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TU HERMANA -expresó Mikil-. Kara.

Mikil sintió que se le debilitaban las rodillas. Se quedaron paralizados, sin parpadear. Los demás los miraban como si Thomas y Mikil hubieran enloquecido.

– Yo… -balbuceó finalmente Thomas-. ¿Es posible esto? Yo… yo no he soñado en trece meses.

Mikil había despertado en su tienda con la certeza absoluta de no ser totalmente ella. Su mente estaba llena de pensamientos más allá de los que normalmente albergaba. Es más, estaba considerando la posibilidad de ser la hermana de Thomas de Hunter. Kara.

Tan pronto como pensó en esa posibilidad, su mente pareció aceptarla. Cuanto más la aceptaba, más recordaba los sueños de Thomas y más los sueños de Rachelle. Como una mujer llamada Monique.

Entonces comprendió la verdad. Kara de Hunter había hecho una conexión con ella. Se le filtraron detalles a la mente. La hermana de Thomas, quien se acababa de quedar dormida en el laboratorio del Dr. Bancroft, soñaba en ese momento como si fuera Mikil. El propio esposo de Mikil, Jamous, dormía a su lado. No tenían niños. Ella era muy voluntariosa, aunque un poco terca a veces. Era la «mano derecha» de Thomas.

Pero ella también tenía conocimiento de la situación de Kara en las historias. Tenía recuerdos de Mikil y de Kara al mismo tiempo. Técnicamente era Mikil, eso era muy obvio, pero de repente se sintió casi como Kara.

Así que Kara se había unido a su hermano en los sueños, al menos así k parecía en este momento. Ahora Kara se hallaba boquiabierta ante un vivo retrato de su hermano como quince años mayor. Él usaba una túnica sin rnan8as que le realzaba los destacados bíceps. Debajo, un corto faldón de cuero que le colgaba medio apretado sobre una túnica beige muy gastada. Las botas estaban amarradas en lo alto sobre unas pantorrillas bien definidas. El hombre que tenía ante ella debía ser dos veces más fuerte que su hermano.

– Vaya -comentó ella-. Eres un completo semental.

¿Semental? ¿De dónde había venido esa palabra? Kara.

– ¿Un caballo? -cuestionó William-. ¿Lo insultas?

– No, ella quiere decir algo más -enunció Thomas-. Mis amigos, me gustaría presentarles a mi hermana de mi mundo de sueños. Allá su nombre es Kara.

– A mí se me parece a Mikil -objetó William arqueando la ceja izquierda.

– Sí, pero es evidente que Mikil ha traído de visita a Kara.

– Seguramente no hablas en serio -se burló William.

– Más en serio de lo que te imaginas -contestó Mikil sonriendo-. ¿Cómo si no lo podría llamar semental? En las historias significa «fuerte», entre otras cosas. Kara nunca lo había visto en este estado, y le sorprende lo fuerte que es nuestro Thomas comparado con el hermano de ella, quien parece el mismo pero quince años menor y con veinte kilos menos de músculos.

Mikil casi soltó la carcajada ante los giros en su propia mente. Se sentía como las dos mujeres a la vez; una experiencia emocionante, por decir lo menos.

– ¿Puedo hablar contigo en privado? -se dirigió a Thomas-. Solo un momento.

Se hicieron a un lado y ella habló en un susurro.

– Dijiste que no habías soñado en trece meses. ¿Sabes por qué? Por el ceño de él, parecía estar cuestionando su conclusión inicial de que Kara estaba soñando a través de Mikil.

– ¿Dónde nos criamos?

– En Manila -contestó ella.

– ¿Dónde vive nuestra madre?

– En Nueva York.;Satisfecho?

– Así que entonces están vivas -declaró él mientras se le dibujaba una sonrisa en los labios-. El virus no las mató.

– No todavía. Aún nos quedan diez días. A ti te mató Carlos en Francia hace dos días, tal vez tres. Y ahora Monique también ha desaparecido.

Él la miró, lidiando mentalmente con la información que ella le había dado.

– Las hordas mataron a Rachelle hace trece meses -comunicó él.

– Lo sé. Soy Mikil. Y Kara lo siente mucho… está terriblemente apenada.

– ¿Estás diciendo que aquí han pasado trece meses pero solo un par de días allá? -inquirió él.

– Evidentemente. ¿Y estás diciendo que no has soñado con Thomas en Francia en todo este tiempo?

– El último sueño que tuve con Thomas fue que dormía al lado de Monique.

– En que Carlos te disparó -informó Mikil.

– ¡Entonces yo tenía razón! -exclamó él con los ojos bien abiertos-. Me caí aquí del caballo. Resulté muerto, pero Justin me sanó por medio de Rachelle.

– ¿Pero no estás vivo en Francia? -preguntó ella-. Cuando regresabas antes a la vida volvías a vivir en las dos realidades.

– No. Nunca morí antes. Fui sanado al instante, antes de que muriera de veras. Ambas veces en el lago. Esta vez estuve muerto por horas antes de que Rachelle me localizara.

El intercambio de palabras se estancó.

– Por las hordas que nos persiguen, ¿de qué se trata toda esta tontería? exigió saber Ronin interrumpiendo la conversación.

– Es el mundo de sueños de nuestro audaz líder -contestó William sonriendo; era obvio que habían estado escuchando-. Aparentemente Mikil se ha unido al juego. Mikil les hizo caso omiso.

– Entonces estás muerto en Francia, ¿verdad?

– Debo de estarlo.

Pero solo has estado muerto un par de días. Quizás tres.

– Así parecería. Y Monique se ha perdido porque murió al morir Rachelle. Ella estaba conectada con Rachelle del modo en que tú estás conectada con Mikil. No he soñado porque no tengo nada con que soñar.

– Y yo estoy aquí para llevarte de vuelta -dedujo Mikil.

– No puedo volver -indicó Thomas encajando la mandíbula-. No quiero volver. ¡Allá estoy muerto! Me siento mejor creyendo que las historias fueron un sueño.

– No soy un sueño. Que yo sepa de nuestra infancia en las Filipinas para nada parece un sueño -objetó ella, entonces estiró la mano y le mostró la cortada-. ¿Es un sueño este corte? La variedad Raison está solo a días de mostrar sus primeros colmillos, Francia acaba de disparar un misil nuclear a Israel, el mundo está a punto de morir, y hasta donde entiendo, eres el único hombre vivo que puede detener algo de eso. No me digas que es un sueño.

El la miró indiferente.

– Han pasado trece meses… has perdido tu agudeza -continuó ella-. Pero como tú mismo expresaste, moriste aquí cuando Thomas fue asesinado en Francia. Por tanto, ahora que estoy vinculada con Mikil, ¿morirá también ella cuando el virus me mate en diez días?

En la mente de él se empezaban a encender luces. Ella presionó.

– Yo, es decir, Mikil, estaba equivocada al dudar de ti. El mundo depende de…

– Entonces el mundo depende de un hombre muerto -cuestionó él.

– ¡Esto es un disparate total! -exclamó William-. Hay asuntos más importantes para tratar que este juego. Te enloqueciste junto con él, Mikil. Ahora, me gustaría que este consejo consienta en que lleve mi tribu a lo profundo del desierto para formar nuestra propia facción del Círculo. Por eso vine, no para rememorar tus sueños.

Mikil y Thomas cerraron filas con el grupo.

– ¿Tan rápido olvidaste, William? -expresó Thomas-. ¿Cómo crees que hice las bombas que enviaron a las hordas de vuelta al infierno? ¿Fue mi magia? No, fue información que obtuve de las historias.

– Sí, tus recuerdos de los libros de historias, recordadas en algún trance o sueño; puedo aceptar eso, por improbable que parezca. Pero esta ridiculez de salvar gente en la historia… ¡por favor! ¡Es risible!

– Siempre has dudado de mí, William. Siempre. Ahora veo que siempre lo harás. Incluso Justin habló del libro en blanco…

Thomas se detuvo.

Mikil recordó las palabras que Justin les manifestara en el desierto trece meses antes.

– Justin dijo que el libro de historia en blanco creaba historia -formuló ella lo que Thomas estaba pensando-. Pero solo en las historias. ¿Qué pudo haber querido decir eso?

– Nunca lo hemos sabido -contestó Thomas-. Nunca tuve un motivo para que me importaran las historias desde que…

Miró a Mikil con ojos bien abiertos.

– ¿Dijiste solo un par de días?

– Créeme, las historias son reales. Y si no te importan porque moriste y desapareciste en Francia, deberían importarte porque Kara aún está viva. Thomas la analizó. Se volvió hacia Ronin.

– ¿Tienes el libro?

– ¿Cuál libro?

– El libro en blanco. El que supuestamente solo funciona en las historias.

Ronin titubeó, luego extrajo un segundo libro envuelto en lona. Lo sacó del envoltorio. Pasó una mano sobre la portada. El título se hallaba estampado en relieve en una lámina dorada corroída. Narración de la historia.

– ¿Cómo haría historia un libro de historia? -inquirió Mikil, poniéndose al lado de Thomas.

– ¿Estás insinuando que este libro tiene poder en otra dimensión denominada «las historias»? -objetó Jeremiah-. ¿Cómo es posible eso?

Thomas corrió hacia Ronin, súbitamente ansioso.

– ¿Me lo das?

Ronin le pasó el libro.

– ¿Podría ser?

– Tonterías -respondió Jeremiah.

Tú lo dijiste. Las analogías y metáforas. Las historias-expuso Thomas, luego recorrió el título con los dedos-. Son reales. Las palabras se hacen carne y habitan entre nosotros. ¿No es así como empieza el libro del Amado?

Thomas abrió el libro. Pergamino liso. Sin palabras. Los ojos de él se encontraron con los de Mikil, abiertos del asombro. Ella volvió a mirar el libro.

– ¿Crees que…?

Pero no pudo expresar lo que estaba pensando. ¿Cómo era posible?

– Esto es lo más descabellado que he oído -volvió a cuestionar William-. ¿Esperas que creamos que si escribes en ese libro sucederá algo de verdad, basándote solo en palabras?

– ¿Por qué no? -discutió Thomas.

– Porque toda la idea de que la palabra se hace carne es una metáfora, como dijiste. Justin no era de los que garabateara en un libro. Aquí estás traspasando la línea.

– Te equivocas -le discutió Thomas, luego se dirigió a Mikil-. De donde Kara y yo venimos, a las personas no se le exige zambullirse a un estanque de agua roja y ahogarse para seguir a Elyon. Sencillamente se les exige morir de manera metafórica.

Ahora se dirigió a Kara.

– Toman sus cruces, por así decirlo. Díselo, Kara.

Ella estaba haciendo las conexiones tan rápido como él. Ninguno de ellos había sido cristiano practicante, pero se habían criado con un capellán por padre. Conocían muy bien los fundamentos del cristianismo.

– «Tomen su cruz y síganme», dijo Jesús. Él fue ejecutado en una cruz, como ocurrió después con muchos de sus seguidores. Pero a sus seguidores no se les exige que mueran de esa forma.

– Exactamente -corroboró Thomas-. Pero aquí nuestro «síganme» de ninguna manera es metafórico. Lo mismo se podría decir de la maldad. Allí las personas no llevan una enfermedad en la piel… se afirma que esta se encuentra en sus corazones. Pero miren a los encostrados. Su negativa a seguir a Justin en su ahogamiento se muestra como una enfermedad física.

William parecía de alguna manera asombrado por esta revelación.

– ¿Así que crees que este libro, cuyas metáforas se expresan aquí de forma literal, podría hacer lo mismo en este mundo de sueños de ustedes? – preguntó mirando a los demás, luego otra vez a Thomas.

– ¿Quién tiene una pluma? -exigió saber Thomas-. Un marcador, cualquier cosa con que escribir. Carbón…

– Aquí -manifestó Ronin alargando una vara de escribir, con punta negra de carbón.

Thomas agarró el rudimentario instrumento y lo observó.

– Justin fue claro en que deberíamos ocultar este libro -declaró William-. Que es peligroso. Tenemos que llegar a alguna clase de acuerdo sobre esto.

– Y Justin dijo que el libro solo funciona en las historias… el mundo de sueños del que venimos Kara y yo -anunció Thomas caminando de un lado al otro, con el libro en una mano y el lápiz en la otra-. Para empezar, eso confirma que las historias son reales y que se las puede afectar. También significa que el libro debería ser inofensivo aquí.

Si lo que Thomas afirmaba era cierto, el poder del libro podría ser increíble.

– ¿Qué escribirías? -preguntó Mikil-. Es decir, ¿qué límites habría? Por supuesto, no podemos eliminar sin más el virus con unos cuantos trazos de pluma.

– Tienes razón. Yo… eso parece demasiado sencillo -contestó Thomas poniendo el libro sobre la roca.

Los demás se reunieron alrededor, acallados por pensamientos imposibles.

– Narración de la historia -pronunció él volviendo a mirar la portada-. Eso significaba que debería ser una narración, ¿correcto?

– ¿Como en «érase una vez»? -inquirió Ronin-. ¿Insinúas que si escribes «érase una vez un conejo», entonces aparecería un conejo en tus sueños?

Demasiado simple -objetó Mikil-. ¿Y qué escritura usaríamos? Había una leve diferencia entre el alfabeto usado en cada realidad… el que usaban aquí era más sencillo.

La escritura de las historias -dijo Thomas.

– ¿Qué deseas conseguir en esta otra realidad? -inquirió Ronin-. ¿Cuál es tu objetivo principal?

– Hay un virus que destruirá a la mayor parte de la humanidad… ¿sabes? La variedad Raison -informó Thomas-. La que marcó el inicio de la gran tribulación, como lo registran los libros de historias. El conocimiento de la historia se ha vuelto de alguna manera vago en los quince años desde que Tanis atravesara el Cruce, pero en una época todos conocíamos la historia por vía oral.

– Sí, por supuesto. La variedad Raison. Estas eran las historias con que Tanis estuvo fascinado -declaró Ronin, y miró a Mikil-. ¿Estás diciendo que estas historias son… ahora? ¿Reales ahora?

– ¿No me han estado escuchando? -preguntó William-. Eso es lo que he estado diciendo. He dicho que él solo se está centrando en recuerdos, pero que parece creer que estos sueños son reales.

– En realidad, no estoy seguro de saber cómo funciona -terció Mikil; cómo podría ella explicar su realidad dual en este mismo instante?-. Thomas es el experto aquí, pero puedo decir que sea en el pasado o en el presente, las historias no solo son reales, sino que también podemos influir en ellas.

– Pero sin duda no crees que puedas cambiar lo que se ha escrito como asunto de historia -objetó William.

– Tampoco sabemos eso -declaró Thomas-. Sin los libros reales de historias no sabemos lo que se ha registrado. Hasta donde conocemos, las historias registran nuestro descubrimiento de este libro y lo que escribamos hoy en él.

Eso mantuvo a todos callados por un momento.

– Entonces escribe una historia -expresó finalmente Ronin.

– ¿Por qué me debería importar algo de esto? -refunfuñó William disgustado-. Me importa lo que es real, aquí. Como las hordas que nos persiguen todos los días. Voy a reunir a mi gente y a adentrarla más en el desierto.

El hombre se alejó muy ofendido. Thomas le pasó el lápiz a Mikil.

– Tus recuerdos de la escritura son más frescos que los míos. Escribe tú. Ella pensó que se trataba de una excusa, pero de todos modos agarró el instrumento. Un leve temblor le estremeció los dedos.

– ¿Qué debería escribir?

– Algo sencillo que podamos probar -respondió Thomas-. ¿Cuál es nuestra preocupación inmediata?

– Tú -afirmó Mikil-. Estás muerto en Francia. Y Monique.

– ¿Estás sugiriendo que escribamos que vuelven a vivir?

– ¿Por qué no? -preguntó Mikil.

– ¿No es eso un poco complicado? Parece demasiado. Casi absurdo.

– ¿Absurdo? -inquirió Ronin-. ¿A diferencia de todo lo demás, que se supone que sí tiene perfecto sentido?

– Escríbelo -ordenó Thomas.

La mano de Mikil se mantuvo sobre la página en blanco.

– Érase una vez, ¿en qué revivió Thomas?

– Más detalles.

– No creo que yo pueda hacer esto. ¿Cuáles detalles? Ni siquiera sé lo que llevabas puesto.

– Escribe esto -expuso Thomas; él le miró la mano, que no se había movido-. ¿Lista?

– Está bien -contestó ella, poniendo la mano en la página.

– Thomas Hunter, el hombre que se enteró primero de la amenaza de la variedad Raison, el mismo hombre a quien dispararon en la cabeza…

– Espera -pidió Mikil llevando la vara de carbón a la página.

Si no se equivocaba, un leve calor le subía por los dedos. Los nervios también le despedían calor. Escribió las palabras al pie de la letra.

– Muy bien.

– El mismo hombre a quien le dispararon en la cabeza -continuó Thomas- fue asesinado en Francia de un balazo en la cabeza. Punto. Pero al tercer día revivió… No, olvida eso. Escribe esto: Pero en un momento en que alguno de sus enemigos dejó el cuerpo solo, él revivió. Fin.

– ¿Fin? -objetó ella, levantando la vara-. ¿Qué pasa con Monique?

– Nuevo párrafo. Aproximadamente al mismo tiempo en que Thomas Hunter volvió a vivir, Monique de Raison se encontró en buena salud y totalmente capaz de continuar su búsqueda de un antivirus en Estados Unidos. Fin.

Sinceramente, no me parecen historias -terció Johan suspirando,

luego miró en la dirección en que William se había ido-. Todo este asunto parece un poco ridículo frente a nuestro aprieto. ¿Puedo sugerir que nosotros…?

Johan se detuvo. El rostro se le ensombreció. Mikil miró a los otros que se habían fijado en la reacción de Johan. Él escuchaba atentamente.

Entonces ella lo oyó. El débil estruendo de cascos de caballos. En los barrancos.

¡Las hordas!

– ¡Muévanse! -expresó Thomas bruscamente-. ¡Dentro del túnel!

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