23

La puerta se deslizó para abrirse. Wil asomó su cabeza. al aire del bosque. Y la volvió a meter inmediatamente. Puaf: tomad moho y añadid un condimento de mierda. Lo respiró de nuevo e intentó no ahogarse. Tal vez era la transición brusca lo que lo hacía tan horroroso, ya que el aire del interior del volador estaba lleno de los aromas matinales alpinos.

Pisaron el suelo del bosque. Se hundían hasta los tobillos en el humus gris verdoso. Wil tuvo mucho cuidado en no removerlo demasiado. Ya había basura de sobra en el aire.

Della describió un gran círculo tangente a su punto de aterrizaje.

—He hecho un croquis de la situación de todas las piedras. No son tan grandes como las que Marta usaba generalmente, y sus formas son menos regulares. Pero reconstruyendo sus trayectorias… —se calló durante unos instantes—… veo que en otro tiempo estuvieron apiladas en forma de pirámide. El centro está intacto, y creo que en su interior hay algo que no es roca ni basura del bosque. ¿Qué te parece que hagamos?

—¿Cuánto tiempo vamos a necesitar para hacer una excavación cuidadosa, digamos tan buena como podría hacerla un arqueólogo del siglo veintiuno?

—Dos o tres horas.

Puesto que realmente tenían algo, tenían que protegerlo, y al mismo tiempo tenían que abandonar la cota del suelo del bosque.

—Podríamos emburbujar todo esto —dijo Wil.

—Pero sería muy difícil trasladar la burbuja si empezara el tiroteo. Ten en cuenta que Marta jamás dejó nada importante fuera del centro. En este caso mide menos de un metro a través. Podemos emburbujar sólo esto y salir de aquí al cabo de pocos minutos.


Wil hizo un signo de conformidad, y Della siguió hablando sin apenas hacer una pausa:

—Bueno, ya está hecho. Ahora retrocede un par de metros.

Docenas de reflejos de Wil y de Della surgieron de repente del suelo y el espacio que había entre ellos quedó cubierto por burbujas dispuestas apretadamente.

Ella regresó dando la vuelta al campo de espejos.

—Es muy difícil que las burbujas pasen desapercibidas contra el cielo de neutrinos; si el enemigo dispone de un equipo decente, podemos estar seguros de que ya ha visto esto —unos estallidos sónicos llegaron de más allá de las copas de los árboles—. No te preocupes. Son amigos.

Los recién llegados se introdujeron por el agujero que Della había abierto en la cubierta. Eran un autón y una nube de robots. Los robots se dedicaron a las burbujas, arrancándolas y arrastrándolas. Las que estaban en la primera capa salieron fácilmente, dejando ver que debajo había más burbujas. Sacaron también éstas para poder llegar a las que estaban en otras capas más abajo. En pequeña escala, Della Lu utilizaba la habitual técnica minera de trabajar a cielo abierto. Al cabo de pocos minutos podían ver un oscuro y profundo agujero. Las burbujas estaban distribuidas por todas partes, y daban unas relucientes copias de la cubierta del bosque que estaba por encima.

Una a una fueron recogidas por los robots que se las llevaron en volandas.

—¿Cuál de ellas es la que…?

—No lo puedes distinguir, ¿verdad? Confío en que el enemigo esté igualmente desconcertado. Le hemos dado setenta pistas falsas.

Wil advirtió que no todas las burbujas habían salido volando directamente. Una había sido transferida al autón y otra al volador de Della.

Della subió a bordo de su aparato, y Wil la siguió inmediatamente.

—Si nuestros amigos no empiezan a disparar en los próximos minutos, ya no lo harán nunca. Me voy a llevar todas las burbujas a mi casa. Ahora está a un millón de kilómetros, en el espacio. Desde allí podemos mirar en todas direcciones, disparar en todas direcciones y nadie nos puede alcanzar —atravesó directamente la cubierta del bosque y siguió elevándose a varias G.

Wil se hundió profundamente en su litera de aceleración. Todo lo que veía era el cielo. Entornó los ojos a causa de la luz del sol y dijo entrecortadamente:

—No nos va a atacar de ninguna manera. Todavía debe de creer que nos hemos tirado un farol.

Della se rió.

—No lo esperes —el cielo se inclinó y pudo verse el horizonte verde—. Veinte mil metros. Voy a utilizar la propulsión por medio de una explosión nuclear.

En caída libre. El cielo era negro a excepción del horizonte azul. Por lo menos habían ascendido unos cien kilómetros. Era como un corte en la cinta de vídeo: en un momento determinado estaban a una altitud normal en los aviones, y al siguiente estaban en el espacio. Algo brillante y parecido al sol se veía por debajo de ellos: era la detonación que les había sacado de la atmósfera. Hubiera querido saber por qué Della no había hecho el disparo nuclear a nivel del suelo. ¿Por alguna razón técnica? ¿O por sentimentalismo?

El cielo dio una nueva sacudida, y la curva del horizonte también cambió.

—Humm. Tengo a un tecno-min en la red de comunicaciones, Wil. Ella tiene ganas de hablar contigo.

—¿Quién es? Espera un poco antes de hacer la próxima impulsión nuclear. Deja que hablé con ella.

Una parte de una de las ventanas se aplanó. Estaba mirando a alguien que llevaba el uniforme de trabajo de los NM y un casco con pantalla. El espacio que había a su alrededor estaba atestado de aparatos de comunicaciones del siglo veinticinco.

—¡Wil! —se transparentó el panel facial de su casco, y —Podríamos emburbujar todo esto —dijo Wil.

—Pero sería muy difícil trasladar la burbuja si empezara el tiroteo. Ten en cuenta que Marta jamás dejó nada importante fuera del centro. En este caso mide menos de un metro a través. Podemos emburbujar sólo esto y salir de aquí al cabo de pocos minutos.


Wil hizo un signo de conformidad, y Della siguió hablando sin apenas hacer una pausa:

—Bueno, ya está hecho. Ahora retrocede un par de metros.

Docenas de reflejos de Wil y de Della surgieron de repente del suelo y el espacio que había entre ellos quedó cubierto por burbujas dispuestas apretadamente.

Ella regresó dando la vuelta al campo de espejos.

—Es muy difícil que las burbujas pasen desapercibidas contra el cielo de neutrinos; si el enemigo dispone de un equipo decente, podemos estar seguros de que ya ha visto esto —unos estallidos sónicos llegaron de más allá de las copas de los árboles—. No te preocupes. Son amigos.

Los recién llegados se introdujeron por el agujero que Della había abierto en la cubierta. Eran un autón y una nube de robots. Los robots se dedicaron a las burbujas, arrancándolas y arrastrándolas. Las que estaban en la primera capa salieron fácilmente, dejando ver que debajo había más burbujas. Sacaron también éstas para poder llegar a las que estaban en otras capas más abajo. En pequeña escala, Della Lu utilizaba la habitual técnica minera de trabajar a cielo abierto. Al cabo de pocos minutos podían ver un oscuro y profundo agujero. Las burbujas estaban distribuidas por todas partes, y daban unas relucientes copias de la cubierta del bosque que estaba por encima.

Una a una fueron recogidas por los robots que se las llevaron en volandas.

—¿Cuál de ellas es la que…?

—No lo puedes distinguir, ¿verdad? Confío en que el enemigo esté igualmente desconcertado. Le hemos dado setenta pistas falsas.

Wil advirtió que no todas las burbujas habían salido volando directamente. Una había sido transferida al autón y otra al volador de Della.

Della subió a bordo de su aparato, y Wil la siguió inmediatamente.

—Si nuestros amigos no empiezan a disparar en los próximos minutos, ya no lo harán nunca. Me voy a llevar todas las burbujas a mi casa. Ahora está a un millón de kilómetros, en el espacio. Desde allí podemos mirar en todas direcciones, disparar en todas direcciones y nadie nos puede alcanzar —atravesó directamente la cubierta del bosque y siguió elevándose a varias G.

Wil se hundió profundamente en su litera de aceleración. Todo lo que veía era el cielo. Entornó los ojos a causa de la luz del sol y dijo entrecortadamente:

—No nos va a atacar de ninguna manera. Todavía debe de creer que nos hemos tirado un farol.

Della se rió.

—No lo esperes —el cielo se inclinó y pudo verse el horizonte verde—. Veinte mil metros. Voy a utilizar la propulsión por medio de una explosión nuclear.

En caída libre. El cielo era negro a excepción del horizonte azul. Por lo menos habían ascendido unos cien kilómetros. Era como un corte en la cinta de vídeo: en un momento determinado estaban a una altitud normal en los aviones, y al siguiente estaban en el espacio. Algo brillante y parecido al sol se veía por debajo de ellos: era la detonación que les había sacado de la atmósfera. Hubiera querido saber por qué Della no había hecho el disparo nuclear a nivel del suelo. ¿Por alguna razón técnica? ¿O por sentimentalismo?

El cielo dio una nueva sacudida, y la curva del horizonte también cambió.

—Humm. Tengo a un tecno-min en la red de comunicaciones, Wil. Ella tiene ganas de hablar contigo.

—¿Quién es? Espera un poco antes de hacer la próxima impulsión nuclear. Deja que hablé con ella.

Una parte de una de las ventanas se aplanó. Estaba mirando a alguien que llevaba el uniforme de trabajo de los NM y un casco con pantalla. El espacio que había a su alrededor estaba atestado de aparatos de comunicaciones del siglo veinticinco.

—¡Wil! —se transparentó el panel facial de su casco, y se vio la cara de Gail Parker—. ¡Gracias a Dios! Hace casi una hora que estoy intentando comunicar. Mira. Fraley se ha vuelto loco. Vamos a atacar a los Pacistas. Dice que si no lo hacemos nos destruirá. Dice que no hay ninguna manera de que los tecno-max puedan evitarlo. ¿Es cierto esto? ¿Qué está pasando?

Brierson se quedó callado, horrorizado. ¿Qué motivos tenía el asesino para desencadenar una guerra como aquélla?

—Hay parte de verdad en ella, Gail. Parece ser que alguien intenta destruir toda la colonia. Esta guerra puede formar parte de su plan. ¿Puedes hacer algo para evitar que…?

—¿Yo? —miró por encima de su hombro, y continuó en voz más baja—. Maldita sea, Wil. Estoy en nuestro centro de mando y comunicaciones. Claro que sí. Podría sabotear todo nuestro sistema de defensa. ¡Pero si es verdad que el otro bando va a atacarnos, me convertiría en la asesina de mi propia gente!

—Ninguno de nosotros podría actuar de otra forma, Gail. Intentaré convencer a los Pacistas. Haz… todo lo que puedas.

¿Qué haría yo s¿estuviera en su lugar? Su mente se desentendió de lo que Gail pudiera hacer.

Parker asintió.

—Yo…

La imagen se emborronó y se convirtió en un amasijo de colores. Un ruido chirriante fue creciendo hasta traspasar el umbral de audición.

—Señal interferida —dijo Lu.

—¿Della? ¿Puedes comunicar con los Pacistas?

Lu se encogió de hombros.

—No importa. ¿Por qué crees que te ha llamado Parker? Ella cree que al fin logró engañar a la seguridad de NM. En realidad, el enemigo está en posesión de todo su sistema de comunicaciones. Si la ha dejado hablar es porque esto forma parte de una maniobra de distracción.

—¿Distracción?

—Sí, y no podemos ignorarla; está a punto de conseguir que se maten unos a otros. Veo trayectorias balísticas que van en ambos sentidos a través del Mar Interior… Alguien está bloqueando mi enlace de onda larga con Yelén.

De repente, una parte de la ventana mostró el despacho de Yelén. Korolev estaba de pie.

—Los dos bandos están disparando. He perdido varios autones. Ambos bandos disponen del apoyo de la técnica tecno-max, Della —la incredulidad se mezclaba con la rabia y el miedo; las lágrimas corrían por su cara—. Tendréis que seguir sin mi ayuda, por ahora. Voy a desviar mis fuerzas. No puedo dejar que mi gen… no puedo dejar que esta gente muera.

—Está bien, Yelén. Pero procura que los demás te ayuden. Tú sola no puedes confiar plenamente en tus sistemas.

Korolev se sentó, temblorosa.

—Tienes razón. Están de acuerdo en aportar sus fuerzas. Ahora empiezo mi operación de diversión —hubo unos momentos de silencio, Yelén miraba fijamente sin ver, como si estuviera en otra parte; el silencio se alargó… y los ojos de Yelén se agrandaron lentamente a causa del horror—. ¡Oh, Dios mío, no!

Su imagen se desvaneció, y Wil se quedó mirando hacia el cielo vacío.

Se encogió, amedrentado, y este movimiento le dejó colgado de su arnés de sujeción.

—¿Hay más interferencias?

—No. Simplemente dejó de transmitir —había una débil sonrisa en la cara de Della—. Ya había supuesto que esto podía pasar. Para cambiar sus fuerzas de sitio, ha tenido que usar rutinas de control que el enemigo no podía iniciar, pero que había manipulado. Por fin se ha dado a conocer de una forma impresionante: las fuerzas de Yelén vienen a por nosotros. Todo lo que ella tenía en el espacio lejano se está desplazando para impedir que escapemos.

»Dentro de un minuto, ya sabremos contra quién hemos estado luchando todo este tiempo. Yelén no puede dominarme ella sola. El asesino va a tener que presentarse con su propio armamento… —su sonrisa se hizo mayor—. Vas a ver disparos de verdad, Wil.

—Me resulta difícil esperar más —metió su registro de datos en el lateral de su butaca de vuelo.

—Oh, no creas que vas a ver mucho; a simple vista esto no va a resultar demasiado espectacular —dijo, ¡y estaba tarareando!

Dios quiera que esta locura no afecte a su habilidad.

El horizonte osciló de nuevo. No se apreciaba ninguna aceleración ni ningún sonido. Era como unos efectos especiales mal pergueñados de una película antigua. Pero estaban a más de mil kilómetros de altura, el Mar Interior era como una pequeña charca salpicada de nubes. Y se podía apreciar cómo se alejaba la Tierra; estaban viajando a docenas de kilómetros por segundo. ¿Sería posible que, sin Yelén, los otros pudieran proteger a los tecno-min de unos pocos misiles balísticos? El hado maléfico le dio una pronta respuesta: tres brillantes chispazos se iluminaron en la costa sur, a un tercio del camino que iba del Extremo Oeste hasta los Estrechos del Este. Wil gimió.

—Esto han sido explosiones en la parte superior de la atmósfera, sobre Ciudad Korolev —dijo Della—. Si los Dasguptas propagaron tu aviso, no debe de haber habido demasiadas bajas —había perplejidad en su voz.

—¿Pero dónde están Chanson, Genet y Blumenthal? Seguramente…

—Seguramente, ¿podrían evitar esto?

Cuando Della acababa de formular la pregunta, cambió de pantalla durante unos momentos, y luego:

—¡Oh… uouou!

Sus palabras eran casi un suspiro, lleno de admiración y sorpresa. Estuvo callada unos momentos más. Después su mirada se posó en Wil.

—Durante todo el rato, estábamos esperando poder hacer salir al asesino a espacio abierto. ¿No es verdad? Bien… tenemos un pequeño problema. Todas las fuerzas de los tecno-max se han vuelto contra nosotros.

Aquello parecía un relato corto que Wil había leído en cierta ocasión: el detective se encierra en una habitación con todos los sospechosos. Todos los sospechosos resultan culpables… Una fosa sin lápida para el detective. Final feliz para todos los sospechosos.

—Tienen más armas que nosotros, Wil. Esto se va a poner muy interesante.

La sonrisa había desaparecido casi por completo de su cara, y había sido sustituida por una mirada de intensa concentración. Unas súbitas luces y sombras se alternaron dentro de la cabina. Wil miró hacia arriba y vio una serie de puntos luminosos que se encendían primero y luego se apagaban hasta la oscuridad.

—Tienen una gran cantidad de material en las zonas del Lagrange. Nos lo están echando encima, al mismo tiempo que nos atacan con todas las armas de sus bases en la Tierra. No tenemos manera de llegar a mi alojamiento, por ahora.

Volvieron a descender a baja altitud, el horizonte se extendía plano a su alrededor, y los Alpes Indonésicos desfilaban por debajo de ellos. Sus cinturones de seguridad se tensaron y el volador salió disparado hacia adelante a muchas G, y luego se desvió hacia un lado. La conciencia de Wil desapareció en una penumbra rojiza. Le pareció oír que Della decía:

—…perdido el tiempo real cada vez que hemos salido proyectados por explosiones nucleares. Ahora no puedo permitirlo.

Estaban de nuevo en caída libre por lo menos durante un segundo, luego en una aceleración aplastante y otra vez en caída libre. Se producían relámpagos a todo su alrededor, iluminando el mar y las nubes con unos soles suplementarios. Más aceleración. Las cosas no resultan tan excitantes, cuando toda va bien.

El horizonte dio una sacudida y la aceleración cambió de signo. Sacudida. Sacudida. Cada traslación del mundo exterior iba acompañada de un cambio de aceleración, porque el sistema antigravedad se estaba usando combinado con los impulsos de explosiones nucleares. Las palabras de Della llegaron en forma de entrecortados jadeos.

—Son unos hijos de puta.

Alrededor de ellos el horizonte se alzó, a varios kilómetros por segundo. La aceleración era muy elevada, hacia el espacio.

—Han dejado atrás a mis defensores.

Sacudida. Iban mucho más bajos, arrojándose paralelamente a la gran pared que era la Tierra.

—Estoy en sus puntos de mira.

Sacudida.

—Siete impactos directos dentro de — Sacudida. Sacudida.

Sacudida. Otra vez en caída libre. Esta última les había llevado alto sobre el Pacífico. Abajo, todo era azul y nubes del océano.

—Tendremos un minuto de respiro. He reagrupado mis fuerzas y me he proyectado por impulso nuclear en medio de ellas. El enemigo, ahora mismo, ha conseguido pasar.

Hacia el Oeste, soles puntuales relampagueaban cada vez más intensamente. En el cielo que tenían debajo, se veía algo fantástico: cinco explosiones, luego una docena. Las nubes iban surgiendo rápidamente como en una cristalización rápida, alrededor de unas hebras de fuego. ¿Serían armas de energía dirigida?

—Somos la pieza principal de este juego; intentan echarnos de esta era.

En alguna parte, Wil encontró su voz. Y lo que era más difícil todavía: parecía estar tranquilo.

—No hay nada que podamos hacer, Della.

—Pues… yo no he llegado hasta tan lejos para retirarme ahora —pausa—. Muy bien. Hay otra manera de proteger a la pieza principal. Algo arriesgada pero…

El asiento de Wil de pronto cobró vida. Los lados se doblaron hacia dentro, haciéndole cruzar los brazos sobre su vientre. El descansapiés se levantó, forzando a sus rodillas hasta casi el nivel de su pecho. Al mismo tiempo, todo el conjunto giró de lado, para quedar encarado con una Della Lu en posición análoga. Aquello empezó a comprimirse dolorosamente, apretando a ambos hasta convertirlos en un paquete redondo. Y luego…

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