Interfase Universo de pensamiento

Michael Bernard, que tenía y no tenía diecinueve años, estaba sentado en el Klamshak frente a Olivia. Sobre ellos, colgaban el soso pez luna, la lagosta de plástico y los flotadores de corcho, no muy originales.

Ella acababa de decirle que había roto su compromiso.

Bajó él la vista hacia la mesa, percibiendo ahora entre ellos un muy distinto potencial. El camino había sido despejado.

—Excelente cena —dijo Olivia, cruzando las manos sobre su plato, lleno de conchas de ostras vacías y de colas de gamba—. Gracias. Me he alegrado mucho de que me llamaras.

—Me sentía tonto —dijo Bernard—. La última vez me comporté como un auténtico bobo.

—No. Fuiste muy galante.

—Galante. Mm. —Se rió.

—Estoy bien. Al principio fue un golpe, pero…

—Debe haberlo sido.

—Ya sabes, cuando él me lo dijo, sólo pensé en volver a la escuela y hacer mi vida normal como si nada hubiera pasado. Como si romper un compromiso no significase nada de nada. Pero cuando se fue, me dolió. Y cuando pensé en ti.

—¿Vas a darme otra oportunidad?

Olivia sonrió.

—Sólo si puedes seguir haciéndome sentir tan bien como ahora.

Nada se pierde. Nada se olvida.

Estaba en la sangre, en la carne, Y ahora es por siempre.

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