Dar Lang Ahn oyó el informe biológico sólo con el interés usual, ya que frases tales como hidrocarbonos fluorados aún significaban poco para él. Sí reaccionó, sin embargo, al anuncio hecho por el comandante Burke, y su reacción no fue débil.
Aunque su emoción fuera devastadora, no la tradujo en palabras, ya que Nils Kruger empezó antes a hablar. Dar escuchó los argumentos sobre juego limpio, honradez y decencia que habían sido discutidos por Burke y Richter, pero no entendió del todo los términos utilizados. De cualquier forma, no prestó mucha atención; estaba tratando de decidir su propia línea de acción.
Discutir sería presumiblemente inútil. Los hombres se habrían formado ya sus opiniones basándose en lo que habían aprendido de él y su gente. No podía ver el motivo por el cual Abyormen constituía un peligro para la galaxia, pero había aprendido a tener en gran estima las opiniones de los científicos humanos. A pesar de esto, se encontró con que su natural sentido del deber le urgía a ir en contra de la decisión de Burke: discutir, mentir o utilizar la violencia para llevar a su gente lo que consideraba una información vital. Un tercer impulso estaba provocado por su natural curiosidad; si no hubiera sido por el deber, no había nada que le agradara más que la idea de viajar a la Tierra con sus amigos, si es que aún podía llamarles así, y ver algunos de los mundos que Kruger y los astrónomos le habían descrito. Podía haber tratado de hablar, haciendo público su dilema, pero Kruger no le daba oportunidad. El chico estaba olvidando toda la disciplina que su entrenamiento de cadete le había inculcado y acercándose peligrosamente a abusar personalmente del comandante. El completo significado de esto se le escapaba a Dar, por supuesto, ya que éste tenía sólo una idea muy vaga del trasfondo cultural de Kruger, pero sí entendió claramente que el chico quería dejarle volver con su gente.
Parecía improbable que Kruger ganara en su discusión con el comandante; Dar tenía alguna idea de los rangos relativos envueltos. ¿Podría deslizarse y robar uno de los módulos de aterrizaje mientras discutían? Había mirado con atención más de una vez cuando volaba en ellos; ¿podría manejar solo uno de ellos? Con la memoria que tenía no podía darse el caso de que pulsara un botón equivocado después de haber visto apretar alguna vez el correcto. Sin embargo, su vida de piloto impidió que cometiera lo que habría sido, con toda certeza, un error fatal. Se dio cuenta de que manejar cualquier tipo de nave espacial era más problemático de lo que hubiera podido aprender por la mera observación en una docena de viajes.
¿Podría meterse de polizón? Improbable. A estos hombres, aunque fueran otras cosas, no podía llamárseles estúpidos. Una vez que el comandante había ordenado que Dar Lang Ahn no debía volver a Abyormen, se tomarían las medidas necesarias para hacer cumplir esa decisión.
— ¿Podría Kruger robar un módulo y bajarle? Sin duda que sí, ya que podía manejar las máquinas, pero a Dar no le era posible responder a esta pregunta por su ignorancia del peso de la autoridad en los seres humanos. No había manera de decir si el chico lo haría.
Consciente de su falta de conocimientos al respecto, archivó la idea para posterior comprobación cuando pudiera ver a Kruger a solas.
Podría…
Su meditación fue interrumpida en ese momento por la recién elevada voz del comandante Burke.
— ¡Señor Kruger! Convoqué esta reunión para hablar inteligentemente, no para lloros o abusos personales. A menos que tenga algún argumento significativo, se mantendrá en silencio. Entiendo lo que siente. Lo comparto con usted, habiendo sopesado los aspectos morales relacionados con este asunto, por lo menos tan cuidadosamente como usted.
Haga el favor de comprender que tengo una cantidad de responsabilidades que no comparte todavía y que evidentemente no ha considerado. No pedí un voto ni una expresión de la opinión de nadie. Constato una conclusión a la que he llegado, por mi propio juicio, cual es la de que la raza, o razas, supongo que debería decir, de Dar Lang Ahn constituirán un peligro para la humanidad si salen de su planeta nativo. Creo firmemente que el gobierno compartirá esta opinión. De todas maneras, si usted o alguien más tiene alguna información que implicara su modificación, por lo que más quiera, que hable.
Kruger permaneció en silencio, dándose cuenta de repente de lo lejos que había llegado y sintiendo gratitud hacia el oficial por la relativa suavidad de su reprimenda. Por desgracia, no tenía nada que decir que pudiera considerarse como información.
El silencio fue interrumpido por otro de los amigos de Dar, un astrónomo llamado Murchinson.
— Me temo que hay que considerar otro punto — dijo lentamente —, y estoy bastante seguro de que no sólo hará que el gobierno llegue a una conclusión diferente a la suya, sino que hará que se pongan por todos los medios a su alcance a tratar de educar a las dos razas de abyormenitas tan pronto como sea posible.
— ¡Veámoslo! — replicó instantáneamente el comandante.
— La cuestión principal es que si dejamos a esta gente en este planeta, estaríamos realizando un genocidio. Este planeta es un mal cobijo para nosotros y en este momento una mala casa para sus habitantes, pero dentro de poco no va a poder cobijar a nadie.
— ¿Cuánto tiempo? ¿Y por qué no?
— Porque éste no es un sistema estable. Abyormen parece haberse convertido en planeta del sol rojo que los nativos llaman Theer en una forma más o menos normal, pero en aquella época Alcyone no estaba en los alrededores. La presión de la luz de Alcyone es tan fuerte que no se puede formar un planeta en sus alrededores.
— Había oído eso antes, pero no veo cómo vas a mantener esa teoría, ya que el planeta está aquí.
— Tampoco yo, hasta hace poco. Sin embargo, hay evidencia geológica de que lo que digo es cierto; los tremendos cambios estacionales de este planeta, debidos a la ruta elíptica de Theer alrededor de Alcyone, no ocurrieron en la primera parte de la historia del mundo, sino sólo durante los últimos millones de años. Una de dos cosas sucedió: o Theer fue capturado por Alcyone recientemente, o la estrella gigante se formó realmente en las proximidades del sol. Me inclino por esta última posibilidad; nos encontramos en un sistema estelar donde el espacio está cargado, relativamente hablando, de gas y polvo.
Es más que probable que la entrada de Theer en el sistema, si es que no era originariamente un miembro de él, causara la turbulencia suficiente para desencadenar una condensación en sus alrededores.
— Puedo ver cómo encaja esto con la escala geológica de tiempo; pero ¿no da esto mayor énfasis a mi teoría sobre la adaptabilidad de estas razas?
— En cierto modo sí, pero no creo que ninguna estructura orgánica pudiera adaptarse al destino que aguarda a este sistema. Recuerda lo que dije de que el espacio en los alrededores está lleno de gas y polvo; por tanto, no es un medio sin fricción. Es por esto que la teoría alterna de que Alcyone capturara el sistema de Theer es posible. La fricción acorta continuamente la órbita de Theer. Más y más cada año está siendo pasado en la zona caliente, y menos y menos en una distancia de la estrella gigante que permita a la gente de Dar sobrevivir. A menos que Alcyone flote fuera del sistema de las Pléyades, lo que no parece muy probable, dentro de medio o un millón de años se podrá asistir a la caída del sol rojo, junto con Abyormen, en él.
— Eso es mucho tiempo.
— Es un tiempo indefinido, y mucho antes de que se acabe Abyormen será inhabitable incluso para las formas calientes de vida. Es nuestro deber sacar a estas razas del planeta, o al menos ayudarlas para que lo hagan por sí mismas, o de lo contrario seremos culpables de negligencia criminal.
— Pero si la presión de la luz de Alcyone mantiene la materia con la que se debían haber formado los planetas lejos de sí, ¿cómo puede haber la suficiente a su alrededor para generar la presión que dices?
— El efecto de la presión de la luz en una partícula, comparado con el de la gravedad, es función del tamaño y densidad de la partícula. Te aseguro que hemos realizado medidas en esta parte del espacio y estoy simplemente suponiendo lo que sucederá. La única cosa sobre la que dudo seriamente es si Theer absorberá suficiente materia para que su propia intensidad luminosa llegue a esterilizar este planeta antes de que ocurra la caída final. No puedo decir qué ocurrirá primero, pero sí que una de las dos sucederá.
— Pero ¿adónde podríamos llevar a esta gente? Dudo que haya algún planeta en la galaxia que duplique esta situación estacional.
— Apostaría que hay miles. Admito que aún no los hemos encontrado, pero hay aún mucha galaxia por explorar. Incluso si no hubiera ninguno, pueden aprender a vivir en naves, e incluso así les iría mejor, con numerosos miembros de ambas razas vivos a la vez. Puedo imaginarme una nave con una parte caliente y otra fría, con gente viviendo a ambos lados y moviéndose de uno a otro cuando sus vidas llegan al estado adecuado.
Esa situación será ciertamente mejor para los abyormenitas que establecerse en un planeta del tipo de la Tierra, y estoy seguro de que el gobierno pensará lo mismo.
Volveremos aquí para fundar escuelas técnicas antes de que llegue a almirante, comandante, fundándolas para las dos razas. No me preocupa lo que digan los actuales profesores «calientes»; un poco de astronomía les hará cambiar de opinión.
— Si es que puedes enseñar astronomía a una raza que ve por medio de ondas sonoras — señaló secamente Burke —. Sin embargo, eso no tiene demasiada importancia. Estoy de acuerdo contigo — el rostro de Kruger demostraba alivio; ninguna cara hubiera podido expresar lo que Dar sentía —. Dar Lang Ahn puede seguir aprendiendo de nuestros científicos el tiempo que crea conveniente, y volver a dar su información a su propia gente tan pronto como lo desee. En cierto modo estoy corriendo un ligero riesgo al permitir esto, pero no tengo ninguna duda seria en lo que respecta a la decisión oficial. Mi joven amigo — se volvió implacable hacia Kruger —, éste es un excelente ejemplo del riesgo de tomar una decisión sin una evidencia suficiente. No dejes que esto te impresione demasiado. Nunca tendrás todos los datos relativos a un asunto, en particular si estás al mando de cualquier tipo de nave espacial. Tendrás que aprender a aceptar el riesgo de hacer un juicio prematuro. Si alguna vez te matara, no me hagas oír tus quejas.
— No, señor — replicó Kruger.
— Muy bien. Dar, no voy a disculparme de la política que previamente había anunciado.
Sin embargo, te daré cualquier ayuda que puedas necesitar mientras estés aún con nosotros, si está en mi mano hacerlo.
— Gracias, comandante. Mis profesores agradecerán su acción.
— ¿No ha llegado ya el momento de cerrar tu refugio?
— Dentro de un año. Sin embargo, debo volver tan pronto como me permitas, ya que tengo mucho de que informar.
— Te bajaremos en cuanto sea posible. Señor Kruger, presumo que usted querrá ir con él. Yo manejaré el módulo; cualquier persona más a quien se lo permitan sus deberes puede venir, hasta completar la capacidad del aparato. Nos quedaremos abajo hasta que el refugio se cierre, así que cualquiera que desee observar la operación, que se prepare para una estancia de tres semanas fuera del Alphard. Saldremos dentro de veinte horas, lo que dará tiempo suficiente para que quien quiera llevar aparatos los meta a bordo.
— Dar Lang Ahn, ¿crees que tus profesores podrán encontrar algún uso para una radio que no opere en la misma longitud de onda que la de tus fieros amigos, esto es, una con la que podríais hablar con nosotros sin que se enteraran? — Kruger evitó una sonrisa con dificultad; el viejo pájaro era humano, a pesar de su devoción al deber.
— Un ingenio tal sería posiblemente de gran utilidad, comandante. Lo agradeceríamos mucho.
— De acuerdo; ya meteremos varios a bordo del módulo. Se cierra la sesión.
El acercamiento a la plataforma de aterrizaje de las Murallas de Hielo fue esta vez muy diferente. El módulo espacial, sostenido y conducido por campos similares a los que lanzaban al Alphard por el espacio interestelar con total indiferencia de la ley de la velocidad de la luz, no tenía las limitaciones de maniobra de los planeadores. Menos mal, porque la plataforma estaba tan llena de aeroplanos que incluso a Dar Lang Ahn le hubiera resultado difícil. Por primera vez, Kruger vio Profesores en la superficie, a veces dirigiendo actividades y a veces limitándose a observar.
El aproximamiento del módulo fue advertido, y un grupo de nativos hicieron ademanes de que se dirigieran a uno de los lados de la plataforma, de donde se estaban apartando los planeadores para dejar un sitio libre.
Al abrirse la puerta de aire comprimido de la pequeña nave, Dar y Kruger salieron inmediatamente afuera, ambos cargados con los equipos de radio donados por Burke. El nativo les dirigió a través de los túneles y comenzaron el largo camino a la parte principal del refugio, situada muy por debajo del casquete polar. Kruger no se preguntaba ya la razón para esta localización; sin embargo, estaba aún algo sorprendido de que aquellas gentes hubieran sido capaces de construirlo.
Todo el lugar parecía mucho más activo de lo que había estado antes, con bandadas e incluso cientos de nativos correteando de un lado a otro con sus misteriosos recados.
— Debe haber mucho trabajo de librería que hacer — señaló Kruger a la vez que hacía señas a uno de estos grupos.
— Todos los libros han debido llegar hace mucho — replicó Dar —. El problema ahora son los alimentos. Normalmente, hay a mano la cantidad suficiente mucho antes de que llegue la hora, pero no se corren riesgos. Seguimos acarreando hasta el último momento.
— ¿Qué vas a hacer?
— Reunir unos cuantos Profesores que puedan dedicarme su tiempo y empezar a informar. Habrá algunos disponibles, ya que saben que vengo con conocimientos.
— Supongo que informar te mantendrá bastante ocupado de ahora en adelante.
— Sí, Nils. Supongo que querrás ver este lugar una vez más en la forma que lo preparamos para el tiempo de la muerte, pero no tendré tiempo para hacer de guía. Sin embargo, podré encontrar a alguien que esté dispuesto a ayudarte.
Kruger paró y puso una mano sobre el hombro del pequeño nativo.
— No permitirás que las puertas se cierren sin volver a verme, ¿verdad? — preguntó —. No quiero interferir en el trabajo que hay que hacer, pero no quiero verte por última vez, al menos por muchos años, tan pronto.
Sus dos ojos se movieron hacia arriba y se posaron durante un momento en la expectante cara de Kruger.
— Te prometo que nos volveremos a ver antes de que se cierren las Murallas — dijo Dar Lang Ahn. Continuaron su camino, satisfecho ya el chico.
La predicción de Dar de que habría un comité esperándoles resultó correcta. Estaba compuesto, notó el chico, por seres de su misma estatura: los nuevos Profesores. Uno de los gigantes con los que se habían encontrado antes, sin embargo, se ofreció como guía, y bajo su dirección Kruger vio las ahora completamente organizadas librerías, las cubas para almacenar la comida situadas en la parte superior a unos pocos metros tan sólo bajo el hielo que se encontraba sobre ellas y los grandes lechos en los ya más calientes niveles inferiores donde crecían plantas similares a los hongos de la Tierra.
Por fin, fue conducido arriba a la plataforma de aterrizaje, donde la actividad no había disminuido. Los planeadores se remontaban en el cielo, cargados para distantes ciudades, y si había tiempo antes de que volvieran, traían otra carga de comida. Otros aterrizaban en el relativamente pequeño espacio dejado para ese fin; ocupados tripulantes de tierra arrastraban todo el tiempo los planeadores de un lado a otro de la plataforma o dentro de la caverna para hacer sitio para los que llegaban.
— ¿No estoy robándole mucho tiempo? — preguntó Kruger cuando llegaron a la superficie —. Parece ser ésta la época más ajetreada en la vida de vuestra gente.
— No tengo nada más que hacer — fue la respuesta —. Mi sucesor ha ocupado ya mi lugar.
— Pero ¿no se queda esta vez en las Murallas de Hielo?
— No. Mi vida se ha acabado. Unos pocos de nosotros se quedarán para cerciorarse de que los cierres están correctamente colocados, pero ésa no es una de mis tareas. En cuanto deje de servir para algo, me iré.
— Pero pensé que habían desmantelado todos los planeadores capaces de llevar a uno de ustedes.
— Es cierto, me iré a pie. No volvemos a las ciudades.
— Quiere decir… — Kruger dejó de hablar; sabía que Dar había explicado a su gente muy poco sobre la radio, y no estaba seguro de lo que aquel ser sabría. Sin embargo, el profesor supo o se figuró lo que pensaba Kruger.
— No, no volvemos a las ciudades. No es la costumbre; dura ya tanto tiempo que no puedo darte detalles muy precisos sobre la causa. Sin embargo, es mejor que lleguemos al fin antes de que el calor sea muy fuerte, al menos no antes de que nuestros cuerpos sean destruidos por otros medios. Cuando ya no me necesiten… me iré a dar un paseo por el casquete polar.
Kruger se dio cuenta que no tenía nada que decir, excepto que aún necesitaba la compañía del profesor. Invitado por él, el ser entró en el módulo, donde fue inspeccionado con gran interés por los biólogos que habían ido con ellos. Uno hablaba lo suficiente de la lengua nativa para hacer innecesaria la presencia del chico y volvió a la plataforma de aterrizaje para buscar a Dar. Sin embargo, su pequeño amigo no aparecía y la actividad incansable que allí se desarrollaba mantuvo fija la atención de Nils hasta que consideró necesario ponerse a dormir.
Así pasaba el tiempo. Gradualmente, iba disminuyendo el número de planeadores, al cesar las llegadas y dirigirse al otro hemisferio los que allí estaban. La vista de la indiferencia con que estos seres empezaban sus últimos vuelos resultaba deprimente, no sólo para Kruger, sino también para los demás seres humanos que estaban contemplándolo.
— Supongo que dependerá únicamente de la forma en que seas educado — señaló uno de los hombres —, pero si supiera que sólo me quedaba una semana de vida tendría un aspecto mucho más circunspecto.
— Creo que les quedan unas tres semanas — dijo Kruger —. Cierran este lugar con un año de adelanto sobre el momento en que se espera el cambio atmosférico, para estar más seguros.
— No seas tan sutil.
— No trataba de serlo. Saqué la impresión de que Dar sentía lástima de nosotros por tener que vivir día tras día sin saber cuándo sobrevendría nuestro fin. Supongo que le será también a él difícil darse cuenta de que estamos habituados a ello, como lo es para nosotros comprender su actitud.
— Es cierto — una nueva voz respondió y Kruger se volvió para ver al comandante Burke de pie en la entrada al módulo —. Me hubiera gustado haber conocido mejor a tu amigo, señor Kruger, pero supongo que nunca llegamos a conocerle realmente, ni tú incluso.
— Puede ser que no, pero no puedo evitar pensar que sí le conocía.
— Mejor para ti. ¿No ha llegado casi el momento de cerrar las puertas? Varios hombres más estaban emergiendo de la pequeña nave.
— No he seguido la pista muy de cerca, señor, pero creo que será algo así. Casi todos los planeadores se han ido y… he visto salir a algunos Profesores de la plataforma y empezar a merodear por la montaña — su voz tembló un poco al decir esto y el comandante asintió con gravedad.
— Sí; el que le servía de guía se fue la última vez que se quedó dormido.
— ¿Qué? No lo sabía, señor.
— Sabía que lo ignoraba. Le aconsejé que lo hiciera entonces. Creí que sería mejor así — había algo en el tono de voz del oficial que prohibía que se le formularan más preguntas.
Algunos más de los Profesores gigantes aparecieron entonces en la plataforma y los hombres dejaron su conversación para observarlos. Uno se aproximó al grupo y habló.
— Vamos ahora a comprobar el cierre de las puertas del exterior. Están situadas a cierta distancia en el interior del túnel, ya que hemos encontrado conveniente dejar que el hielo penetre en las cavernas superiores en la última parte de la estación caliente. ¿Os importaría venir con nosotros para contemplar esta operación.
— ¡Espere un minuto! ¡Dar Lang Ahn prometió verme antes de que se cerraran las puertas! ¿Dónde está?
— Se dirige hacia aquí. Si vienes con nosotros lo encontrarás en el túnel. Veo que su planeador le está aguardando — el ser se volvió sin decir nada más y los hombres le siguieron, fijándose Burke en el aturdido Kruger, que se veía la pena asomar en su rostro.
Las puertas estaban a unas trescientas yardas en el interior del túnel, y de acuerdo a la predicción del profesor, Dar Lang Ahn les estaba esperando a su lado.
— ¡Eh, Nils! — gritó al aparecer a la vista el chico —. Siento haber tardado tanto. Había mucho que hacer, créeme.
— ¡Dar! No puedes haber terminado…, pero este Profesor dijo…
— Claro que acabé. Tenía que hacerlo. Vamos a la superficie, pues tengo que examinar mi planeador. ¿O prefieres ver cómo cierran la puerta?
— ¡Pero no pueden cerrarla! ¡No puedes haberles dicho todo lo que aprendiste de nosotros. ¡Tienes que quedarte y ser un Profesor para la próxima generación! — el pequeño nativo estuvo en silencio un rato y luego habló en voz suave.
— Ven conmigo, Nils. Tal vez haya hecho algo que no debiera, pero ya está hecho.
Trataré de explicártelo — gesticuló a lo largo del túnel y el chico le obedeció en silencio, manteniéndose al lado de su pequeño amigo. Dar empezó a hablar mientras andaban; el comandante les miró, moviendo la cabeza.
— Nils, no podía hacerlo. Pensé en lo que acabas de mencionar, y cuando empecé a aprender cosas de vosotros, en cierto modo, planeé hacer lo que acabas de sugerir. No me agradaba, por supuesto, pero parecía ser mi deber. Entonces permanecí contigo y tu gente y… seguí aprendiendo. Astronomía, geología, biología, arqueología, matemáticas y todas las otras especialidades representadas por la gente de tu grupo. Era demasiado para mí.
— ¿Demasiado para que tú lo recordaras? — cortó Kruger, sobreponiendo momentáneamente su sorpresa a su disgusto.
— No demasiado para recordar, no, pero sí demasiado para digerir bien. Podía haberme quedado aquí abajo y dictar muchos y muchos libros sobre todo lo que había visto hacer o oído decir, pero aunque entendiera una buena parte de ello mi gente no lo hubiera hecho.
Había algo que necesitaban más y poco a poco llegué a comprender lo que era.
«Es un método, Nils. Esa es la forma en que vosotros resolvéis los problemas, mediante la conjunción de la experimentación y la imaginación. Eso era lo que mi gente tenía que aprender y lo que yo tenía que mostrarles. Después de todo, sus problemas son diferentes de los vuestros y tendrán que solucionárselos ellos mismos. De acuerdo que los hechos son también importantes, pero no les ofrecí demasiados. Sólo muestras dispersas de información para que puedan comprobar sus respuestas de vez en cuando.
— Entonces… ¡Entonces es por mi propia falta que estás haciendo esto!
Deliberadamente te hice llegar información de todos los campos que pude para que no tuvieras ninguna oportunidad de haberla registrado toda antes del momento de la muerte.
— ¡No! No es falta tuya, si es que se le puede llamar así. Me enseñaste, indirectamente lo admito, todo lo que necesitábamos aprender. Estaba buscando una excusa para no quedarme atrapado en las Murallas; si dices que me la proporcionaste tú, de acuerdo, y gracias — dejó de hablar; habían llegado a la plataforma y Dar empezó sin más preámbulos a asegurarse de que su planeador se hallaba dispuesto para el despegue.
— Pero… ¿no puedes venir con nosotros? No tienes por qué volver a Kwarr y… y… — Kruger no pudo acabar su frase. Dar dejó su tarea y le miró estrechamente. Durante un momento pareció dudar en tomar una decisión; después movió su cabeza haciendo el gesto negativo que había aprendido de Kruger.
— Me temo que no. Creo sentir cómo te sientes, amigo Nils, y en cierto modo me da pena dejarte atrás, pero… ¿vendrás tú conmigo? — casi hizo su equivalente a una sonrisa al preguntar esto. Kruger permanecía en silencio.
— Por supuesto que no…, no podrías. Esperas vivir aún mucho tiempo, aunque no sepas cuánto — apretó una de las manos de Kruger con su pequeña zarpa —. Nils, dentro de muchos de tus años habrá aquí bastante gente que serán parte de mí. Yo me habré ido, pero tal vez estés tú aún por el mundo. Tal vez con lo que tú y yo hemos hecho por ellos algunos lleguen a ser científicos, y sabrán tener respeto en vez de desprecio por los «calientes», y empezarán algo que con el tiempo podrá convertirse en una civilización como la vuestra. Me gustaría pensar que tú les estarás ayudando.
Saltó al asiento del planeador y, sin dejar al chico tiempo para decir una palabra, soltó la catapulta.
Kruger contempló cómo el pequeño aeroplano desaparecía de su vista, lo cual no tardó mucho en suceder, ya que sus ojos no se encontraban todo lo despejados que debían; pero aún estaba con la cara vuelta hacia donde se había ido cuando murmuró: — ¡Estaré! — se dio la vuelta a la vez que el ruido sordo de una gran puerta sonaba desde el túnel.
FIN