está muy bien. Yo quería que pasase eso. Probablemente tú también desees hacer vuelos interestelares más adelante por tu cuenta; también lo encuentro espléndido. Yo te ayudaré.
«Pareces pensar que muchos, o al menos la mayoría, de los humanos intentarían ponerte dificultades para esto, y tengo que admitir que algunos lo harían así, aunque creo que ahora tenemos el más efectivo bajo control. Si vamos a eso, no puedes estar seguro de que yo sea sincero; eres lo bastante tramposo como para pensar que todo el mundo lo es. Mala suerte. Lo que creas de lo que te diga está más allá de mi control; sin embargo, tengo que decirlo.
«No sé cuánto has preparado de la situación actual, pero puedo adivinarlo. Estoy casi seguro de que la desaparición del Esket no fue auténtica. No estoy seguro del estado real del Kwembly. Probablemente sabes más de Dhrawn de lo que has dicho. No diré que no me importa, porque me importa; nosotros estamos aquí para aprender lo más que podamos sobre Dhrawn, y lo que tú no nos digas es una pérdida para el proyecto. No puedo amenazarte con represalias por rompimiento de contrato, puesto que no estoy completamente seguro de que lo hayas roto ni me encuentro en posición de cumplir amenazas. En cualquier caso, no tengo ningún deseo de hacerlo. Pero quiero persuadirte de que sería mejor para todos si nos arreglásemos sin secretos. Estamos en un momento en que cualquier actitud que no sea una auténtica franqueza nos costará probablemente mucho a nosotros y a ti. Para que comprendas esto, voy a contarte una historia.
»Tú sabes que los seres humanos respiran oxígeno, como los otros hidrógeno, aunque al ser mucho mayores necesitamos un sistema de bombeo más complicado para llevarlo por nuestros cuerpos. A causa de los detalles de ese sistema, nosotros nos asfixiamos si se nos priva de oxígeno puro y gaseoso dentro de un cierto margen de presión, bastante estrecho.
»Unas tres cuartas partes de la superficie de la Tierra están cubiertas por agua. Nosotros no podemos respirar bajo el agua sin equipo artificial, pero el uso de un equipo semejante es un deporte humano muy corriente. Consiste esencialmente en una botella de aire comprimido y en un sistema de válvulas que proporcionan aire a nuestro sistema respiratorio cuando lo precisamos; sincero y claro.
»Hace seis de nuestros años, cuando Benj tenía once, construyó un aparato semejante, diseñándolo él mismo con mi ayuda. Construyó la botella a presión y el regulador utilizando equipo prefabricado corriente, similar al que puede encontrarse en la mayor parte de los almacenes en nuestro hogar, al igual que había logrado cosas más complejas como pequeñas turbinas gaseosas. Con mi ayuda probó las partes; funcionaban perfectamente. Calculó cuánto tiempo duraría el aire en la botella, y después probó todo el equipo bajo el agua. Yo fui con él, cual medida de seguridad de sentido común, utilizando un equipo de bucear comercial.
«Estoy seguro de que conoces los principios gaseosos e hidrostáticos. Por lo menos Easy me ha dado las palabras que los designan en vuestro lenguaje. Puedes entender que a una cierta profundidad una inhalación incompleta de aire tendría sólo la mitad del volumen que tendría en la superficie. Benj también lo sabía, pero razonó que en lo que se refería al contenido del oxígeno continuaría siendo una inhalación completa, de forma que una botella para una hora sería una botella para una hora mientras la presión de la botella fuese superior a la del agua, sin tener en cuenta la profundidad.
«Para abreviar, no fue así. El aire se le agotó en menos de la tercera parte del tiempo calculado, y tuve que hacer un rescate de emergencia. A causa del rápido cambio de la presión y de algunas peculiaridades que no parecéis compartir, estuvo a punto de morir. El problema resultó ser que la velocidad en la respiración es controlada no por el oxígeno en nuestra sangre, sino por el dióxido de carbono, uno de los productos de desecho. Para mantener un equilibrio normal, tenemos que pasar volúmenes de aire normales a través de nuestros pulmones, sin tener en cuenta el contenido de oxígeno o la presión total; de aquí que el suministro de aire para una hora bajo una presión normal se hace sólo de media hora a diez metros bajo el agua, de un tercio de hora a veinte, y así sucesivamente.
»No quiero insultar la inteligencia de nadie preguntando si se me entiende, pero me gustaría oír vuestros comentarios sobre esta historia.
Las respuestas fueron interesantes, tanto en naturaleza como en el tiempo que tardaron en llegar. La de Barlennan saltó del micrófono con poco más retraso que el del viaje de la luz; la de Dondragmer llegó mucho más tarde, y no se mezcló con la de su comandante.
—Es obvio que un conocimiento incompleto puede llevar a errores, pero no comprendo si es aplicable especialmente al caso presente. Sabemos que nuestro conocimiento no puede ser completo y que, por eso mismo, nuestro trabajo aquí es peligroso. Siempre lo hemos sabido. ¿Por qué recalcarlo ahora? Preferiría oír el informe sobre el vehículo que decís que tiene problemas. Me haces sospechar que me preparas suavemente para la información de que he perdido otro vehículo a causa de algo que no conocían los ingenieros que lo diseñaron. No te preocupes, no os culparé de eso. Nadie puede preverlo todo.
Ib sonrió amargamente ante esta revelación de una característica humana más.
—Eso no es justamente lo que estaba en mi pensamiento, comandante, aunque en lo que acabas de decir haya aspectos válidos. Pero antes de decir algo más, me gustaría esperar la contestación de Dondragmer.
Pasó otro minuto ligeramente tenso antes de que llegase la voz del capitán del Kwembly.
—Tu historia es bastante clara, y probablemente hubiese sido mucho más corta si no hubieses querido sugerir algo. Sospecho que el punto principal no será tanto que tu hijo estuvo en peligro a causa de su ignorancia como que le sucedió eso incluso bajo una supervisión adulta y experimentada. Sospecho que la deducción es que ni siquiera vosotros, los alienígenas, afirmáis ser omniscientes u omnipotentes, que aquí estamos en un cierto peligro por muy cercanamente que nos aconsejéis y nos ayudéis y que cada vez que actuamos por nuestra cuenta aumentamos ese peligro innecesariamente, como el estudiante de química que experimenta por su cuenta.
Dondragmer había pasado mucho más tiempo en el Colegio que su comandante.
—Correcto. Eso fue lo que quise decir —dijo Ib—. No puedo…
—Un momento —interrumpió Easy—. ¿No sería mejor que transmitieses primero a Barlennan la observación de Don?
—De acuerdo.
Su esposo resumió en una frase lo que había dicho el capitán, y continuó:
—No puedo imponerte una línea de conducta; preferiría no hacerlo, aunque pudiera. No espero que reveles todo lo que ha sucedido en Dhrawn desde que construiste la colonia. De hecho, te aconsejaría que no lo hicieses; ya hay bastantes problemas con la administración aquí. Sin embargo, si, por ejemplo, Easy pudiese hablar de vez en cuando con sus viejos amigos Kabremm y Destigmet, yo tendría una idea más acertada de lo que ha estado sucediendo ahí y me encontraría en mejor posición para hacer que las cosas aquí no se complicasen. No espero una decisión inmediata sobre un asunto que significa un cambio importante en la actuación a seguir, comandante, pero, por favor, piénselo.
Barlennan era por experiencia y profesión un capitán, acostumbrado a tener que tomar decisiones rápidas. Además, las circunstancias ya habían hecho que pensamientos similares hubiesen comenzado a circular por su pequeña cabeza. Finalmente, su única política básica era asegurar su propia supervivencia y la de su gente. Contestó rápidamente a Ib.
—Easy puede hablar con Destigmet, pero no ahora mismo; el Esket está muy lejos de aquí. Yo también tendré que esperar para decirte todo lo que me gustaría, porque primero tengo que saber los detalles del problema que mencionaste la primera vez que llamaste. Dijiste que otro de mis vehículos tenía problemas.
»Por favor, dime qué ha pasado para que pueda planear qué clase de ayuda tengo que pedirte.
Ib y Easy Hoffman se miraron el uno al otro e hicieron una mueca, mezclando el alivio y el triunfo.
Pero fue Benj el que hizo la observación esencial. Esto fue más tarde, en el laboratorio de aerología, cuando le estaban contando a él y a McDevitt todo lo que se había dicho. El muchacho contempló las enormes esferas de Dhrawn y la diminuta área donde las luces indicaban un conocimiento parcial.
—Supongo que piensas que está mucho más seguro ahora allá abajo.
Era una idea tranquilizadora.