El sable no estaba hecho para dar estocadas, pero Holger vio una abertura en el peto de su oponente y lo introdujo por ella. Saltaron chispas. El caballero se tambaleó, cayó sobre sus rodillas y luego al suelo con un terrible sonido metálico…
Holger pensó: No sé nada de sables ni de lanzas… y sin embargo, ¿quién ganó este combate?
Se arrodilló y abrió la visera del casco del caballero vencido. Desde el interior le contempló el vacío. No había nada dentro de la armadura. Debió estar vacía todo el tiempo.