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TOM OYÓ el batir de alas y sintió que salía de su sueño. Reconociendo, reconociendo la luz real, respirando aire real, oliendo algo que le recordaba las gardenias, abrió los ojos.

Michal se envolvía en sus alas, ni a tres metros de distancia. Estaban de nuevo en el bosque colorido. Él había dormido apoyado en un elevado árbol amarillo, soñando como si viviera de nuevo las historias de la Tierra. Esta vez había vuelto con un reto de Kara. Algo acerca de…

– Puedo ver que ha sido un día ocupado para ti -indicó Michal, caminando balanceándose.

Otro batir de alas a la izquierda de Tom anunció a Gabil, quien incluyó una voltereta en su aterrizaje.

Tom se puso de pie, totalmente despierto. La hierba era verde; el bosque brillaba en tonos azules y amarillos detrás de él; la aldea esperaba en todo su brillo. Él fue hacia delante, súbitamente ansioso de descender la colina y volverse a conectar con su pasado.

– ¿Vamos?

– Absolutamente -contestó Gabil.

– Sí -expuso Michal-. Aunque temo que te hayas perdido la Concurrencia.

Michal volteó a mirar por sobre su hombro, y Tom vio al último de un enorme grupo que desaparecía por un sendero que se perdía entre los árboles a varios kilómetros de distancia. Hasta donde podía apreciar, la aldea estaba vacía.

– Lo siento muchísimo, pero tardaremos bastante tiempo en alcanzarlos. Mejor esperas en la aldea hasta que regresen. ¿Qué te hizo tardar tanto?

– Quizá debí haberte llevado primero a la aldea, pero quise asegurarme. Esto es muy extraño, estoy seguro de que lo comprendes. No bebiste el agua en el bosque negro, pero es evidente que los shataikis ejercieron algún efecto sobre ti. En tu memoria al menos. Yo debía asegurarme de que hacía lo correcto.

Bajaron la colina a la decreciente luz de la tarde, primero Michal, seguido por Tom y Gabil brincando en la retaguardia.

Las historias. El soñó que Kara había insistido en que este bosque colorido era un sueño y que Denver era real. Ella le había impuesto una misión.

El ganador del Derby de Kentucky.

¿Registrarían las historias algo tan insignificante como el ganador de una carrera de caballos? De ser así, sólo alguien con una memoria perfecta lo podría recordar. Alguien como Michal.

Sin embargo, parecía muy insensato pedir a Michal que revisara algo con lo que Tom había soñado. Pero no era más absurdo que insistirle a Kara que ella era un sueño. ¿Cuál era entonces la realidad?

Michal le había dado, aquí en el bosque colorido, una explicación razonable para su sueño de Denver: Tom se había golpeado la cabeza y estaba soñando con la antigua Tierra. Lógico.

Pero allá en Denver él no tenía explicación de cómo podría estar soñando acerca de la variedad Raison, en particular porque aún no habían ocurrido los acontecimientos relacionados. Tom estaba obteniendo la información de Michal, de las historias. Pero eso únicamente demostraría que este mundo en que encontró las historias era real. Si este era real, entonces el otro tenía que ser un sueño. A menos que los dos fueran reales.

– ¿Cuántas personas viven en la aldea? -preguntó Tom.

– ¿Aquí? Esta es la aldea más pequeña. Existen tres tribus en el planeta, cada una con muchas aldeas. Pero esta es la primera. Tanis es el primogénito.

– Más de mil en esta aldea -se inmiscuyó Gabil.

– Mil quinientos veintidós -corrigió Michal-. Hay siete aldeas en esta tribu, y todas vienen a la misma Concurrencia. Las otras dos tribus, a una de las cuales perteneces, están muy lejos y son mucho más grandes. Tenemos más de un millón viviendo hoy día.

– Vaya. ¿Cuánto tiempo vivimos? Es decir, cuánto tiempo ha…

Michal se había detenido, y Tom casi lo tropieza. Gabil chocó contra él por detrás.


– Lo siento, lo siento.

Michal miraba a Tom como si este se hubiera vuelto loco.

– ¿Qué pasa? -preguntó Tom retrocediendo.

– Aquí no hay muerte. Sólo en el bosque negro. Estás confundiendo la realidad con la antigua Tierra. Puedo entender tu pérdida de memoria, pero estoy seguro de que puedes separar lo real de tus sueños.

– Seguro -aceptó Tom.

Pero no estaba seguro. No del todo. Tendría que pensar con más cuidado sus preguntas. Michal suspiró.

– En caso de que no estés tan seguro como afirmas, permíteme darte un rápido recordatorio de tu historia. Tanis, el dirigente de esta aldea, a quien hemos analizado, fue el primogénito. Se unió a Mirium, su esposa, y tuvieron dieciocho hijos y veintitrés hijas durante los primeros doscientos años. Sus dos primeros hijos se fueron, uno al oriente y el otro al occidente, a un mes de viaje cada uno, para formar las tres tribus. Cada tribu es totalmente independiente. No hay actividad comercial, pero son bastante comunes las visitas y no son extrañas las uniones mixtas. Tres veces al año las otras dos tribus hacen un viaje aquí para una celebración muy, pero muy grande, conocida como la Gran Concurrencia, que no se debe confundir con la Concurrencia que cada tribu experimenta todas las noches.

Michal miró con nostalgia hacia el sendero que habían seguido los aldeanos.

– Descubrirás una obsesión con la Concurrencia. Es el enfoque de cada día. Al mediodía la mayor parte de personas se prepara de una u otra manera Para ella. Es una vida muy sencilla pero muy lujosa por la que yo gustosamente cambiaría un año de tormento. Eres sumamente afortunado, Thomas Hunter.

La tarde estaba en calma.

– ¿Me hace eso descendiente de Tanis? -indagó finalmente Tom.

Muchas generaciones después, pero sí.

– Y mi familia inmediata vendrá aquí para una celebración. ¿Cuándo?

– En… ¿qué, Gabil? ¿Sesenta días?

– ¡Cincuenta y tres! -exclamó el roush más pequeño-. Sólo cincuenta y tres.

– Gabil es el amo de los juegos en las celebraciones. Los conoce íntimamente. En todo caso, ahí lo tienes.

Michal continuó colina abajo con su bamboleo.

– Tuve otro sueño -anunció Tom.

– ¿Sí? Bueno, los sueños son bastante comunes, ¿o también olvidaste eso?

– Se reanudó dónde quedó el otro. Me estaba preguntando si me podrías ayudar con algo. ¿Registran las historias eventos deportivos?

– Las historias lo registraron todo.

– ¡De veras! ¿Podría saber, digamos… el caballo ganador del Derby de Kentucky en un año particular?

– Las historias son orales, como mencioné. Fueron escritas… están escritas… en los Libros de Historias, pero esos libros están…

Michal hizo aquí una pausa.

– …ya no están disponibles. Estos libros son muy poderosos. En todo caso, las tradiciones orales fueron entregadas a Tanis y se transmitieron.

– ¿Nadie sabría quién ganó el Derby de Kentucky?

– ¿A quién le importa esa clase de trivialidad? ¿Sabes qué clase de mente se necesitaría para retener un detalle tan insignificante?

– Así que entonces nadie lo sabe.

– Yo no dije eso -afirmó Michal después de titubear-. Lo que Tanis conoce de las historias es más de lo que sabe cualquier otro humano. Es más que suficiente. Demasiado conocimiento de algunos asuntos puede ser preocupante. Muchas veces Tanis ha intentado sacar más información de mí-Su sed de conocimiento es insaciable.

– Pero tú tienes una memoria perfecta. ¿No sabes quién ganó el Derby de Kentucky en el 2010?

– ¿Y si lo supiera?

– ¿Me lo puedes decir?

– Podría. ¿Debería?

– ¡Sí! Mi hermana quiere saber.

Michal se volvió a detener.

– ¿Recuerdas a tu hermana? ¿Estás empezando a recordar?

No, la hermana en mis sueños -contestó Tom, sintiéndose ridículo.

Eso ahora es algo, ¿qué dices tú, Gabil? -enunció Michal-. Su hermana, en sus sueños acerca de las historias, quiere saber algo de las historias.

Parece algo muy circular.

– Vueltas, vueltas y vueltas, sin duda.

– Sí, imagino que podrías decir eso -comentó Tom, desviando la mirada.

– No estoy seguro de que yo debería decírtelo -dijo Michal.

– ¿Hay alguien más entonces que me lo pudiera decir?


– Teeleh -expresó Gabil entre dientes-. Él fue un sabio. Tom supo quién debía ser Teeleh sin tener que preguntarlo.


– El dirigente de los shataikis -afirmó Tom.


– Sí -convino Michal. Nada más.

Tom volvió a enfocar la discusión en la carrera de caballos.

– Por favor, sólo necesito saber si lo que ustedes dicen concuerda con lo que estoy soñando. Me podría ayudar a hacer de lado mis sueños.

– Quizá. No es asunto mío escarbar en las historias. Aquí estamos haciendo la nuestra, y basta. Ya tienes demasiado de las historias recorriendo por tu mente como para distraerte y confundir incluso a mí. Te lo diré con una condición.

– No volveré a preguntar. De acuerdo.

– Exactamente -coincidió Michal frunciendo el ceño-. No volverás a preguntar sobre las historias.

– Y como dije, estoy de acuerdo. ¿Qué caballo?

– El ganador del Derby de Kentucky 2010 fue Volador Feliz.

– ¡Volador Feliz! -gritó Gabil-. ¡Un nombre perfecto!

Corrió y levantó vuelo. Pronto ganó altura, realizó una voltereta, y giró en dirección a la Concurrencia.

Volador Feliz.

La aldea le pareció conocida a Tom, pero no tanto como para que el corazón acelerara su ritmo mientras se acercaban.

Pasaron debajo de un gran arco azul y dorado, y luego bajaron por un amplio sendero café entre filas de coloridas cabañas. Tom se detuvo ante la primera casa, impresionado por el brillo rubí de la madera. Un césped que se extendía alrededor de las viviendas formaba una alfombra gruesa y uniforme de pasto verde, realzada por flores que crecían agrupadas de manera simétrica. Al césped lo resaltaba lo que parecían ser esculturas de madera azul y dorada brillantemente coloreadas, dándole una belleza surrealista.

– ¿Recuerdas? -averiguó Michal.

– En cierto modo. Pero no realmente.

– Podría tomar un tiempo, entiendo. Te quedarás con la familia de Rachelle.

– ¡Rachelle! ¿La mujer que me eligió?

– Sí.

– ¡No me puedo quedar en su casa! No tengo idea respecto de este Gran Romance.

– Sigue tus instintos, Thomas. Y si tus instintos no te brindan demasiado, entonces finge. Sin duda puedes fingir estar enamorado.

– ¿Y si no quisiera estar enamorado?

– ¡Deja esa tontería! -ordenó Michal-. Por supuesto que quieres estar enamorado. Eres humano. Michal giró en el sendero.

– Me estás asustando, jovencito.

Tom caminó por el sendero, absorto al principio en sus pensamientos, pero luego distraído rápidamente por la belleza que lo rodeaba. A ambos lados del camino se alineaban prados hermosamente trazados que bordeaban a cada cabaña colorida. Las casas brillaban más como perlas que como madera. En el suelo crecían flores parecidas a margaritas en amplias franjas a través de los brillantes prados verdes. Grandes gatos y loros deambulaban sin rumbo fijo y aleteaban en armonía por la aldea, como si ellos también poseyeran una parte de esta maravillosa obra de arte.

La naturaleza refinada de la aldea mantuvo sobrecogido a Tom mientras iban hacia la enorme estructura central. Aunque sin necesaria simetría, cada objeto, cada escultura, cada flor y cada senda estaba exactamente en el sitio correcto, como una sinfonía ejecutada a la perfección. Altera un sendero) se desmoronaría la visión. Mueve una flor y surgiría el caos.

El Thrall, como lo había llamado Michal, era enorme comparado con las demás estructuras, y si la aldea era una obra de arte refinado, entonces esta era su gloria suprema. Tom hizo una pausa en la base de amplios peldaño5 que ascendían hasta el edificio circular. La cúpula de color jade se veía como si la hubieran hecho de un material perfectamente cristalino que dejaba pasar la luz a través.

Tom puso cautelosamente el pie en el primer peldaño y empezó a subir. Adelante, Michal forcejeaba los pasos uno por uno, haciéndole por el momento caso omiso. Tom lo siguió y luego giró en lo alto para ver la aldea desde esa elevada posición.

La aldea parecía como si enormes joyas -rubíes, topacios, esmeraldas, ópalos y perlas- se hubieran trasportado aquí y luego esculpido en sólidas estructuras durante cientos de años. ¿Qué clase de tecnología pudo haber creado esto? Muy sencillo y elegante, pero muy evolucionado.

– ¿Quién hizo esto?

– Ustedes lo hicieron -respondió Michal mirándolo-. Ven. Tom lo siguió dentro del Thrall.

La extensión del enorme auditorio era a la vez intimidante y espectacular. Cuatro pilares brillantes, rubí, esmeralda, verde jaspe y un amarillo dorado, se levantaban desde el suelo hasta la iridiscente cúpula abovedada. No había muebles en el salón. Tom vio todo esto en su primer vistazo.

Pero fue el gran piso circular, centrado debajo de la cúpula, en lo que se fijaron sus ojos.

Tom pasó a Michal y caminó ligeramente hasta el borde del piso. Este parecía atraerlo hacia sí. Lentamente se arrodilló y estiró la mano. No logró ver una sola mancha en la dura y clara superficie, como una piscina de resina derramada sobre una esmeralda sin imperfecciones. Acarició el suelo, respirando a ritmo constante. Una repentina y leve vibración le subió por el brazo y rápidamente retiró la mano.

Todo está bien, mi amigo -anunció Michal detrás de él-. Esta es una vista a la que nunca me acostumbro por mí mismo. Fue hecha de mil árboles verdes. No se le encuentra ni una mancha. Nunca deja de asombrarrne la creatividad que exteriorizan ustedes los humanos.

¿Es esto como el agua? -preguntó Tom poniéndose de pie.

– No. El a gua es especial. Pero Elyon es el Hacedor de ambas cosas. Te dejare aquí -le comunicó Michal, volviéndose hacia la entrada-. El deber arna. Johan y Rachelle vendrán y te recogerán apenas regresen de la Conferencia. Y recuerda, si tienes alguna duda, sigue el juego, por favor.

El roush salió del edificio caminando balanceándose, y Tom creyó haberle oído decir:

– Amigo, amigo. Espero que Rachelle no haya mordido más de lo que pueda masticar.

Tom empezó a protestar. Esperar solo en este espacio maravilloso lo dejó algo atemorizado. Pero no se le ocurrió ninguna razón para asustarse… más allá de su memoria perdida, todo esto le era muy conocido. Como dijo Michal: él tenía que seguir el juego.

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