VI. APROXIMACIÓN


11

¿Cuándo lo había sabido? ¿Desde el instante en que dio el nombre de Némesis a la estrella? ¿Había intuido lo que era y lo que significaba?¿Le había puesto nombre, según costumbre, sin pensamientos preconcebidos?

Cuando ella vio por primera vez la estrella, el acto del descubrimiento fue lo único que contó. En su cabeza no quedaba espacio para nada que no fuera la inmortalidad. Era su estrella. La estrella de Insigna. Había estado tentada de llamarla así. ¡Qué excelso había sonado aquello, a pesar de que ella lo rechazara a regañadientes haciendo una mueca de falsa modestia! ¡Y cuán insoportable sería ahora si ella hubiese caído en la trampa!

Tras el descubrimiento llegó la tremenda exigencia del secreto por parte de Pitt, y luego los preparativos febriles para la Partida. ¿Sería así como se la llamaría a algún día en los libros de historia? ¿La Partida? ¿Capitalizada?

Más tarde, después de la Partida, hubo dos años en los que la nave saltó sin cesar dentro y fuera del hiperespacio… Mas los cálculos interminables inherentes a esa hiperasistencia requerían sin cesar datos astronómicos cuya aportación estaba supervisada por ella. La densidad y composición de la materia interestelar era absorbente por sí sola…

Ella no había podido pensar con detalle sobre Némesis en ningún instante de esos cuatro años; no le había sido posible apuntar ni una vez hacia lo evidente.

¿Era posible eso? ¿O era que se retraía, sencillamente, de lo que no quería ver? ¿No se habría refugiado, de forma deliberada, en el secreto; en la huida y en la agitación que se le ofrecían?

Pero llegó un tiempo en que el último período hiperespacial se quedó atrás, cuando ellos desaceleraron durante un mes mediante una granizada inicial de átomos de hidrógeno a los que golpearon con tal velocidad que se convirtieron en partículas de rayos cósmicos.

Ningún vehículo espacial ordinario habría podido aguantar aquello; pero Rotor estaba envuelto en una gruesa capa de tierra que había sido reforzada para la travesía y que absorbía las partículas.

Uno de los hiperespacialistas le había asegurado que llegaría un tiempo en que sería posible penetrar y abandonar el hiperespacio a velocidades ordinarias.

— Habiendo hiperespacio en primer lugar — le había dicho el hombre-, no se requiere una nueva penetración conceptual. Todo es cuestión de ingeniería.

¡Tal vez! Sin embargo, los restantes hiperespacialistas consideraron la noción como un escape de estrella.

Cuando vislumbró la espantosa verdad, Insigna corrió a Pitt. Este había tenido poco tiempo para ella en el año anterior, lo cual le parecía comprensible. Había cierta tensión que se hacía más evidente a medida que aumentaba la agitación del viaje y la gente descubría que dentro de unos meses estaría en la vecindad de otra estrella. Entonces tendría el problema constante de la supervivencia durante un largo período, y cerca de una extraña estrella enana roja sin la menor garantía de que hubiera material planetario suficiente que sirviera como fuente de recursos y, por descontado, como lugar para vivir.

Janus Pitt no tenía ya el aspecto de un hombre joven aunque su pelo fuera todavía oscuro y su rostro estuviese terso. Habían transcurrido sólo cuatro años desde que Insigna fue a él con la noticia sobre la existencia de Némesis. No obstante, sus ojos tenían una mirada huidiza, como si tuviera la impresión de que le habían arrebatado el jubiloso entusiasmo y sus inquietudes quedaban desnudas ante el mundo.

Él era ya comisario electo. Quizás eso fuera la causa de muchas de sus preocupaciones; pero ¿quién podría asegurarlo? Insigna no había conocido nunca el poder auténtico… ni la responsabilidad que le acompañaba; aunque algo le decía que eso ejercería la presión suficiente para amargar la vida de quien lo tuviera.

Pitt le sonrió distraído. Ambos se habían visto forzados a estar unidos cuando compartían un secreto en el que, al principio, nadie y luego casi nadie participaba. Ellos habían hablado sin reservas cuando no podían hacerlo con ninguna otra persona. Sin embargo, después de la Partida, al revelarse el secreto, los dos se habían distanciado otra vez.

— Janus — dijo ella-, existe algo que me está corroyendo y por eso he decidido venir a ti. Se trata de Némesis.

— ¿Hay algo nuevo? ¡No puedes decirme ahora que no está donde pensabas! Pues se halla ahí mismo, a menos de dieciséis billones de kilómetros. Podemos verla.

— Sí, lo sé. Pero cuando la descubrí a una distancia de dos años luz largos, di por supuesto que era una estrella acompañante, que Némesis y el Sol estaban trazando círculos alrededor de un centro de gravedad común. Una cercanía tan patente sería casi dramática.

— Muy bien. ¿Y por qué no pueden ser dramáticas las cosas de cuando en cuando?

— Porque, pese a esa cercanía, a todas luces está claro que dista demasiado para ser una estrella acompañante. La atracción gravitatoria entre Némesis y el Sol es debilísima, tan débil que las perturbaciones gravitatorias de otras estrellas vecinas harían inestable la órbita.

— Pero Némesis está ahí.

— Sí, más o menos entre nosotros y Alpha Centauri.

— ¿Qué tiene que ver con esto Alpha Centauri?

— El hecho es que Némesis no dista de Alpha Centauri mucho más que del Sol. También podría ser una estrella acompañante de Alpha Centauri. Lo más probable, cualquiera que sea su sistema, es que la presencia de otra estrella está alterándola ahora o la ha alterado ya.

Pitt miró pensativo a Insigna y tamborileó con los dedos sobre el brazo de su butaca.

— ¿Cuánto tiempo requiere Némesis para dar una vuelta alrededor del Sol… suponiendo que sea su acompañante?

— No lo sé. Tendría que trabajar con su órbita. Debiera haberlo hecho antes de la Partida, pero entonces habían muchas otras cosas que me ocupaban, y ahora también… pero no tengo disculpa.

— Bueno, haz un cálculo aproximado.

Tras breve reflexión, Insigna dijo:

— Si es una órbita circular, Némesis requerirá unos cincuenta millones de años para dar una vuelta alrededor del Sol o, si queremos ser más exactos, alrededor del centro de gravedad del sistema mientras el Sol hace un circuito similar. La línea entre los dos, al tiempo que se mueven, pasará siempre por ese centro. Por otra parte, si Némesis sigue una órbita eminentemente elíptica y se encuentra ahora en su punto más distante… como debe ser, pues si se aventurara más lejos ya no sería, como es lógico, una estrella acompañante… entonces será tan sólo, quizá, veinticinco millones de años.

— Así pues, la última vez que Némesis ocupó esa posición, más o menos entre Alpha Centauri y el Sol, Alpha Centauri debió de haber tenido una posición muy diferente a la que tiene ahora. Alpha Centauri se movería entre veinticinco y cincuenta millones de años, ¿no es verdad? ¿Cuánto sería eso?

— Una buena fracción de un año luz.

— ¿Significaría eso que ésta es la primera vez que dos estrellas se disputan a Némesis? ¿Y que habría estado trazando círculos pacíficamente hasta ahora?

— Ni la menor probabilidad, Janus. Incluso si descartas a Alpha Centauri, hay otras estrellas. Ahora puede haber llegado una estrella; pero tiene que haber otra a una distancia interferente en alguna parte de su órbita en el pasado. La órbita es inestable, eso es todo.

— Entonces ¿qué está haciendo aquí, en nuestra vecindad, si no traza una órbita alrededor del Sol?

— Exacto — dijo Insigna.

— ¿Qué quieres decir con “exacto”?

— Si trazamos una órbita alrededor del Sol se movería a una velocidad, referida al Sol, de ochenta o cien metros por segundo, según sea la masa de Némesis. Eso es un movimiento muy lento para una estrella, y por tanto parecería ocupar el mismo sitio durante largo tiempo. En consecuencia, permanecería largo tiempo detrás de la nube, sobre todo si ésta se mueve en la misma dirección referida al Sol. Con un movimiento tan lento y una luz tan amortiguada, no es de extrañar que no se le haya visto hasta ahora. Sin embargo…

Insigna hizo una pausa.

Pitt, que no parecía esforzarse por disimular su enorme interés, suspiró y dijo:

— ¡Vamos! ¿Por qué no vas al grano?

— Bien, si no traza una órbita alrededor del Sol, estará sujeta a un movimiento independiente cuya velocidad referida al Sol será de cien kilómetros por segundo aproximadamente. Es decir, mil veces más rápida que si estuviera en órbita. En estos momentos, se halla en nuestra vecindad; pero seguirá moviéndose, pasará al Sol y no volverá nunca más. Ahora bien, sea como sea, permanece detrás de la nube y apenas se aparta de su posición.

— ¿Cómo puede suceder tal cosa?

— Hay una dirección en la que puede moverse a buen ritmo; sin embargo no parece apartarse de su posición en el cielo.

— ¡No me digas que está vibrando hacia delante y hacia atrás!

Insigna curvó los labios.

— Por favor, Janus, no intentes bromear conmigo. Eso no tiene gracia. Némesis podría estar moviéndose más o menos directamente hacia el Sol. No oscilaría a derecha y a izquierda de forma que no parecería cambiar de posición, pero vendría hacia nosotros, es decir hacia el sistema Solar.

Pitt la miró atónita.

— ¿Hay pruebas de eso?

— Todavía no. No hubo ninguna razón para tomar el espectro de Némesis cuando fue descubierta Sólo después de observar el paralaje el análisis espectral hubiera tenido sentido; y por entonces no se me ocurrió hacerlo. Si mal no recuerdo, me pusiste a la cabeza del proyecto Sonda Lejana, y me dijiste que desviara la atención general de Némesis. Por aquellas fechas no pude disponer un análisis espectral minucioso, y desde la Partida… Bueno, no lo he hecho. Pero ahora investigaré ese asunto, puedes estar seguro.

— Permíteme una pregunta. ¿No se produciría el mismo efecto de inmovilidad si Némesis se alejase “directamente” del Sol? Hay un cincuenta por ciento de probabilidades de que se mueva hacia el Sol o se aleje de él, ¿no es cierto?

— El análisis espectral nos lo dirá. Una desviación roja de las líneas espectrales significará que hay una recesión; una desviación violeta, aproximación.

— Pero ya es demasiado tarde. Si tomas ese espectro, te dirá que se nos está aproximando, porque nosotros nos aproximamos a ella.

— Ahora mismo yo no tomaría el espectro de Némesis. Si se aproxima al Sol, éste se aproximará ella, y nosotros tendremos presente nuestra velocidad. Además, estamos reduciendo velocidad, y dentro de un mes o así nos moveremos con tanta lentitud que nuestro movimiento no alterara de forma notable los resultados espectrométricos.

Durante medio minuto Pitt pareció ensimismarse mirando fijamente la despejada mesa mientras su mano golpeaba parsimoniosa la terminal de la computadora. Por fin dijo sin molestarse en levantar la vista:

— No. No es necesario hacer esas observaciones. No quiero que te preocupes más por ese asunto, Eugenia. Es un problema inexistente, así que olvídalo.

Agitó la mano indicándole con claridad que podía irse.


12

El aliento de Eugenia dejó oír un sonido sibilante cuando tuvo que pasar por la nariz de ventanillas coléricamente apretadas. Ella dijo con voz ronca:

— ¿Cómo te atreves, Janus? ¿Cómo te atreves?

— ¿Atreverme a qué? — inquirió ceñudo Pitt.

— ¿Cómo te atreves a ordenarme que salga de tu despacho? ¿Me tomas por un mecánico de computadora? Si yo no hubiese descubierto Némesis, nosotros no estaríamos aquí. Tú no serías comisario electo. Némesis es mía. Yo tengo algo que decidir al respecto.

— Némesis no es tuya. Es de Rotor. Así que, por favor, vete ahora y déjame despachar los asuntos del día.

— Janus — dijo ella alzando la voz-, te digo una vez más, con toda probabilidad, Némesis se mueve hacia nuestro Sistema solar.

— Y yo te digo una vez más que hay sólo un cincuenta por ciento de probabilidades de que sea así. E incluso si se encamina hacia el Sistema Solar… que ya no es el “nuestro” sino el “suyo”… no me digas que va a chocar con el Sol. No te creeré si lo dices. En su historia de casi cinco billones de años, el Sol no se ha encontrado jamás con una estrella, ni siquiera de lejos. Las probabilidades contra las colisiones estelares, incluso en las zonas relativamente abarrotadas de la Galaxia, son enormes. Yo no seré astrónomo, pero por lo menos sé eso.

— Las probabilidades son solo probabilidades, Janus, no hechos fehacientes. Es concebible, pese a su improbabilidad, que Némesis y el Sol choquen; pero reconozco que eso es dificilísimo que ocurra. Lo malo es que una aproximación cercana, incluso sin colisión, podría ser funesta para la Tierra,

— ¿Qué significa una aproximación cercana?

— No lo sé. Eso requeriría una gran labor con la computadora.

— Está bien. Entonces ¿qué sugieres si nos tomamos la molestia de hacer las observaciones y computadorizaciones necesarias, y si descubrimos que la situación está, en verdad, preñada de peligros para el Sistema Solar? ¿Se lo comunicaremos al Sistema Solar?

— Pues… sí. ¿Qué otra cosa podríamos hacer?

— ¿Y cómo se lo comunicaríamos? No tenemos ningún medio de hipercomunicación. Y, aunque lo tuviéramos, ellos no poseen sistema alguno para recibir hipermensajes. Si enviamos un mensaje luminal de cualquier otro tipo… luz, microondas, neutrinos modulados… se requerirán dos años para alcanzar la Tierra, suponiendo que tengamos un destello lo bastante intenso o lo bastante coherente. Y aun así, ¿cómo nos enteraríamos de que les había llegado? Si lo recibiesen y se molestaran en contestar, esa respuesta requeriría otros dos años para estar aquí. ¿Y cuál sería el resultado final del aviso? Tendríamos que decirles dónde está Némesis y ellos verían que la información procede de esta dirección. Entonces, se perdería toda finalidad de nuestro secreto, el plan para establecer sin interferencias una civilización homogénea alrededor de Némesis.

— Cualquiera que sea el coste, Janus, ¿serías capaz de no advertírselo?

— ¿A qué viene tanta preocupación? Aunque Némesis se moviera hacia el Sol, ¿cuánto tiempo tardaría en alcanzar el Sistema Solar?

— Podría llegar a las cercanías del Sol dentro de cinco mil años. Pitt se respaldó en su butaca y examinó a Insigna con cierto regocijo irónico.

— Cinco mil años. ¿Solo cinco mil años? Escucha, Eugenia, hace doscientos cincuenta años que el primer terrícola plantó el pie sobre la Luna. Han transcurrido dos siglos y medio y aquí estamos ante la estrella más próxima. A este ritmo, ¿dónde nos encontraremos dentro de otros dos siglos y medio? En cualquier estrella que se nos antoje. Y dentro de cinco mil años, cincuenta siglos, nos habremos diseminado por toda la Galaxia, salvo la presencia de otras formas de vida inteligente. Profundizaremos hacia otras galaxias. Cuando hayan transcurrido cinco mil años, la tecnología habrá progresado hasta el punto de que, si el Sistema Solar se encontrara en serias dificultades, todos sus establecimientos y su entera población planetaria podrían despegar hacia espacios más profundos y hacia otras estrellas.

Insigna meneó la cabeza.

— No creas que el progreso tecnológico significa poder vaciar el Sistema Solar con un simple ademán, Janus. Trasladar a billones de personas sin caos y sin una pérdida tremenda de vidas humanas; requerirá una larga preparación. Si ellos van a hallarse en peligro mortal de aquí a cinco mil años, necesitan saberlo “ahora”. Nunca es demasiado pronto para empezar a planificar.

— Tienes muy buen corazón, Eugenia, así que te ofreceré un compromiso-dijo Pitt-. Supón que empleamos cien años para establecemos aquí, multiplicarnos y crear un racimo de Establecimientos lo bastante fuertes y estables para encontrarnos seguros. Entonces podremos investigar el destino de Némesis y, si fuere necesario, advertir al Sistema Solar. Ellos tendrán todavía casi cinco mil años para prepararse. Sin duda un pequeño retraso de un siglo no tendrá resultados fatales.

Eugenia suspiró.

— ¿Es ésa tu visión del futuro? ¿La Humanidad disputándose sin tregua las estrellas? ¿Cada grupo pequeño intentando establecerse con supremacía sobre esta estrella o sobre aquélla? ¿Aborrecimiento, recelo y conflictos inacabables, similares a los que tuvimos en la Tierra durante milenios, extendiéndose por la Galaxia a lo largo de otros milenios más?

— Mira, Eugenia, yo no tengo visión alguna. La Humanidad hará lo que plazca. Disputará, como dices, o establecerá, quizás un imperio galáctico, o hará cualquier otra cosa. Yo no puedo dictaminar lo que va a hacer la Humanidad ni pretendo darle forma. Para mí cuenta sólo este Establecimiento y este siglo para instalarlo en Némesis.

Para entonces tú y yo estaremos muertos, a salvo, y nuestros sucesores resolverán el problema de advertir al Sistema Solar… si se hiciese necesario. Yo procuro ser razonable, no emocional, Eugenia. Tú eres también una persona razonable. Reflexiona sobre ello.

Insigna lo hizo así. Estuvo sentada allí un buen rato mirando sombría a Pitt mientras éste esperaba con una paciencia casi exagerada.

Por fin ella dijo:

— Está bien. Comprendo tu punto de vista. Continuaré analizando el movimiento de Némesis referido al Sol. Quizá podamos olvidar todo este asunto.

— No. — Pitt alzó un dedo amonestador-. Recuerda lo que te he dicho antes. No se harán esas observaciones. Si resulta que el Sistema Solar está en peligro, no habremos ganado nada. Entonces deberemos hacer lo que insisto que hagamos en cualquier caso: pasar un siglo fortaleciendo la civilización de Rotor: Por el contrario, si descubres que hay riesgo, la conciencia te remorderá, te consumirán la aprensión, y la culpabilidad. La noticia se propalará y debilitará la resolución de los rotorianos, muchos de los cuales son tan sentimentales como tú. Entonces perderemos una gran coyuntura. ¿Me entiendes?

Insigna guardó silencio, y él añadió:

— Bien. Ya nos veremos.

Una vez más, el gesto de la mano le indicó claramente que debía marcharse.

Esta vez Insigna se fue, y Pitt, mirándola marchar, pensó: se está volviendo insoportable.

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