Normalmente puedo ir desde el piso a la casa de Harry en unos quince minutos pero hoy me ha costado casi una hora. Sigue sin haber demasiado tráfico pero algunas calles son inaccesibles. Algunas están atascadas con colas que se mueven con mucha lentitud, otras están simplemente cortadas.
Harry está tan agitado como el resto de nosotros aunque no quiera admitirlo. Está apagado, mucho más tranquilo de lo habitual. Liz lo ha llamado y le ha explicado que lo iba a buscar, pero no tiene nada preparado. Ahora estoy con él en el piso de arriba, ayudándole a llenar una bolsa para pasar la noche. Parece perdido e indefenso como un niño pequeño. Me sigue planteando preguntas que sabe que no puedo contestar. ¿Cuánto tiempo va a estar fuera? ¿Qué se tiene que llevar? ¿Estaremos seguros en nuestro piso?
La casa de Harry es silenciosa y oscura. Es muy raro que yo vaya al piso superior. El lugar es pequeño pero demasiado grande para él solo. Los dormitorios de Liz y de su hermana no se han tocado desde que se mudaron y un lado del dormitorio de Harry es un altar a Sheila, su difunta esposa. Lleva muerta tres años pero en la habitación siguen estando más cosas suyas que de Harry. Toda la casa está llena de trastos. El viejo nunca tira nada. No puede desprenderse de nada.
Quería entrar y estar fuera en minutos, pero Harry sigue retrasando la partida. Tengo que volver con Lizzie y con los niños pero estoy aquí, atascado, viendo cómo comprueba que todo esté apagado y después comprobando que lo ha comprobado todo. Me gustaría decirle que creo que ya no importa pero eso sólo iba a empeorar las cosas, así que le sigo la corriente e intento meterle prisa. La cabeza me da vueltas. Necesito hablar de lo que ha pasado, pero Harry no es la persona indicada. No sé quién lo es. Necesito hablar del hombre medio muerto en el rellano y sobre lo que he visto esta mañana en la tienda. No me puedo quitar de la cabeza la imagen de la niña golpeando a su madre. ¿Podría alguno de nuestros hijos atacar de esa forma a Lizzie? ¿Podría estar pasando ahora mismo, mientras estoy aquí, perdiendo el tiempo con este estúpido anciano? Me muerdo el labio e intento mantener la calma. No puedo mostrar ninguna emoción. No quiero que Harry piense que soy un Hostil.
– Venga, vamos -le digo, interrumpiendo su paseo por la planta baja, comprobando por tercera vez que las puertas y las ventanas están cerradas-, tenemos que irnos.
Espero una respuesta hiriente, que es lo que habitualmente obtengo de Harry, que es un viejo cabrón sabelotodo y gritón que no tiene una buena opinión de mí. Él supone que sabe más que yo de todo y nunca se toma a bien que le metan prisa o le digan lo que tiene que hacer. Me sorprendo cuando asiente, recoge su bolsa y camina lentamente hacia la puerta principal. Cojo la bolsa de su mano y la meto en el coche, dejando que le eche una última mirada a su hogar.
– Tranquilo, ¿no te parece? -dice mientras vamos de vuelta al piso. Inmediatamente lamenta sus palabras cuando desembocamos en una calle principal colapsada por un atasco. Nos unimos al final de la cola. Es lenta pero nos seguimos moviendo y no puedo pensar en ninguna otra ruta mejor hacia casa. Decido esperar sentado.
– ¿Estás bien, Harry? -pregunto.
– Bien -contesta en un murmullo-. Un poco cansado, eso es todo.
– ¿Problemas para dormir? Asiente con la cabeza.
– La pasada noche ocurrió algo en la parte trasera de la casa -explica con voz tranquila-. Hubo una pelea o algo así… muchos gritos, mucho ruido…
El tráfico se ha ralentizado otra vez y casi estamos totalmente parados. Para y arranca todo el rato.
– No sé lo que está ocurriendo -murmuro.
La calle por la que nos estamos arrastrando pasa delante de una fila de casas antes de subir y girar a la derecha, para cruzar por un puente que pasa por encima de la autopista. Al seguir el arco de la calle salta a la vista la razón del atasco. Hay un flujo continuo de coches que abandonan la autopista y se unen al tráfico de la ciudad. Nos volvemos a parar en medio del puente.
– ¿Por qué nos paramos? -pregunta Harry, mirando a su alrededor con curiosidad.
– Ni idea. Debe haber habido un accidente o algo…
– Esto no es un accidente -dice mirando a través de la ventanilla y golpeando el vidrio con el dedo. Me yergo en el asiento y me inclino hacia él para ver qué está mirando. Hay algún tipo de bloqueo que corta totalmente la autopista. Hay dos grandes camiones militares de color verde oscuro parados a ambos lados. Guardias armados están colocando barreras con franjas rojas y blancas mientras otros soldados dirigen la cola de los coches que se aproximan. ¿Qué demonios están haciendo? Si no me equivoco, están parando los coches que intentan abandonar la ciudad. Ni siquiera los registran. O les ordenan que utilicen la salida para abandonar la autopista o los dirigen a través de un hueco que han abierto en la barrera central y los obligan a volver por donde han venido. El tráfico está siendo canalizado de vuelta a la ciudad.
– No quieren que nos vayamos demasiado lejos, ¿no te parece? -comenta Harry, que contempla los coches por debajo de nosotros mientras empezamos a avanzar de nuevo.
– Aunque dicen que lo tienen bajo control.
– ¿Qué?
– Estuve viendo algo en la tele justo antes de salir a buscarte. Decían que la situación estaba bajo control.
– Bueno, esto es probablemente parte del control, ¿o no? Necesitan saber dónde está todo el mundo…
– ¿De verdad?
– ¿Cómo nos pueden proteger las autoridades si no saben dónde estamos?
No me molesto en contestar. El hecho de que acabo de ver una presencia militar importante en las calles no me llena de confianza. En todo caso, hace que me sienta peor.
Cuando nos alejamos de la autopista, el tráfico empieza a ser más fluido. Aprieto el acelerador y proseguimos hacia casa.
Mi nerviosismo y paranoia aumentan a cada segundo que pasa. Necesito volver con mi familia.
Las calles que atravesamos ahora están incómodamente silenciosas y tranquilas. Todo da una sensación ominosa. El país parece que se está rompiendo en pedazos con niveles desconocidos de violencia, ¿por qué, entonces, está todo tan tranquilo? La reacción humana normal ante una amenaza como los Hostiles sería levantarnos y luchar, pero hoy no podemos. Esa gente está enferma. Los mueve un deseo de matar y destruir y, por lo que he podido ver, no van a parar hasta que esos deseos se vean satisfechos. Levantarse y luchar contra ellos significaría desplegar las mismas emociones que ellos. Sería autodestructivo. Devolver el golpe es correr el riesgo de que también te tilden de Hostil. Todo lo que podemos hacer es mantenernos apartados y no contraatacar. La población se está alejando de todos los demás por miedo. Miedo a cualquiera y miedo a uno mismo.
Finalmente aparecemos frente al bloque de pisos y llevo a Harry adentro. Estoy a punto de volver a recoger su bolsa del coche cuando veo a una figura solitaria que camina por la calle. Instintivamente espero en la sombra hasta que estoy seguro que ha desaparecido antes de volver a poner el pie en la calle. Dios santo, estoy demasiado aterrorizado para arriesgarme incluso a que me vea un completo desconocido.