Escucha el suave timbre del teléfono. Es tarde, ¿quién será? ¿Tal vez Aldous Huxley desde la tumba, exhortándome a tener valor? ¿El doctor Hittner para hacerme algunas preguntas importantes sobre el pipi? ¿Toni, para decirme que está muy cerca de aquí con mil microgramos de un ácido que es dinamita y si me parece bien se acerca, y me lo trae? Seguro. Seguro. Desconcertado, me quedo mirando el teléfono. Ni siquiera en el apogeo de su fuerza, mi poder pudo penetrar en la conciencia de la Compañía Norteamericana de Teléfonos y Telégrafos. Suspirando, tras la quinta señal, levanto el auricular y oigo la dulce voz de contralto de mi hermana Judith.
—¿Interrumpo algo? —Comienzo típico de Judith.
—Una tranquila noche en casa. Estoy haciendo un trabajo sobre La Odisea para un estudiante. ¿Tienes alguna idea brillante para mí, Jude?
—Hace dos semanas que no llamas.
—Estaba en bancarrota. Después de la escena de la última vez, no quería sacar a relucir el tema del dinero, y últimamente ha sido el único tema del que se me ocurre hablar, así que preferí no llamar.
—Tonterías —dice—, no estaba enfadada contigo.
—Parecías estar verdaderamente furiosa.
—No quise decir todo eso. ¿Por qué pensaste que hablaba en serio? ¿Sólo porque estaba gritando? ¿De verdad crees que te considero un… un… qué fue lo que te dije?
—Una sanguijuela inútil, creo.
—Una sanguijuela inútil. Tonterías. Esa noche estaba nerviosa Duv; tenia problemas personales, y además estaba a punto de venirme el periodo. Perdí el control. Me limitaba a gritar las primeras estupideces que pasaban por mi cabeza, pero ¿por qué creíste que hablaba en serio? Precisamente tú deberías haber sabido que no lo decía en serio. ¿Desde cuándo le das un valor literal a lo que dice la gente cuando habla?
—También lo estabas diciendo con la cabeza, Jude.
—¿De veras? —De repente, su voz suena sumisa y arrepentida—. ¿Estás seguro?
—Me llegó con fuerza y claridad.
—¡Por Dios, Duv, compréndelo! En ese momento de acaloramiento pude haber estado pensando cualquier cosa. Pero debajo de la furia, debajo, Duv, tenías que haberte dado cuenta de que no hablaba en serio. Que te quiero, que no deseo alejarte de mi. Eres todo lo que tengo, Duv, tú y el niño.
Para mí, su amor tiene un gusto desagradable, y su sentimentalismo todavía me gusta menos. Le digo:
—Ya no leo mucho de lo que hay debajo, Jude. Ultimamente me cuesta demasiado. Pero de todos modos no vale la pena discutirlo. Soy una sanguijuela inútil, y he tomado prestado más de lo que puedes darme. La oveja negra de tu hermano mayor siente demasiada culpa ya tal y como están las cosas. Que me maldigan si jamás vuelvo a pedirte dinero prestado.
—¿Culpa? Tú hablas de culpa, cuando yo…
—No —le advierto—, no se te ocurra empezar ahora con eso de la culpa, Jude. Ahora no.—Su remordimiento por su antigua frialdad hacia mí tiene un sabor aún más desagradable que su amor reciente—. No tengo ganas de determinar la proporción de culpas esta noche.
—De acuerdo. De acuerdo. Pero, ¿andas bien de dinero ahora?
—Ya te dije, estoy haciendo trabajos para algunos estudiantes. Me voy arreglando.
—¿Quieres venir a cenar mañana por la noche?
—Creo que va a ser mejor que trabaje. Tengo que escribir un montón de trabajos, Jude. Es la temporada de mayor actividad.
—Estariamos sólo tú y yo. Y el chico, por supuesto, pero se acostaría temprano. Sólo tú y yo. Podriamos hablar. Tenemos tanto de qué hablar. ¿Por qué no vienes, Duv? No es preciso que trabajes día y noche. Te prepararé algo que te guste. Haré tallarines con salsa picante. Cualquier cosa. Tú eliges.—Esta hermana glacial que durante veinticinco años no me dio nada más que odio, ahora me está suplicando—. Ven y seré una madre para tí, Duv. Ven y déjame ser afectuosa, hermano.
—Quizá pasado mañana, ya te llamaré.
—¿No hay ninguna posibilidad de que sea mañana?
—Creo que no —le digo. Se produce un silencio. No me quiere rogar. Interrumpo el repentino y estridente silencio diciendo—: ¿Qué has estado haciendo tú mientras tanto, Judith? ¿Te has estado viendo con alguien interesante?
—No he estado viendo a nadie.—El tono de su voz es cortante. Han pasado dos años y medio desde su divorcio; con bastante frecuencia se acuesta con hombres; los jugos se están agriando en su alma. Tiene treinta y un años—. Estoy en un periodo de descanso con respecto a los hombres. Quizá he terminado para siempre con ellos. No me importa si jamás vuelvo a acostarme con alguien.
Ahogo una risa triste.
—¿Qué pasó con ese agente de viajes que veías? ¿Mickey?
—Marty. Esa fue simplemente una artimaña, me consiguió un viaje por toda Europa con un 10 % de descuento en la tarifa de viaje. De otro modo no habría podido ir. Lo estaba usando.
—¿Y?
—Me hacía sentir muy mal. Terminamos el mes pasado. No estaba enamorada, creo que ni siquiera me gustaba.
—Pero primero anduviste con él lo suficiente como para conseguir un viaje a Europa.
—A él no le costó nada, Duv. Yo tenia que irme a la cama con él; mientras que lo que él tuvo que hacer fue rellenar un formulario. Pero, ¿qué estás intentando decirme? ¿Que soy una ramera?
—Jude…
—De acuerdo, pues soy una ramera. Pero por lo menos ahora estoy intentando ir por el buen camino. Mucho zumo natural de naranja y mucha lectura seria. Ahora estoy leyendo a Proust, ¿puedes creerlo? He terminado Por el camino de Swann y mañana…
—Aún tengo trabajo que hacer esta noche, Jude.
—Lo siento. No quise molestar. ¿Vendrás a cenar esta semana?
—Ya veré, llamaré para confirmártelo.
—¿Por qué me odias tanto, Duv?
—No te odio. Y estábamos acabando de hablar, creo.
—No te olvides de llamar —me dice. Agarrándose de un pelo.