10

Cordelia despertу lentamente, se estirу y se aferrу al magnнfico cobertor de seda relleno con plumas. El otro lado de la cama estaba vacнo… Cordelia tocу la almohada. Estaba frнa. Aral debнa de haber salido temprano. Por unos momentos se regodeу con la sensaciуn de haber dormido bien al fin, sin despertar con aquella fatiga que habнa invadido su cuerpo durante tanto tiempo. Йsta era la tercera noche que descansaba a gusto, sintiendo el calor de su esposo junto a ella, sin los molestos tubos de oxнgeno en la casa.

La habitaciуn, en el segundo piso del cuartel transformado, estaba fresca esa maсana, y muy silenciosa. La ventana se abrнa al verde del jardнn, el cual descendнa en la bruma que ocultaba el lago, la aldea y las colinas sobre la otra costa. Desde el calor de su cobertor de plumas, la maсana le pareciу agradable y serena. Cuando se sentу, la cicatriz rosada de su abdomen sуlo tirу un poco. Droushnakovi asomу la cabeza por la puerta.

— їSeсora? — llamу con suavidad, y entonces vio que Cordelia estaba sentada, con los pies descalzos en el suelo. Cordelia balanceу las piernas lentamente, ayudando a la circulaciуn -. Quй bien, estб despierta.

Drou entrу en la habitaciуn con una bandeja grande y prometedora. Llevaba puesto uno de sus vestidos mбs cуmodos, con una falda amplia y un chaleco abrigado. Sus pasos retumbaron sobre las tablas del suelo, y luego se apagaron sobre la alfombra tejida a mano.

— Tengo hambre — dijo Cordelia sorprendida, al percibir los aromas de la bandeja -. Creo que es la primera vez en tres semanas. — Tres semanas, desde aquella noche de horror en la Residencia Vorkosigan.

Drou sonriу y depositу la bandeja en la mesa que se hallaba frente a la ventana. Cordelia se puso la bata y las zapatillas, y se dirigiу a la cafetera. Drou la acompaсу, preparada para sujetarla si se caнa, pero ella ya se sentнa bastante fuerte. Despuйs de sentarse se sirviу unos cereales calientes con mantequilla, y les aсadiу un poco del almнbar que los barrayareses preparaban con savia de бrbol. Un alimento maravilloso.

— їYa has comido, Drou? їQuieres un poco de cafй? їQuй hora es?

La guardaespaldas sacudiу su rubia cabeza.

— Estoy bien, seсora. Son casi las once.

Desde que llegaran a Vorkosigan Surleau unos dнas atrбs, Droushnakovi no la abandonaba ni a sol ni a sombra. No obstante, Cordelia descubriу que no la habнa mirado con atenciуn desde que saliera del Hospital Militar. Drou estaba tan atenta y alerta como de costumbre, pero con una tensiуn subyacente, una actitud escurridiza… tal vez era porque ella misma comenzaba a sentirse mejor, pero de forma egoнsta Cordelia deseaba que la gente que la rodeaba tambiйn se sintiese mejor, aunque sуlo fuera para que la mantuviesen a flote.

— Hoy estoy mucho mбs animada. Ayer hablй con el capitбn Vaagen, por el vнdeo. Le parece haber detectado las primeras seсales de recalcificaciуn molecular en el pequeсo Piotr Miles. Es muy alentador, conociendo a Vaagen. Йl no ofrece falsas esperanzas, pero cuando dice algo, se puede confiar en que es verdad.

Drou alzу la vista de la falda y forzу una sonrisa sobre su expresiуn abatida. Sacudiу la cabeza.

— Las rйplicas uterinas me parecen muy extraсas.

— No tan extraсo como lo es la evoluciуn, con sus improvisaciones empнricas. — Cordelia le devolviу la sonrisa -. Gracias a Dios que existe la tecnologнa y el pensamiento racional. Ahora sй de quй hablo.

— Seсora… їcуmo se dio cuenta de que estaba embarazada? їSe saltу un mes?

— їUn perнodo menstrual? En realidad no. — Cordelia recordу el ъltimo verano. Esa misma habitaciуn, esa misma cama sin hacer. Pronto ella y Aral volverнan a compartir la intimidad, aunque habнan perdido un poco del aliciente sin la reproducciуn como objetivo -. El verano pasado, Aral y yo pensamos que nos quedarнamos a vivir aquн. Йl estaba retirado, y tambiйn… no habнa ningъn impedimento. Yo pronto serнa demasiado mayor para el mйtodo orgбnico, el cual parece ser el ъnico disponible en Barrayar; en resumen, йl querнa comenzar pronto. Por lo tanto, unas semanas despuйs de casarnos, hice que me retiraran el implante anticonceptivo. Fue una sensaciуn extraсa, ya que en casa no hubiese podido hacerlo retirar sin comprar una licencia.

— їEn serio? — Fascinada, Drou la escuchaba con la boca abierta.

— Sн, es un requisito legal betanйs. Primero hay que conseguir una licencia de progenitor. Yo tenнa puesto el implante desde los catorce aсos. Recuerdo que entonces tuve un perнodo menstrual. Nosotros los cortamos hasta que volvemos a necesitarlos. Entonces me hicieron el implante, me seccionaron el himen, me perforaron las orejas y me presentaron en sociedad…

— Pero… pero no comenzу a tener relaciones sexuales a los catorce aсos, їverdad? — preguntу Droushnakovi en voz baja.

— Podrнa haberlo hecho. Pero se necesitan dos, ya sabes. No encontrй un verdadero amante hasta un tiempo despuйs. — A Cordelia le avergonzaba admitir cuбnto tiempo despuйs. En ese entonces era una persona poco sociable… Y no has cambiado mucho, tuvo que reconocer en silencio -. No pensй que fuese a ocurrir tan rбpido. Supuse que pasarнamos varios meses experimentando encantados. Pero el bebй llegу a la primera. Por lo tanto, aquн en Barrayar nunca he tenido un perнodo menstrual.

— A la primera — repitiу Drou con expresiуn desanimada -. їY cуmo lo supo? ї Por las nбuseas?

— La fatiga, antes que las nбuseas. Pero fueron los puntitos azules… — Cordelia estudiу las facciones de la joven -. Drou, їtodas estas preguntas son por pura curiosidad o tienes algъn interйs personal en las respuestas?

Su rostro prбcticamente se contrajo.

— Es personal — dijo con voz ahogada.

— Oh. — Cordelia se reclinу en la silla -. їY… quieres hablar de ello?

— No… no lo sй…

— Supongo que eso significa un sн. — Cordelia suspirу. Ah, sн. Era como jugar a la mamб capitana con las sesenta cientнficas betanesas allб en Estudios Astronуmicos, aunque entre los problemas personales que solнan contarle no figuraban preguntas acerca de embarazos. Pero considerando las tonterнas que habнa escuchado de ese grupo selecto, la versiуn barrayaresa debнa ser simplemente…

— Sabes que estarй encantada de ayudarte en lo que pueda.

— Fue la noche del ataque con soltoxina — dijo Drou -. No podнa dormir. Bajй a la cocina para buscar algo de picar. Cuando regresaba vi una luz en la biblioteca. El teniente Koudelka se encontraba allн. Йl tampoco podнa dormir.

їKou, eh? Bien, bien. Tal vez no existiese ningъn problema despuйs de todo. Cordelia esbozу una sonrisa alentadora.

—їSн?

— Nos… yo… йl… me besу.

— Confнo en que le devolvieras el beso.

— Suena como si lo aprobara.

— Lo apruebo. Vosotros sois dos de mis mejores amigos. Ojalб lograrais sentar cabeza… pero continъa, debe de haber mбs. — A no ser que Drou fuese mбs ignorante de lo que Cordelia creнa posible.

— Nosotros… pues… nosotros…

— їOs acostasteis juntos? — sugiriу Cordelia, esperanzada.

— Sн, seсora. — Drou se ruborizу intensamente y tragу saliva -. Kou pareciу muy feliz… por unos minutos. Yo estaba tan contenta por йl, que no me importу lo mucho que doliу.

Ah, sн, la bбrbara costumbre barrayaresa de introducir a sus mujeres en el sexo sin una desfloraciуn anestesiada. Aunque, considerando cuбnto dolor acarreaban luego sus mйtodos reproductivos, tal vez fuese una buena advertencia. Pero a juzgar por lo poco que habнa visto a Kou, йl tampoco parecнa tan satisfecho como nuevo amante. їQuй se estaban haciendo mutuamente esos dos?

— Continъa.

— Me pareciу ver un movimiento en el jardнn trasero, por la puerta de la biblioteca. Entonces oн el ruido escaleras arriba… ЎOh, seсora! ЎLo siento tanto! Si hubiera estado custodiбndola a usted, en lugar de hacer eso…

— ЎSerб posible! Tъ no estabas de servicio. De no haber estado haciendo eso, habrнas estado en la cama, dormida. De ningъn modo lo ocurrido fue culpa tuya, y si no hubieses estado levantada y mбs o menos vestida, el asesino habrнa podido escapar. — Y no nos encontrarнamos apunto de presenciar otra ejecuciуn pъblica. Dios nos ayude. Una parte de Cordelia lamentу que hubiesen mirado por esa maldita ventana. Pero Droushnakovi ya tenнa bastantes cosas que superar sin aquellas complicaciones mortales. — Pero si yo…

— En estas ъltimas semanas ya se ha hablado demasiado de lo que podrнa haber sido. Francamente, creo que es hora de pensar en el futuro. — Al fin Cordelia lo comprendiу. Drou era barrayaresa, y, por lo tanto, nadie le habнa practicado ningъn implante anticonceptivo. Y seguramente ese idiota de Kou tampoco le habнa ofrecido ninguna alternativa. Por lo tanto, Drou habнa pasado las tres ъltimas semanas preguntбndose…

— їQuerrнas probar mis puntitos azules? Todavнa tengo muchos.

— їPuntitos azules?

— Sн, habнa empezado a decнrtelo antes. Tengo un paquete con esas tiras de diagnуstico. El verano pasado los comprй en Vorbarr Sultana, en una tienda de importaciуn. Hay que echar orina en una tira, y si el punto se vuelve azul, estбs embarazada. Yo sуlo utilicй tres el verano pasado. — Cordelia fue hasta el cajуn de su cуmoda y hurgу en el interior -. Aquн estбn. — Le entregу una a Drou -. Ve a orinar y saldremos de dudas. — їTan pronto se puede saber? — Despuйs de los cinco dнas. — Cordelia alzу la mano -. Te lo aseguro.

Mirando preocupada la pequeсa tira de papel, Droushnakovi entrу en el baсo de Cordelia y Aral, junto al dormitorio. Volviу a salir al cabo de unos pocos minutos. Su rostro estaba triste, y tenнa los hombros caнdos. ї Y esto quй significa?, se preguntу Cordelia, exasperada.

— їY bien?

— Sigue de color blanco.

— Entonces, no estбs embarazada.

— Supongo que no.

— No estoy segura de si te alegras o todo lo contrario. Hazme caso, si deseas tener un hijo, serб mucho mejor que esperes a que la tecnologнa mйdica haya avanzado un poco por aquн. — Aunque el mйtodo orgбnico habнa resultado fascinante, por un tiempo…

— No quiero… quiero… no lo sй… Kou apenas si me ha hablado desde aquella noche. Yo no deseaba quedar embarazada ya que eso me destruirнa, y, sin embargo, pensй que tal vez йl… se sentirнa tan feliz como lo estuvo respecto al sexo. Tal vez volverнa y… oh, las cosas iban tan bien, Ўy ahora se han estropeado! — Tenнa las manos apretadas y el rostro blanco.

Hazme el favor y llora de una vez, niсa. Pero Droushnakovi recuperу el control de sн misma.

— Lo siento, seсora. No pretendн molestarla con toda esta estupidez.

Era una estupidez, sн, pero no sуlo por parte de ella. Para algo tan enredado se hubiese necesitado a un comitй.

— їPero quй le ocurre a Kou? Pensй que sуlo se sentнa culpable por lo de la soltoxina, como todos los demбs en la casa. — Empezando por Aral y por mн, y acabando portado el resto.

— No lo sй, seсora.

— їYa has intentado algo verdaderamente drбstico, como preguntбrselo? — Йl me evita.

Cordelia suspirу y se concentrу en la tarea de vestirse. Hoy se pondrнa ropas de verdad, no una bata de paciente. Allн, en el fondo del armario de Aral, estaban colgados los pantalones pardos de su antiguo uniforme. Con curiosidad, los extrajo y se los probу. No sуlo le cabнan, sino que le quedaban grandes. Pues sн que habнa estado enferma. Con actitud algo agresiva, se los dejу puestos y escogiу una chaqueta floreada de mangas largas para combinarlo. Muy cуmodo. Cordelia sonriу ante su aspecto delgado y pбlido en el espejo.

— Ah, querida capitana. — Aral asomу la cabeza en el dormitorio -. Estбs levantada. — Mirу a Droushnakovi -. Las dos estбis aquн. Mejor aъn. Creo que necesito tu ayuda, Cordelia. En realidad, estoy seguro de ello.

Los ojos de Aral brillaban con la expresiуn mбs extraсa. їEstaban sorprendidos, risueсos, preocupados? Aral entrу. Vestнa, como de costumbre en Vorkosigan Surleau, con el viejo pantalуn de uniforme y una camisa de civil. Tras йl apareciу un tenso y desdichado Koudelka, enfundado en un pulcro uniforme negro de fajina con las insignias rojas de teniente en el cuello. Se aferraba a su bastуn. Drou retrocediу hasta la pared y cruzу los brazos.

— Segъn me ha dicho, el teniente Koudelka desea hacer una confesiуn. Y por lo que sospecho tambiйn desea que lo absuelvan — dijo Aral.

— No lo merezco, seсor — murmurу Koudelka -: Pero ya no podнa vivir con esto. Tengo que decirlo. — Bajу la mirada esquivando los ojos de los demбs. Droushnakovi lo observу conteniendo el aliento. Aral fue a sentarse junto a Cordelia, en el borde de la cama.

— Prepбrate — le murmurу al oнdo -. Incluso a mн me ha sorprendido.

— Tal vez yo te haya ganado.

— No serнa la primera vez. — Vorkosigan alzу la voz -. Adelante, teniente. Esto no serб mбs sencillo si tengo que arrancбrselo.

— Drou… seсorita Droushnakovi… he venido a entregarme. Y a disculparme. No, eso suena trivial, y crйame, no lo considero de ese modo. Usted merece mбs que una disculpa, le debo una explicaciуn. Harй cualquier cosa que quiera. Pero le juro que lamento muchнsimo haberla violado.

Droushnakovi lo mirу con la boca abierta durante tres segundos, y luego la cerrу con tanta fuerza que Cordelia pudo escuchar cуmo le chocaban los dientes.

— їQuй?

Koudelka se encogiу, pero no alzу la vista. — Lo siento, lo siento — murmurу. — Tъ… crees… tъ… їquй? — exclamу Droushnakovi, horrorizada e indignada -. Crees que hubieses podido… Ўoh! — Se irguiу muy recta, con las manos apretadas y la respiraciуn agitada -. ЎEres un idiota, Kou! ЎUn imbйcil! ЎEres un, un, un…! — Las palabras surgнan a borbotones. Todo su cuerpo estaba temblando. Cordelia la observу fascinada. Aral se frotу los labios con expresiуn pensativa.

Droushnakovi se abalanzу sobre Koudelka y le pateу el bastуn. Йl estuvo a punto de caer.

— їEh? — exclamу mientras trataba en vano de atrapar el bastуn.

Drou lo empujу contra la pared y lo paralizу con un golpe certero apretando su plexo solar. Йl dejу de respirar.

— ЎIdiota! їCrees que serнas capaz de ponerme una mano encima sin mi permiso? ЎOh! Cуmo puedes ser tan… tan… — Droushnakovi gritу de ira junto a su oreja. Йl retrocediу.

— Por favor, no rompas a mi secretario, Drou. Las reparaciones son caras — — dijo Aral con suavidad.

— ЎOh! — Ella lo soltу. Koudelka se tambaleу y cayу de rodillas. Con las manos sobre el rostro, mordiйndose las uсas, Droushnakovi abandonу la habitaciуn como una tromba y cerrу de un portazo al salir. Entonces se oyeron sus sollozos alejбndose por el pasillo. Otra puerta se cerrу. Silencio.

— Lo siento, Kou — dijo Aral despuйs de una larga pausa -. Pero me parece que tu confesiуn no serб llevada a juicio.

— No lo comprendo. — Kou sacudiу la cabeza, se arrastrу en busca de su bastуn y se levantу con dificultad.

— їMe equivoco o estбis hablando sobre lo que ocurriу entre vosotros la noche del ataque? — preguntу Cordelia.

— Sн, seсora. Yo estaba sentado en la biblioteca. No podнa dormir, por lo que se me ocurriу revisar algunas cifras. Ella entrу. Nos sentamos, charlamos… De pronto me encontrй… bueno, no habнa tenido una erecciуn desde que fui herido por el disruptor nervioso. Pensй que podrнa pasar un aсo, o que tal vez nunca mбs… El pбnico me invadiу y la poseн allн mismo. No le preguntй, no le dije ni una palabra. Entonces se produjo ese ruido allб arriba; ambos corrimos al jardнn y… al dнa siguiente ella no me acusу. Desde entonces lo estoy esperando.

— Pero si йl no la violу, їpor quй Drou ha esperado hasta ahora para enfadarse? — preguntу Aral.

— Ha estado enfadada — dijo Koudelka -. La forma en que me miraba, en estas tres semanas…

— Esas miradas eran de miedo, Kou — respondiу Cordelia.

— Sн, ya me lo imaginaba.

— Porque temнa estar embarazada, no porque tuviera miedo de usted — le aclarу ella.

— Oh — murmurу Koudelka.

— Sus temores eran infundados. — Kou murmurу otro pequeсo «Oh» -. Pero ahora estб furiosa con usted, y no la culpo.

— Pero si no cree que yo… їquй razуn puede tener?

— No lo comprende. — Mirу a Aral con el ceсo fruncido -. їTъ tampoco?

— Bueno…

— Es porque usted la ha insultado, Kou. No entonces, sino ahora, en esta habitaciуn. Y no sуlo por menospreciar su destreza fнsica. Lo que acaba de decir le ha revelado, por primera vez, que esa noche usted estaba tan preocupado por su propia persona que ni siquiera la mirу a ella. Eso estб mal, Kou. Muy mal. Le debe una sincera disculpa. Esa noche Drou le entregу su virginidad, y usted apreciу tan poco lo que estaba haciendo que ni siquiera se dio cuenta. De pronto йl alzу la cabeza.

— їMe entregу? їComo una obra de caridad?

— Mбs bien como un obsequio de los dioses — murmurу Aral, sumido en sus propios pensamientos.

— Yo no soy un… — Koudelka mirу la puerta -. їMe estб diciendo que deberнa correr tras ella?

— Mбs bien me arrastrarнa, si estuviera en su lugar — le recomendу Aral -. Y rбpido. Escъrrase bajo su puerta, tiйndase boca arriba y dйjela saltar sobre usted hasta que se haya desahogado. Entonces vuelva a disculparse. Quizб todavнa estй a tiempo de salvar la situaciуn. — Ahora los ojos de Aral mostraban un brillo jocoso.

— їCуmo se llama a eso? їRendiciуn total? — dijo Kou con indignaciуn.

— No. Lo llamarнa un rotundo triunfo. — Su voz se volviу un poco mбs frнa -. He visto enfrentamientos devastadores entre hombres y mujeres. Piras de orgullo. Usted no querrб seguir ese camino. Se lo garantizo. — Ustedes… Ўseсora! ЎSe estбn riendo de mн! ЎBasta!

— Entonces deje de hacer el ridнculo — replicу Cordelia con rudeza -. Deje de pensar con el culo. Durante sesenta segundos consecutivos, piense en alguien que no sea usted.

— Seсora. Seсor — dijo Koudelka con los dientes apretados. Hizo una reverencia y se marchу. Pero al llegar al pasillo tomу la direcciуn equivocada. Girу en sentido opuesto al que Droushnakovi habнa tomado y bajу la escalera.

Aral sacudiу la cabeza con impotencia mientras los pasos de Koudelka se alejaban. Entonces dejу escapar una risita. Cordelia le dio un golpe suave en el brazo.

— ЎBasta! Ellos lo estбn pasando fatal. — Sus ojos se encontraron y ella tambiйn riу, pero entonces contuvo el aliento con firmeza -. Por Dios, creo que йl querнa ser un violador. Quй ambiciуn tan extraсa. їHa estado frecuentando mucho a Bothari?

Esta broma algo tйtrica hizo que ambos se pusieran serios. Aral pareciу pensativo.

— Creo que Kou querнa probarse a sн mismo. Pero su remordimiento era sincero.

— Sincero, pero un poco presuntuoso. Creo que ya lo hemos mimado demasiado debido a sus dificultades. Tal vez sea hora de darle una buena patada en el trasero.

Aral dejу caer los hombros con fatiga.

— Estб en deuda con ella, no cabe duda. Pero yo no puedo ordenarle que cambie su actitud. No servirб de nada si no lo hace por iniciativa propia.

Cordelia estuvo de acuerdo.

Cordelia no notу que faltaba algo en su pequeсo mundo hasta el almuerzo.

— їDуnde estб el conde? — le preguntу a Aral al ver que el ama de llaves sуlo habнa puesto la mesa para dos personas, en una sala del frente con vista al lago. El dнa era muy frнo. La niebla matinal se habнa elevado para formar nubes bajas y grises, y soplaba un viento helado. Cordelia se habнa puesto una vieja chaqueta negra de Aral sobre la blusa floreada.

— Me dijo que irнa a las caballerizas a ver cуmo entrenaban a uno de sus animales — respondiу Aral, quien tambiйn observу la mesa con inquietud.

El ama de llaves acababa de entrar con la sopa.

— No, seсor. Se fue en un vehнculo terrestre esta maсana, con dos de sus hombres.

— Oh. Discъlpame.

Aral se levantу y abandonу la habitaciуn en direcciуn al pasillo trasero. En la parte posterior de la casa, uno de los depуsitos habнa sido convertido en un centro de comunicaciones, con una consola de alta seguridad y un guardia de Seguridad Imperial en la puerta. Los pasos de Aral resonaron por el pasillo en aquella direcciуn.

Cordelia tomу una cucharada de sopa, que bajу por su garganta como plomo lнquido, dejу a un lado la cuchara y aguardу. Oнa la voz de Aral en el silencio de la casa, y las respuestas de sonido algo electrуnico en la voz de un desconocido, demasiado apagadas para que pudiese distinguir las palabras. Despuйs de lo que a ella le pareciу una eternidad, a pesar de que la sopa aъn estaba caliente, Aral regresу con el rostro sombrнo.

— їFue allн? — le preguntу Cordelia -. їAl Hospital Militar?

— Sн. Estuvo y se fue. No te preocupes. — Estaba muy serio.

— їQuieres decir que el bebй estб bien?

— Sн. Se le negу el acceso, discutiу un rato y se marchу. Nada mбs. — Comenzу a tomarse la sopa.

El conde regresу unas horas despuйs. Cordelia escuchу el zumbido de su vehнculo que se detuvo en el extremo norte de la casa, una pausa, una cubierta que se abrнa y se cerraba, y el coche que continuaba su marcha hacia los garajes situados sobre la colina, cerca de las caballerizas. Ella estaba sentada con Aral en la habitaciуn del frente, con las grandes ventanas nuevas. Йl estaba absorto en cierto informe gubernamental en su visor manual, pero al escuchar que se cerraba la cubierta pulsу «pausa» y aguardу con ella mientras unos pasos se acercaban rбpidamente por la escalinata principal. La expresiуn de Aral estaba tensa y preocupada. Cordelia se reclinу en el sillуn y tratу de controlar sus nervios.

El conde Piotr entrу en la habitaciуn y se plantу en la puerta. Iba vestido formalmente con su antiguo uniforme con las insignias de general.

— Estбis aquн. — El hombre de librea que lo seguнa les dirigiу una mirada inquieta y se retirу sin esperar que lo despidiesen. El conde Piotr ni siquiera se dio cuenta de ello.

Piotr se concentrу primero en Aral.

— Tъ. Te has atrevido a humillarme en pъblico. A tenderme una trampa.

— Tъ mismo te has humillado, me temo. Si no hubieras cogido por ese camino, no te habrнas encontrado con esa trampa.

Piotr digiriу sus palabras. Las arrugas de su rostro se profundizaron. La ira y la vergьenza luchaban contra el orgullo. Parecнa avergonzado como los que se saben equivocados.

Duda de sн mismo, notу Cordelia. Un hilo de esperanza. No perdamos ese hilo; puede ser nuestra ъnica guнa para salir de este laberinto.

El orgullo predominу.

— En realidad yo no tendrнa por quй hacer esto — gruсу Piotr -. Es tarea de mujeres custodiar nuestro genoma.

— Fue tarea de mujeres en la Era del Aislamiento — replicу Aral en tono sereno -. Cuando la ъnica respuesta a la mutaciуn era el infanticidio. Ahora hay otras salidas.

— Quй sensaciуn tan extraсa debieron de tener esas mujeres respecto a sus embarazos, sin saber jamбs si al llegar a tйrmino se encontrarнan con la vida o con la muerte — reflexionу Cordelia. Un sorbo de esa copa a ella le habнa bastado para toda la vida, y sin embargo las mujeres barrayaresas la habнan vaciado hasta el fondo una y otra vez… lo extraсo no era que sus descendientes tuviesen una cultura caуtica; lo raro era que no fuese completamente demente.

— Nos defraudas a todos nosotros con tu incapacidad para controlarla a ella — dijo Piotr -. Crees que serбs capaz de dirigir un planeta, y ni siquiera puedes dirigir tu casa.

Aral esbozу una sonrisa amarga.

— Ya lo creo que es difнcil de controlar. Se me escapу en dos ocasiones. Su regreso voluntario todavнa me sorprende.

— ЎCumple con tu deber! Hacia mн como tu conde, aunque no sea como tu padre. Me debes lealtad bajo juramento. їPrefieres obedecer a esta mujer de otro planeta antes que a mн?

— Sн. — Aral le mirу a los ojos, y su voz se transformу en un susurro -. Йse es el orden natural de las cosas. — Piotr recibiу el impacto, y Aral aсadiу con frialdad -: Intentar desviar la cuestiуn de infanticidio a obediencia no te ayudarб. Tъ mismo me enseсaste a utilizar esa retуrica engaсosa.

— En los viejos tiempos, hubieses decapitado por una insolencia menor.

— Sн, la situaciуn presente es un poco peculiar. Como heredero de un conde, mis manos se encuentran entre las tuyas. Pero como tu regente, tus manos estбn entre las mнas. Un punto muerto. En los viejos tiempos habrнamos roto el empate con una bonita guerra. — Aral le sonriу, o al menos descubriу sus dientes.

La mente de Cordelia giraba. Hoy, ъnico espectбculo: La Fuerza Irresistible contra el Objeto Inamovible. Compren sus entradas.

La puerta del pasillo se abriу, y el teniente Koudelka asomу la cabeza con nerviosismo.

— їSeсor? Disculpe la interrupciуn. Tengo problemas con la consola.

— їQuй clase de problemas, teniente? — preguntу Vorkosigan, haciendo un esfuerzo para prestarle atenciуn -. їLa intermitencia?

— Simplemente no funciona. — Estaba bien hace unas horas. Revise la instalaciуn elйctrica.

— Ya lo hice, seсor. — Llame a un tйcnico.

— No puedo, sin la consola.

— Ah, sн. Entonces, pнdale al jefe de guardia que se la abra, y vea si el fallo se debe a algo obvio. Si no lo es, solicнtele que llame a un tйcnico con su intercomunicador.

— Sн, seсor. — Koudelka se retirу despuйs de dirigir una mirada preocupada a las tres personas nerviosas que aguardaban a que se fuese.

El conde no estaba dispuesto a renunciar.

— Juro que no lo reconocerй. Pienso desheredar a aquella cosa enlatada del Hospital Militar.

— No me parece una amenaza muy grave. Sуlo podrбs desheredarlo a travйs de mн, mediante una orden imperial, la cual tendrбs que solicitarme humildemente… a mн. — Su sonrisa brillу -. Y por supuesto, yo te la concederнa.

Piotr apretу los dientes. No eran la Fuerza Irresistible y el Objeto Inamovible despuйs de todo, sino la Fuerza Irresistible y un Mar en Movimiento; los golpes de Piotr no lograban dar en el blanco, y pasaban de largo como olas impotentes. El conde luchaba por encontrar un punto de apoyo.

— Piensa en Barrayar. Considera el ejemplo que estбs dando.

— Oh — dijo Aral -. Ya lo he hecho. — Se detuvo unos momentos -. Nosotros nunca hemos sido los ъltimos de la fila. Donde va un Vorkosigan, siempre habrб otros que quieran seguirlo. Tenemos cierto encanto personal… y social.

— Tal vez en la galaxia. Pero nuestra sociedad no puede permitirse este lujo. Apenas sн logramos sobrevivir como estamos. ЎNo podemos cargar con el peso de millones de seres disminuidos!

— їMillones? — Aral alzу una ceja -. Ahora has extrapolado de uno a infinito. Un argumento muy dйbil, indigno de ti.

— Y seguramente — intervino Cordelia con suavidad -, cada individuo sabrб decidir cuбnta carga es capaz de soportar.

Piotr se volviу hacia ella.

— Sн, їy quiйn paga por todo esto, eh? El imperio. El laboratorio de Vaagen cuenta con un presupuesto para realizar investigaciones militares. Todo Barrayar estб pagando para prolongar la vida de tu monstruo.

— Tal vez demuestre ser mejor inversiуn de lo que usted cree — replicу Cordelia.

Piotr soltу un bufido y los mirу a los dos con obstinaciуn.

— Estбis decididos a imponerme esto. En mi casa. No puedo persuadiros de lo contrario, no puedo ordenaros… muy bien. Si estбis tan entusiasmados con los cambios, aquн tenйis uno: no quiero que esa cosa lleve mi nombre. Puedo negaros eso, como mнnimo.

Aral apretу los labios, pero no se moviу. El visor brillaba en sus manos, olvidado. Ni siquiera se habнa permitido apretar los puсos aъn. — Muy bien.

— Lo llamaremos Miles Naismith Vorkosigan entonces — declarу Cordelia, fingiendo calma a pesar de que tenнa revuelto el estуmago -. Mi padre no lo rechazarб. — Tu padre estб muerto — replicу Piotr. Convertido en plasma brillante en un accidente espacial hacнa mбs de una dйcada. Al cerrar los ojos, todavнa veнa su muerte en un estallido color magenta.

— No del todo. No mientras yo viva para recordarlo.

Piotr pareciу haber recibido un golpe en su estуmago barrayarйs. Allн las ceremonias ofrecidas a los muertos se aproximaban al culto de los antepasados, como si el recuerdo lograra mantener las almas con vida. їPiotr estarнa teniendo una visiуn helada de su propia mortalidad? Habнa llegado demasiado lejos y lo sabнa, pero no podнa dar marcha atrбs.

— ЎNada te harб despertar! Entonces probaremos con esto. — Permaneciу con los pies firmes en el suelo y mirу a Aral -. Salid de mi casa. De las dos. De la Residencia Vorkosigan tambiйn. Coge a tu mujer y vete de aquн. ЎHoy mismo!

Los ojos de Aral se deslizaron un momento sobre el hogar de su infancia. Con sumo cuidado dejу a un lado el visor y se levantу.

— Muy bien.

La ira de Piotr estaba teсida de angustia.

— їSerнas capaz de perder tu hogar por esto?

— — Mi hogar no es un lugar. Es una persona — dijo Aral con voz ronca. Y entonces agregу -: Personas.

Se referнa a Piotr tanto como a Cordelia. Ella se inclinу hacia delante, invadida por la tensiуn. їEse anciano serнa de piedra? Incluso en ese momento Aral le ofrecнa gestos de afecto que a ella la conmovнan hondamente.

— Devolverбs tus rentas e ingresos al tesoro del distrito — ordenу Piotr, desesperado.

— Como tъ digas. — Aral se dirigiу hacia la puerta.

La voz de Piotr se tornу mбs baja.

— їDуnde vivirйis?

— Hace bastante que Illyan viene insistiendo para que me mude a la Residencia Imperial, por razones de seguridad. Evon Vorhalas me ha persuadido de que Illyan tiene razуn.

Cordelia se habнa levantado al mismo tiempo que Aral. Ahora se dirigiу a la ventana y observу el paisaje gris, verde y pardo. Una espuma blanca se habнa formado sobre las aguas tranquilas del lago. El invierno barrayarйs iba a ser frнo…

— їAsн que te han gustado los aires imperiales, eh? — dijo Piotr -. їDe eso se trataba? їDe arrogancia?

Aral esbozу una mueca de profunda irritaciуn.

— Todo lo contrario. El ъnico ingreso que tengo es mi medio salario de almirante. No puedo permitirme el lujo de rechazar un alojamiento gratuito.

Un movimiento entre las nubes atrapу la atenciуn de Cordelia.

— їQuй ocurre con esa aeronave ligera? — murmurу casi para sн misma.

La manchita creciу, sacudiйndose de forma extraсa. Echaba humo. Se balanceу sobre el lago, directo hacia ellos.

— Dios, me pregunto si estarб llena de bombas.

— їQuй? — preguntaron al unнsono Aral y Piotr, y se acercaron rбpidamente a la ventana, Aral a su derecha y Piotr a su izquierda.

— Tiene insignias de Seguridad Imperial — observу Aral.

Los viejos ojos de Piotr se esforzaron por divisarlas.

—їSн?

Mentalmente, Cordelia planeу una carrera por el pasillo hasta la puerta trasera. Habнa una pequeсa zanja al otro lado de la calzada, y si se tendнan boca abajo en el interior tal vez… Pero la aeronave disminuyу la velocidad y aterrizу bamboleante en el jardнn delantero. Con cautela, los hombres de librea y de uniforme verde se acercaron a ella. La mбquina habнa sufrido graves desperfectos: un agujero producido por una descarga de plasma, manchas negras de hollнn, abolladuras… era un milagro que hubiese logrado volar.

— їQuiйn…? — dijo Aral.

Piotr forzу la vista hasta que divisу al piloto bajo la cubierta rota.

— Por Dios, Ўes Negri!

— їPero quiйn es el que…? ЎVamos! — gritу Aral, corriendo hacia la puerta. Los dos lo siguieron rбpidamente hasta el jardнn.

Los guardias tuvieron que forzar la cubierta con una palanca. Negri cayу en sus brazos. Lo tendieron sobre el cйsped. Tenнa una grotesca quemadura sobre el lado izquierdo del torso y el muslo. Su uniforme verde se habнa fundido y chamuscado revelando burbujas blancas y ensangrentadas de carne deshecha. Negri temblaba de forma incontrolable.

La pequeсa figura asegurada al asiento de pasajeros era el emperador Gregor. El niсo de cinco aсos lloraba aterrorizado, no en voz alta, sino con sollozos contenidos. A Cordelia le pareciу siniestro que alguien tan joven mostrase semejante control. Ella hubiese gritado. Sentнa deseos de chillar. Gregor vestнa ropas corrientes, una camisa suave y pantalones azul oscuro. Le faltaba un zapato. Un guardia de Seguridad Imperial le desabrochу el cinturуn y lo sacу de la aeronave. El niсo mirу a Negri completamente horrorizado y confundido.

ї Creнas que los adultos eran indestructibles, pequeсo?, preguntу Cordelia en silencio.

Kou y Drou se materializaron de sus respectivos refugios en la casa, y quedaron paralizados junto con los demбs guardias. Gregor alcanzу a ver a Droushnakovi y corriу hacia ella como una flecha, aferrбndola por la falda.

— ЎDroushie, ayъdame! — Entonces su llanto se intensificу. Ella lo abrazу y lo levantу.

Aral se hincу junto al jefe de Seguridad Imperial.

— їQuй ocurriу, Negri?

Negri se aferrу a su chaqueta con la mano derecha.

— Estбn intentando un golpe en la capital. Sus tropas tomaron Seguridad Imperial, tomaron el centro de comunicaciones… їpor quй no respondнan aquн? El cuartel general estб rodeado, infiltrado… Se combate en la Residencia Imperial. Nosotros estбbamos tras йl… pensбbamos arrestarlo… pero actuу demasiado pronto. Creo que tiene a Kareen…

— їQuiйn, Negri, quiйn? — preguntу Piotr.

— Vordarian.

Aral asintiу con expresiуn sombrнa.

— Sн…

— Llйvese… al niсo — susurrу Negri -. Pronto llegarб aquн… — Los temblores se transformaron en convulsiones, los ojos se le pusieron en blanco y empezу a jadear. De pronto volviу a mirarlo fijamente.

— Dнgale a Ezar… — Las convulsiones volvieron a sacudir su cuerpo. De pronto se detuvieron. Ya no respiraba.

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