XXII. ASTEROIDE


48

¡Día 22 de agosto de 2235! La fecha significó algo para Crile Fisher, pues era el cumpleaños de Tessa Wendel. Para ser exactos, su quincuagésimo tercero. Ella no mencionó esa fecha ni su significado…, quizá porque le enorgulleciese su apariencia juvenil en Adelia o tal vez porque pensase en los cinco años que le llevaba a Fisher.

Pero la diferencia relativa de sus edades no importó a Crile.

Aunque no le hubiese atraído su inteligencia y su vigor sexual, Tessa tenía la llave para alcanzar a Rotor, y él lo sabia.

Ahora había finas arrugas alrededor de sus ojos, y una acusada flacidez en la parte superior de sus brazos; pero su cumpleaños no mencionado, representó un triunfo para ella, de modo que Tessa entró contoneándose en el apartamento, cuyo lujo había aumentado con los años, y se dejó caer en su robusto sillón con una sonrisa de satisfacción en el rostro.

— Ha ido tan suave como el espacio interestelar. Perfección absoluta.

— Me hubiera gustado estar allí — manifestó él.

— Y a mí también, Crile; pero estamos sometidos a un reglamento estricto y, por si fuera poco, te estoy iniciando en más cosas de las que debiera.

El objetivo había sido Hypermnestra, un asteroide mediocre situado en una posición conveniente, no demasiado cerca de otros asteroides por el momento y, lo que era más importante, no demasiado cerca de Júpiter. Además no lo reclamaba ningún Establecimiento ni lo visitaba nadie. Por añadidura, estaban las dos primeras sílabas del nombre que, aun siendo trivial, parecía representar una meta adecuada para un vuelo superlumínico a través del hiperespacio.

— Doy por supuesto que has conducido la nave sana y salva hasta allí.

— A unos diez mil kilómetros de distancia. Hubiera sido fácil situarla más cerca; pero no quisimos arriesgamos a una intensificación de su campo gravitatorio, aunque fuera débil. Y regreso, por supuesto, al lugar previsto. La escoltaron, como es lógico, dos aeronaves ordinarias.

— Supongo que los Establecimientos estuvieron al acecho.

— Claro está. Pero una cosa es ver cómo la nave se desvanecía instantáneamente, y otra muy distinta averiguar a dónde iba; determinar mi marcha a una velocidad similar a la de la luz o a varios múltiplos de ella, y sobre todo, descubrir cómo se ha logrado. Así pues, lo que ellos vieran carece de importancia.

— No poseían ningún medio para averiguar cuál era el destino, a menos que la seguridad hubiera fallado lo cual, al parecer, no sucedió. Si lo hubiesen sabido o adivinado, seguiría sin servirles para nada. En suma, todo fue muy satisfactorio, Crile.

— Es evidente que representa un paso de gigante.

— Y con otros pasos de gigante adicionales esperándonos. Fue la primera nave capaz de transportar un ser humano y superar la velocidad de la luz. Pero, como sabes, iba tripulada… si es ésa la palabra justa… por un robot.

– ¿Actuó con éxito el robot?

— Por completo, pero eso no es muy significativo, salvo que demuestra nuestra capacidad para transferir una masa bastante voluminosa hasta allí y hacerla regresar en una sola pieza… al menos una pieza en la macroescala. Se requerirán varias semanas de inspección para asegurarnos de que no ha sufrido ningún daño peligroso en la microescala. Nos espera todavía la tarea de construir naves mayores, de asegurarnos que se incorporan los sistemas sustentadores de la vida y de que funcionan bien, así como la de multiplicar las condiciones de seguridad. Un robot es capaz de soportar tensiones que los seres humanos no pueden.

– ¿Y se mantiene el calendario?

— Hasta ahora sí. Hasta ahora. Dentro de otro año, o un año y medio… Si no sobrevienen desastres o accidentes inesperados… seremos capaces de sorprender a los rotorianos, suponiendo que todavía existan.

Fisher respiró y la Wendel pareció avergonzada.

Lo siento. Me he propuesto no decir cosas como ésa; pero se me escapan algunas veces.

— No te preocupes — la tranquilizó Fisher —. ¿Se ha acordado definitivamente que yo iré en el primer viaje a Rotor?

— Si, suponiendo que pueda haber acuerdos definitivos para algo que no tendrá lugar hasta dentro de un año o más. No hay forma de prevenirse contra las necesidades y los cambios súbitos.

— Pero hasta ahora…, ¿se está en eso?

— Al parecer Tanayama dejó una nota diciendo que se te había prometido una litera… Fue muy correcto, más de lo que yo esperaba. Koropatsky tuvo la amabilidad de decirme lo de la nota hoy, después del magnífico vuelo, cuando me pareció que sería una buena ocasión para sugerir esa posibilidad.

– ¡Estupendo! Tanayama me lo prometió de palabra. Celebro que lo pusiera por escrito.

– ¿Te importa decirme por qué te hizo esa promesa? Tanayama me pareció siempre una persona que no da nada por nada.

— Tienes razón. Conseguí el viaje a condición de que te hiciera volver a la Tierra para seguir trabajando en las velocidades superlumínicas. Creo recordarás que llevé a cabo esa tarea con éxito total.

La Wendel resopló.

— Dudo que fuera sólo eso lo que moviera a tu Gobierno. Koropatsky dijo que no se sentiría obligado por las promesas de Tanayama, en general; pero que tú habías vivido en Rotor durante algunos años y tus especiales conocimientos podrían ser aprovechables. A mi parecer, tus conocimientos especiales después de trece años podrían haberse diluido; pero no se lo dije así porque me sentí feliz después de la prueba y decidí que, por el momento, te amaba.

Fisher sonrió.

— Siento gran alivio, Tessa. Y espero que tú estés también en el primer vuelo. ¿Dejaste bien sentado eso?

La Wendel retiró un poco la cabeza, como si quisiera ver mejor a Fisher.

— Eso fue mucho más difícil, amigo mío. Ellos se prestaron gustosos a dejarte correr ese peligro; pero respecto a mí dijeron que no podían prescindir de mi colaboración. «¿Quién llevaría adelante el proyecto si le sucediera algo?», arguyeron. Les contesté: «Cualquiera de los veinte subordinados míos que saben tanto como yo sobre los vuelos superlumínicos y cuyas mentes son más jóvenes y despiertas.»

— Quizás haya algo de cierto en lo que dicen. ¿Por qué habrías de arriesgarte?

— Hay tres sólidas razones — contestó la Wendel —. Por un lado quiero el mérito de capitanear el primer vuelo a velocidad mayor que la de la luz. Por otro, tengo la curiosidad de ver esa estrella y me molestará que los rotorianos lleguen primero si… — Se calló a tiempo, y luego continuó —: Y por último, y más importante, deseo abandonar la Tierra o al menos así lo creo.

Dijo esto entre auténticos gruñidos.

Más tarde, cuando ambos se tendieron juntos en la cama, ella dijo:

— Si llega ese momento y nos hallamos finalmente allí…, ¡qué maravillosa sensación será!

Fisher no contestó. Él estaba pensando en una niña con enormes y extraños ojos. También pensó en su hermana, y las dos parecieron fundirse hasta ser una sola cuando el sueño le venció.

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