SOMBRA

El taller estaba vacío; cada herramienta colgaba en incómodo desuso del apropiado gancho de la pared. Las herramientas estaban limpias. El tablero, rayado y agujereado, brillaba bajo una nueva capa de cera.

El puñado de instrumentos a medio desmontar que Jacob había apartado yacía en el suelo acusadoramente, como el mecánico jefe, que le observaba receloso mientras se apropiaba del banco de trabajo. A Jacob no le importaba. A pesar del fiasco a bordo de la Nave Solar, o quizás a causa de ello, nadie puso objeciones cuando decidió continuar sus propios estudios. El taller era un lugar grande y adecuado y nadie más lo quería en aquel momento. Además, allí era menos probable que lo encontrara Millie Martine.

En un ábside de la enorme Caverna de las Naves Solares, Jacob podía ver una rendija de la gigantesca nave plateada, sólo ocultada parcialmente a la vista por la pared rocosa. En las alturas, la pared se perdía en una niebla de condensación.

Estaba sentado en un taburete ante el banco. Jacob dibujó recuadros de alternativa en dos hojas de papel y las colocó sobre la mesa. Cada una de las hojas rosadas tenía una pregunta con respuesta sí o no, representando las posibles realidades morfológicas alternativas.

La de la izquierda decía: B TIENE RAZÓN RESPECTO A LOS ESPECTROS-S, SÍ (I)/NO(II).

La otra hoja era aún más difícil de mirar: ME HE VUELTO LOCO, SÍ(III)/NO(IV).

Jacob no podía permitir que el juicio de nadie más le apartara de estas preguntas. Por eso había evitado a Martine y los demás desde que regresaron a Mercurio. Aparte de hacer una visita de cortesía al convaleciente doctor Kepler, se había convertido en un ermitaño.

La pregunta de la izquierda se refería al trabajo de Jacob, aunque no podía excluir una relación con la pregunta de la derecha.

Ésta sería difícil. Todas las emociones tendrían que ser descartadas para llegar a la respuesta adecuada.

Colocó una hoja con el número romano I ante la pregunta de la izquierda, encartando la evidencia de que la historia de Bubbacub era correcta.

POSIBILIDAD I: LA HISTORIA DE B ES CIERTA.

La lista era grande. Primero estaba la consistencia de la explicación del pil para la conducta de los Espectros Solares. Siempre habían sabido que las criaturas usaban algún tipo de psi. Las amenazantes apariciones con forma humana implicaban conocimiento del hombre e inclinaciones poco amistosas. «Sólo» un chimpancé había muerto, y sólo Bubbacub podía demostrar que había tenido éxito en sus comunicaciones con los solarianos. Todo encajaba con la historia de LaRoque, que supuestamente había sido implantada en su mente por las criaturas.

El logro más impresionante, el que tuvo lugar mientras Jacob estaba inconsciente a bordo de la Nave Solar, fue la hazaña de Bubbacub con la reliquia lethani. Era prueba de que Bubbacub entabló contacto con los Espectros Solares.

Repeler a un Espectro con un destello de luz podría ser plausible (aunque Jacob no comprendía cómo un ser que habitaba en la brillante cromosfera podía detectar nada en el tenue interior de una Nave Solar), pero la dispersión de todo el rebaño de magnetóvoros y pastores implicaba que el pil debía de haber empleado alguna fuerza poderosa (¿psi?).

Todos estos elementos tendrían que ser examinados de nuevo en el curso del análisis morfológico de Jacob. Pero tenía que admitir que la posibilidad número I parecía verdadera.

POSIBILIDAD II: LA HISTORIA DE B ES FALSA: (IIA) ESTÁ EQUIVOCADO/(IIB) ESTÁ MINTIENDO.

IIA no daba a Jacob ninguna idea, Bubbacub parecía demasiado seguro, demasiado confiado. Por supuesto, podría haber sido engañado por los propios Espectros... Jacob garabateó una nota a ese efecto y la colocó en la posición IIA. De hecho, era una posibilidad muy importante, pero no se le ocurría ninguna forma de probarla o rebatirla sin hacer más inmersiones. Y la situación política hacía imposibles más inmersiones.

Bubbacub, apoyado por Martine, insistía en que cualquier nueva expedición carecería de sentido, y probablemente sería también fatal sin el pil y su reliquia lethani. Curiosamente, el doctor Kepler no discutió. La Nave Solar fue puesta en dique seco siguiendo sus órdenes, el mantenimiento normal suspendido, e incluso la reducción de datos interrumpida mientras conferenciaba con la Tierra.

Los motivos de Kepler aturdían a Jacob. Durante varios minutos se quedó mirando una hoja que decía: TEMA COLATERAL: ¿KEPLER? Finalmente la arrojó sobre el montón de material desmontado, con una imprecación. Estaba claro que Kepler tenía razones políticas para querer que el cierre de Navegante Solar cayera sobre la cabeza de Bubbacub. Jacob se sintió decepcionado. Se volvió hacia la hoja IIB.

Era atractivo pensar que Bubbacub estaba mintiendo. Jacob no podía fingir ya ningún afecto hacia el pequeño Representante de la Biblioteca. Reconoció sus propias motivaciones personales. Jacob quería que IIB fuera cierto.

Desde luego, Bubbacub tenía motivos para mentir. El fracaso de la Biblioteca a la hora de encontrar una referencia a formas de vida solarianas era un engorro para él. El pil también lamentaba la investigación independiente de una raza «expósita». Ambos problemas serían eliminados si Navegante Solar era interrumpido de forma que impulsara la estatura de la antigua ciencia.

Pero suponer que Bubbacub había mentido provocaba un montón de problemas. Primero, ¿hasta dónde era mentira la historia? Obviamente, el truco con la reliquia lethaní fue auténtico. ¿Pero dónde más podía trazarse la línea?

Y si Bubbacub mentía, tenía que estar tremendamente seguro de que no iba a ser capturado. Los Institutos Galácticos, especialmente la Biblioteca, se basaban en su reputación de honestidad absoluta. Freirían vivo a Bubbacub si era descubierto.

La posibilidad IIB parecía inútil, pero de algún modo Jacob tendría que demostrar que era cierta o el proyecto Navegante Solar se habría acabado.

Esto iba a ser complicado. Toda teoría basada en que Bubbacub mentía tendría que explicar la muerte de Jeffrey, el anómalo estatus y la conducta de LaRoque, la conducta amenazante del Espectro Solar...

Jacob garabateó una nota y la colocó sobre la hoja IIB.

NOTA AL MARGEN: ¿DOS TIPOS DE ESPECTROS SOLARES? Recordó la observación de que nadie había visto jamás a un Espectro Solar «normal» convertirse en la variedad semitransparente que hacía gestos de amenaza.

Se le ocurrió otra idea.

NOTA AL MARGEN: LA TEORÍA DE CULLA DE QUE LA PSI DE LOS SOLARIANOS EXPLICA NO SÓLO LA DE LR SINO TAMBIÉN OTRAS CONDUCTAS EXTRAÑAS.

Jacob pensaba en Martine y Kepler cuando lo escribió. Pero después de reflexionar, escribió cuidadosamente una segunda copia de la misma observación y la colocó sobre la hoja que había marcado ME HE VUELTO LOCO — NO(IV).

Hizo falta todo un acopio de valor para enfrentarse a la pregunta de su propia cordura. Metódicamente anotó las pruebas de que había algo mal, bajo la hoja número III.

1. «LUZ» CEGADORA ALLÁ EN LA BAJA. El trance en el que había entrado justo antes de la reunión en el Centro de Información era el último profundo que había tenido. Le ha bía despertado un aparente artefacto psicológico, un tono azul que atravesó su estado hipnótico como un faro. Pero fuera cual fuese la señal de advertencia que debía estar enviándole su subconsciente, fue interrumpida cuando se acercó Culla.

2. USO INCONTROLADO DE MISTER HYDE. Jacob sabía que la bifurcación de su mente en una parte normal y otra anormal era una solución temporal al menos para los problemas de largo alcance. Un par de centenares de años antes su estado habría sido diagnosticado como esquizofrénico. Pero la transacción hipnótica, supuestamente, permitiría que sus mitades divididas se reensamblaran pacíficamente bajo la guía de su personalidad dominante. Las ocasiones en que su yo feroz se abría paso o tomaba el control se producían cuando era necesario, cuando Jacob tenía que revertir al entrometido frío, duro y terriblemente confiado que había sido antaño.

Jacob no se había preocupado antes por las acciones de su otro yo, por mucho que le avergonzaran. Por ejemplo, fue bastante lógico robar muestras de los medicamentos del doctor Kepler a bordo de la Bradbury, dado lo que había visto hasta entonces, aunque habrían sido preferibles otros medios para llegar al mismo fin.

Pero algunas de las cosas que le había dicho a la doctora Martine a bordo de la Nave Solar implicaban una gran cantidad de recelos justificados dando vueltas en su inconsciente, o un problema muy grande más profundo.

3. CONDUCTA EN LA NAVE SOLAR: ¿INTENTO DE SUICIDIO? Eso dolía menos de lo que había esperado cuando lo escribió. Jacob se hallaba desorientado por el episodio. Pero curiosamente se sentía más furioso que avergonzado, como si alguien le hubiera hecho quedar como un tonto.

Por supuesto, eso significaría algo, incluida una frenética autojustificación, pero no se lo parecía. Jacob no sentía ninguna resistencia interna cuando sondeó esa línea de razonamiento. Sólo negación.

El número tres podría haber sido parte de una pauta general de deterioro mental. O podría haber sido un caso aislado de desorientación, como había diagnosticado la doctora Martine (quien desde el regreso le había estado persiguiendo por toda la base para someterle una terapia). O podría haber sido inducido por algo externo, como ya había considerado.

Jacob se retiró del banco de trabajo. Eso requeriría tiempo. La única manera de conseguir algo sería haciendo pausas frecuentes y dejar que las ideas se filtraran desde el inconsciente, el mismo inconsciente que estaba investigando.

Bueno, ésa no era la única forma, pero hasta que hubiera resuelto el problema de su propia cordura no estaba dispuesto a intentar los otros medios.

Jacob dio un paso atrás y empezó a mover su cuerpo lentamente en la pausa de posturas de relajación conocida por Tai Chi Chuan. Las vértebras de su espalda crujieron por haber estado sentado en el taburete. Se estiró para permitir que la energía regresara a las partes de su cuerpo que se habían quedado dormidas.

La ligera chaqueta que llevaba entorpecía sus movimientos. Interrumpió la rutina y se la quitó.

Había un perchero junto a la oficina del mecánico jefe, frente al taller de mantenimiento y cerca de los grifos. Jacob se acercó al perchero, sobre sus talones, sintiéndose tenso y lleno de energía por el Tai Chi.

El mecánico jefe asintió con un gruñido cuando Jacob pasó por delante; el hombre no parecía feliz. Estaba sentado ante su mesa en la oficina con paneles de espuma de caucho, con una expresión que Jacob había visto muy a menudo desde el regreso, sobre todo entre el personal inferior. Al recordarlo le dio sed.

Mientras se inclinaba sobre la fuente, Jacob oyó un sonido metálico. Alzó la cabeza cuando se repitió. Procedía de la dirección de la nave. La mitad de ella era ahora visible desde el lugar donde se encontraba. Mientras se acercaba a la esquina de la pared de roca, el resto apareció lentamente.

La puerta en forma de cuña de la Nave Solar descendió muy despacio. Culla y Bubbacub esperaban al pie, sujetando entre ambos una larga máquina cilindrica. Jacob se agazapó tras la pared de roca. ¿Qué están haciendo esos dos?

Oyó la rampa que se extendía desde el borde de la cubierta de la Nave Solar, y luego el sonido del pil y el pring introduciendo la máquina en la nave.

Jacob apoyó la espalda contra la pared y sacudió la cabeza. Esto era demasiado. Si se encontraba con un nuevo misterio se volvería loco de verdad... si es que no lo estaba ya.

Parecía como si estuvieran usando un compresor de aire dentro de la nave, o una aspiradora. Los chasquidos y roces y alguna maldición ocasional pilana hacían pensar que estaban arrastrando la máquina por el interior de la nave.

Jacob cedió a la tentación. Bubbacub y Culla estaban dentro de la nave y no había nadie más a la vista.

En cualquier caso, si lo sorprendían espiando, probablemente no habría nada más que perder que el resto de su reputación.

Subió la rampa en unas pocas zancadas. Cerca de la cima se tendió en el suelo y miró dentro.

La máquina era una aspiradora. Bubbacub tiraba de ella, de espaldas a Jacob, mientras Culla manipulaba el largo y rígido succionador en el extremo de su manguera flexible. El pring sacudía lentamente la cabeza, y sus dientes castañeaban. Bubbacub emitió una serie de bruscos ladridos a su pupilo y el castañeo aumentó, pero Culla trabajó más rápido.

Esto era enormemente extraño y preocupante. ¡Culla estaba limpiando la zona entre la cubierta y la pared curva de la nave! Allí no había más que los campos de fuerza que mantenían la cubierta en su sitio.

Culla y Bubbacub desaparecieron alrededor de la cúpula central mientras avanzaban hacia el borde. En cualquier momento saldrían por el otro lado y le verían. Jacob se deslizó por la rampa unos pocos palmos, y luego descendió a pie el resto del camino. Regresó al ábside y se sentó de nuevo en el taburete delante de los papeles.

¡Si tuviera tiempo! Si la cúpula central hubiera sido más grande o el trabajo de Bubbacub más lento, podría haber encontrado un medio de bajar a aquella abertura en el campo de fuerza para conseguir una muestra de lo que estaban recogiendo, fuera lo que fuese. Jacob se estremeció ante la idea, pero habría merecido la pena intentarlo.

¡O una foto de Culla y Bubbacub trabajando! ¿Pero dónde podría conseguir una cámara en los pocos minutos que le quedaban?

No había ningún modo de demostrar que Bubbacub era un traidor, pero Jacob decidió que la teoría IIB había recibido un gran impulso. En un pedazo de papel, garabateó: LA ASPIRADORA DE B, O LO QUE SEA... ¿ALUCINÓGENOS LANZADOS A BORDO DE LA NAVE? La colocó en el montón, y luego se apresuró hacia la oficina del mecánico jefe.

El hombre protestó cuando Jacob le pidió que le acompañara. Dijo que tenía que estar sentado ante el teléfono y que no podía imaginar dónde podría encontrar una cámara fotográfica normal. A Jacob le pareció que estaba mintiendo, pero no tenía tiempo para discutir. Tenía que conseguir un teléfono.

Había un aparato en la pared cerca de la esquina donde había visto a Culla y Bubbacub subir la rampa. Pero al descolgarlo se preguntó a quién podría llamar, y qué diría.

¿Hola, doctor Kepler? ¿Me recuerda? Jacob Demwa. El tipo que intentó matarse en una de sus Naves Solares. Sí... bueno, me gustaría que viniera aquí abajo y viera a Pil Bubbacub limpiando un poco...

No, eso no serviría. Para cuando llegara, Culla y Bubbacub se habrían marchado y la llamada sería otro punto en su lista de aberraciones públicas.

La idea golpeó a Jacob.

¿Lo he imaginado todo? Ahora no sonaba ninguna aspiradora. Sólo había silencio. Todo el asunto era además tan condenadamente simbólico...

Del otro lado de la esquina llegó un chirrido. Maldiciones pilanas, y el sonido de una máquina al caerse. Jacob cerró los ojos durante un instante. El sonido era hermoso. Se arriesgó a asomarse.

Bubbacub se hallaba al pie de la rampa sujetando un extremo de la aspiradora, las cerdas alrededor de sus ojos prominentes, y el pelaje encrespado en torno al cuello. El pil miraba a Culla, que tenía en la mano el asa de la bolsa de la máquina. Un montoncito de polvo rojo manaba de la abertura.

Bubbacub bufó disgustado mientras Culla cogía el polvo a puñados y luego conectaba la máquina ya montada. Jacob estuvo seguro de que un puñado no fue al montón sino al bolsillo de la túnica plateada de Culla.

Bubbacub dispersó a patadas el polvo restante hasta que se mezcló con el suelo. Luego, tras dirigir una furtiva mirada a los lados, lo que hizo que Jacob se apretujara contra la pared, ladró una rápida orden y guió a Culla de regreso a los ascensores.

Cuando regresó al banco de trabajo, Jacob descubrió al mecánico jefe observando los papeles de su análisis morfológico. El hombre alzó la cabeza cuando se acercó.

—¿Qué pasaba? —Hizo un ademán hacia la Nave Solar.

—Oh, nada —respondió Jacob. Se mordió un instante el interior de la mejilla—. Sólo algunos etés trasteando con la nave.

—¿Con la nave? —El mecánico jefe se puso rígido—. ¿Eso era lo que murmuraba antes? ¿Por qué no lo dijo?

— ¡Espere! —Jacob agarró al hombre por el brazo, pues se abalanzó hacia el emplazamiento de la nave—. Es demasiado tarde, ya se han ido. Además, para descubrir qué pretenden hará falta algo más que sorprenderlos haciendo algo extraño. De todas formas, lo que mejor hacen los etés son cosas raras.

El ingeniero miró a Jacob como si lo viera por primera vez.

—Sí —dijo lentamente—. Tiene razón. Pero tal vez sería mejor que me dijera lo que ha visto.

Jacob se encogió de hombros y contó toda la historia, desde que oyó el sonido de la compuerta al abrirse, a la comedia del polvo vertido.

—No lo comprendo —el mecánico jefe se rascó la cabeza.

—Bueno, no se preocupe. Como le decía, hará falta más que una pista para poner en su sitio a ese culto peludo.

Jacob se sentó de nuevo en el taburete y empezó a escribir cuidadosamente en varias hojas.

C TIENE UNA MUESTRA DE POLVO... ¿POR QUÉ? ¿SERÁ PELIGROSO PEDIRLE QUE LO COMPARTA?

¿ES C UN CÓMPLICE VOLUNTARIO? ¿POR CUÁNTO TIEMPO?

¡¡¡CONSIGUE UNA MUESTRA!!!

—Eh, ¿qué está haciendo aquí, por cierto? —preguntó el mecánico jefe.

—Estoy siguiendo pistas.

Tras un momento de silencio, el hombre dio un golpecito a las hojas situadas en el extremo derecho de la mesa.

— ¡Chico, yo no podría ser tan frío si pensara que me estoy volviendo loco! ¿Cómo fue? Me refiero a cuando se volvió majareta y trató de beber veneno.

Jacob alzó la cabeza. Hubo una imagen. Una gestalt. El olor del amoníaco llenó su nariz y un poderoso latido golpeó sus sienes. Parecía que hubiera pasado horas ante el foco de un inquisidor.

Recordó vivamente la imagen. Lo último que vio antes de desplomarse fue la cara de Bubbacub. Los ojillos negros le miraban bajo el borde del casco psi. En toda la nave, sólo el pil había contemplado impasible cómo Jacob caía sin sentido a unos pasos de distancia.

La idea hizo que Jacob sintiera frío. Empezó a escribir pero se detuvo. Era demasiado. Esbozó una nota en el argot del trinario de los delfines y la arrojó sobre la pila IV.

—Lo siento —miró al ingeniero jefe—. ¿Decía algo?

El ingeniero sacudió la cabeza.

—Oh, de todas formas no es asunto mío. No tendría que haber asomado la nariz. Sólo sentía curiosidad por lo que está haciendo aquí.

El hombre hizo una pausa.

—Está intentando salvar el proyecto, ¿verdad? —preguntó por fin.

—Sí.

—Entonces debe de ser el único de los jefazos que lo está haciendo —dijo amargamente—. Lamento haberle tratado mal. Le dejaré tranquilo para que pueda trabajar.

Empezó a retirarse. Jacob reflexionó un instante.

—¿Le gustaría ayudarme? —dijo.

El hombre se volvió.

—¿Qué necesita?

Jacob sonrió.

—Bueno, para empezar me vendría bien un recogedor y una escoba.

— ¡Marchando! —el mecánico jefe echó a correr.

Jacob tamborileó los dedos sobre la mesa. Luego recogió las hojas dispersas y se las guardó en el bolsillo.

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