XII. GEOLOGÍA; ARQUEOLOGÍA

Abyormen es mayor que la Tierra y tiene incluso durante la época fría, una proporción menor de mar, de forma que los geólogos tuvieron que desarrollar su actividad en una buena parte del territorio. No trataron, por supuesto, de explorarlo todo; el plan base era conseguir la suficiente correlación estratográfica para sacar una historia geológica no demasiado mala y, si fuera posible, encontrar valores de las radiaciones lo suficientemente bajos en la escala para poder estimar al menos un valor mínimo de la edad del planeta. Lo último era realmente todo lo que querían los astrónomos, pero los biólogos tenían unas pretensiones considerablemente mayores. Se dispusieron a analizar todos los fósiles que encontraran con las técnicas desarrolladas en el campo.

Capa tras capa de rocas sedimentarias fueron clasificadas, a veces de millas de profundidad, a veces un poco antes de que se esfumaran, tal vez porque los movimientos de tierra las habían arrastrado formando rompecabezas, para componer los cuales era necesaria una buena experiencia, tal vez porque el fenómeno que las había depositado en el primer lugar había abarcado sólo un área determinada y la formación emergía naturalmente. Un lecho de caliza depositada en el fondo del mar en más de un millón de millas cuadradas es una cosa; una lente de piedra arenisca que una vez estaba depositada en el delta de un riachuelo desembocando en un lago pequeño es otra, a veces bastante inconveniente cuando se está resolviendo un problema de datos relativos.

Kruger dio gracias a su suerte de que el comandante Burke no estuviera con este grupo en tierra y rogaba constantemente que no le llegara ninguna insinuación hecha por los geólogos, ya que Dar Lang Ahn estaba aprendiendo suficiente inglés, y hay pocos sitios donde una memoria fotográfica puede hacerse más evidente que al tratar con un problema de estratos. Todos los geólogos, sin excepción, miraban al nativo con respeto y sentían una amistad hacia él comparable con la de Kruger. Pronto o tarde el comandante se enteraría; el chico confiaba que para entonces la popularidad de su pequeño amigo hubiera llegado a un punto tal que moviera al viejo oficial a abandonar todas sus sospechas.

En ninguna parte del planeta parecía haber nada parecido a las «llanuras» que caracterizan muchas zonas de la Tierra. Aparentemente, toda la presente superficie plana fue sumergida en un pasado no muy lejano; había una sospecha bastante profunda de que Abyormen sufría una actividad de seísmos y orogénica mucho mayor que la de la Tierra. Uno de los especialistas sugirió que la razón podía residir en los cambios estacionales del «Largo Año», cuando la mayor parte del agua del mar se depositaba en los casquetes polares. Una prueba en el casquete del hemisferio sur — que no estaba sobre el polo sur — indicó que tenía un espesor de casi treinta y cinco mil pies. Estaba nevando cuando se hizo el experimento, ya que Theer nunca se deja ver en esta parte del planeta y Arren tardaría varios años terrestres en salir.

Mientras pasaban varios de los breves años de Abyormen antes de que se pudiera llegar a ninguna clasificación de los estratos, los astrónomos comprobaron con bastante rapidez lo que se habían temido. Desde el principio, por supuesto, los astrónomos habían estado alerta para buscar pegmatitas y otras intrusiones volcánicas que pudieran contener substancias radioactivas susceptibles de ser fechadas, y en seguida las encontraron en varios lugares del continente que examinaban. No era posible de momento interrelacionar estas substancias con los sedimentos, pero en una de ellas se analizó uranio que tenía una edad un poco menor de millón y medio de años. Era una muestra bastante grande y se realizaron diez comprobaciones independientes, sin obtener variaciones de más de veinte millones de años con la principal. Dado que los astrónomos no querían creer que Alcyone hubiera existido más de una centésima parte de dicho tiempo, aceptaron la información a regañadientes.

Pero fechados o no, los sedimentos tenían interés por sí mismos. Si Dar Lang Ahn había visto en su vida un fósil, no reparó en él más de dos veces. Esta omisión fue fácilmente remediada, ya que los sedimentos tenían su parte de residuos orgánicos. Una zona de caliza de unas doscientas millas de ancho, en el centro del continente, parecía estar compuesta en gran medida por un depósito de filones y se encontraron en varios puntos unos cuantos cientos de especies diferentes. Había gran cantidad de mariscos que, al menos a Kruger, le parecían traídos de la Tierra; un biólogo pasó un buen rato explicando las diferencias técnicas.

— Supongo — concluyó — que se puede encontrar gran cantidad de criaturas virtualmente idénticas a éstas en las costas actuales de nuestros océanos. Parece que los moluscos y sus parientes tienen una rara habilidad en salvar los cambios de planeta. Por la Tierra han estado alrededor de 500 millones de años; con cambios, sí, pero su estructura básica sigue siendo la misma.

— Te entiendo todo menos una cosa — Dar Lang Ahn replicó en su lento y cuidado inglés —. He estado todo el rato con vosotros aquí y he visto fósiles como éstos en diferentes estratos de roca, como dices que es razonable, pero nunca vi una criatura viva que se pareciera a estos fósiles.

— ¿Has pasado alguna temporada larga junto al mar?

— Mucho tiempo. Nils Kruger y yo viajamos alrededor de trescientas millas hace poco, sin contar las veces que estuve en mis ochocientos años anteriores de vida.

— ¡Lleva razón! — exclamó Kruger excitado —. Sabía que había algo raro en esa playa y no podía adivinar qué era. No había ninguna concha, ni algas dispersas, ni nada de esa naturaleza. ¡Con razón me parecía extraño!

— ¡Uf! Confieso que sin duda es raro. ¿Había algún otro tipo de criaturas marinas?

— No lo sé. Creo que existen animales de varios tipos viviendo bajo el agua, y estoy seguro de que hay plantas. Sin embargo, no puedo pensar que vivan allí muchos tipos diferentes — el biólogo pasó esta parte de la información a sus colegas dedicados al trabajo de campo, ya que estaba demasiado ocupado estudiando las interrelaciones de los fósiles para desarrollarla él mismo.

Gradualmente, estableció un orden a partir del caos. Para motivos de comprensión, dividió el pasado de Abyormen en períodos cuyas fronteras en el tiempo parecían establecidas por las inundaciones generales de este continente que habían originado los lechos de caliza. Los geólogos no pudieron encontrar evidencias con que definir los períodos de formación de las montañas, lo cual resulta generalmente mejor para este propósito; en Abyormen, como habían sospechado, la actividad orogénica parecía estar uniformemente repartida a lo largo del tiempo.

Existían, por supuesto, muchas razones por las cuales ese mundo podría ser más activo en seísmos que la Tierra. Era más grande, con un diámetro de novecientas cien mil millas y una masa un cuarenta por ciento más grande que la de la Tierra, de forma que un hombre de ciento setenta libras pesaba en su superficie ciento ochenta. Las diferencias porcentuales eran pequeñas, pero la cantidad total de fuerzas orogénicas disponibles era muy superior a la del planeta de donde proviene la especie humana. De cualquier forma, ahí estaba la evidencia: los períodos de formación de montañas eran cortos, frecuentes y locales.

Esto debía haber contentado al departamento de biología, aunque los fósiles vertebrados les proporcionaron, para su desgracia, más quebraderos de cabeza.

No había resultado difícil establecer una secuencia bastante aproximada de la vida del planeta, recorriendo lo que tenían que haber sido varios cientos de millones de años, si la Tierra hubiera podido servir de ejemplo. Esta secuencia empezaba con cosas que tuvieran una parte inferior lo suficientemente dura como para protegerlas, seguía por criaturas con huesos comparables a los peces y acababa con unas criaturas con piernas que respiraban bastante claramente aire y que se pasaban la vida, en su mayor parte, en tierra firme. Hubiera sido simpático poner el final de esta serie en una página, en su parte inferior, y Dar Lang Ahn en la superior, con las formas intermedias en medio, pero esto resultaba imposible, ya que todos los fósiles vertebrados en los que se encontraban brazos óseos tenían seis. Dar era lo suficientemente humanoide como para poseer dos brazos y dos piernas, sin ningún trazo visible de tener más.

A requerimiento de los biólogos, el nativo accedió a ser fotografiado por rayos equis.

Estaba tan interesado como el que más en saber los resultados, y pudo ver como cualquier biólogo que su esqueleto no tenía rastros de una tercer pareja de apéndices.

Dar estaba ya tan familiarizado con los principios generales de la evolución como un ser humano ordinario y podía ver la razón por la cual los profesionales se hallaban preocupados. Antes incluso de que nadie preguntara, comentó: — Parece como si nada de lo que habéis encontrado en las rocas pudiera ser un ancestro directo de mi raza. Supongo que podemos haber venido de otro mundo, como Nils Kruger creyó una vez, pero no hay nada en ningún libro que haya leído, o que me haya dicho algún Profesor que haga pensarlo.

— Eso acaba con esta hipótesis — señaló con tristeza el biólogo.

— No del todo; es posible que sucediera hace tanto tiempo que o no lo registramos o se han perdido dichos registros en el tiempo transcurrido. Sin embargo, me temo que será difícil de demostrar.

— Probablemente tengas razón. Creo que lo mejor que podemos hacer es buscar formaciones que sepamos positivamente son más recientes.

Los geólogos habían escuchado esta conversación; sucedió durante uno de los regulares intervalos que tomaban para comer. Uno de ellos habló entonces: — Es un poco duro mirar descuidadamente una formación y decir: «tiene menos de un millón de años de antigüedad». Estamos alerta, por supuesto, pero sabéis perfectamente que ese fechaje viene después de la excavación y tras encontrar fósiles y compararlos con otras formaciones.

— ¿Qué pasa con el material sin consolidar que se encuentra en forma de piedras sueltas en las partes inferiores de las lomas o en las cavernas?

— No es nuestro campo, pero arramblaremos con todo el que nos encontremos. No estoy muy seguro de recordar ningún país originado a partir de cavernas, aunque parte de estas capas de caliza pudieran rellenar las formaciones con la cooperación del clima.

— He oído hablar de cavernas en otros continentes donde se pueden encontrar unos extraños diagramas y dibujos en las paredes — dijo Dar Lang Ahn. El grupo entero se volvió hacia él como un solo hombre.

— ¿Nos puedes llevar allí? — varias voces hicieron esta pregunta casi simultáneamente.

— Puede ser. Sería más seguro si fuéramos a una de las ciudades del continente e hiciésemos que alguno de los individuos del lugar nos sirviera de guía.

Así fue dispuesto, después de consultar con el comandante Burke en el lejano Alphard.

Otro módulo bajó de la nave, de forma que los geólogos tuvieran un medio de viaje, y varios especialistas más descendieron en él.

El continente en cuestión se encontraba lejos, al suroeste del lugar donde se desarrolló el trabajo, pero estaba aún iluminado por el rojo Theer. Dar Lang Ahn encontró una ciudad sin dificultad, y después de dar las usuales explicaciones requeridas por la presencia de los seres humanos pudo obtener un guía. De hecho, muchos de los ciudadanos fueron con ellos para ver trabajar a los extranjeros; no había mucho de importancia que hacer, ya que todos los libros de esta ciudad en concreto se habían llevado ya a las Murallas de Hielo y la gente estaba simplemente esperando la muerte.

Las cavernas eran como Dar las había descrito; no hubo sospecha alguna en la mente de ninguno de los hombres de que habían sido habitadas por seres pertenecientes al despertar de una civilización. La mayoría de los visitantes se sintieron atraídos por las pinturas de las paredes, pero los que sabían lo que hacían se pusieron a trabajar con extremo cuidado en los suelos.

Estos estaban cubiertos de tierra apelmazada, que fue quitada con cuidado, y capa por capa, y cribada por si tuviera algo de interés. Los nativos hacían comentarios de todo tipo sobre cuanto salía a la luz; no habían pensado nunca en ponerse ellos a cavar allí y aparentemente no reconocieron ninguno de los objetos que se encontraron. Estos podían lo mismo haber provenido de una caverna similar en la Tierra: herramientas de piedra y hueso y objetos que podrían haber sido ornamentales.

La excavación se sucedió durante varios días. Los científicos habían esperado en un principio que aparecieran esqueletos de los habitantes, pero sufrieron una desilusión. Uno le mencionó esto a Dar.

— No hay que sorprenderse — respondió el nativo —. Puedo ver que esta gente vivía de forma diferente a nosotros, pero no tanto. O morían en el momento adecuado sin dejar rastro o lo hacían violentamente, en cuyo caso esto no sucedería en las mismas cavernas.

— No sabes realmente si eran gentes de tu raza los que vivían aquí — respondió uno de los científicos secamente —. En algún punto de la historia de este tu planeta parece haber habido una gran interrupción. Podría haber sospechado que tu gente hubiera venido de otro planeta y que los «calientes» fueran nativos de éste si no hubiéramos sabido la relación padre — hijo que tienes con ellos.

— Tal vez vinimos ambos — sugirió Dar. El biólogo pareció haber recibido una gran revelación.

— Es una posibilidad. Querría que la gente que vivió en estas cavernas hubieran hecho uno o dos dibujos de ellos mismos.

— ¿Cómo sabemos que no lo hicieron? — los científicos miraron las extrañas criaturas, cuyas imágenes se extendían por las paredes y techos de caliza.

— No lo sabemos — dijo tristemente —. Tú has sido quien ha traído esto a colación. Por lo menos ninguno de ellos tiene seis miembros, lo que al menos sugiere que la vida animal cuando esta caverna se hallaba habitada estaba relacionada más íntimamente contigo que lo que encontramos en las rocas del lugar donde estuvimos antes.

El científico se puso a trabajar de nuevo, y Dar Lang Ahn, por primera vez desde que Kruger le conocía, se marchó solo. Vio cómo el chico le buscaba y le llamó con el equivalente de una sonrisa.

— No te preocupes. Tengo mucho que meditar. No temas llamarme si sucede algo interesante.

Kruger se sintió aliviado, pero no muy seguro de lo que entendería su amigo por interesante. Al principio, después de la llegada del Alphard, virtualmente todo parecía encajar en su casilla; el nativo tenía dificultad en fijar su atención en un objeto, ya que todo requería su examen. Con el paso del tiempo, esa tendencia había desaparecido.

Kruger empezó a preguntarse si Dar podría haber perdido el interés en las ciencias que tanto había querido desarrollar el chico. Decidió que el riesgo era escaso; este trabajo estaba resultando, incluso para Kruger, un poco aburrido. Había pasado ya el momento en que cada nuevo fósil, cuchillo de pedernal o trozo de caliza contara notablemente a la hora de incrementar sus conocimientos.

Se preguntaba si merecía la pena volver al Alphard para ver qué hacían los astrónomos. Significaría un cambio, y si Dar estaba empezando a perder su interés, lo cual parecía un poco improbable, aquello tal vez significara un cambio positivo. Le haría esta sugerencia cuando Dar abandonara su meditación.

Sin embargo, resultó que el pequeño nativo no estaba cansado de la geología. Su natural cortesía le hizo sugerir que volvieran con el otro grupo «un momento» antes de volver a la nave; no hubiera considerado en modo alguno la idea de un regreso de no haber visto que Kruger se estaba aburriendo.

El grupo de geólogos, cuando regresaron, habían progresado más de lo que ellos o cualquiera pudiera haber supuesto; tanto que el aburrimiento de Kruger desapareció segundos después de llegar al lugar de las operaciones. En resumen, se debía a que habían encontrado el «eslabón perdido» en la secuencia geológica.

Después de mucho trabajo infructuoso, se le había ocurrido a uno de los científicos que el drástico cambio climatológico de cada año largo tenía que producir un efecto similar, aunque más pronunciado, que los cambios estacionales producen en la Tierra en formaciones tales como la arcilla. Los lagos, por ejemplo, se debían secar por completo y alternar los sedimentos traídos por el viento con los depositados por el agua de una forma mucho más evidente de lo que nunca se hubiera visto en el planeta madre. Pensando esto, seleccionaron un lago grande y poco profundo. Unas muestras tomadas del borde comparadas con otros similares de la parte más profunda condujeron a resultados capaces de poner muy contentos a los astrónomos.

Los cambios estacionales, como los describiera el Profesor en el lejano poblado de los géiseres, se habían estado desarrollando, al parecer, durante poco menos de seis millones de años, de acuerdo con la teoría de uno de los científicos, y durante poco más de diez, según otro. Las dos escuelas de pensamiento estaban divididas casi por igual, basando la primera sus cifras en el supuesto de que el año largo había tenido siempre su duración de unos sesenta y cinco años terrestres y la segunda insistiendo en que el período estacional tenía que haber ido progresivamente decreciendo de tamaño. Este grupo no tenía ninguna sugerencia para interpretar el fenómeno, pero se atenía a su interpretación de los datos. Dar Lang Ahn estaba fascinado; era la primera vez que se daba cuenta de que el conocimiento positivo no surgía inmediatamente después de la investigación científica.

Fue el jefe del grupo quien resumió la situación geológica del planeta, después de la primera comida, tras el retorno de Dar y Kruger.

— Esta parece ser la historia del planeta, de acuerdo con la evidencia presente — dijo —.

Se originó hace tanto tiempo como la Tierra, aproximadamente; digamos unos mil millones de años, con todas las naturales reservas. Pasó por el habitual proceso de enfriamiento y finalmente el agua se pudo condensar. Su atmósfera primitiva fue probablemente retenida algo mejor que la de la Tierra, ya que la velocidad de elusión es aquí más de un veinte por ciento mayor. La vida nació, probablemente, de modo espontáneo y de la forma usual, aunque es posible que lo hiciera a partir de ciertas esporas, y se desarrolló de una forma comparable a la de los planetas con los que estamos familiarizados, esto es, modificando drásticamente la atmósfera primitiva hasta que se convirtiera en una muy parecida a la de la Tierra.

«Durante este período, que duró la mayoría de la existencia del planeta, los tremendos cambios climáticos que ahora se presentan al pasar periódicamente su sol cerca de Alcyone no parecen haberse presentado; al menos no se encontró la evidencia al respecto y un número de hechos muy significativos indican lo contrario. Por ejemplo, se ha encontrado en alguno de los yacimientos de fósiles gran cantidad de mariscos y otras criaturas de, aparentemente, la misma especie, pero muy diferentes en tamaño, sin poderse suponer por los estratos que los más pequeños murieran antes. Parecía como si en aquel momento la vida en Abyormen fuera en sus hábitos reproductivos normal desde nuestro punto de vista: las criaturas nacían, crecían y morían de una forma más o menos fortuita.

«La vida evolucionó hasta el estado de vertebrados que respiraban aire bajo dichas condiciones, con un tipo genérico de seres de seis patas. No hay evidencia de la aparición de seres inteligentes.

«Entonces en algún momento, hace entre cinco y diez millones de años, los tremendos cambios de temperatura producidos por Alcyone empezaron a ocurrir y virtualmente toda la vida fue barrida del planeta. De esta forma, o bien sobrevivieron unas pocas especies que se derivaron en las actuales, que soportan la situación climática en la forma que sabemos, o llegaron nuevas esporas, o apareció una generación de vida totalmente nueva.

«Aún sabemos muy poco sobre el último millón de años; parece ser que la opinión más generalizada es que debemos secar este lago y realizar mayores excavaciones en su lecho para encontrar vestigios de vida de este período. Sin embargo, de momento sabemos que en el momento actual la vida en general existe en este planeta bajo la forma de generaciones sucesivas, lo cual permite que puedan sobrevivir en dos medios distintos. ¿Algo que añadir o corregir en la presente exposición?

— Sólo un comentario; necesitamos ayuda astronómica urgentemente — dijo una voz.

— Estoy conforme. He grabado este pequeño discurso y mandaré la cinta al Alphard tan pronto como sea posible.

Terminaron la comida sin hablar más de temas científicos.

— ¿Qué piensas de todo esto, Dar? — preguntó Kruger más tarde —. ¿Es muy distinto de lo que tus Profesores te contaron?

— No se opone a nada de lo que me dijeron, ya que nunca nos contaron nada al respecto. Sabiendo ahora lo que son los Profesores, puedo suponerme que no lo hicieron porque ni ellos mismos pensaron nunca en ello.

— ¿Hay alguna posibilidad de que tus Profesores se opongan a que cuentes todo esto?

O si no lo hacen ellos, al menos lo hará alguno de los Profesores «calientes».

— He estado pensándolo. Creo que nuestros propios Profesores estarán al respecto tan interesados como yo, y he llegado a la conclusión de que todo lo que los otros Profesores saben de nuestras cuitas es lo que los nuestros les cuentan por radio. Los otros no podrían vivir en ningún lugar en las cercanías de las Murallas de Hielo.

— ¿Ni siquiera bajo tierra?

— Muy, muy bajo, es posible, pero aun así no podrían vigilar demasiado. La razón es bien sencilla: ¿No te mencionó el del géiser que no había forma de que le vieras, ni de que él te viera a ti, ya que no habría barrera capaz de manteneros seguros a los dos a través de la cual os pudierais observar?

— No había pensado en ello; pero si depende de las informaciones de tus Profesores, ¿por qué no pudieron decir que me habían matado en vez de tratar de cumplir sus órdenes?

— Bueno, si en algún momento se les hubiera ocurrido eso, tal vez pensaron que la razón por la que quería matarte era de una naturaleza tal que él podría detectar los resultados si no lo hacían. Si mi gente hubiera aprendido una buena dosis de tu ciencia, por ejemplo, sería bastante difícil de ocultar.

— Supongo que sí. Aun así, yo me arriesgaría antes de matar a un amigo.

— Tal vez no estuvieran seguros de si tú eres en verdad un amigo. Recuerda que no estuvieron contigo tanto tiempo como yo y…, bueno, ya sabes que tenemos algunas características bastante extrañas. Entiendo que aquel Profesor «caliente» se sintiera así.

— Lo supongo. Nos conocemos bastante bien ahora, pero seguimos encontrándonos raros a veces. Sin embargo, ya no me importa.

— Ni a mí — en aquel momento, los dos se miraron con una sensación casi de perfecta comprensión, mayor que la que nunca hubiera existido entre ellos ni fueran a conseguir después.

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