8

TOM ABRIÓ los ojos y supo de inmediato que había vuelto a ocurrir. Estaba tendido en el canapé beige en el apartamento de Denver, Colorado. Cubierto con un edredón teñido. Por una rendija en las cortinas a su izquierda entraba un rayo de luz. A su derecha, el respaldar del sofá, y más allá, la puerta cerrada. Por encima, el cielo raso. Textura como de cascara de naranja cubierta con pintura color hueso. Podrían ser nubes en el cielo, podrían ser mil mundos escondidos detrás de esas protuberancias. Tom se hallaba muy tranquilo y respirando profundamente. Estaba soñando.

Sí, por supuesto que soñaba. Esto no podría ser real porque ahora sabía la verdad del asunto. Se había golpeado la cabeza estando en el bosque negro. El golpe le había borrado los recuerdos y le producía estos extraños sueños donde creía de veras que estaba en la antigua Tierra, siendo perseguido por algunos hombres con malas intenciones, como lo había expresado Michal.

En este mismísimo instante se hallaba soñando las historias de la antigua Tierra. O la otra Tierra.

Tom se sentó. ¡Asombroso! Todo parecía muy real. Las yemas de los dedos sentían de verdad la textura del acolchado. Las máscaras de bailes de disfraces de Kara parecían tan reales que podían ser reales. Él respiraba, y Podía saborear su húmeda boca mañanera. Se hallaba participando en este sueño casi con tanto realismo como si estuviera despierto de veras, como al tocar los árboles del bosque colorido, o morder la dulce fruta que le diera Gabil. Este no era del todo tan real, pero sí muy convincente.

Al menos ahora sabía lo que estaba sucediendo. Y era consciente de por 1ue el sueño se sentía tan real. Qué viaje tan increíble.

Tom puso los pies en el suelo e hizo el edredón a un lado. Así que, ¿qué podría hacer él en su sueño que no pudiera hacer en la vida real? Estiró los dedos y los empuñó. ¿Podría flotar?

Se puso de pie. Como esperaba, sin dolor en la cabeza. Desde luego que no, este sólo era un sueño. Se impulsó con la parte delantera de los pies.

No flotó.

Bueno, no flotaba como en algunos de sus sueños, pero con seguridad había muchísimas cosas increíbles que podía hacer. No se podría lastimar, lastimar de verdad, en sus sueños, lo cual le daba algunas posibilidades interesantes.

Tom dio unos cuantos pasos y luego se detuvo. Curiosamente, caminar en sueños era muy parecido a caminar en la realidad, aunque comprendía la diferencia. Las piernas no se sentían reales del todo. Es más, si cerraba los ojos, lo cual hizo, no sentía realmente las piernas. Podía sentirlas, por supuesto, pero en lo que a él respecta podría ser aire en vez de carne y hueso lo que le conectaba las piernas a las caderas.

Sueño vivido. Increíble.

Anduvo alrededor de la sala, intimidado por lo muy real que sentía todo. No tan real como caminar con Michal y Gabil, desde luego, pero si no supiera que estaba en un sueño podría creer de veras que este cuarto existía. Asombra cómo funciona la mente.

Pasó la mano sobre un casuario negro esculpido que él había importado de Indonesia. Palpó cada protuberancia y cada muesca. Tal vez incluso, pensó Tom y se inclinó para oler la madera, sí, olía a humo, exactamente como lo había imaginado. Habían endurecido la madera quemándola. ¿Habría estado soñando el escultor cuando…?

– ¿Thomas?

Se preguntó si era Michal quien lo llamaba. El roush había vuelto del sitio adonde había volado e intentaba despertarlo. Tom no estaba seguro de querer que lo despertaran aún. Este sueño…

– Tom.

Ahora la voz sonó más aguda, más como la de Gabil.

– ¿Qué estás haciendo?

Tom dio media vuelta. Kara estaba junto al sofá, vestida en camisola dc flores azules y pantaloncitos cortos. El debería haberlo sabido. Aún estaba soñando.

– Hola, hermanita.

Ella en realidad no era su hermana, por supuesto, ya que no existía de veras. Bueno, sí existía en la realidad de este sueño, pero no en la verdadera realidad.

– ¿Estás bien?

– Seguro. Nunca he estado mejor. ¿No lo parezco hoy?

– De modo que… así que no estás alucinado por lo que pasó anoche, ¿no es cierto?

– ¿Anoche? -preguntó, andando de un lado a otro, cuestionándose si Michal lo despertaría en cualquier momento-. Ah, ¿te refieres a la persecución por los callejones, al tiro en la cabeza, y a la manera en que despaché a los tipos malos? En realidad, esto te podría venir como una conmoción, pero nada de eso sucedió de veras.

– ¿Qué quieres decir? ¿Lo inventaste todo? -cuestionó ella con una sombra de duda iluminándole el rostro.

– Bueno, no, en realidad no. Quiero decir, sucedió aquí. Pero esta no es la verdadera realidad. No es posible saltar hasta la luna, y cuando sueñas que caes pero en realidad no aterrizas, se debe a que realmente no estás cayendo. Esto no es real. Impresionante, ¿eh? -expresó, sonriendo al pronunciar esto último.

– ¿De qué diablos estás hablando? -preguntó ella inquieta, mirando hacia el extremo de la mesa donde se hallaba el frasco de pastillas-. ¿Tomaste alguna medicina más?

– Ah, sí. Ese sería el Demerol. No, no tomé más, y no, no estoy alucinando -negó, y extendió los brazos para anunciar la verdad del asunto-. Este, querida hermana, es un sueño. ¡En realidad estamos en un sueño!

– Deja de bromear. No eres gracioso.

Di lo que quieras. Pero ahora mismo no está sucediendo realmente esto. Dirás que estoy loco porque no sabes algo mejor… ¿cómo podrías saberlo? Eres parte del sueño.

¿Cómo llamas al vendaje en tu cabeza? ¿Un sueño? ¡Esto es una cura! -exclamó ella, y se dirigió a la cocina.

Tom se palpó el vendaje alrededor de la cabeza.

– Estoy soñando acerca de este corte porque me caí sobre una piedra en el bosque negro. Aunque no todo se correlaciona con exactitud, porque no tengo un brazo roto como me lo rompí allí.

Kara lo miró, incrédula. Por un instante no dijo nada, y él creyó que ella podría estar entrando en razón. Quizá con la persuasión adecuada podrías convencer a la gente en tus sueños que sólo viven en tus sueños.

– ¿No volviste a pensar en nuestra situación con los neoyorquinos? -. inquirió ella.

No. Kara aún estaba en negación.

– No estás escuchando, Kara. No hubo persecución anoche. Este corte me lo hice en el bosque negro. Este es un su…

– ¡Basta, Thomas! Y deja de sonreír de ese modo.

Sin duda que la sinceridad de ella parecía real. Él se presionó los labios.

– No puedes hablar en serio acerca de esta tontería -indicó Kara.

– Con absoluta seriedad. Reflexiona. ¿Y si este es realmente un sueño? Al menos considera la posibilidad. Quiero decir, ¿qué tal que todo esto… qué tal que todo esto sólo esté en tu mente? -objetó Tom apartando los brazos-. Michal me dijo que todo esto estaba sucediendo, y lo está, exactamente como lo dijo. Créeme, ese no fue un sueño. Fui atacado por los shataikis. No se supone que los conozcas, pero son enormes murciélagos negros con ojos rojos…

Dejó de hablar. Quizá debería dar a conocer los detalles. Estas realidades le parecerían absurdas a Kara sin haberlas experimentado de antemano.

– En realidad, vivo en la otra Tierra. Estoy esperando a Michal, pero él tarda una eternidad, así que me senté y recosté la cabeza contra un árbol. Me acabo de quedar dormido. ¿No ves? -explicó volviendo a sonreír.

– No, en realidad no.

– Me acabo de quedar dormido, Kara. ¡Estoy durmiendo! Exactamente en este mismo momento estoy durmiendo debajo de un árbol. Así que contéstame, ¿cómo podría estar parado aquí, si sé que duermo debajo de un árbol esperando a Michal? ¡Contéstame eso!

– De modo que vives en un mundo con enormes murciélagos negros y… -señaló ella, y suspiró-. ¡Escúchame, Thomas! Esto no es nada bueno. Ahora te necesito cuerdo. ¿Estás seguro que no tomaste más de esas pastillas?

Tom sintió que su frustración aumentaba, pero permaneció tranquilo. Después de todo, se trataba de un sueño. Podría sentir todo lo que quisiera en un sueño. Si un fantasma gigantesco con colmillos se le abalanzara ahora mismo, él sencillamente podría enfrentarlo y reír, y se desvanecería. No necesitaba abatir del todo a Kara… difícilmente podría culparla. Si él no la convencía, le seguiría el juego. ¿Por qué no? Michal lo despertaría en cualquier momento.

– Bueno, Kara. Bueno. Pero ¿y si puedo probártelo?

– No puedes. Debemos resolver qué vamos a hacer. Debo vestirme y luego llevarte al hospital. Tienes una conmoción cerebral.

– ¿Y si puedo probar que estamos en un sueño? ¿Quiero decir, en realidad? Digo, sólo mueve tu mano de esta manera -señaló él moviendo la mano en el aire-. ¿No te das cuenta de que esto no es real? Yo sí. ¿Puedes sentir que algo no está muy bien? El aire se siente menos espeso…

– Por favor, Thomas, me estás empezando a asustar.

– Está bien -reconoció él, bajando la mano-, pero ¿y si puedo probarlo de manera lógica?

– Eso es imposible.

– ¿Y si te puedo decir cómo se acabará el mundo?

– ¿Eres ahora un profeta? ¿Vives en un mundo con murciélagos negros, y puedes leer el futuro? ¿No te parece ridículo todo eso? Reflexiona, Thomas, ¡reflexiona! Despabílate.

– No es una ridiculez. Te puedo decir cómo se acabará el mundo porque en realidad ya se acabó, y está escrito en las historias.

– Por supuesto que así es.

– Exactamente. Empezará con la especie Raison… alguna clase de virus que viene de una empresa francesa. Todo el mundo cree que es una vacuna, Pero muta bajo un calor intenso y devastará al mundo en algún momento en el año 2010. No estoy muy seguro del último detalle.

– ¿Es esa tu prueba? ¿Que el mundo se acabará en algún momento este año?

Ella no creía el argumento.

De pronto se le ocurrió a Tom otra idea. Una bastante divertida, en realidad. Fue hacia la puerta principal, giró la manilla, y la abrió.

– Muy bien, te lo probaré -advirtió, y salió.

– ¿Qué estás haciendo? ¿Y si ellos están afuera?

– No están aquí porque no existen. ¿Le estoy hablando aquí a una pared?

La luz le hizo arder los ojos. Pasó por sobre el pasillo de afuera y se agarró de la barandilla. Se hallaban en el tercer piso. El estacionamiento abajo era de concreto.

– ¡Thomas! -gritó Kara corriendo a la puerta-. ¿Qué estás haciendo?

– Voy a saltar. No te puedes lastimar en sueños, ¿de acuerdo? Si salto…

– ¿Estás loco? ¡ Te lastimarás! ¿Cómo llamas a la bala que te hirió la cabeza?

– Te lo dije, eso fue de una roca en el bosque negro.

– Pero ¿y si estás equivocado?

– No lo estoy.

– ¿Y si lo estás? ¿Y si hubiera incluso la más leve posibilidad de que te equivocaras? ¿Y si es de la otra manera?

– ¿Qué quieres decir?

– ¿Y si esta es la verdadera Tierra, pero crees que lo es la otra porque la sientes muy real?

– El corte en mi cabeza por la caída, es real. ¿Cómo puedes…?

– A no ser que realmente fuera una bala la que te hirió en la cabeza y soñaras algo, como la roca. Retrocede, Thomas. No estás pensando con claridad.

Tom miró hacia abajo, impresionado repentinamente por esa posibilidad. Aquí afuera en la luz matutina, su confianza disminuyó. ¿Y si ella tenía razón? Él se había herido la cabeza tanto en el bosque negro como en su sueño aquí. ¿Y si hubiera una relación verdadera? ¿Y si él tuviera los sueños al revés?

– Tom. Por favor.

Él retrocedió de la barandilla, el corazón de repente le palpitó con fuerza. ¿En qué estaba pensando?

– ¿Crees que eso sea posible? -preguntó.

– ¡Sí! Sí, lo creo. ¡Lo sé!

Tom se frotó los dedos, luego miró a Kara. En realidad, ahora que pensaba al respecto, ella era su hermana. Si sólo estuviera soñando, ¿significaba eso que en realidad Kara no existía?

El periódico de la mañana estaba en la puerta de entrada. Si ella tenía razón, entonces eso quería decir que tenían un verdadero problema. Agarró el periódico.

– Está bien, entremos.

Ella entró rápidamente, y él cerró la puerta.

– Me preocupaste -anunció Kara mientras le quitaba el periódico y llevaba a Tom a la cocina-. Este no es un buen sentido del tiempo. Es obvio que esa bala hizo más daño del que creíamos.

Ella dejó el periódico sobre el mesón, abrió la llave del agua, y revisó la primera página mientras se lavaba las manos.

– Lo siento, sinceramente, yo sólo soy…

Tom no sabía realmente qué era. A las claras era tiempo de decidir. Después de todo debía suponer que se hallaba en Denver, y no como parte de un sueño sino en la realidad. Lo que dijo respecto del bosque negro y de Michal le hizo girar la cabeza. No tuvo la capacidad cerebral de entenderlo en el momento. Si en realidad los neoyorkinos lo persiguieron anoche, él y Kara estaban en aprietos.

El pánico se le subió por el estómago. Tenían que salir de la ciudad.

– ¿Tom?

– Tenemos que salir de aquí -dijo, levantando la mirada. Ella no estaba oyendo. Sus manos húmedas estaban sobre el fregadero, inmóviles. Tenía la mirada fija en el periódico a su izquierda.

– ¿Cómo dijiste que se llamaba ese virus?

– ¿Qué virus? ¿La variedad Raison?

– ¿Una empresa francesa?

Él se acercó a ella y miró el periódico. De extremo a extremo un llamativo titular negro rezaba:


CHINA DICE NO


¿China dice no?

Ella levantó el periódico, indiferente a las negras manchas de agua que sus manos hicieron en la página. Él vio entonces el titular más pequeño, en medio de la parte izquierda, el titular de la página comercial:


ACTIVOS FRANCESES:

FARMACÉUTICA RAISON ANUNCIA NUEVA VACUNA, VENTA INTERESA A EE.UU.


Tom agarró el periódico, hojeó en la página comercial, y encontró el artículo. El nombre de la compañía pareció llenar de repente toda la página. Farmacéutica Raison. El pulso le latió con fuerza.

– ¿Qué…? -fue a preguntar Kara, pero se contuvo, en apariencia confundida por esta nueva información. Se inclinó y leyó rápidamente con su hermano la corta historia.

Farmacéutica Raison, una conocida sociedad francesa matriz de varias compañías más pequeñas, fue fundada por Jacques de Raison en 1973. La entidad, especializada en vacunas e investigación genética, tenía plantas en varios países pero sus oficinas centrales en Bangkok, donde había funcionado sin las restricciones que a menudo dificultaban a las farmacéuticas locales. La compañía era más conocida por manejar virus mortales en el proceso de crear vacunas. Sus contratos con la antigua Unión Soviética fueron muy controversiales en una época.

En los últimos años la firma se había conocido más por su comercialización de varias vacunas orales y nasales. Los medicamentos, basados en investigación de ADN recombinado, no tenían dosis restrictivas… una caprichosa manera de decir que se podían consumir en grandes cantidades sin efectos colaterales. Dibloxin 42, una vacuna contra la viruela, por ejemplo, se podría depositar en el suministro de agua de una nación, administrando eficazmente la vacuna a toda la población sin temor a que ninguna persona tomara sobredosis, sin importar la cantidad de agua que consumiera. Una solución perfecta para el Tercer Mundo.

Sin embargo, varias de las vacunas se podrían someter a toda una nueva gama de rigurosos procedimientos de prueba, si el Congreso aprobaba la nueva legislación presentada por Merton Gains antes de ser nombrado ministro de estado.

Raison advirtió esta mañana que en cuestión de días se iba a anunciar una nueva vacuna de transmisión por vía aérea con múltiples usos, la cual eliminaría eficazmente la amenaza de problemáticas enfermedades mundiales. Llamada Vacuna Raison…

Kara lanzó una exclamación ahogada al mismo tiempo que Tom leía la frase.

– Llamada Vacuna Raison, la sustancia promete revolucionar la medicina preventiva. Las acciones de la empresa están limitadas a las reacciones ante la noticia, pero los beneficios se podrían empañar por el anuncio de que la planta de Ohio de la firma se cerrará a fin de concentrarse en la Vacuna Raison, desarrollada por el centro en Bangkok.

El artículo continuaba, brindando detalles de la anticipada reacción del mercado de valores ante la noticia. La mano de Tom temblaba ligeramente.

– ¿Cómo sabías acerca de esto? -preguntó Kara, levantando la mirada.

– No lo sabía. Juro que nunca había visto u oído este nombre hasta ahora. Excepto…

– Excepto en tus sueños. No, eso es imposible.

– Dime cómo más lo pude haber sabido -enunció Tom dejando el periódico y poniendo tiesa la mandíbula.

– Debiste haber oído acerca de…

– Aunque supiera de la compañía, lo cual no supe hasta anoche, no hay forma de que me hubiera enterado lo de la vacuna Raison… sin leer este periódico. ¡Pero me enteré!

– Entonces leíste el periódico o lo escuchaste anoche en las noticias.

– ¡No vi las noticias anoche! Y viste el periódico afuera, exactamente donde siempre está en la mañana.

Kara cruzó un brazo y se mordió una uña, algo que hacía sólo cuando estaba fuera de sí. Tom recordó su discusión con Michal acerca de la variedad Raison como si hubiera ocurrido sólo un momento antes, lo cual no estaba tan lejos de la verdad. Hasta donde era consciente, había estado dormido debajo del árbol sólo por algunos minutos.

Pero este no era realmente un sueño, ¿o sí?

– ¿Estás diciéndome en realidad que en tus sueños está sucediendo algo que te da esta información? -cuestionó Kara-. ¿Qué más supiste respecto del futuro?

– Sólo que la vacuna Raison tiene algunos problemas y termina como Un virus llamado Variedad Raison -anunció él reflexionando en eso-, el cual infecta a la mayor parte de la población mundial en…

– ¿En qué?

– En un tiempo muy corto -contestó Tom rascándose la cabeza.

– ¿Cuán corto? -quiso saber ella exhalando bruscamente-. Escúchame, no puedo creer ni siquiera que esté haciendo estas preguntas.

– En pocas semanas, creo.

Kara caminó en la cocina de un lado a otro, mordiéndose aún la uña.

– Esto es simplemente una locura. Ayer los cambios importantes de mi vida consistían en si me debía cortar el cabello, pero eso fue antes de llegar a casa y a mi loco hermano. Ahora la mafia se nos está echando encima, y simplemente resulta que todo el mundo está a punto de ser infectado por un virus del que sólo sabe mi soñador hermano. ¿Y cómo diablos, si se puede saber, se enteró lo de este virus? Sencillo: Se lo dijo algún murciélago negro con ojos rojos en el mundo real. Perdóname si no uso de inmediato mi máscara antigás.

Ahora ella se desahogaba, pero también estaba atribulada, o no estaría desahogándose.

– No fue un murciélago negro -comunicó Tom-. Uno blanco. Un roush. Y los roushes tienen ojos verdes.

– Sí, desde luego; qué tonta soy. Ojos verdes. El murciélago con ojos verdes se lo dijo. ¿Y mencioné el chisme de que todo este mundo es un sueño? Bueno, si es un sueño, en realidad no tenemos que preocuparnos, ¿verdad?

Ella tenía razón en esto.

Tom entró a la sala y se volvió para ver que ella lo había seguido. Kara tenía el rostro pálido. Estaba preocupada de veras, ¿o no?

– Pero no crees ni por un instante que tú y yo estamos ahora en un sueño -manifestó él-. Lo cual sólo puede querer decir que lo otro es un sueño. Bien. Eso es peor. Significa que este es real. Que un virus está a punto de amenazar al mundo.

Kara fue a la ventana y movió la cortina. Ella aún no se tragaba el cuento, pero su confianza se había sacudido.

– ¿Alguien? -preguntó él.

– No -contestó ella, soltando la cortina-. Pero si he de creerte, unos cuantos asesinos de Nueva York son el menor de nuestros problemas, ¿de acuerdo?

– Mira, ¿podrías dejar aquí el tono de condescendencia? Yo no pedí esto. Está bien, tal vez hice que la mafia se nos viniera encima, pero ya te pedí perdón por eso. En el resto del asunto soy tan inocente como tú. ¿Puedo controlar cuáles sean mis sueños?

– Es sólo que parece ridículo, Thomas. Tú al menos ves eso, ¿no es así? parece algo que soñaría un niño. Y francamente, el hecho de que seas tan… joven no está jugando aquí a tu favor.

Tom no dijo nada.

Kara suspiró y se sentó en el brazo del sofá.

– Está bien. Está bien, digamos sólo que hay algo con tus sueños. ¿Acerca de qué tratan exactamente esos sueños?

– Que conste, no estoy discutiendo que sean sueños -respondió él-. Al menos, tengo que tratar cada escenario como si fuera real. Es decir, tú quieres que trate este espacio como que está aquí realmente, ¿verdad? No quieres que me lance por el balcón. Bien, pero créeme, allí es igual de real. Ahora estoy durmiendo debajo de un árbol. Pero en el momento en que despierte de mi siestecita bajo el árbol tendré una serie completa de nuevos problemas.

– Bien -acordó ella, exasperada-. Bien, finjamos que los dos son reales. Cuéntame de este… otro lugar.

– ¿Todo?

– Cualquier cosa que creas que tenga sentido.

– Todo tiene sentido.

Tom respiró profundamente y le contó su despertar en el bosque negro, de los murciélagos que lo persiguieron, de la mujer que había conocido, y de los roushes que lo llevaron a la aldea. No creía que hubiera alguna maldad en el bosque colorido. Esta parecía confinada al bosque negro. Le contó todo, y mientras hablaba, ella escuchaba con una intensidad que debilitaba periódicas burlas hasta que estas se acallaron por completo.

– Así que cada vez que te quedas dormido en algún lugar despiertas en el otro lugar.

– Exactamente.

– Y no hay correlación directa del tiempo. Es decir, puedes pasar todo Un día allá y despertar aquí para averiguar que sólo ha pasado un minuto.

– Eso creo. He estado allá por todo un día pero no aquí. Ella se paró de repente y se fue a la cocina.

– ¿Qué estás haciendo? -inquirió Tom.

– Vamos a probar estos sueños tuyos. Pero sin saltar por la barandilla.

– ¿Sabes cómo probar esto? -exclamó él corriendo tras ella.

– ¿Por qué no? -manifestó ella al tiempo que agarraba el periódico y lo hojeaba-. Afirmas que has obtenido algún conocimiento de este lugar. Veremos si puedes conseguir más.

– ¿Cómo?'

– Sencillo. Te vuelves a dormir, obtienes más información, y luego te despertamos para ver si tienes algo que podamos comprobar.

– ¿Crees que eso sea posible? -preguntó parpadeando.

– De eso se trata: de averiguar -contestó ella encogiéndose de hombros-. Dijiste que allí tienen historias de la tierra. ¿Crees que tendrían resultados de eventos deportivos?

– No… no sé. Parece algo trivial.

– A la historia le encanta lo trivial. Si hay historia, incluirá eventos deportivos -indicó ella.

Se detuvo en la sección de deportes y observó la página. Dejó de ver y luego miró a Tom por sobre el periódico.

– ¿Sabes algo sobre carreras de caballos? -investigó ella.

– Este… no.

– Nómbrame un caballo que esté en el circuito de carreras.

– ¿Cualquier caballo?

– Cualquiera. Sólo uno.

– No sé de ningún caballo. ¿Suerte de Corredor?

– Estás inventándolo.

– Sí.

– No se trata de eso. Sólo me estoy convenciendo de que no conozcas a ninguno de los participantes en la carrera de hoy.

– ¿Qué carrera?

– El Derby de Kentucky.

– ¿Se está corriendo hoy? -preguntó él alargando la mano hacia el periódico, y ella lo echó hacia atrás.

– Ni por casualidad. No sabes qué caballos corren; no arruinemos eso -dijo ella doblando el periódico-. La carrera es dentro de…

Ella miró el reloj en la pared.

– …seis horas. Nadie en el planeta conoce al ganador. Anda y habla con tus amigos peludos. Si regresas con el nombre del caballo ganador, reconsideraré esta pequeña teoría tuya -concluyó con una sonrisita en los labios.

– No sé si pueda conseguir esa clase de detalle -cuestionó Tom.

– ¿Por qué no? Vuela sobre la biblioteca dorada en el cielo y pregúntale un poco de historia a la pelota de pelusa encargada. ¿Qué puede ser tan difícil al respecto?

– ¿Y si no es un sueño? Simplemente no puedo hacer allí lo que quiera, más de que puedo hacer aquí lo que quiera. Y las historias son orales. ¡Ellos no sabrán quién ganó una carrera!

– Dijiste que algunos de ellos saben todo de las historias.

– Los sabios. Michal. ¿Crees que Michal me va a decir quién ganó el Derby de Kentucky en el año 2010?

– ¿Por qué no?

– No parece algo que él me diría.

– Ah, basta ya.

– Estoy durmiendo ahora en una colina… no puedo sencillamente seguir adelante con una investigación demente de algo tan trivial.

– Tan pronto como te duermas aquí, despertarás allá -expresó ella-. Si quieres probarme esto… esta es tu oportunidad.

– Esto es ridículo. Así no es como funciona.

– ¿Estás dando una excusa?

– La carrera es dentro de seis horas. ¿Y si no puedo volver a dormir allá?

– Dijiste que no necesariamente había alguna correlación de tiempo. Dejaré que duermas por media hora, y luego te despertaré. De todos modos, no podemos sentarnos aquí por mucho más tiempo que ese.

Tom se pasó los dedos por el cabello. La sugerencia le parecía absurda, Pero sus propias exigencias de que Kara le creyera eran igualmente absurdas Para ella. Más aún. En realidad no había motivos para creer que él no pudiera obtener la información. Quizá Michal entendería y se la diría inmediatamente. Mientras Kara lo despertara a tiempo…

Podría funcionar.

– Está bien.

– ¿Está bien?

– Está bien. ¿Cómo me duermo?

Ella lo miró como si no esperara en realidad que él estuviera de acuerdo.

– ¿Estás seguro de no conocer a ninguno de los caballos?

– Positivo. Y si supiera, no sabría quién va a ganar, ¿verdad?

– No.

Kara le lanzó una última mirada de sospecha y se dirigió a su dormitorio, llevándose el periódico. Regresó treinta segundos después agitando un frasco de pastillas.

– ¿Me vas a drogar? -preguntó él-. ¿Cómo me despertarás si se me altera la cabeza? No puedo andar drogado todo el día.

– Tengo algunas pastillas que te despertarán también al instante. Debo admitir que es un poco extremo, pero creo que nuestra situación es un poco extrema, ¿no es así?

Ella era enfermera, recordó él. Podía confiar en ella.

Diez minutos después él yacía sobre el sofá, habiendo ingerido tres grandes tabletas blancas. Estuvieron hablando de dónde irían. Debían salir de la ciudad. Para sorpresa de él, a Kara le pareció bien la idea. Al menos hasta que resolvieran todo esto.

– ¿Qué… qué acerca… qué… de la variedad Raison…? -le estaba preguntando a su hermana.

Ella aún no se había convencido de lo de la variedad Raison. Por eso le había dado las pastillas. Pastillas blancas enormes, gigantescas, que eran suficientes para ser…


***

– ¿PUEDES DECIRME de qué aldea viene él? -averiguó Michal.

– No de tan cerca como podrías imaginar. Ni de tan lejos como podrías creer.

Esto significaba: No, prefiero no decírtelo esta vez.

– Rachelle lo ha elegido. ¿Debería llevarlo así nomás a la aldea?

– ¿Por qué no?

Esto significaba: No interfieras con las costumbres de los humanos. Michal se movió sobre sus largos y flacos pies. Inclinó la cabeza en reverencia.

– Él me preocupa -opinó-. Temo lo peor.

– No pierdas tu tiempo con el temor -aconsejó su maestro con voz baja y despreocupada-. Es impropio.

Dos valles hacia el oriente, el hombre que decía llamarse Thomas Hunter se hallaba desplomado contra un árbol, perdido en su sueño. Soñando con las historias en vividos detalles. Seguramente esto no podía ser bueno.

Michal había dejado al hombre y había volado a un árbol cercano para considerar las opciones. Debía sopesar la situación con mucho cuidado. Nunca antes había ocurrido algo así, al menos no en su sección del bosque. No podía simplemente llevar a la aldea a Thomas y presentárselo a Rachelle con esta pérdida total de memoria. Él no parecía conocer a Elyon, ¡santo cielo!

Cuando Hunter se quedó dormido, Michal decidió buscar guía superior.

– Él cree que este podría ser un sueño -comunicó Michal, levantando la mirada-. Cree que vive en las historias en un lugar llamado Denver, y que sueña con el bosque colorido, ¡con todas las cosas! ¡Va de allá para acá! Intenté decírselo, pero no estoy seguro de que me crea por completo.

– Estoy seguro que finalmente entenderá. Es muy listo.

– Pero en este mismo instante está recostado contra un árbol en lo alto de la aldea, ¡soñando que vive antes del Gran Engaño! -exclamó Michal echando las alas hacia atrás y andando de un lado a otro-. Parece conocer las historias con asombroso detalle: una familia, una casa, incluso recuerdos. ¡Tarde o temprano se relacionará con Tanis!

– Entonces déjalo que se relacione con Tanis.

– Pero Tanis…

¿Podría decirlo? ¿Debería decirlo?

– ¡Tanis está tambaleando! -soltó-. Temo que un pequeño estímulo '° podría poner sobre el límite. Y si él y Hunter empiezan a hablar, no podemos imaginarnos cuan creativo se podría volver Tanis.

– Él está creado para crear. Dejémoslo crear.

¿Cómo podía el pronunciarlo con tanta facilidad, de pie allí casi sin opresión? ¿No sabía él qué clase de devastación podría traer Tanis a todos?

– Por supuesto que lo sé -expresó el niño; ahora su suave mirada verde movió-. Lo supe desde el principio. Michal sintió que se le hacía un nudo en la garganta.

– Perdona mi temor. Sencillamente no me lo puedo imaginar. ¿Podría al menos tratar de desanimarlos? Te ruego…

– Seguro. Desanímalos. Pero déjales encontrar su propio camino.

El niño dio media vuelta y se fue hacia un enorme león blanco; le pasó la mano por la melena, y la bestia se echó de panza. Él miró hacia el mar, ocultando la mirada de la vista de Michal.

El roush quería llorar. No podía explicar la sensación. No tenía derecho de sentir tal remordimiento. El niño sabía lo que hacía. Siempre lo había sabido.

Michal salió del lago en lo alto, voló en círculos a gran altura, y lentamente se puso en camino hacia donde Thomas Hunter dormía debajo del árbol por encima de la aldea.

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