Presentación

Desde que, en febrero de 1997, se supo de la donación de la oveja Dolly, la idea de los posibles clones humanos ha generado diversos debates. Evidentemente, varios relatos y novelas de ciencia ficción que, todo hay que decirlo, precedieron en mucho a Dolly.

David Brin no se ha detenido aquí Sin atender específicamente a los clones, ha analizado una nueva idea, afín, pero no exactamente igual: una especie de «piemos», seres hechos de barro fabricados en unas nuevas copiadoras-horno que, cincuenta años en el futuro, se hallan al alcance de todos y configuran un nuevo tipo de sociedad.

Esos «ídem» o gente de barro tienen una vida limitada (un día), no son seres biológicos como los humanos, sino que, como dice su nombre, están hechos de barro. Como era de esperar, carecen de derechos legales y sociales, e incluso son de diverso color según su función. Se les encargan las ocupaciones menos interesantes o las más peligrosas, todas las que rechazan los seres humanos verdaderos. Al final de su existencia, si es posible, los ídem «descargan» en su personaje original, el arquetipo o «archi», las memorias recogidas en ese día, un día que empezaron con la impronta de los recuerdos de su original o humano arquetipo.

Sobre esa idea, Brin imagina que, en un futuro cercano, todos podrán hacer esos ídem, esa «gente de barro» y, de manera coherente y muy bien analizada, nos describe una sociedad compleja, donde los seres humanos acaban viviendo un conjunto de vidas paralelas (la propia y la de los ídem que han podido, al final de su día de existencia, descargar sus recuerdos en el original).

Es el análisis social lo que realmente interesa a Brin que nos describe en su página web (www.davidbrin.com) un ejemplo de esa nueva sociedad:

Como ciudadano de un futuro cercano, te has duplicado a ti mismo zillones de veces y lo ves como algo normal, siendo a veces el original y a veces la copia. Vives la vida en paralelo, enviando costosos «golems de estudio» a la biblioteca, mientras que otros modelos más baratos limpian la casa y tu cuerpo real se ejercita en el gimnasio. Dos tercios de la población de la Tierra son seres temporales hechos de barro. La gente parece haberse adaptado a este nuevo tipo de vida, hasta que…


Y ese «hasta que…» desencadena la crisis en esa nueva sociedad del futuro con seres duplicados al alcance de todos.

Sin olvidar que toda reflexión social hecha en forma de novela de ciencia ficción ha de resultar amena, Brin ha usado en GENTE DE BARRO la forma de una narración de acción detectivesca, del tipo hardboiled, para mostrar las complejidades de una sociedad en la que existe una curiosa versión de los «replicantes» del BLADE RUNNER cinematográfico: seres derivados de los humanos, con «funcionalidades» parecidas, pero con fecha de caducidad, cual si se tratara de un yogur.

La novela nos narra las peripecias del detective Albert Morris y sus múltiples duplicados de barro en esa nueva sociedad. En el idemburgo se están haciendo copias pirata de una famosa cortesana, Gineen Wammaker, y Morris debe impedirlo. Un trabajo que no parece excesivamente difícil, pero que le llevará a descubrir una intrincada red de conspiraciones en esa sociedad del futuro donde los ídem carecen de derechos y de todo tipo de consideración.


Volviendo a la referencia a los «replicantes» de BLADE RUNNER o, si se quiere, a los «androides» de que hablaba Philip K. Dick en su novela ¿SUEÑAN LOS ANDROIDES CON OVEJAS ELÉCTRICAS?, lo cierto es que los años no parecen haber pasado en balde por la ciencia ficción. En Dick se trataba de un esquema muy sencillo basado en dos grandes puntos centrales: a) ¿quién es la máquina (el androide) y quién el humano?; y b) el sentimiento de los androides como humanos que deberían tener plenos derechos legales y sociales, aunque dichos derechos no se les reconozcan.

Aquí, en cierta forma eso se repite pero en el seno de muchas más consideraciones: la ciencia ficción se ha hecho adulta y cuando analiza un futuro posible, algunos autores por lo menos (y Brin es, seguro, uno de ellos) contemplan la sociedad como el ente complejo que realmentees y analizan diversos puntos de vista. En GENTE DE BARRO, hay aspectos de crítica al esclavismo en la forma en que se usa (y abusa) de los ídems; hay reflexión en torno a lo que significa ser humano y los derechos que un ser humano o un simulacro debería tener; hay diversas maneras de usar la nueva tecnología de las copiadoras-horno (la imaginación social parece no tener fin…) y un largo etcétera. Brin no parece escatimar esfuerzos.

Y, si me permiten, finalizaré con una triste digresión. Los pobres replicantes de BLADE RUNNER tenían una vida posible de unos pocos años, los ídems de GENTE DE BARRO deben conformarse con un día o poco más porque, como el de los replicantes, su cuerpo se deteriora. A veces me pregunto si el hecho de una duración u otra cambia realmente el concepto. Al fin y al cabo, nuestro cuerpo humano se deteriora hasta el cese del funcionamiento correcto en menos de un centenar de años. ¿Es ese número de años suficiente para que tengamos derecho a sentirnos, en ese aspecto, mucho mejor que los replicantes de BLADE RUNNER o los ídem de GENTE DE BARRO? A mí me parece que, en lo que realmente importa, somos como los replicantes o los ídem…

Sic transit gloria mundi, como decía el pensador.

En cualquier caso, no se dejen engañar por esta última reflexión: GENTE DE BARRO es una novela entretenida que desarrolla un nuevo tipo de sociedad basada, en el más puro estilo Campbelliano, en un nuevo descubrimiento tecnológico, las copiadoras-horno, que, como suele ocurrir con la tecnología, transforma profundamente la sociedad. Y David Brin es un pensador meticuloso y reflexivo, su sociedad es coherente aunque sorprendente, al tiempo que su multi-detective (Albert Morris y sus ídem) nos llevan de la mano para contemplar diversos puntos de vista sobre esa sociedad del futuro cercano. Justo lo que uno necesita para conocer una nueva sociedad que, como siempre en la ciencia ficción, no es tampoco tan distinta de la nuestra.

Pasen, diviértanse y reflexionen. En definitiva: que ustedes lo disfruten.


MIQUEL BARCELÓ

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