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¿Por qué hay una librería en esta ciudad de asesinatos, escombros y decadencia? Llego a la Box Street, y aquí, entre un aceitoso depósito de repuestos y unos mostradores de comidas rápidas llenos de moscas, se encuentra la librería de Holly Borden. Cinco veces más profunda que ancha, llena de polvo, con luz mortecina, con las estanterías repletas de libros viejos y panfletos; un lugar adecuado para el siglo XIX, desplazado de algún modo en el tiempo. En el interior no hay nadie, excepto una mujer grande sentada junto al mostrador: carnosa, impasible, de rostro hinchado, inmóvil. Sus ojos, extrañamente intensos, brillan como discos de cristal colocados entre un montón de pasta. Me observa sin curiosidad.

—Estoy buscando a Holly Borden —digo.

—Pues la acaba de encontrar —replica con voz baja, de barítono.

—He venido de Ganfield, a través de Conning Town.

Ninguna respuesta de ella ante esta información.

—Estoy viajando sin pasaporte —sigo diciéndole—. Me lo confiscaron en Conning Town y crucé la frontera corriendo.

Ella asiente con un gesto. Y espera. Ninguna muestra de interés por su parte.

—Me pregunto si no podría venderme una copia de Walden Tres.

—¿Por qué quiere una?

—Siento curiosidad al respecto. No se la puede encontrar en Ganfield.

—¿Y cómo sabe que yo la tengo?

—¿Acaso es algo ilegal en Hawk Nest?

Parece extrañarse de que haya contestado una pregunta con otra.

—¿Cómo sabe usted que yo tengo una copia de ese libro?

—El empleado de una librería de Conning Town me dijo que usted podía tenerla.

Una pausa. Y después:

—Muy bien. Suponga que la tengo. ¿Ha hecho todo el viaje desde Ganfield sólo para comprar un libro?

De repente, ella se inclina hacia adelante y sonríe; es una sonrisa cálida, aguda, penetrante, que transforma por completo la expresión de su rostro; ahora está en tensión, alerta, atenta, tenaz, imponente.

—¿Cuál es su juego? —me pregunta.

—¿Mi juego?

—¿A qué está jugando? ¿Qué ha venido a hacer aquí?

Es el momento de mostrarse completamente honesto.

—Estoy buscando a una mujer llamada Silena Ruiz, de Ganfield. ¿Ha oído hablar de ella?

—Sí. No está en Hawk Nest.

—Me parece que está en Kingston. Me gustaría encontrarla.

—¿Por qué? ¿Para detenerla?

—Sólo para hablar con ella. Tengo muchas cosas que discutir con ella. Era mi esposa del mes cuando abandonó Ganfield.

—Eso del mes ya debe haber casi pasado —dice Holly Borden.

—Aún así —le replico—. ¿Puede usted ayudarme a encontrarla?

—¿Y por qué razón he de confiar en usted?

—¿Y por qué no?

Reflexiona brevemente sobre mi pregunta. Estudia mi rostro. Percibo el calor de su escrutinio. Finalmente, me dice:

—Tengo que hacer un viaje a Kingston dentro de poco. Supongo que podré llevarle conmigo.

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