XXVIII. DESPEGUE


61

Oficialmente, había sido un nombre muy elaborado; pero las pocas personas terrícolas que tuvieron ocasión de mencionarlo hablaron de una Estación Cuarta. A juzgar por el nombre, se dedujo al instante que antes había habido tres objetos similares… ninguno de los cuales estaba ya en uso. Habían sido víctimas del canibalismo. Existía también una Estación Quinta que no fue terminada jamás y se había convertido en un pecio.

Cabía dudar que la vasta mayoría de la población terrestre hubiese pensado nunca en la existencia de la Estación Cuarta, que derivaba lentamente alrededor de la Tierra en una órbita muy distante de la que seguía la Luna.

Las primeras estaciones habían sido pistas terrestres de lanzamiento para los Establecimientos primitivos. Luego, los propios colonizadores se encargaban de construir Establecimientos, y la Estación Cuarta se usó para los vuelos terrestres a Marte.

Sin embargo, sólo tuvo lugar uno de esos vuelos marcianos, pues resultó que los colonizadores estuvieron mucho mejor dotados, psicológicamente para los vuelos largos (por vivir en mundos que eran enormes naves espaciales cerradas). La Tierra se los cedió con un suspiro de alivio.

Ahora, la Estación Cuarta se utilizaba raras veces para propósitos que no fueran el de mantener un asidero de la Tierra en el espacio, a fin de simbolizar el hecho de que los colonizadores no eran los únicos poseedores de la vastedad más allá de la atmósfera terrestre.

Pero ahora la Estación Cuarta tenía una aplicación.

Una inmensa nave de carga había partido abarrotada en su dirección, llevando consigo el rumor (entre los Establecimientos) de que se hacía otra tentativa, la primera en el siglo XXIII, para asentar un equipo terrestre en Marte. Según unos, una mera explosión; según otros, el asentamiento de una colonia terrestre en Marte con el fin de desviar a los pocos Establecimientos en órbita alrededor del planeta. Y, según unos terceros, el designio de establecer una avanzada en un asteroide importante no reclamado todavía por ningún Establecimiento.

Lo que la nave transportaba de verdad en su bodega era la Superlumínica y la tripulación que la dirigía hacia las estrellas.

Aunque Tessa Wendel hubiese estado ligada al planeta durante ocho años, asumía con mucha calma la experiencia espacial, como lo haría cualquier colonizador de nacimiento. En principio, las naves espaciales se asemejaban mucho más a un Establecimiento que al planeta Tierra. Por esa razón Crile Fisher se hallaba algo más intranquilo de lo que había estado en muchos otros vuelos espaciales precedentes.

Esta vez, algo más que lo antinatural del espacio contribuyó a acrecentar la tensión a bordo de la nave.

— No puedo soportar la espera, Tessa — dijo Fisher —. Nos ha costado años alcanzar este punto, la Superlumínica está lista y, no obstante, seguimos esperando.

La Wendel lo miró cavilosa. Ella no había pretendido nunca comprometerse hasta tal punto con Crile. Había deseado tener momentos de reposo a fin de dar descanso a su mente asediada por la complejidad del proyecto y poder así volver al trabajo con más frescura e intuición. Era lo que había intentado; pero había terminado con mucho más que eso.

Ahora se encontraba ligada sin remedio a Crile, de modo que los problemas de él eran también los suyos. Los años de espera se disolverían en la nada, y le inquietaba la desesperación que seguiría a la inevitable decepción. Ella había intentado, con muy buen juicio, arrojar un jarro de agua fría sobre sus sueños, había intentado enfriar su recalentada esperanza de una reunión con su hija. Pero sin éxito. Más bien lo contrario, pues durante el pasado año él había visto con acrecentado optimismo esa posibilidad sin ninguna razón aparente… o al menos ninguna que quisiera explicarle.

Por último Tessa comprobó (aliviada) que Crile no esperaba ver a su esposa sino sólo a su hija. Lo que ella no había entendido nunca era esa añoranza por una hija que había dejado de ver de bebé. Pero Crile no se mostró nunca dispuesto a explicar nada y ella no había querido sondear en el asunto. ¿Para qué? Estaba segura de que la niña no se encontraba viva, de que nadie se hallaba vivo en Rotor. Si Rotor estaba cerca de la Estrella Vecina, sería una tumba gigantesca vagando para siempre por el espacio… Jamás podría ser encontrado salvo por alguna coincidencia increíble. Iba a ser preciso esforzarse para que Crile se mantuviera firme y activo tan pronto como la inevitable perspectiva se hiciese una realidad patente.

— Queda sólo una espera de dos meses… a lo sumo — dijo Tessa intentando engatusarle —. Puesto que hemos esperado años, no te costará tanto hacerlo durante dos meses más.

— La espera de años es lo que hace insoportable la de dos meses— masculló Fisher.

— Plantéatelo de otra forma — le aconsejó la Wendel —. Aprende a doblegarte ante la necesidad. El Congreso Global no nos autorizará a ir antes. Los Establecimientos han puesto los ojos en nosotros, y no podemos estar seguros de que todos ellos se conformen con la idea de que nos encaminamos hacia Marte. Sería extraño que lo hicieran considerando los pobres resultados de la Tierra en el espacio. Si no hacemos nada durante dos meses, ellos supondrán que tenemos dificultades… algo que están muy dispuestos a creer con gran complacencia… Entonces, cesarán de prestarnos atención.

Fisher meneó la cabeza enfurecido.

– ¿A quién le importa que ellos sepan a dónde vamos? Nosotros desapareceremos y ellos tardarán años en hacer posible el vuelo superlumínico… Para esas fechas, tendremos una flota de naves superlumínicas y avanzaremos rápidamente para conquistar la Galaxia.

— No lo des por sentado. Es más fácil imitar y mejorar que hacer el original. Y el Gobierno de la Tierra, considerando su pobre historial en el espacio desde que los Establecimientos alcanzaron la madurez, es evidente que se afana para establecer una primacía indiscutible por razones psicológicas — la científica se encogió de hombros —. Además necesitamos tiempo para realizar más pruebas con la Superlumínica en condiciones de baja gravedad.

— Esas pruebas no tienen fin jamás ¿verdad?

— No seas impaciente. Ésta es una técnica tan nueva e inexplorada y tan diferente a todo cuanto ha tenido jamás la Humanidad, que es natural por demás pensar en nuevas pruebas, y más cuando estamos todavía un poco inseguros sobre el modo en que el movimiento dentro y fuera del espacio resulta afectado por el nivel de intensidad del campo gravitatorio. Hablando en serio, Crile, no puedes culparnos de ser cautelosos. Al fin y al cabo, hace apenas una década se consideraba imposible, en teoría, el vuelo superlumínico.

— Se exagera todo, incluso la cautela.

— Tal vez. A su debido tiempo yo decidiré si hemos hecho cuanto cabe hacer dentro de lo razonable, y entonces despegaremos. Te prometo, Crile, que no esperaremos de forma irrazonable. Ni exageraré la cautela.

— Así lo espero

La Wendel lo miró dubitativa.

– ¿Sabes una cosa, Crile? Desde hace un tiempo, no eres tú mismo. Durante los dos últimos meses pareces estar ardiendo de impaciencia. Te calmaste por algún tiempo, y luego te agitaste otra vez. ¿Ha sucedido algo que yo no sepa?

Fisher se tranquilizó de súbito.

— No ha sucedido nada. ¿Qué puede haber sucedido?

A la Wendel le pareció que él se había calmado demasiado aprisa, que se había esforzado sobremanera para afectar una naturalidad muy sospechosa.

— He intentado advertirte, Crile, que no es probable que encontremos a Rotor como un mundo en funcionamiento, ni siquiera que lo encontremos. No encontraremos a tu… no es probable que encontremos vivo a ninguno de sus ocupantes — Tessa esperó mientras él guardaba un terco silencio, y luego agregó —: ¿No te he prevenido sobre esa… posibilidad?

— A menudo — dijo Fisher.

— Sin embargo, ahora pareces esperar con ansia lo que crees será una feliz reunión. Es peligroso alimentar esperanzas que lo más probable es que no se conviertan en realidad. ¿Qué ha causado tan de repente esa nueva actitud? ¿Has hablado con alguien que tenga un optimismo injustificable?

Fisher enrojeció.

– ¿Por qué he de hablar con alguien para eso? ¿Acaso no puedo llegar por mi cuenta a una conclusión referente a ese asunto o a cualquier otro? El hecho de que yo no sepa tanta física teórica como tú, no es razón para que me tengas por subnormal o memo.

— No, Crile — dijo la Wendel —, jamás pensé semejante cosa de ti, ni la insinué siquiera. Cuéntame lo que crees acerca de Rotor.

— Nada demasiado profundo ni sutil. Me pareció tan sólo que no hay nada en el espacio vacío que pueda haber destruido Rotor. Es fácil decir que quizá se encuentre únicamente el casco muerto de un Establecimiento, suponiendo que Rotor haya alcanzado la Estrella Vecina. ¿Pero qué puede haberlo destruido de un modo o de otro una vez allí? Te desafío a describir un escenario específico de esa destrucción… ya sea a causa de colisiones, inteligencias alienígenas… o cualquier otra cosa.

— No puedo, Crile — repuso muy seria la Wendel —. No tengo visiones extrasensoriales de lo que haya sucedido. Es sólo la propia hiperasistencia. Es una técnica, engañosa. Créeme bajo palabra. No usa el espacio ni el hiperespacio de un modo uniforme, se desliza por la superficie de contacto, bamboleándose a un lado o a otro durante breves períodos, quizá pasando del espacio al hiperespacio y viceversa varias veces por minuto. Por consiguiente, el paso de uno a otro puede tener lugar un millón de veces o más durante el viaje desde aquí a la Estrella Vecina.

– ¿ Y qué?

— Sucede que la transición es mucho más peligrosa que el vuelo uniforme en el espacio o el hiperespacio. No sé hasta qué punto los rotorianos han aplicado la teoría hiperespacial; pero hay probabilidades de que lo hayan hecho de una forma rudimentaria; pues de lo contrario habrían desarrollado sin duda el verdadero vuelo superlumínico. En nuestro proyecto, para el que ha elaborado con gran detalle la teoría hiperespacial, hemos conseguido definir el efecto ejercido sobre los objetos materiales por el paso del espacio al hiperespacio y viceversa. Si un objeto es un punto, no habrá tensión durante la transición. Ahora bien, si un objeto no es un punto… si es una proporción dilatada de materia como podría serlo una nave, habrá siempre un período finito de tiempo durante el cual una parte de ella estará en el espacio y otra en el hiperespacio. Ello creará una tensión… cuyo grado dependerá del tamaño del objeto, su estructura física, su velocidad de transición y así sucesivamente. Incluso para un objeto tan grande como Rotor, el peligro resultante de una transición sencilla… o una docena si se quiere, será tan reducido que podrá desestimarse.

«Cuando la Superlumínica viaje a la velocidad superior a la luz hacia la Estrella Vecina, nos expondremos a hacer doce transiciones o tal vez tan sólo dos. Será un vuelo seguro. En cambio, en un vuelo con hiperasistencia habrá un millón de transiciones durante el mismo viaje… ¿comprendes? Las probabilidades de una tensión fatal aumentan muchísimo.

Fisher pareció horrorizado.

– ¿Es segura la probabilidad de una tensión fatal?

— No, no hay nada seguro. Es una cuestión de estadística. Una nave puede sufrir un millón de transiciones, o un billón, sin que suceda nada. Pero también puede resultar destruida a la primera transición. Y las probabilidades aumentan aprisa con el número de transiciones. Así, pues, sospecho que Rotor se embarcó en este viaje sabiendo muy poco acerca de los peligros de la transición. Si hubiera tenido un mayor conocimiento, no habría partido jamás. Por tanto, hay muchas probabilidades de que haya experimentado cierta tensión que le haya debilitado lo suficiente para llegar «cojeando» a la Estrella Vecina, y una probabilidad de que haya sufrido una tensión lo bastante fuerte para borrarlo por completo de la existencia. Por consiguiente, podríamos encontrar un casco o podríamos no encontrar nada.

— O podríamos encontrar un Establecimiento que ha sobrevivido— dijo con rebeldía Fisher.

— Lo admito. O podríamos luchar contra la fatalidad y resultar destruidos, por lo cual tampoco se encontraría nada. Te ruego no te prepares para lo cierto sino para lo probable. Y recuerda que quienes reflexionan sobre este asunto sin un conocimiento sólido de la teoría hiperespacial no tienen probabilidades de llegar a conclusiones razonables.

Deprimido a todas luces, Fisher cayó en un silencio profundo, mientras la Wendel le observaba inquieta.


62

Tessa Wendel encontró que la Estación Cuarta era un entorno fantasmal, como si alguien hubiese construido un Establecimiento pequeño pero equipado para ser tan sólo una combinación de laboratorio, observatorio y plataforma de lanzamiento. No tenía granjas, ni viviendas, ni ninguna de las dependencias propias de un Establecimiento por pequeño que fuese. No estaba equipada siquiera con un spin que procurase un adecuado campo seudogravitatorio.

De hecho, no era más que una nave espacial afectada de acromegalia. Resultó evidente que, aunque pudiese estar ocupada con carácter permanente, siempre y cuando se contase con un suministro ininterrumpido de alimentos, aire y agua (había cierto reciclaje pero poco eficaz), ningún individuo podría permanecer allí por mucho tiempo.

Crile Fisher comentó irónico que la Estación Cuarta era como una estación espacial anticuada de los primeros tiempos de la era del espacio, que por alguna misteriosa circunstancia había sobrevivido hasta el siglo XXIII.

Sin embargo, en cierto aspecto era única. Ofrecía una vista panorámica del sistema Tierra-Luna. Desde los Establecimientos que giraban alrededor de la Tierra, raras veces se veían los dos cuerpos en su verdadera relación. Pero desde la Estación Cuarta, la Tierra y la Luna no distaban nunca entre sí más de quince grados. Y como la Estación Cuarta giraba alrededor del centro de gravedad de ese sistema (lo cual equivalía más o menos a girar alrededor de la Tierra), el panorama cambiante de ambos mundos, en posición y fase, así como el tamaño cambiante de la Luna (según estuviese sobre el lado de la Tierra correspondiente a la Estación o sobre el opuesto), eran una maravilla sin fin.

EI Sol está interceptado automáticamente por el dispositivo Ecart (la Wendel tuvo que preguntar para saber que esa abreviatura significaba dispositivo Eclipse Artificial), y sólo cuando el Sol se movía demasiado cerca de la Tierra o la Luna, se malograba la vista en el cielo de la Estación.

Se pusieron de relieve los antecedentes de la Wendel como habitante de un Establecimiento, por lo mucho que ella disfrutó contemplando la interacción Tierra-Luna. Más que nada, según explicó, porque evidenciaba que no se hallaba ya en la Tierra.

Así se lo dijo a Fisher, quien reaccionó con una sonrisa agria. Él la había sorprendido echando miradas furtivas a derecha e izquierda al decirlo.

— Veo que no te importa revelármelo aunque yo sea un terrícola y pueda tomarlo a mal — le dijo —. Pero no temas, no haré correr la voz.

— Yo te confiaría cualquier cosa, Crile — le contestó ella sonriendo feliz.

Fisher había cambiado mucho desde aquella conversaci6n crucial cuando alcanzaron la Estación Cuarta. Se mostraba sombrío, sí; pero había desaparecido la expectación febril sobre lo que podría no ser.

– ¿Crees de verdad que, a estas alturas del juego, ellos te guardan rencor por tu condición de colonizadora? — preguntó él.

— Claro que sí. Ellos no olvidan jamás. Son de miras tan estrechas como yo, y yo no olvido nunca que ellos son personas de la Tierra.

— Sin duda olvidas que soy un hombre terrícola.

— Eso es porque eres Crile y no encajas en ninguna categoría que no sea la de Crile. Y yo soy Tessa. Y eso pone el punto final.

Fisher dijo pensativo:

— Escucha, Tessa, ¿te ha desagradado alguna vez el hecho de haber concebido el vuelo superlumínico para la Tierra en vez de haberlo hecho para tu propio Establecimiento, Adelia?

– ¡Pero si no lo he hecho para la Tierra ni lo habría hecho para Adelia en otras circunstancias! Lo hice por mí en ambos casos. Tuve un problema que resolver y terminé con éxito el trabajo. Ahora pasaré a la historia como inventora del vuelo superlumínico, y esto es lo que he hecho por mí. Aunque pueda parecer jactanciosa, lo he hecho también por la Humanidad. Poco importa en qué mundo se ha realizado el descubrimiento, entiéndeme. Alguna persona o personas en Rotor inventaron la hiperasistencia, pero ahora la tenemos todos los Establecimientos. A fin de cuentas, también tendrán todos los Establecimientos el vuelo superlumínico. Cuando tiene lugar un avance, sea donde sea, se beneficia en última instancia la Humanidad.

— Sin embargo, la Tierra lo necesita más que los Establecimientos.

– ¿Te refieres a la aproximación de la Estrella Vecina, lo cual es fácilmente evitable para un Establecimiento mediante la huida, si se hace necesario, pero no para la Tierra? Bueno, dejaré ese problema a los líderes de la Tierra. Les he facilitado la herramienta, y ellos deben idear métodos para usarla a su mejor conveniencia.

— Tengo entendido que despegamos mañana — dijo Crile.

— Sí, por fin. Ellos harán grabaciones holográficas y nos procurarán el resultado final. Sin embargo, no se sabe cuándo será notificado al gran público y a los Establecimientos.

— No podrá ser hasta después de nuestro regreso — comentó Fisher —. Seria una insensatez publicarlo si no están seguros de que regresaremos. Va a ser también una espera angustiosa para ellos, puesto que no tendrán ningún contacto con nosotros. Cuando los astronautas se plantaron sobre la Luna, estuvieron en comunicación con la Tierra todo el tiempo.

— Cierto — admitió la Wendel —. Pero cuando Colón se aventuró por el Atlántico, los monarcas españoles no supieron nada de él hasta que regresó al cabo de siete meses.

— Ahora la Tierra se juega mucho más de lo que se jugara España hace siete siglos y medio. Es una verdadera lástima que no tengamos comunicación superlumínica, ya que tenemos vuelo superior a la velocidad de la luz.

— Opino lo mismo. Igual que Koropatsky. Ha estado asediándome para que solucionara lo de la telecomunicación; pero yo le dije que yo no soy una maravillosa fuerza sobrenatural que pueda crear por arte de magia todo cuanto se le antoje a cualquiera. Una cosa es impulsar una masa a través del hiperespacio y otra muy distinta impulsar una radiación. Son cosas que se rigen por leyes diferentes incluso en el espacio ordinario, de tal manera que Maxwell no concibió sus ecuaciones electromagnéticas hasta dos siglos después de que Newton ideara su ecuación gravitatoria. Algún día nosotros concebiremos la comunicación superlumínica, pero eso está por llegar.

— Lástima — murmuró pensativo Fisher —. Es posible que el vuelo superlumínico no sea práctico sin la comunicación correspondiente.

– ¿Por qué no?

— La falta de comunicación a mayor velocidad que la luz corta el cordón umbilical. ¿Acaso los Establecimientos podrían vivir lejos de la Tierra, lejos del resto del mundo… y sobrevivir?

La Wendel frunció el ceño.

– ¿Qué significa esa nueva filosofía?

— Sólo una idea. Como eres una colonizadora, Tessa, y estás habituada a ello, puede no ocurrírsete que vivir en un Establecimiento no es verdaderamente natural para los seres humanos.

– ¡Ah! ¿Sí? Nunca me pareció antinatural.

— Eso es porque no has vivido realmente en uno. Has estado viviendo en todo un sistema de Establecimientos entre los cuales había un gran planeta con billones de habitantes. Una vez los rotorianos alcanzasen la Estrella Vecina, ¿no podrían pensar que vivir en un Establecimiento aislado no era satisfactorio? De ser así, regresarían sin duda a la Tierra. Pero no lo han hecho. ¿No será porque han encontrado un planeta donde vivir?

– ¿Un planeta habitable girando alrededor de una estalla enana roja? No hay cosa menos probable;

— La Naturaleza tiene medios para engañarnos y trastocar unos axiomas supuestos. Supón que hay allí un planeta habitable. Debería ser estudiado con minuciosidad.

– ¡Ah! Empiezo a adivinar lo que sugieres! — dijo la Wendel —. Se te ocurre que la nave podría llegar a la Estrella y encontrar allí una especie de planeta habitable. Entonces nosotros tomaríamos buena nota, descubriríamos desde cierta distancia que está inhabitado y emprenderíamos una exploración concienzuda. Tú querrías que desembarcáramos e iniciáramos una búsqueda mucho más precisa o intentáramos por lo menos hallar a tu hija. ¿Pero qué hacer si nuestro detector neurónico no encuentra ni rastro de inteligencia en ninguna parte dentro del sistema planetario al que pertenezca la Estrella Vecina? ¿Seguir indagando en los diversos planetas?

Fisher vaciló antes de contestar:

— Claro que no. Me parece que, si dan señales de ser habitables, deberemos estudiarlos. Necesitamos saber cuanto podamos acerca de un planeta semejante. Quizá tengamos que evacuar pronto la Tierra, y nos hace falta saber a dónde podemos llevar a nuestra gente. Eso quizá no tenga importancia para ti, puesto que los Establecimientos tienen la facultad de trasladarse sin necesidad de evacua…

– ¡Crile! ¡No me trates como a una enemiga! Ni me veas de repente como a una colonizadora. Soy Tessa, ¿recuerdas? Si hay un planeta, lo investigaremos todo lo que podamos, te lo prometo. Pero si lo hay y está ocupado por los rotorianos… Bueno, tú pasaste algunos años en Rotor, Crile, y debes conocer a Janus Pitt.

— Lo conozco. No hablé nunca con él, pero mi es… ex esposa trabajó para él. Según ella, es un hombre muy capaz, inteligente y enérgico

— Muy enérgico. Nosotros supimos también de él en otros Establecimientos. Si su plan fuera encontrar para Rotor un lugar oculto al resto de la Humanidad, no podría hacer mejor elección que ir a la Estrella Vecina, pues se halla muy cerca y su existencia no había sido conocida hasta ahora por nadie excepto por ellos. Y si por alguna razón él quisiera un sistema entero para si mismo, siendo como es Janus Pitt, temería la posibilidad de que le siguieran y le desbarataran su monopolio. Si acertara a encontrar un planeta útil que Rotor pudiese aprovechar, él rechazaría toda intrusi6n con la mayor contundencia.

– ¿A dónde vas a parar? — inquirió Fisher.

Pareciendo turbado, como si ya supiera a dónde iba a parar.

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