Lucas Martino permanecía mirando el enmarañamiento de barras colectoras que proporcionaban energía al K-Ochenta y ocho. En el pozo que había debajo del estrecho paso entre las máquinas, oía a los técnicos trabajar en torno al espeso, esférico y aleado tanque. Uno de ellos maldijo agriamente cuando se desgarró el mono en un sobresaliente perno. El tanque estaba lleno de ellos. Los modelos de producción no tendrían sin duda alguna forma aerodinámico ni estarían pulcramente pintados, pero en esa instalación experimental nadie había considerado necesario efectuar acabados superfluos. Excepto quizá aquel técnico.
Mientras él observaba, los técnicos salieron del pozo. El teléfono sonó junto a él, y cuando contestó a la llamada, los hombres que habían revisado el pozo le dijeron que la zona del tanque estaba despejada.
—Muy bien. Gracias, Will, ahora voy, a poner en marcha las bombas.
La parte exterior del tanque comenzó a helarse. Martino marcó el número del capataz de la cuadrilla encargada de la energía.
—Listo para la prueba, Allan.
—Los voy a poner manos a la obra — contestó el capataz —. Tendrá plena energía siempre que lo desee a partir de treinta segundos desde… ahora. Buena suerte, doctor Martino.
—Gracias. Allan. Colgó el teléfono y quedó mirando la vieja pared de ladrillos que había al otro lado de la enorme habitación. Allí había gran abundancia de espacio, pensó. No como en los Estados, cuando trabajó en las escasas configuraciones porque las ecuaciones de Kroenn demostraron que podía hacerlo. Por alguna razón sabía que estaba equivocado, pero no podía demostrarlo. Hubiera tenido que conocer más matemáticas. Claro que sabía bastantes, ¿pero quién podía ponerse a la altura de Kroenn? Recordó que durante semanas se había sentido sumamente encolerizado contra sí mismo al descubrir su propio error.
Eran cosas que sucedían. El mejor de los científicos cometía una equivocación de vez en cuando. Bien, se había necesitado un Kroenn para descubrir la equivocación de Kroenn… Todo aquello había quedado atrás.
Tomó el micrófono que ponía en acción los altavoces y pulsó el botón.
—Prueba.
Su voz retumbó a través del edificio. Depositó el micrófono y puso en marcha la cinta magnetofónica.
—Prueba número uno, K-Ochenta y ocho experimental, configuración dos. — Dio la fecha —. Aplico la energía a… — Miró su reloj — las veintiuna horas, treinta y dos minutos.
Accionó el interruptor y se inclinó sobre la barandilla para mirar en el interior del pozo. El tanque explotó.