CAPITULO IV

El laboratorio de física de la Memorial High School de Bridgetown era una habitación larga, con una pared formada por las ventanas de la fachada del edificio. Estaba amueblada con largas y barnizadas mesas que se extendían hacia el extremo de la habitación donde el pupitre de Edmund Starke se hallaba instalado sobre una plataforma. Las pizarras se prolongaban a lo largo de dos de las restantes paredes, y los armarios que contenían el equipo ocupaban la otra. Por sus dimensiones la estancia era adecuada para su propósito, pero no era lo suficiente buena para satisfacer a Starke, ni originalmente había sido designada para ser un laboratorio. Al hacerla, su propósito había sido que sirviera como el espacio que encerraba la usual clase de física del colegio y esto es lo que era.

Lucas Martino la veía como algo distinto, aunque no se daba cuenta de ello y durante algún tiempo no hubiera podido decir porqué. Pero jamás se recordó ni una vez que una clase superior de aquella especie hubiera podido ser mantenida en cualquier colegio superior del mundo. Era su clase de física, y las lecciones eran dadas por su profesor, en su laboratorio. Aquel era su lugar, en su lugar, como todos en su universo estaba en su lugar o empezaba a estar cerca de ello, de manera que cuando acudía cada día, lo primero que hacía era mirar en torno suyo inquisitivamente antes de tomar asiento ante una de las mesas, con un inequívoco contento y con expresión extrañamente posesiva. En consecuencia, Starke lo consideró en seguida un ávido estudiante.

Lucas Martino no podía ignorar un hecho. No juzgaba ningún hecho, sino que sólo los registraba, convencido de que algún día encontraría la parte a la cual podía ser encajado, sabiendo que algún día todas esas partes, por un inevitable proceso, se reunirían para formar un completo mecanismo que él podría poner en uso. Además, todo cuanto veía representaba para él un hecho. No hacía juicios, y de esta manera nada era trivial. Todo cuanto veía o todo aquello de lo que oía hablar era puesto en alguna parte de su cerebro. Su memoria era fotográfica — no estaba interesado en una imagen estática de su pasado — sino que era plenamente inclusivo. La gente decía que su mente era un revoltijo de extraños conocimientos. Y siempre estaba intentando conseguir que esas cosas encajaran juntas, para ver a qué mecanismo conducían.

En las clases era tranquilo y contestaba sólo cuando le preguntaban. Tenía el hábito de depender de sí mismo para hacer que encajaran sus propios hechos, y la idea de consultar a otra persona — incluso a Starke — haciendo una imprevista pregunta era completamente ajena a él. Estaba acostumbrado a un natural orden de cosas en el que pocas respuestas eran proporcionadas. Pedirle a Starke que le ayudara a asir el significado de los hechos le habría parecido injusto.

En consecuencia, sus notas mostraban imprevisibles altibajos. Como en todas las clases de ciencias de los colegios superiores, se suponía que la única cosa nueva que debía ser enseñada en la clase de física de Starke era la parte principal de la amplia base teórica. De sus estudiantes se esperaba que se aprendiesen de memoria las diversas y más simples leyes, como otros tantos ladrillos para, elevar una posiblemente útil estructura. No se esperaba aún de ellos, y probablemente jamás se les exigiría tal cosa, que construyeran algo cuya concepción hubiese brotado de sus propias mentes. Lucas Martino no consiguió darse cuenta de ello. Si se le hubiera ocurrido la idea, se habría sentido muy incómodo. Su idea era que Starke ponía a su disposición ciertas sugerencias, y que se suponía que él debía rellenar el resto por sí mismo.

De manera que había veces en las que veía la inevitable dirección que iba a tomar una lección antes de que se hubieran enfriado sus primeras frases, y otras en las que llegaba a la conclusión de un experimento antes de que Starke lo hubiese demostrado por medio de sus aparatos. Una cosa tras otra iban ocupando el lugar que les correspondía, y él formaba su estructura extrayendo medios de aquel almacén de medio ideas, barruntos y datos no relacionados entre sí. Cuando esto sucedía, experimentaba lo que otra persona hubiese llamado el fogonazo de un genio.

Pero había otras ocasiones en que las cosas sólo parecían encajar, en que realmente no encajaban, y entonces se deslizaba por un callejón sin salida en persecución de una absurda equivocación cometiendo algún ridículo error que nadie más había hecho o podría hacer.

Cuando esto sucedía, penosamente avanzaba en dirección inversa a lo largo de la falsa cadena de hechos, tomándolos en uno en uno para examinarlos y ver por qué se había dejado engañar, hasta que al fin descubría la verdadera pista. Pero cuando había construido una estructura, le resultaba difícil descartarla por entero. De manera que en otra parte de su mente había un almacén de interesantes ideas que no eran operantes, pero que a pesar de todo eran interesantes: teorías que eran absurdas, pero que habían parecido capaces de sostenerse conjuntamente. Hasta cierto punto, esas fantasmales herejías permanecían en el fondo para colorear sus pensamientos. Jamás habría de poder ser por completo un ortodoxo perorador de teorías.

Mientras tanto, continuaba reuniendo hechos.

Starke era veterano de la enseñanza en las escuelas superiores. Había visto a ciertos compañeros bastante mediocres avanzar en sus carreras; pero él se hallaba ya más allá del punto en que hubiese podido considerarlos con resentimiento, y mucho antes de eso había rebasado el punto en el que hubiese podido sentirse inclinado a malgastar conversaciones sobre ellos. Hacía ya mucho tiempo que había descubierto que los intereses de ellos no eran comunes con los suyos propios.

De manera que Lucas Martino le atrajo y se sintió obligado a establecer con el muchacho alguna clase de lazo. Le llevó varias semanas encontrar la oportunidad, e incluso entonces tuvo que forzarla. Era torpe porque la sociabilidad no constituía su punto fuerte. Era hombre frugal, y no veía razón alguna para establecer relaciones sociales con personas a las que no respetara, y la verdad era que respetaba a muy pocas personas.

Lucas se hallaba terminando un informe al final de la jornada cuando Starke se levantó de la silla, esperó hasta que el resto de la clase comenzó a desfilar y se acercó al muchacho.

—Martino…

Lucas alzó la vista, sorprendido pero no sobresaltado.

—¿Si, mister Starke?

—Hum… No eres miembro del Club Físico, ¿verdad?

—No, señor.

El Club Físico existía como otra excusa para hacer una fotografía de todo el grupo y colocarla en el libro del año.

—Bien, he estado pensando que quizá el club debiera realizar algunos experimentos especiales. Fuera de la clase. Podría incluso idear algunas demostraciones y ponerlas en práctica ante una asamblea. Creo que el resto del cuerpo estudiantil podría sentirse interesado. — Todo esto era pura invención, que se le había ocurrido en el impulso del momento, y Starke quedó asombrado de sí mismo —. Me pregunto sobre si tú desearías sumarte a eso.

Lucas sacudió la cabeza.

—Lo siento, mister Starke. Como tengo que entrenarme para el equipo del fútbol y trabajar por la noche, no dispongo de mucho tiempo.

Ordinariamente, Starke no habría insistido más. Ahora dijo:

—Vamos, vamos, Martino. Frank Del Bello pertenece también al equipo, y sin embargo, es un miembro del club.

Por alguna razón, Lucas sintió como si Starke estuviera tentando y exponiendo un nervio. Después de todo, por lo que Lucas Martino sabia hasta ese momento, no tenía ninguna base racional para considerar la clase de física más importante que sus otros cursos. Pero reaccionó aguda y velozmente.

—Me temo que no estoy interesado en ciencia popular, mister Starke.

Se había dejado pasar por alto el hecho de que pertenecer al club tal como era y seguir el nuevo programa de Starke eran dos cosas diferentes. No estaba interesado en sutiles puntos argumentativos. Claramente comprendía que iba en pos de algo enteramente distinto y que Starke, teniendo aún reunido todo su impulso, no cesaría de acosarle.

—No creo que demostrar la desintegración nuclear dejando caer un corcho en una serie de ratoneras tenga algo que ver con la física. Lo siento.

De repente fue un momento difícil para ambos. Starke no estaba acostumbrado a que le detuvieran una vez había comenzado algo. Lucas Martino vivía para los hechos, y los hechos de las circunstancias no le permitían sino una sola posición, tal como él veía las cosas. En un sentido muy real, el uno y el otro sintieron la masa del contrario oponerse resistencia, y ambos supieron que de eso habría de derivarse algo violento a menos de que encontrasen algún medio neutro de separarse.

—¿Cuál es tu idea de la física, Martino?

Lucas vio en esto una oportunidad y la aceptó agradecidamente. Comprobó que le conducía más lejos de lo que había pensado.

—Creo que es la cosa más importante del mundo, señor — dijo, y se sintió como un hombre que ha tropezado en un umbral.

—Eso cree, ¿eh? ¿Por qué? — preguntó Starke, y con ello metafóricamente cerró la Puerta detrás de él.

Lucas trató de encontrar palabras.

—El universo es una estructura perfecta. En el todo se halla en equilibrio. Es completo. Nada puede ser añadido ni sustraído.

—¿Y qué quiere decir eso?

Poco a poco los hechos fueron encajando en la mente de Lucas Martino. Ideas, medio pensamientos, fragmentos de formulación que no conseguía reconocer como fragmentos de una filosofía, todas estas cosas súbitamente se colocaron en un orden sistemático y natural mientras escuchaba lo que acababa de decir en un impulso. Por vez primera desde el día en que se presentó en aquel laboratorio con un cuaderno de notas blanco y sin emplear, comprendió exactamente lo que hacía allí. Comprendió algo más que eso: se comprendió a sí mismo. La imagen de sí mismo quedó completa, acabada para siempre.

Eso le dejó en libertad de volverse hacia otra cosa distinta.

—¿Bien, Martino?

Lucas respiró hondamente, y comenzó de manera titubeante.

—El universo está construido en formas perfectamente encajadas. Cada vez que uno modifica la posición de una, afecta a todas las demás. Si añade algo en su lugar, tiene que sustraerlo de alguna parte. Todo cuanto hacemos ha sido hecho hasta ahora, ha sido realizado modificando la posición de las piezas del universo. Si supiéramos pon exactitud dónde encaja todo, y lo que el removerlo haría a todas las otras piezas, podríamos efectuar las cosas más eficazmente. Esto es lo que la física hace: investigar la estructura del universo y darnos un sistema para manejarlo con él. Es la cosa más básica. Todo depende de ella.

—Eso es para ti un artículo de fe, ¿no?

—Es que las cosas son así. La fe no tiene nada que ver con ello.

La respuesta brotó rápidamente. No había comprendido en absoluto qué había querido decir Starke. Estaba demasiado absorto en la comprobación de que acababa de saber para qué estaba hecho él.

Starke había tenido que afrontar en otras ocasiones discursos cuidadosamente ensayados. Por lo menos cada año tenía que afrontar uno de algún brillante muchacho que había visto una película sobre Young Tom Edison. Sabía que probablemente Martino no pretendía hacer lo mismo que aquellos otros, pero le habían engañado ya más de una vez. De manera que envolvió al muchacho en una prolongada ojeada antes de decir algo.

Vio a Lucas Martino devolviéndole la mirada de la misma manera como los muchachos de dieciséis años toman sus irrevocables votos cada día.

Eso disturbio a Starke. Le hizo sentirse incómodo, y por primera vez en su vida le obligó a retroceder.

—Bien. Así, pues, ésa es tu idea de la física. Tienes el propósito de continuar en el Tecnológico de Massachussets, ¿no?

—Si puedo conseguir el dinero que se necesita para ello, y mis notas no son demasiado elevadas, ¿verdad?

—La cuestión de las notas poca importancia tendrá si te preocupas de ello. El semestre no está ni mucho menos a punto de acabarse. Y el dinero no constituye ningún problema. Hay toda clase de becas científicas. Si te falla eso, probablemente podrás lograr incorporarte a uno de los grandes equipos como G.E.

Martino sacudió la cabeza.

—Es un problema de tres factores. El nivel de mis notas no será así de elevado, por mucho que me esfuerce en los dos próximos años. No deseo verme atado a la compañía de nadie, y tercero, las becas no lo cubren todo. Es necesario disponer de prendas decentes para acudir al colegio, y necesitas tener en el bolsillo el suficiente dinero para divertirte de vez en cuando. He oído hablar del M.I.T. Ningún ser humano puede estudiar todos sus cursos y al mismo tiempo trabajar para ganar dinero. Si uno va allí, tiene que estar allí las veinticuatro horas del día. Y yo aspiro a conseguir mi doctorado. Eso significa un minimum de siete años. No, iré a Nueva York después de haberme graduado aquí y trabajaré en el restaurante de tío Luke hasta que haya podido ahorrar algo de dinero. Seré un residente de Nueva York y estudiaré en el colegio superior. Allí procuraré obtener buenas notas, y de esa manera me será posible conseguir la beca para Massachussets.

Este plan se desarrolló fácil y espontáneamente. Starke no hubiera podido adivinar que había sido concebido en ese mismo instante. Martino había situado juntos los hechos, había visto cómo encajaban y qué acción indicaba. Era así de fácil.

—Has hablado de ello con tus padres, ¿verdad?

—Aún no. — Por vez primera se mostró vacilante —. Va a ser duro para ellos. Pasará bastante tiempo antes de que pueda enviarles algo de dinero.

Y además de eso, aunque él no podía decírselo a un extraño, la vida de la familia cambiaría para siempre, nunca más volverla a ser de nuevo lo que había sido.


—No comprendo — dijo su madre —. ¿Por qué te ha entrado de repente la idea de ir a ese colegio de Boston? Boston está muy lejos de aquí. Mucho más lejos que Nueva York.

No tuvo una fácil respuesta. Permaneció torpemente sentado a la mesa del comedor, con la mirada posada en su plato.

—Tampoco yo lo comprendo — le dijo su padre a su madre —. Pero si allí es donde desea ir, supongo que será porque tiene sus razones. En todo caso, no se va a ir inmediatamente. Para cuando llegue ese momento, será un hombre. Y un hombre tiene derecho a decidir esas cosas.

El miró a su madre y después a su padre, y pudo ver que no se trataba de algo que pudiese explicar. Por un momento, casi dijo que había cambiado de idea.

En lugar de ello, dijo:

—Gracias por vuestro permiso.

Mueve una pieza del universo, y todas las demás se ven afectadas. Añade algo a una pieza, y otra debe perder. ¿Qué otra alternativa hubiera podido tener, cuando todo estaba relacionado, cuando un bloque de hechos estaba contra otro y sólo había una manera buena de proceder?

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