La chófer de Uthacalthing mantuvo abierta la puerta del coche de ruedas, pero él cruzó los brazos e inhaló profundamente.
—Estoy pensando que sería una buena idea ir dando un paseo —le dijo—. La embajada está a poca distancia de aquí. ¿Por qué no te tomas unas horas libres y las pasas con tu familia y amigos?
—P… pero señor…
—Estaré bien —dijo él con firmeza.
Se inclinó y sintió su inocente turbación ante un simple gesto de cortesía. Ella se inclinó profundamente, correspondiendo.
¡Qué deliciosas criaturas! pensó Uthacalthing al ver alejarse el coche. He conocido a muchos neochimpancés que parecían tener un chispeante sentido del humor.
Espero que sobrevivan.