8

Vorkosigan asistiу a la ejecuciуn pъblica de Cari Vorhalas tres semanas despuйs.

— їEs necesario que vayas? — le preguntу Cordelia esa maсana, mientras йl se vestнa en silencio -. Yo no tengo que ir, їverdad que no?

— Por Dios, no, por supuesto que no. Yo tampoco tengo que ir de forma oficial, pero… pero debo hacerlo. Seguramente comprenderбs por quй.

— No, a decir verdad no lo comprendo. A menos que lo hagas para castigarte a ti mismo. Aunque no estoy segura de que puedas permitirte ese lujo, considerando tu trabajo.

— Yo debo ir. Un perro regresa al lugar donde ha vomitado, їverdad? Sus padres estarбn allн, їlo sabнas? Y tambiйn estarб su hermano.

— Quй costumbre tan bбrbara.

— Bueno, podrнamos tratar al crimen como a una enfermedad, como hacйis vosotros los betaneses. Tъ sabes lo que es eso. Al menos nosotros matamos al sujeto de golpe, en lugar de hacerlo poco a poco durante aсos. No lo sй.

— їCуmo lo harбn?

— Lo decapitarбn. Se supone que es el mйtodo menos doloroso.

— ї Cуmo lo saben?

La risa de Aral no tuvo ningъn dejo de humor.

— Buena pregunta.

Йl no la abrazу al partir. Regresу apenas dos horas despuйs, en silencio, para sacudir la cabeza cuando le ofrecieron el almuerzo, cancelar una cita que tenнa por la tarde y retirarse a la biblioteca donde permaneciу sentado, sin leer nada. Cordelia se reuniу con йl un rato mбs tarde, se acomodу en un sillуn y aguardу con paciencia a que regresase con ella de donde fuera que estuviese con su mente.

— El muchacho hubiese sido valiente — dijo Vorko-sigan despuйs de una hora de silencio -. Se notaba que habнa planeado cada uno de sus gestos. Pero nadie mбs siguiу el guiуn. Su madre le hizo perder el control. Y para colmo, el maldito verdugo fallу el golpe. Tuvo que hacer tres cortes para que la cabeza se separara del tronco.

— Parece que el sargento Bothari se las arreglу mejor con una navaja de bolsillo. — Vorrutyer la habнa estado rondando mбs que de costumbre esa maсana, en forma lasciva.

— No le faltу nada para ser perfectamente horrible. Su madre me maldijo, hasta que Evon y el conde Vorhalas se la llevaron de allн. — Entonces su voz abandonу el tono inexpresivo -. ЎOh, Cordelia! ЎNo puede haber sido la decisiуn correcta! Sin embargo… sin embargo no podнa hacer nada mбs, їverdad?

Entonces Vorkosigan se acercу a ella y la abrazу en silencio. Parecнa a punto de llorar, y casi la atemorizaba mбs el hecho de que no lo hiciera. Al fin las tensiones lo abandonaron.

— Supongo que serб mejor que me tranquilice y vaya a cambiarme. Vortala tiene programada una entrevista con el ministro de Agricultura, y es demasiado importante como para que no estй presente. Despuйs de eso estб el Estado Mayor… — Para cuando partiу, ya habнa recuperado el dominio de sн mismo.

Esa noche permaneciу despierto largo rato, tendido a su lado. Tenнa los ojos cerrados, pero por su respiraciуn ella sabнa que no dormнa. A Cordelia no se le ocurriу ni una palabra de consuelo que no le pareciese absurda, por lo que se mantuvo en silencio con йl en la vigilia de la noche. Fuera comenzу a llover, una persistente llovizna. Йl hablу una vez.

— He visto a hombres morir antes de esto. Ordenй ejecuciones, di la orden para que hombres entraran en batalla, escogн a йstos en lugar de aquйllos, cometн tres asesinatos y de no haber sido por la gracia de Dios y del sargento Bothari, hubiese cometido un cuarto… No sй por quй йste me ha golpeado como un muro. Me ha detenido, Cordelia. Y yo no puedo detenerme, de lo contrario nos derrumbaremos todos juntos. Debo seguir adelante de alguna manera.

Cordelia despertу en la oscuridad con un ruido de cristales rotos y un disparo suave, y contuvo el aliento sobresaltada. Un olor acre le quemaba los pulmones, la boca, la nariz y los ojos. Un sabor desagradable le provocу nбuseas. A su lado, Vorkosigan despertу con una maldiciуn.

— ЎUna granada de soltoxina! ЎNo respires, Cordelia! — Con un grito mбs fuerte, le colocу una almohada sobre el rostro y sus fuertes brazos la arrastraron fuera de la cama. Ella vomitу al instante de levantarse, llegу tambaleando hasta el pasillo, y йl cerrу la puerta de la alcoba en cuanto hubieron salido.

El piso se llenу de pasos que corrнan. Vorkosigan gritу:

— ЎAtrбs! ЎGas de soltoxina! ЎDespejen el piso! ЎLlamen a Illyan! — Cordelia se doblу, tosiendo y sufriendo

arcadas. Otras manos los condujeron hasta la escalera. Cordelia apenas si veнa nada, ya que tenнa los ojos velados por las lбgrimas.

Entre espasmos, Vorkosigan alcanzу a decir:

— Ellos tienen el antнdoto… en la Residencia Imperial… estб mбs cerca que el Hospital Militar… traigan a Illyan de inmediato. Йl sabrб quй hacer. A la ducha… їdуnde estб la doncella de mi esposa? Traigan una doncella…

Momentos despuйs la introducнan bajo una ducha de la planta baja. Vorkosigan todavнa se encontraba a su lado. Temblaba y apenas si lograba mantenerse en pie, pero aun asн, intentaba ayudarla.

— Lбvate bien todo el cuerpo, varias veces. No te detengas. Manten el agua frнa.

— Tъ tambiйn, entonces. їQuй era esa basura? — Cordelia volviу a toser bajo la ducha, y se ayudaron el uno al otro con el jabуn.

— Lбvate la boca tambiйn… Soltoxina. Han pasado quince o diecisйis aсos desde la ъltima vez en que percibн este hedor, pero uno nunca lo olvida. Es un gas venenoso, de uso militar. Deberнa permanecer bajo estricto control. їCуmo diablos han logrado apoderarse de…? ЎMaldita seguridad! Maсana andarбn de un lado al otro como gallinas mojadas… demasiado tarde. — Su rostro estaba de un blanco verdoso bajo la barba de la noche.

— Me encuentro un poco mejor — dijo Cordelia -. Las nбuseas estбn pasando. їLa dosis fue demasiado pequeсa?

— No, pero actъa lentamente. No tarda mucho tiempo en acabar contigo. Afecta principalmente a los tejidos blandos… los pulmones se convertirбn en gelatina en una hora, si el antнdoto no llega pronto.

Cordelia sintiу que el terror comenzaba a crecer en sus entraсas.

— їAtraviesa la barrera placentaria?

Йl guardу silencio demasiado tiempo antes de decir:

— No estoy seguro. Tendremos que preguntбrselo al mйdico. Sуlo he visto los efectos en hombres jуvenes. — Vorkosigan sufriу otro prolongado acceso de tos.

Una de las criadas del conde Piotr llegу, desgreсada y asustada, para ayudar a Cordelia y al guardia aterrorizado que los habнa estado asistiendo. Otro guardia se acercу para informarles:

— Nos hemos puesto en contacto con la Residencia Imperial, seсor. Ya estбn en camino.

La garganta, los bronquios y los pulmones de Cordelia comenzaban a llenarse de flemas. Ella tosiу y escupiу.

— їAlguien ha visto a Drou?

— Creo que saliу tras los asesinos, seсora.

— No es su trabajo. Cuando suena la alarma, se supone que debe correr en busca de Cordelia — gruсу Vorkosigan, y comenzу a toser otra vez.

— En el momento del ataque ella estaba abajo, con el teniente Koudelka. Ambos salieron por la puerta trasera.

— Mierda — murmurу Vorkosigan -, tampoco es trabajo de йl. — Sus esfuerzos para hablar le causaron otro ataque de tos -. їHan atrapado a alguien?

— Creo que sн, seсor. Hubo una especie de alboroto en el fondo del jardнn, junto al muro.

Permanecieron bajo el agua varios minutos mбs, hasta que el guardia volviу a entrar.

— El mйdico de la Residencia Imperial estб aquн, seсor.

La doncella envolviу a Cordelia en una bata y Vorkosigan se cubriу con una toalla, gruсendo al guardia:

— Ve a buscarme algo de ropa, muchacho. — Su voz era muy ronca.

En la alcoba de huйspedes, un hombre de mediana edad con el cabello despeinado, vestido con un pantalуn, una chaqueta de pijama y zapatillas, estaba desembalando sus equipos mйdicos. Extrajo una caja presurizada y le ajustу una mбscara para respirar, mirando el abdomen abultado de Cordelia y luego a Vorkosigan. — Seсor, їestб seguro de haber identificado bien el veneno?

— Por desgracia, sн. Era soltoxina. El doctor inclinу la cabeza. — Lo siento, seсora.

— їEsto perjudicarб a mi…? — Se ahogу con la mucosidad.

— Cбllese y atiйndala — gruсу Vorkosigan. El mйdico le colocу la mбscara sobre la nariz y la boca.

— Respire profundamente. Inspire, espire. Siga espirando. Ahora inspire. Contйngalo…

El gas antнdoto tenнa un sabor mбs fresco, pero era casi tan nauseabundo como el veneno. Cordelia sintiу que se le revolvнa el estуmago, pero no tenнa nada que vomitar. Observу a Vorkosigan por encima de la mбscara. Йl la miraba y trataba de ofrecerle una sonrisa tranquilizadora, pero su rostro parecнa cada vez mбs gris y extenuado. Cordelia estaba segura de que йl habнa estado expuesto a una dosis mayor que ella, y se quitу la mбscara para decir:

— їNo es tu turno?

El mйdico se la volviу a colocar.

— Una vez mбs, seсora, para estar seguros — le dijo. Ella inhalу profundamente, y el hombre le retirу la mбscara para colocбrsela a Vorkosigan, quien no pareciу necesitar instrucciones sobre el modo de emplearla.

— їCuбnto tiempo ha pasado desde la exposiciуn? — preguntу el mйdico con ansiedad.

— No estoy segura. їAlguien vio la hora? Usted, eh… — Habнa olvidado el nombre del joven guardia.

— Creo que unos quince o veinte minutos, seсora.

El doctor se relajу visiblemente. — Entonces, todo debe estar bien. Ambos permanecerбn en el hospital durante unos dнas. Harй los arreglos para que envнen un transporte mйdico. їAlguien mбs estuvo expuesto? — preguntу al guardia.

— Espere, doctor. — Йl habнa guardado sus instrumentos y se estaba dirigiendo hacia la puerta -. їQuй… quй efectos causarб la soltoxina sobre mi bebй? Йl no la mirу a los ojos.

— No puedo saberlo. Nadie ha sobrevivido a ello sin recibir tratamiento inmediato con el antнdoto.

Cordelia sintiу que el corazуn le golpeaba en el pecho. — Pero si he recibido el tratamiento… — No le gustaba la expresiуn compasiva de su rostro, y se volviу hacia Vorkosigan -. їQuй puede…? — Se detuvo paralizada ante su expresiуn de dolor y de ira. Era el rostro de un desconocido con la mirada de un amante, y sus ojos finalmente buscaron los de ella.

— Dнgaselo — le susurrу al mйdico -. Yo no puedo.

— їEs necesario que la perturbemos…?

— Ahora. Terminemos con esto.

— El problema es el antнdoto, seсora — informу el mйdico de mala gana -. Es un violento teratуgeno. Detiene el desarrollo normal de los huesos en el feto. Los huesos de usted son adultos, y, por lo tanto, no se verб afectada. Tal vez comience a sufrir cierta tendencia a la artritis, pero en ese caso podremos tratarla… — Se detuvo al ver que ella cerraba los ojos, dejбndolo fuera -. Debo ir en busca de ese guardia — aсadiу.

— Vaya — le respondiу Vorkosigan. El hombre dejу paso al guardia que traнa las ropas del regente, y se marchу.

Ella abriу los ojos, y los dos se miraron. — Esa expresiуn en tu rostro… — susurrу йl -. No es… Llora. ЎGrita! ЎHaz algo! — gritу con voz ronca -. ЎAl menos уdiame!

— Aъn no puedo sentir nada — murmurу Cordelia -. Maсana tal vez. — Sentнa una llamarada en la respiraciуn.

Murmurando una maldiciуn, Vorkosigan se vistiу con su uniforme verde.

— Puedo hacer una cosa.

Era el rostro del desconocido, tomando posesiуn otra vez. Las palabras resonaron en la memoria de Cordelia. Si la Muerte vistiera un uniforme verde, se verнa exactamente como йl.

— їAdonde vas?

— A ver quй ha atrapado Koudelka. — Cordelia lo siguiу -. Quйdate aquн — le ordenу.

— No.

Vorkosigan le dirigiу una mirada iracunda, pero ella ignorу su expresiуn.

— Irй contigo.

— Entonces, ven. — Dio media vuelta y se dirigiу a la escalera con la espalda muy erguida.

— No matarбs a nadie delante de mн — dijo ella furiosamente, bajando la voz.

— їEso crees? — replicу йl -. їEso crees? — Murmurу de nuevo. Sus pies descalzos pisaban con fuerza los peldaсos de piedra.

El gran vestнbulo de entrada era un caos, lleno de sus guardias, los hombres del conde y varios mйdicos. Un hombre con el uniforme negro de los guardias nocturnos estaba tendido en el suelo, asistido por un doctor. Ambos estaban empapados por la lluvia y sucios de barro, rodeados por un charco de agua ensangrentada.

El comandante Illyan, con el cabello mojado por la lluvia, acababa de entrar por la puerta principal junto a un ayudante.

— Avнsenme en cuanto lleguen los tйcnicos con el detector — decнa -. Mientras tanto, que nadie se acerque a ese muro ni al callejуn.

»ЎSeсor! — exclamу al ver a Vorkosigan -. ЎGracias a Dios que se encuentra bien!

Vorkosigan emitiу un gruсido y no dijo nada. Rodeado por varios hombres, el prisionero tenнa el rostro contra la pared, con una mano sobre la cabeza y la otra en una postura extraсa, junto al cuerpo. Droushnakovi se hallaba junto a йl, sujetando una ballesta metбlica de brillo perverso. Evidentemente, el arma habнa sido utilizada para lanzar la granada de gas a travйs de la ventana. Drou tenнa una marca amoratada en el rostro y le sangraba la nariz. Su bata de noche tenнa varias manchas. Koudelka tambiйn se encontraba allн, apoyado sobre su espada, arrastrando una pierna. Llevaba puesto un uniforme hъmedo y fangoso, con unas zapatillas, y en su rostro habнa una expresiуn amarga.

— Lo hubiera atrapado — estaba diciendo -, si no hubieras aparecido gritando…

— ЎOh, vamos! — replicу Droushnakovi -. Bueno, discъlpame, pero yo no lo veo de ese modo. Mбs bien me parece que йl te habнa atrapado a ti… te habнa derribado de un golpe. Si no hubiera visto sus piernas tratando de escalar el muro…

— ЎBasta! ЎVorkosigan estб aquн! — susurrу otro guardia. Los hombres se volvieron hacia йl y retrocedieron.

— їCуmo logrу entrar? — comenzу Vorkosigan, y entonces se detuvo. El hombre vestнa el uniforme de fajina perteneciente al Servicio -. No serб uno de sus hombres, їverdad, Illyan? — Su voz sonaba como metal sobre piedra.

— Seсor, debemos llevarlo con vida para interrogarlo — dijo Illyan con inquietud junto a Vorkosigan. Parecнa hipnotizado por la misma mirada que habнa hecho retroceder a los guardias -. Es posible que haya otros en la conspiraciуn. Usted no puede…

Entonces el prisionero se volviу hacia sus captores.

Un guardia se dispuso a empujarlo nuevamente contra la pared, pero Vorkosigan se lo impidiу. Cordelia no podнa ver el rostro de su esposo ya que en ese momento se encontraba detrбs de йl, pero sus hombros perdieron la tensiуn asesina, y la ira pareciу desaparecer de su espina dorsal, dejando nada mбs que dolor. Sobre el cuello negro sin insignias estaba el rostro devastado de Evon Vorhalas.

— Oh, no — susurrу Cordelia -. Los dos no. La respiraciуn de Vorhalas se acelerу de odio al ver a Vorkosigan.

— Asqueroso tirano. Tienes la sangrй frнa como una vнbora. Sentado allн, como una piedra, mientras le arrancaban la cabeza. їSentiste algo? їO fue un placer para ti, mi querido regente? En ese momento jurй que me vengarнa.

Se produjo un largo silencio y entonces Vorkosigan se acercу a йl, apoyando un brazo contra la pared.

— Fallaste conmigo, Evon.

Vorhalas le escupiу en el rostro. Su saliva estaba sangrienta por la herida que tenнa en la boca. Vorkosigan no se moviу para limpiarse.

— Fallaste tambiйn con mi esposa — continuу con una cadencia lenta y suave -. Pero lograste lastimar a mi hijo. їSoсabas con vengarte? Lo has logrado. Mнrala a los ojos, Evon. Cualquier hombre podrнa ahogarse en esos ojos grises como el mar. Yo tendrй que mirarlos cada dнa durante el resto de mi vida. Por lo tanto, disfruta de tu venganza, Evon. Acaricнala. Utilнzala para abrigarte en las noches frнas. Es toda tuya. Te la dejo como testamento. En cuanto a mн, me he hartado de ella hasta el punto de sentir nбuseas, y me ha revuelto el estуmago.

Entonces Vorhalas alzу la vista y, por primera vez, sus ojos se posaron en Cordelia. Ella pensу en la criatura de su vientre, en los delicados huesos cartilaginosos que tal vez en ese mismo instante comenzaban a pudrirse, a retorcerse, a desintegrarse, pero aunque por un momento intentу odiar a Vorhalas, no lo consiguiу. Ni siquiera logrу encontrarlo desconcertante. Tuvo la sensaciуn de que podнa ver claramente a travйs de su alma herida, asн como los mйdicos veнan el interior de un cuerpo herido con sus instrumentos de diagnуstico. Cada desgarro y desgaste emocional, cada pequeсo cбncer de resentimiento que crecнa en ellos, y, por encima de todo, la gran cuchillada que habнa causado la muerte de su hermano.

— Йl no lo disfrutу, Evon — dijo Cordelia -. їQuй esperabas que hiciera? їLo sabes?

— Que tuviera un poco de compasiуn humana — replicу йl -. Podrнa haber salvado a Cari. Hasta el ъltimo momento tuvo esa posibilidad. En un principio pensй que йse era el motivo de su presencia.

— Oh, Dios — dijo Vorkosigan. Pareciу aъn mбs enfermo al comprender las falsas esperanzas que habнa suscitado -. ЎYo no realizo representaciones teatrales con las vidas humanas, Evon!

Vorhalas alzу su odio frente a йl como un escudo.

— Vete al infierno.

Vorkosigan suspirу y se apartу de la pared. El mйdico los aguardaba para trasladarlos al Hospital Imperial.

— Llйveselo, Illyan — dijo Cordelia -. Necesito saber… necesito preguntarle una cosa.

Vorhalas le dirigiу una mirada sombrнa.

— їЙste era el resultado que buscabas? Quiero decir… al elegir esa arma en particular. Ese veneno conncreto.

Йl apartу la vista de ella y hablу mirando a la pared opuesta.

— Fue lo que pude coger de la armerнa. No creн que lograsen identificarlo y trajeran el antнdoto a tiempo desde el Hospital Militar.

— Me has aliviado de una carga — susurrу ella.

— El antнdoto provino de la Residencia Imperial — le explicу Vorkosigan -. Se encuentra mucho mбs cerca. En la enfermerнa del emperador hay de todo. En cuanto a la identificaciуn… yo estuve allн, en la destrucciуn del motнn de Karian. Tenнa aproximadamente tu edad, o tal vez era un poco mбs joven. Ese olor me lo hizo recordar todo: los muchachos tosiendo sangre con los pulmones deshechos… — Pareciу sumirse en el pasado.

— No tenнa la intenciуn de matarla. Usted sуlo se encontraba en el camino entre йl y yo. — Vorhalas agitу una mano en direcciуn a su vientre -. No era el resultado que buscaba. Yo querнa matarlo a йl. Ni siquiera sabнa con certeza si compartнan la misma habitaciуn por las noches. — Ahora miraba en todas direcciones, pero nunca hacia su rostro -. Nunca pensй en matar a su…

— Mнrame — gimiу Cordelia -, y pronuncia la palabra en voz alta.

— Hijo — susurrу йl y, de pronto, rompiу a llorar.

Vorkosigan dio un paso atrбs y se situу junto a ella.

— Lamento que hayas hecho eso — le murmurу -. Me recuerda a su hermano. їPor quй soy el sнmbolo de la muerte para esta familia?

— їTodavнa quieres que disfrute su venganza?

Йl posу la frente sobre su hombro unos momentos.

— Ni siquiera eso. Tъ nos dejas sin nada, mi querida capitana. Pero, oh… — Posу la mano sobre su vientre, pero la retirу al recordar que todos los ojos los observaban. Vorkosigan enderezу la espalda -. Presйnteme un informe completo por la maсana, Illyan. En el hospital.

Entonces la cogiу por el brazo y ambos salieron tras el mйdico.

Cordelia no supo si habнa sido para ofrecerle su consuelo o para apoyarse en ella.

En el Hospital Militar Imperial, Cordelia se vio rodeada de profesionales que la llevaban como por un rнo. Mйdicos, enfermeras, guardias. La separaron de Aral en la puerta, y Cordelia se sintiу muy inquieta y perdida entre tanta gente. Sуlo pronunciу algunos saludos automбticamente, esperando que la conmociуn le produjese un estado de inconsciencia, de aturdimiento, de locura negadora, de alucinaciуn, de cualquier cosa. En lugar de ello, sуlo se sentнa cansada.

El bebй se movнa en su interior; evidentemente, el antнdoto teratуgeno era un veneno de acciуn muy lenta. Todavнa les quedaba algъn tiempo para estar juntos, y ella lo amу a travйs de su piel, deslizando los dedos en un lento masaje sobre el abdomen.

Bienvenido a Barrayar, hijo mнo, la morada de los canнbales; en este lugar ni siquiera esperan los acostumbrados dieciocho o veinte aсos para devorarte. Planeta voraz.

Cordelia fue alojada en una lujosa habitaciуn privada en el ala VIP, la cual habнa sido preparada a toda prisa para su uso exclusivo. Se sintiу aliviada al descubrir que Vorkosigan se habнa instalado al otro lado del pasillo. Vestido con su pijama militar, йl se acercу a su cama para arroparla. Cordelia logrу esbozar una pequeсa sonrisa para йl, pero no tratу de sentarse. La fuerza de la gravedad la estaba hundiendo hacia el centro del mundo. Lo ъnico que le impedнa sumirse era la rigidez de la cama, el edificio, la corteza del planeta, no su propia voluntad.

Vorkosigan fue seguido por un enfermero ansioso. — Recuerde, seсor. No debe tratar de hablar demasiado hasta que el mйdico le haya irrigado la garganta. La luz gris del amanecer empalidecнa las ventanas. Йl se sentу en el borde de la cama.

— Estбs frнa, mi querida capitana — murmurу con voz ronca mientras le frotaba la mano. Ella asintiу con la cabeza. Le dolнa el pecho, tenнa la garganta irritada y le ardнan los senos paranasales.

— Nunca debн dejarme convencer cuando me ofrecieron este trabajo — continuу йl -. Lo siento tanto…

— Yo tambiйn ayudй a convencerte. Tъ trataste de advertirme. No es culpa tuya. Parecнas la persona adecuada. Eres la persona adecuada.

Vorkosigan sacudiу la cabeza.

— No hables. Se forman cicatrices en las cuerdas vocales.

— ЎJa! — exclamу Cordelia con amargura, y posу un dedo sobre sus labios cuando йl comenzу a hablar otra vez. Vorkosigan asintiу con la cabeza, resignado, y permanecieron mirбndose el uno al otro un buen rato. Йl apartу el cabello de su frente con suavidad, y ella buscу el consuelo de su mano contra la mejilla. Al fin llegу una cuadrilla de mйdicos y tйcnicos que se lo llevaron para iniciar el tratamiento.

— Vendremos a verla ahora mismo, seсora — le prometiу el jefe del equipo.

Regresaron despuйs de un rato para hacerla gargarizar un desagradable lнquido rosado y respirar en una mбquina, y luego volvieron a marcharse. Una enfermera le llevу el desayuno, pero Cordelia no lo tocу.

Entonces un comitй de mйdicos entrу en su habitaciуn con rostros sombrнos. El que habнa acudido en medio de la noche ahora estaba acicalado y vestido con ropas de civil. El mйdico personal de Cordelia se encontraba acompaсado por un hombre mбs joven, vestido con un uniforme verde del Servicio que lucнa insignias de capitбn en el cuello. Ella mirу los tres rostros y pensу en el Cancerbero.

Su mйdico le presentу al desconocido. — Es el capitбn Vaagen, del instituto de investigaciones perteneciente al Hospital Militar Imperial. Es nuestro residente experto en venenos militares.

— їEn inventarlos o en recoger sus despojos, capitбn? — preguntу Cordelia.

— Ambas cosas, seсora. — Йl se encontraba en una postura de descanso algo agresiva.

Su mйdico no tenнa una expresiуn muy animada, aunque sus labios sonreнan.

— El regente me ha pedido que le informe del programa de tratamiento indicado. Me temo… — carraspeу — que lo mejor serб efectuar el aborto de inmediato. Su embarazo ya se encuentra bastante avanzado, y, para lograr su recuperaciуn, conviene aliviarla de la tensiуn psicolуgica lo antes posible.

— їEs lo ъnico que se puede hacer? — preguntу ella con desesperaciуn, aunque conocнa de antemano la respuesta por la expresiуn de sus rostros.

— Me temo que sн — respondiу su mйdico con tristeza. El hombre de la Residencia Imperial asintiу con un gesto para confirmar sus palabras.

— He estado revisando algunos libros — dijo el capitбn de improviso, mientras miraba por la ventana -, y se hicieron algunos experimentos con calcio. Claro que los resultados obtenidos no fueron particularmente alentadores…

— Pensй que habнamos acordado no hablar del asunto — intervino el hombre de la Residencia.

— Vaagen, eso es una crueldad — protestу el mйdico de Cordelia -. Estб alimentando falsas esperanzas. No puede convertir a la esposa del regente en uno de sus animales de laboratorio. Tiene el permiso del regente para realizar la autopsia, confуrmese con eso.

En un segundo, mientras observaba el rostro del hombre con ideas, el mundo de Cordelia volviу a enderezarse. Ella conocнa a los de su tipo: orgullosos y engreнdos, pero algunas veces alcanzaban sus objetivos. Pasaban de una monomanнa a otra corno una abeja polinizando flores, y recogнan pocos frutos pero dejaban atrбs sus semillas. Personalmente, a los ojos de ese hombre, ella no era mбs que material virgen para iniciar una monografнa. Los riesgos que ella corrнa no le importaban; ella no era una persona, sino una enfermedad. Cordelia le sonriу lentamente, reconociйndolo como un aliado en campo enemigo.

— їCуmo estб usted, doctor Vaagen? їQuй le parecerнa escribir el artнculo mйdico de su vida?

El hombre de la Residencia Imperial emitiу una risa.

— Ella ha comprendido sus intenciones, Vaagen.

Йl le devolviу la sonrisa, sorprendido. — Entenderб que no puedo garantizar resultados…

— ЎResultados! — lo interrumpiу el mйdico de Cordelia -. Dios mнo, serб mejor que le comunique cuбl es su idea de un resultado. O ensйсele fotografнas… no, no haga eso. Seсora — se volviу hacia ella -, los tratamientos de los que habla se intentaron por ъltima vez hace veinte aсos. Causaron un daсo irreparable a las madres. Y los resultados… lo mejor que se puede esperar es un tullido. Tal vez algo peor. Indescriptiblemente peor.

— Una medusa serнa una descripciуn bastante aceptable — dijo Vaagen.

— ЎUsted es inhumano, Vaagen! — replicу el mйdico de Cordelia, quien la observу unos momentos para verificar su estado de angustia.

— їUna medusa viable, doctor Vaagen? — preguntу Cordelia, muy interesada.

— Hum. Tal vez — respondiу йl, inhibido por las miradas furibundas de sus colegas -. Pero existe la dificultad de lo que ocurre con las madres cuando el tratamiento se aplica in vivo.

— їY quй? їEntonces no puede hacerlo in vitral — Cordelia formulу la pregunta obvia.

Vaagen dirigiу una mirada triunfante a su mйdico. — Desde luego, abrirнa muchas posibilidades de experimentaciуn, si pudiera arreglarse — murmurу al techo. — їIn vitro? — dijo el hombre de la Residencia Imperial, confundido -. їCуmo?

— їPor quй pregunta eso? — dijo Cordelia -. Ustedes tienen diecisiete rйplicas uterinas fabricadas en Escobar. Fueron traнdas despuйs de la guerra y se encuentran aquн, guardadas en algъn armario.

— Se volviу hacia el doctor Vaagen con entusiasmo -. їPor casualidad no conocerб al doctor Henri?

Vaagen asintiу con la cabeza.

— Hemos trabajado juntos.

— ЎEntonces, lo sabe todo al respecto!

— Bueno, no todo exactamente. Pero eh… en realidad, йl me ha informado de que se encuentran disponibles. Aunque usted debe comprender que yo no soy un obstetra.

— Ya lo creo que no — bufу el mйdico de Cordelia -. Seсora, este hombre ni siquiera es mйdico. Es sуlo un bioquнmico.

— Pero usted es un obstetra — objetу ella -. Entonces tenemos el equipo completo. El doctor Henri y el capitбn Vaagen se ocuparбn de Piotr Miles, y usted realizarб la transferencia.

El mйdico apretaba los labios y sus ojos tenнan una expresiуn muy extraсa. Cordelia necesitу unos momentos para identificarla como miedo.

— Yo no podrй hacer la transferencia, seсora — le respondiу -. No sй cуmo hacerla. Nadie en Barrayar ha realizado una operaciуn semejante. — Entonces, їno lo aconseja? — Definitivamente no. La posibilidad de causar un daсo permanente… despuйs de todo, dentro de unos meses podrб volver a intentarlo, siempre y cuando la zona testicular de su esposo no se haya visto afectada. Podrб volver a comenzar. Yo soy su mйdico, y йsa es mi opiniуn. — Sн, siempre y cuando antes de eso alguien no logre derribar a Aral. Debo recordar que esto es Barrayar, donde las personas estбn tan enamoradas de la muerte que entierran a hombres que todavнa alientan. їUsted estб dispuesto a intentar la operaciуn?

Йl se irguiу con dignidad.

— No, seсora. Y es definitivo.

— Muy bien. — Seсalу a su mйdico con el dedo -. Queda despedido. Entonces — se volviу hacia Vaagen -, usted estarб a cargo de este caso. Confнo en usted para que me encuentre un cirujano… o un estudiante de medicina, o un veterinario, o alguien que estй dispuesto a intentarlo. Y entonces podrб experimentar cuanto desee.

Vaagen pareciу ligeramente triunfante; su ex mйdico parecнa furioso.

— Serб mejor que averigьemos la opiniуn del regente antes de seguir alentando a su esposa en este falso optimismo.

Vaagen pareciу un poco menos triunfante.

— їPiensa hablar con йl ahora mismo? — preguntу Cordelia.

— Lo siento, seсora — dijo el hombre de la Residencia Imperial -. Pero creo que lo mejor serб acabar con esto lo antes posible. Usted no conoce la reputaciуn del capitбn Vaagen. Lamento ser tan brusco, Vaagen, pero a usted le gusta construir imperios, y esta vez ha llegado demasiado lejos.

— їSu ambiciуn es contar con una ala propia para efectuar investigaciones, Vaagen? — le preguntу Cordelia.

Йl se alzу de hombros, mбs avergonzado que ofendido, por lo que ella comprendiу que, al menos en parte, las palabras del hombre de la Residencia debнan de ser verdad. Cordelia clavу la vista en Vaagen y tratу de pensar en el mejor modo de avivar su ingenio.

— Tendrб todo un instituto si logra llevar esto a cabo. A йl — agrego seсalando el pasillo con un movimiento de cabeza — dнgale que yo se lo prometн.

Los tres hombres se retiraron. Cordelia permaneciу tendida en la cama y silbу una pequeсa melodнa silenciosa, mientras sus manos continuaban el pequeсo masaje abdominal. La gravedad habнa dejado de existir.

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